D-E


D

nom, D (Deuteronomista)

tip, MANU LIBR
ver, PENTATEUCO, HDB, ISBE
vet,
Según la teoría modernista, así se denomina a la fuente, autor, editor o material peculiar del libro de Deuteronomio.
Sus características serían la centralización del culto (Dt. 12:5-7), la guerra santa, con las exigencias del exterminio de los habitantes de la tierra prometida (Dt. 7:20) y el concepto de un premio terrenal en la práctica de la virtud.
A un estudioso serio de la Biblia no se le escapa que el libro tiene una unidad bastante difícil de destruir. El problema es complejo y escapa a los propósitos de este Diccionario, pero es de hacer notar que la discusión en torno a Deuteronomio es relativamente moderna y se ha suscitado especialmente a partir de De Wette (1806). (Véanse PENTATEUCO, y HDB (Hastings Dictionary of the Bible) e ISBE (International Standard Bible Encyclopedia) en sus artículos «Deuteronomy» para un estudio a fondo de la cuestión.)
Bibliografía:
McDowell, J.: «More Evidence that Demand a Veredict» (Campus Crusade for Christ, San Bernardino, Ca. 1975).
Ver: «Deuteronomio» en Comentario Bíblico Moody (Grand Rapids, Ed. Portavoz, 1993).

nom, DABERAT

tip, CIUD
sit, a1, 409, 341
vet,
= «prado».
Ciudad levítica en la frontera de Zabulón y de Isacar (Jos. 19:12; 21:28; 1 Cr. 6:72); probablemente Deburieh, pequeña población al pie del monte Tabor, al nordeste.

nom, DAGÓN

tip, DIOS
vet,
Divinidad principal de los filisteos con templo en Gaza, Asdod, etc. (1 Cr. 10:10).
El de Gaza fue destruido por Sansón (Jue. 16:21-30).
En el de Asdod, Dagón cayó dos veces milagrosamente ante el arca de Dios; y en la segunda caída se le rompieron la cabeza y las manos, quedándole sólo el cuerpo, que tenía la forma de un gran pescado con cabeza humana (1 S. 5:1-9; 15:41; 19:27).
Había otros ídolos de forma semejante entre los antiguos, particularmente la diosa Derceto o Atergates.

nom, DALILA

tip, BIOG MUJE MUAT
vet,
= «coqueta, veleidosa».
Filistea del valle de Sorec, que entregó a Sansón a los filisteos después de haber llegado a conocer el secreto de su fuerza.

nom, DALMACIA

tip, LUGA
sit, a9, 119, 11
vet,
Distrito de Ilírico, al este del mar Adriático, visitado por Tito, y quizá por Pablo, al ir «por los alrededores hasta Ilírico» (Ro. 15:19; 2 Ti. 4:10).

nom, DALMANUTA

tip, REGI
sit, a1, 520, 285
vet,
Región junto al lago de Genesaret a la que se retiró Jesús después de la segunda multiplicación de los panes (Mr. 8:10).
Mateo dice que estaba en tierra de Magdala, y así lo escribe (Mt. 15:39).

nom, DÁMARIS

tip, BIOG MUJE MUNT
vet,
Mujer ateniense que se convirtió al cristianismo por la predicación de Pablo en el Areópago, juntamente con otras personas, entre las cuales también estaba Dionisio el areopagita (Hch. 17:34).

nom, DAMASCO

tip, CIUD
sit, a9, 573, 330
vet,
Ciudad de Siria, en una meseta regada por los ríos Abana y Farfar (2 R. 5:12), región que forma un vasto oasis y donde convergen las rutas de Egipto, Arabia y Bagdad.
Es antiquísima (Gn. 14:15). Conquistada por David (2 S. 8:5, 6), fue recobrada por un súbdito del rey vencido, quien fundó el nuevo reino de Siria (1 R. 11:23, 24).
Fue capital de varios reyes que entraron en alianzas y contraalianzas con Judá e Israel (1 R. 15:18, 20; 20:34; 2 R. 8:8-15; 16:5). Sometida por el rey asirio Salmanasar (842 a.C.) a tributo, fue capturada por Tiglat-pileser (734), aliado del rey de Judá (2 R. 16:1-9; Is. 7:1). Después estuvo sucesivamente sujeta a babilonios, persas y macedonios.
Existía en ella una numerosa colonia judía. Juega un papel importante en la historia de la conversión de Pablo (Hch. 9:2, 3, 10, 24, 25); en esa época la ciudad estaba bajo el dominio de Aretas, rey de la Arabia Pétrea (2 Co. 11:32).

nom, DAN

tip, CIUD BIOG REGI HOMB HOAT
sit, a1, 508, 105
vet,
(a) Quinto hijo de Jacob, padre de la tribu del mismo nombre.
(b) Ciudad antes llamada Lesem, conquistada por la tribu de Dan y llamada por ellos así (Jue. 1:34, 35; Jos. 19:47). Situada en un fértil valle cerca del Líbano, en el extremo norte (Jue. 20:1; 1 Cr. 21:2). Ahí puso Jeroboam uno de sus becerros de oro (1 R. 12:29).

nom, DAN (Tribu)

tip, TRIB REGI TR12
sit, a6, 245, 294
vet,
(a) Territorio que se concedió a esta tribu en Canaán (Gn. 26:23; 49:16, 17; Nm. 64:42), comparado por Moisés con un león (Dt. 33:22).
(b) Nombre de su territorio (Nm. 1:12, 38, 39; Jos. 19:40-46; 21:5, 23), el cual no llegaron a poseer en toda su extensión, por la hostilidad de los amorreos.

nom, DANIEL

tip, BIOG HOMB HOAT PROF
vet,
(hebreo, «Dios es mi juez»).
Nombre propio de tres personajes israelitas:
(a) Daniel, el cuarto de los llamados «profetas mayores», es el principal personaje bíblico que lleva este nombre, autor del libro que lleva su nombre, muy estimado entre los judíos de todos los tiempos (Mt. 24:15), descendiente de la familia real de David (Dn. 1:3), que fue llevado cautivo a Babilonia cuando era jovencito, en el año tercero del reinado de Joacim de Judá (600 a.C.).
Fue escogido con tres compañeros suyos (Ananías, Misael y Azarías) para residir en la corte de Nabucodonosor, en donde halló favor como José en Egipto, e hizo grandes progresos en las ciencias de los caldeos, así como en la lengua sagrada pero rehusó contaminarse comiendo de las provisiones de la mesa del rey, que eran a menudo ceremonialmente impuras para un judío o estaban manchadas por haber estado en contacto con el culto idólatra.
Al fin de unos tres años de educación, Daniel y sus compañeros aventajaron a todos los demás y recibieron buenos empleos en el servicio real. Allí Daniel desplegó en breve sus dones proféticos, interpretando un sueño de Nabucodonosor, por quien fue hecho gobernador de Babilonia y jefe de la clase instruida y sacerdotal. Parece haber estado ausente, quizás en alguna embajada extranjera, cuando sus tres compañeros fueron arrojados en el horno ardiendo.
Algún tiempo después interpretó otro sueño de Nabucodonosor, y posteriormente la célebre visión de Belsasar, uno de cuyos últimos actos fue promover a Daniel a un empleo mucho más elevado que el que previamente había tenido durante su reinado (Dn. 5:29; 8:27).
Después de la captura de Babilonia por los medos y persas, Darío el Medo, que «tomó el reino» después de Belsasar, le hizo «primer presidente» de unos 120 príncipes. La envidia hizo que formaran el complot para que se le echara a la cueva de los leones, acto que les atrajo su propia destrucción (Dn. 6).
Daniel continuó en todos sus altos oficios, y gozó del favor de Ciro hasta su muerte. Durante este período trabajó fervorosamente, con ayunos y oraciones, así como tomando medidas oportunas para asegurar la vuelta de los judíos a su propia tierra, habiendo llegado para ellos el tiempo prometido (Dn. 9). Vivió lo bastante para ver el decreto expedido a ese respecto y que muchos de su pueblo volvieran a Jerusalén; pero no se sabe si alguna vez volvió a visitar esa ciudad, por tener entonces (356 a.C.) más de 80 años de edad. En el tercer año de Ciro tuvo una serie de visiones que le pusieron de manifiesto cuál tenía que ser el Estado de los judíos hasta la venida del Redentor prometido; y por las cuales le vemos esperando tranquilamente el término pacífico de una vida bien empleada.
Daniel siguió siempre la voluntad de Dios. Tanto su juventud como su vejez fueron igualmente consagradas a Dios. Conservó su honradez en circunstancias difíciles, y en medio de la fascinación de una corte oriental, fue puro y justo. Confesó el nombre de Dios ante los príncipes idólatras, y estuvo a punto de ser mártir, de no haber sido por el milagro que lo preservó de la muerte.
(b) Entre los demás personajes que llevaban este nombre de Daniel, la Biblia destaca:
(A) El segundo hijo de David, llamado también Quileab (1 Cr. 3:1; 2 S. 3:3).
(B) Descendiente de Itamar, cuarto hijo de Aarón. Fue uno de los jefes que acompañaron a Esdras de Babilonia a Judea, y que después tuvo una parte importante en la reforma del pueblo (Esd. 8:2; Neh. 10:6).

nom, DANIEL (Libro)

tip, LIBR ESCA CRIT LIAT
ver, CANON, ANTICRISTO, HIJO DEL HOMBRE, BELSASAR, DARÍO
vet,
En la LXX, así como en nuestras versiones españolas, figura después de Ezequiel, entre los profetas del AT, en tanto que en el canon hebreo se halla en la tercera división del canon, entre los Hagiógrafos (véase CANON). Daniel recibe el nombre de profeta (Mt. 24:15; Ant 10:15, 4, 6) y es además contado entre los mayores (Ant. 10:11, 7). Su vida difirió de la de los otros profetas en que él fue un funcionario estatal, ocupado en los asuntos públicos del reino de Babilonia. La mayor parte de su libro está en hebreo, pero un fragmento se halla en arameo, la lengua comercial y diplomática de su tiempo (cp. un fenómeno análogo en Esdras); este fragmento en arameo relata casi exclusivamente la vida de los judíos en tierra extraña, las acciones de los reyes gentiles, y las profecías con respecto a los imperios gentiles; empieza en el cap. 2, a mitad del v. 4, y termina en el v. 28 del cap. 7.
(a) Secciones:
El libro de Daniel puede dividirse en 3 secciones:
(A) Introducción: Daniel y sus 3 compañeros se preparan para su obra (Dn. 1).
(B) En una corte extranjera, entre personas mayoritariamente paganas, Dios se sirve del testimonio de los 4 jóvenes para manifestar su omnipotencia, controlando los poderes de este mundo y la relación de ellos con el reino de Dios (Dn. 2-7).
Esta sección está escrita en arameo. Incluye:
el sueño que tuvo Nabucodonosor de una estatua hecha de cuatro materiales distintos y el relato de su destrucción (Dn. 2),
la tentativa de matar a los 3 compañeros de Daniel y su liberación del horno de fuego ardiente (Dn. 3),
el sueño de Nabucodonosor acerca del árbol talado que era una representación de él mismo (Dn. 4),
la escritura sobre la pared durante el banquete de Belsasar (Dn. 5),
el complot contra la vida de Daniel, y su liberación del foso de los leones (Dn. 6),
la visión que tuvo Daniel de 4 animales y de uno semejante a un hijo del hombre (Dn. 7); este último pasaje en orden cronológico constituye la transición entre las secciones B y C.
(C) Visiones complementarias y relativas al destino del pueblo de Daniel (Dn. 8-12). Se trata de 3 visiones de Daniel:
(I) La cesación del sacrificio continuo, la profanación del santuario y la oposición al Príncipe de los príncipes (Dn. 8; cp. 8:13 y 25).
(II) A continuación Daniel se prepara ante el próximo fin de los 70 años de cautiverio que habían sido profetizados, confiesa los pecados de su pueblo, e implora el perdón de Dios. Después de las profecías precedentes, se podría suponer que el reino mesiánico se establecería a partir del fin del cautiverio; pero una visión revela a Daniel que tendrían que transcurrir 70 «semanas» después de la promulgación del edicto para reconstruir Jerusalén antes que hubiera expiación e instauración del reino de justicia perdurable (Dn. 9).
(III) Después, una nueva visión informa a Daniel, en el tercer año de Ciro, el fundador del imperio persa, que este Estado caerá, que se abatirá la persecución sobre el pueblo de Dios, y que después los santos serán finalmente liberados y levantados en una gloriosa resurrección (Dn. 10-12).
(b) Los cuatro imperios de Daniel.
Las cuatro partes de la estatua que es hecha caer por una piedra, y los cuatro animales a los que les sucede uno semejante a un hijo de hombre (Dn. 7; cp. Dn. 7:13-14, 17-18) designan 4 poderes mundiales a los que finalmente sucederá el reino de Dios.
La estatua los muestra de manera que a un gobernante pagano le parecerían de un esplendor imponente; los cuatro animales las representan ante el profeta en su feroz brutalidad.
Son más de 4 imperios los que han existido sobre la tierra; pero solamente tienen carácter profético los que tienen un papel en relación directa con la nación de Israel reconocida como tal en Palestina. Cubren todos ellos los «tiempos de los gentiles» (Lc. 21:24), que tuvieron su inicio con la destrucción de Jerusalén y de la nación judía por Nabucodonosor, rey de Babilonia, y que tendrá fin cuando el reinado de la Bestia sea destruido por el Señor a Su retorno.
(A) El Primer Imperio es Babilonia (Dn. 2:37-38), que expulsó a los judíos de su país.
(B) El Segundo Imperio aparece en tres ocasiones (Dn. 2:32, 39; 7:5; 8:3-7). Se hallan repetidamente sus características (p. ej., su dualidad) en los brazos y el torso de la estatua, en los costados desiguales del segundo animal, y en los dos cuernos desiguales del carnero. Dn. 8:20 lo identifica de manera expresa con los reyes de Media y de Persia. Ellos fueron los que permitieron el retorno de los exiliados (cp. Esd. 1:1-2).
(C) El Tercer Imperio es Grecia (Dn. 2:32, 39; 7:6; 8:5-8). Sus principales características son la velocidad y la extensión de sus conquistas; domina toda la tierra (Dn. 2:39); es rápido como el leopardo y como el ave (Dn. 7:6); iba por toda la tierra sobre su superficie, sin tocarla (Dn. 8:5); su primer rey, Alejandro, murió súbitamente sin dejar descendientes (Dn. 8:8; 11:4); su imperio fue dividido en cuatro (Dn. 7:6; 8:8; 11:4); este imperio recibe de una manera expresa el nombre de Javán (Grecia, Dn. 8:21). Los judíos retornados a Palestina sufrieron terriblemente en su propio territorio la guerra incesante que mantuvieron dos de las divisiones del imperio griego, el Egipto de los Ptolomeos (el rey del sur), y la Siria de los Seléucidas (el rey del norte: cp. Dn. 11). El peor perseguidor de Israel fue un rey de Siria, Antíoco IV Epifanes (175-164 a.C.), prefigurado por el «cuerno pequeño» de Dn. 8:9-14, 23-25; 11:21, 36 ss. Loco de soberbia, pretendiendo proceder de Júpiter, quiso imponer a la fuerza su culto; intentó destruir todas las copias de la Ley, profanó el templo de Jerusalén y erigió lo que el profeta había denominado «la abominación de desolación» (Dn. 8:11-12; 11:31). A causa de todo esto, este rey, por otra parte insignificante, es considerado como un tipo de Anticristo (Véase ANTICRISTO).
(D) El Cuarto Imperio no es nombrado, pero no puede ser otro que el de Roma. Éste es, efectivamente, el que en la historia sucedió al de Grecia. Aplastando toda resistencia, estableció un imperio todavía más universal (Dn. 2:40; 7:7, 19, 23). Fue Roma la que crucificó al Mesías, y destruyó Jerusalén el 70 d.C., expulsando a los judíos de Palestina (Dn. 9:26). Su imperio estuvo largo tiempo dividido en dos partes, como las piernas de la estatua. En su visión profética, Daniel vio subsistir este cuarto imperio hasta el fin de los tiempos, bajo la forma de una confederación de 10 caudillos (Dn. 2:34; 7:7, 24). Es de su seno que surgirá el Anticristo, terrible perseguidor del pueblo de Dios, que será destruido por la venida victoriosa del Hijo del hombre (Dn. 7:8, 11, 13-14, 21-27). El Apocalipsis vuelve a tomar la imagen de la bestia monstruosa con 10 cuernos. Allí esta bestia representa al Anticristo y su imperio con toda su crueldad, su revuelta contra Dios, su dominio universal (Ap. 13:1-8), su confederación de 10 dictadores (Ap. 17:12, 17), su evidente relación con Roma (Ap. 17:9, 18). Juan expresa en estos términos el hecho de que, según la profecía bíblica, el cuarto imperio de Daniel existirá aún al fin de los tiempos: «La bestia que has visto, era, y no es; ... y los moradores de la tierra... se asombrarán viendo la bestia que era y no es, y será» (Ap. 17:8). Lo que ha dejado de existir en el territorio del antiguo imperio romano es la cabeza común. El Anticristo será el agente coordinador y, a partir de esta base, llevará a cabo el viejo sueño de todos los conquistadores: imponer que toda la raza le adore (Ap. 13:3, 7-8).
(c) 70 Semanas.
La profecía de las 70 semanas trata asimismo de los sufrimientos inherentes al establecimiento del reino de Dios (Dn. 9:24-27). El profeta había pedido el perdón y la salvación de su pueblo, así como la restauración de la ciudad y del santuario del Señor (Dn. 9:17-19). Dios le dio como respuesta que había un periodo de tiempo determinado para expiar la iniquidad, terminar la prevaricación, poner fin al pecado, traer la justicia perdurable, finalizar y consumar todas las profecías, y ungir al Mesías ejecutor de estas cosas (Dn. 9:24). Para todo esto tienen que transcurrir 70 «semanas» (en hebreo «setenas», o grupos de 7). La «mitad de la semana» de Dn. 9:27 se corresponde con la duración de la gran tribulación, durante la que el Anticristo hará cesar el sacrificio y la ofrenda. Según Daniel y Apocalipsis, esta tribulación durará 42 meses, 1.260 días, esto es, 3 1/2 años (Ap. 11:2, 3; 12:6, 14; 13:5; Dn. 7:25; 12:7); se puede llegar a la conclusión de que una «semana» entera se corresponde con 7 años, y que 70 semanas son 490 años.
(A) ¿Cuál es el punto de partida de las 70 semanas? Según Dn. 9:25, tienen su inicio «desde la salida de la orden para restaurar y edificar Jerusalén». Se mencionan otros decretos con respecto al retorno de la cautividad:
(I) 1 de Ciro (Esd. 1:1-3),
(II) 1 de Darío (Esd. 6:3-8), y
(III) 2 de Artajerjes (Esd. 7:7; Neh. 2:1-8).
Los comentaristas han diferido a este respecto, pero parece más lógico tomar como punto de partida el último, el único que menciona la reconstrucción, no sólo del templo, sino de la ciudad. Este decreto se promulgó en el año 445 a.C. Los 3 períodos indicados se sitúan a partir de esta fecha de la siguiente manera:
(I) Habrá 7 semanas durante las que la ciudad y sus murallas serán reconstruidas, tiempos de angustia de 49 años (7 x 7), lo cual se corresponde con las épocas difíciles de Esdras y Nehemías;
(II) después hay 62 semanas entre esta época y la manifestación del Mesías, seguida de su muerte. Ello suma, para los dos primeros períodos, un total de 69 semanas, o 483 años (69 x 7), que transcurrieron sin interrupción. Ello nos lleva exactamente al período de la manifestación pública y triunfal de Jesús del Domingo de Ramos, su entrada en Jerusalén, cuando fue aclamado con «hosannas al hijo de David». Recuérdese que en esta ocasión, a diferencia de las precedentes en que el pueblo quería proclamarle rey, aceptó las aclamaciones, y reprendió a los que querían acallarlas. Para evidenciar la cronología exacta del cumplimiento de la profecía hasta el Mesías Príncipe, se tiene que contar el año como los profetas, un año de 360 días (42 meses = 1.260 días) para restablecer la correspondencia entre el calendario judío y el calendario juliano (cp. Sir R. Anderson, «El Príncipe que ha de venir», Portavoz Evangélico, Barcelona 1980, especialmente PP. 138-144).
(III) Después de las sesenta y dos semanas se quita la vida al Mesías (Dn. 9:26). Nótese la clara implicación de este versículo de que el inicio de la semana 70 no es consecutivo al final de la semana 69, porque tienen lugar una serie de hechos después del final de las primeras 62 semanas, y antes del inicio de la última. Esta última semana se relaciona claramente con la carrera del Anticristo, y conduce directamente al final de los tiempos de las naciones, esto es, hacia el milenio, y al cumplimiento de todas las promesas relacionadas con Israel, y dadas en el v. 24. La profecía divide en dos partes iguales los 7 años de esta «semana», un período de paz, que quizá siga a la guerra del bloque del norte (cp. Ez. 38-39), y un período de gran tribulación correspondiente a los 3 1/2 años indicados expresamente por los textos citados; esto es lo que sigue de la indicación de la ruptura de la alianza (con Israel) por parte del Anticristo «a la mitad de la semana» (Dn. 9:27).
Si la profecía con respecto a la primera venida de Cristo se cumplió de una manera tan admirable, ¿cómo se puede dudar de la exactitud de los sucesos y del tiempo anunciado para la última etapa (la septuagésima semana)?
Es también entre la semana 69, que se cierra con la manifestación del Mesías Príncipe en la entrada triunfal en Jerusalén (cp. Mt. 21:1-9; Mr. 11:1-11; Lc. 19:28-40, especialmente Lc. 19:38, 40; Jn. 12:12-16) y la semana 70, que inaugura la carrera del Anticristo, que se tiene que situar necesariamente dentro de este intervalo, la era de la Iglesia, durante la que Israel no es reconocido por Dios (cp. André Lamorte, «La Vocation d'Israël et la Vocation de l'Église, Librarie Protestante, París 1957, PP. 53-57).
(d) Alusiones al libro de Daniel.
Las alusiones al libro de Daniel por parte de los escritores de otros libros de la Biblia muestran la amplitud de su perspectiva profética.
(A) Nuestro Señor eligió el título «Hijo del hombre» en preferencia a cualquier otro, y es también una cita de Dn. 7:13, 14. Jesús puso también en evidencia el aspecto de Su ministerio y de Su reino que revela este título de «Hijo del hombre». (Véase HIJO DEL HOMBRE).
(B) Cristo advirtió a Sus oyentes que la abominación de la desolación, de la que había hablado el profeta Daniel, sería puesta en el lugar santo (Mt. 24:15; Mr. 13:14; cp. Dn. 11:31; 12:11, y nótese el texto gr. de Dn. 9:27; cp. 2 Ts. 2:1-12). Según las palabras de Cristo, es evidente que estas profecías no hallaron su pleno cumplimiento cuando Antíoco Epifanes (1 Mac. 1:54) erigió un altar idólatra en el templo de Jehová.
La profecía comporta frecuentemente cumplimientos sucesivos en ciclos históricos, más y más inclusivos, y el concepto de la «abominación de la desolación» parece materializarse cada vez que aparece en la historia como principio de violencia. Para los apóstoles el pequeño cuerno del cuarto animal (Dn. 7:24) y el rey que profiere palabras inicuas contra Dios (Dn. 11:36) pertenecen al futuro, y tienen que revelarse todavía (2 Ts. 2:4; Ap. 13:5, 6).
Ciertas características del conflicto entre el mundo y el reino de Dios se relacionan indudablemente con la lucha encarnizada de la época de Antíoco Epifanes, pero no únicamente a aquella época. Cristo y Sus apóstoles veían en las profecías de Daniel una revelación del provenir. Tienen, indudablemente, una gran importancia en cuanto a la irrupción definitiva del reino mesiánico.
En Apocalipsis, Juan no vio a los 4 imperios de Daniel de forma aislada, sino que percibió de forma colectiva todos los reinos del mundo a la vez. Los considera como un solo imperio, a pesar de sus diferencias externas. Los poderes mundiales no les son presentados ni a Daniel ni a Juan bajo su aspecto político, sino solamente como la expresión de la hostilidad del mundo hacia el reino de Dios. El principal objetivo de la profecía no es precisamente el destino de las naciones, sino su relación con el reino de Dios. Este hecho importante permite descubrir el sentido de la revelación de los capítulos 11 y 12 del libro de Daniel. En efecto, el objeto de estos capítulos no es el de exponer la historia política de los hombres, sino especialmente el de bosquejar, en estilo apocalíptico, los grandes movimientos de este mundo en relación con el reino de Dios. Los enemigos de Sión vinieron y siempre vienen o del norte o del sur. Desarrollando en estilo apocalíptico esta constante histórica, la visión describe un conflicto entre los poderes en lucha por la hegemonía: Una guerra llena de vicisitudes, la derrota gradual del rey del sur, el triunfo final del rey del norte, y finalmente su enfrentamiento a ultranza contra el reino de Dios. Este cuadro se corresponde con Ez. 38 y Ez. 39.
Daniel habla de los tiempos del fin, el de la consumación. Es el tiempo final de la cólera divina (Dn. 8:19; cp. Dn. 11:36); el juicio de los poderes mundiales tiene entonces lugar, y se instaura el reino eterno de Dios (cp. Dn. 10:14) a lo que sigue la consumación final (Dn. 12:1-3). Es el último tiempo de enfrentamiento entre los poderes de este mundo y el reino de Dios, con una victoria total por parte de este último (Dn. 11:40-12:4). Los apóstoles hablan asimismo de este período, que ellos denominan la hora final, los últimos tiempos, o los días postreros. Dicen que ya había empezado en tiempo de ellos, que no ha escapado, y que llegará a una manifestación del Anticristo (2 Ts. 2:2-4; 2 Ti. 3:11; 1 Jn. 2:18; Jud. 18).
Los hombres del NT vieron con claridad la envergadura y el significado de las profecías de Daniel con respecto al tiempo del fin. Incluso tuvieron la consciencia de que ellos inauguraban el período predicho.
(e) Unidad y autenticidad del libro de Daniel.
Los hay que han pretendido que la sección aramea (en los capítulos 2 a 6) es un texto independiente, redactado 1, 2 o 3 siglos antes de la época de los Macabeos. A pesar de esto, se admite por lo general que el libro tiene una unidad esencial y un solo autor.
En los 7 primeros capítulos se habla de Daniel en tercera persona, y, en ocasiones, en términos elogiosos (Dn. 1:19, 20; 2:14; 5:11, 12; 6:3; cp. Pablo, hablando de sí mismo, 2 Co. 2:15; 10:8; 11:5, 23 ss 12:1-6). Desde Dn. 8 el profeta habla en primera persona. Numerosos críticos niegan que Daniel sea el autor del libro pretendiendo que el profeta no escribió ni las secciones donde figura en primera persona, ni aquellas en las que figura en tercera persona. Estos exegetas pretenden, por lo general, que la obra fue escrita hacia el año 168 o 167 a.C., en la época de los Macabeos, para sostener la fe de los judíos durante las terribles persecuciones de Antíoco Epifanes.
Sus principales argumentos contra la autenticidad de este libro son:
(A) El hijo de Sirach, que escribió el libro del Eclesiástico hacia el año 200 a.C. no menciona a Daniel, en tanto que cita a Ezequiel, a Nehemías, y a los Profetas Menores (cap. 49).
(B) El autor del libro de Daniel emplea palabras griegas, lo que implicaría que había vivido dentro del periodo griego.
(C) Se alega que hay inexactitudes históricas, lo que demostraría que el autor, bien lejos de haber sido un testimonio ocular de los acontecimientos que describía, habría vivido en otra época.
(D) Las profecías no dan detalles históricos a partir de la muerte de Antíoco Epifanes.
Refutación de estos argumentos:
(A) Es cierto que el hijo de Sirach no menciona a Daniel; pero tampoco cita a Esdras, ni a otros hombres eminentes, como Gedeón, Sansón y Josafat.
(B) El empleo de palabras griegas se limita a algunos términos musicales, que no figuran más que en un solo pasaje, que se repite en cuatro ocasiones en el mismo capítulo (Dn. 3:5, 7, 10, 15). El origen griego de por lo menos dos de estos nombres es innegable: «p'sant'rin», para el término griego «psalterion», y «sumpson'ya» para «sumphonia». Pero esto no permite en absoluto llegar a la conclusión de que este libro no hubiera sido escrito por Daniel en Babilonia hacia el año 530 a.C. En efecto, en esta época se utilizaban estos instrumentos musicales en la cuenca del Tigris y del Éufrates. Además, está demostrado que en esta región la música era un acompañamiento de las procesiones triunfales y de los acontecimientos de la corte. Los cautivos llevados de países lejanos tocaban sus propios instrumentos musicales. Assurbanipal tenía músicos elamitas, Senaquerib deportó de Judea a cantores y a cantoras. Se les pidió a los presos judíos que cantaran los cánticos de Sión y que tocaran el arpa (Sal. 137:1-3). Las relaciones que los imperios situados a lo largo del Tigris mantenían con los pueblos occidentales habían llevado a la introducción en Caldea de los instrumentos musicales griegos, junto con sus nombres. Además, los monarcas precedentes, algunos reyes asirios, a partir de Sargón (772 a.C.) habían llevado cautivos a presos de Chipre, de Ionia, de Lidia, y de Cilicia, recibiendo tributos de estos países griegos. Nabucodonosor atacó las ciudades mediterráneas. Estos conquistadores tenían la costumbre de hacer figurar en su corte a músicos de habla griega. Además, el lenguaje del pasaje en cuestión (Dn. 3:5) es arameo y no babilonio. Los arameos habían tenido contacto con el occidente a lo largo de varios siglos. Este lenguaje era el de la diplomacia, de las relaciones internacionales (cp. 2 R. 18:26). Ellos llevaban a cabo el tráfico de mercancías de oriente a occidente. Debido a este contacto su lengua adquirió algunos términos extranjeros. El autor del libro de Daniel emplea el arameo e, indudablemente, los términos corrientes entre los arameos para designar los instrumentos musicales. Los que se basan en estas palabras para demostrar que el libro no es auténtico, deberían demostrar que estos términos no habían entrado en el arameo corriente antes del siglo VI a.C.
(C) La historia no contradice lo que se pretende sean inexactitudes en el libro de Daniel, puesto que los que esto alegan no poseen datos históricos completos. No se ha podido demostrar que el relato de Daniel contradiga la historia. Por otra parte, nuestro conocimiento actual más extenso de la época de Ciro ha hecho disminuir constantemente la cantidad de estas pretendidas inexactitudes históricas. Se había negado la existencia del rey Belsasar, afirmada en el libro de Daniel, pero la arqueología ha revelado relatos contemporáneos de la toma de Babilonia, demostrando precisamente que se trata de un personaje histórico que fue bien conocido. El hecho de que sea llamado «hijo de Nabucodonosor» para decir descendiente concuerda con las costumbres de la época (cp. el hecho de que al mismo Cristo se le designa como «hijo de Abraham, hijo de David», Mt. 1:1). Estos relatos explican además por qué Belsasar otorgó a Daniel la tercera dignidad en el reino, y no la segunda; en efecto, Belsasar actuaba como rey en corregencia con su padre Nabónido, por lo que él mismo tenía el segundo lugar en el reino; podemos ver también por medio de estos relatos por qué Belsasar, y no Nabónido, es designado como rey de Babilonia durante la toma nocturna de Babilonia. (Véase BELSASAR). Si la mención de Darío de Media ha sido un enigma durante mucho tiempo, los descubrimientos demuestran que el nombramiento de un regente de Babilonia por parte de Ciro era conforme a los usos establecidos; con respecto a la identificación de Darío con Gobryas véase DARÍO. A la luz de las inscripciones cuneiformes, es una temeridad seguir afirmando que Daniel contiene inexactitudes históricas.
(D) Es cierto que las profecías de Daniel no dan detalles históricos a partir de la muerte de Antíoco Epifanes (Dn. 8). Pero estas profecías se encadenan asimismo con los tiempos del fin. El cuarto reino descrito en los caps. 2 y 7 no puede ser otro que el imperio romano (ver las consideraciones anteriores), que viene a ser una potencia mundial con posterioridad a Antíoco, presentándose en el libro de Daniel un desarrollo posterior de una forma detallada.
(E) Unos documentos recientemente descubiertos han demostrado que el arameo del libro de Daniel era un arameo ya normal al comienzo del siglo V a.C., al menos en occidente.
Cristo afirma que la profecía de Daniel es auténtica, y que se cumplirá (Mt. 24:15). El historiador judío Josefo afirma que las profecías de Daniel existían ya antes de la época de Alejandro Magno, antes del año 330 a.C. (Ant. 11:8, 5), e incluso antes de Artajerjes (Contra Apión 1:8). La liberación de Sadrac, Mesac y Abed-nego, salvados del horno ardiente, y la de Daniel, salvado del foso de los leones, son mencionadas en 1 Mac. 2:59, 60 (cp. también 1:54 y Dn. 9:27; 11:31).
Bibliografía:
Anderson, Sir R.: «El Príncipe que ha de venir» (Portavoz Evangélico, Barcelona, 1980);
Boutflower, C.: «In and Around the Book of Daniel» (Kregel P., Grand Rapids 1923/1977);
Carballosa, E. L.: «Daniel y el reino mesiánico» (Portavoz Evangélico, Barcelona 1979);
Culver, R. D.: «Daniel and the Latter Days» (Moody Press, Chicago 1954/1977);
Dennet, E.: «Daniel the Prophet» (Central Bible Truth Depot, Londres 1967);
Gaebelein, A. C.: «Clave de las visiones y profecías del libro de Daniel» (Clíe, Terrassa 1982);
Ironside, H. A.: «Daniel» (Fundación Cristiana de Evangelización, Buenos Aires 1976);
Lang, G. H.: «The Histories and Prophecies of Daniel» (Kregel P., Grand Rapids 1940/1973);
Price, W. K.: «The Coming Antichrist» (Moody Press, Chicago 1976);
Whitcomb, J. C.: «Darius the Mede» (Presbyterian and Reformed, Nutley, New Jersey 1953/1977);
Wilson, R. D.: «Studies in the Book of Daniel» (Baker Book H.: Grand Rapids 1917/1979);
Wood, L: «A Commentary on Daniel» (Zondervan, Grand Rapids 1973).

nom, DARDO

tip, TIPO UTEN EJER
vet,
Flecha, lanza corta, jabalina (2 S. 18:14; 2 Cr. 32:5; Jb. 41:26, 29; Pr. 7:23).
«Dardos encendidos» significa dardos con la punta recubierta de un material combustible que se enciende al ser lanzado. o por percusión, quemando además de hiriendo (Ef. 6:16; cp. Sal. 120:4). El cristiano necesita el escudo de la fe para apagar tales dardos del Maligno.

nom, DARÍO (Etimología incierta).

tip, BIOG REYE HOMB HOAT
ver, PERSIA
vet,
(a) DARÍO DE MEDIA.
La identificación de este personaje ha sido durante mucho tiempo un enigma. Una de las personas propuestas era Gobryas, rechazada debido a una serie de dificultades en cuanto a su filiación personal. Sin embargo, una rigurosa investigación reciente ha desvelado que Gobryas era un personaje inexistente, fruto de la fusión de dos personas distintas, Ugbaru y Gubaru, debido a una desafortunada traducción de las Crónicas de Nabónido. Ugbaru aparece en tabletas cuneiformes del siglo VI a.C. Este error en la traducción de la Crónica de Nabónido llevó a muchos eruditos a negar la historicidad de Darío de Media. Una vez establecida la verdadera identidad de Gubaru, éste coincide en todas sus circunstancias personales con las relatadas en Daniel de Darío de Media (ver Whitcomb, J. C.: «Darius the Mede», Presbyterian and Reformed, Nutley, New Jersey, 1977).
(b) DARÍO HISTASPES.
Rey de Persia (521-485 a.C.). Confirmó el decreto de Ciro en favor de los judíos y de la construcción del templo (Esd. 4:5, 24; 5:5-7; 6:1-15; Hag. 1:1, 15; 2:10; Zac. 1:1, 7; 7:1). A este rey se atribuye la consolidación del imperio de Persia, y su división en satrapías.
(c) DARÍO DE PERSIA.
O Darío II (424-405 a.C.). Sólo es mencionado en Neh. 12:22.
Para una lista de los reyes de Persia, véase PERSIA.

nom, DATÁN

tip, BIOG HOMB HOAT
ver, CORÉ
vet,
Uno de los jefes de la rebelión de Coré (véase), de la tribu de Rubén, cuya supremacía pretendía (Nm. 16:1-35).

nom, DAVID

tip, BIOG REYE HOMB HOAT TIPO
ver, SALMOS
vet,
= «bienamado».
Hijo de Isaí, y segundo rey de Israel. Su vida se divide en varios períodos.

(a) Juventud.
Transcurrió en Belén de Judá. Fue el menor de 8 hermanos (1 S. 16:10, 11; 17:12-14). En la genealogía de la tribu de Judá (1 Cr. 2:13-15) no aparecen más que siete de los hijos de Isaí, probablemente porque uno de ellos hubiera muerto sin descendencia. La madre de David es mencionada con ternura en los Salmos a causa de su piedad (Sal. 86:16; 116:16). La historia de los antepasados de David es variada, instructiva, y en general bella, pero también en ocasiones oscurecida por el pecado (Gn. 37:26, 27; 38:13-30; 43:8-10; 44:18-34; Nm. 1:7; Jos. 2:1-21; Rt. 4:17-22). David era rubio y de hermosa apariencia (1 S. 16:12). Como el menor de los hermanos, estaba encargado de pastorear las ovejas de su padre, y mostró su fidelidad y valor hasta el punto de dar muerte al león o al oso que atacara al rebaño (1 S. 16:11; 17:34-36). El joven, dotado de una capacidad notable para la música, tocaba el arpa con gran virtuosidad; más tarde compuso cánticos. Después que Dios hubiera rechazado al rey Saúl, envió al profeta Samuel a Belén, y le ordenó que ungiera a David para que fuera el sucesor de Saúl. No hubo proclamación pública, por temor a suscitar la hostilidad de Saúl. Samuel ungió a David en presencia de unos ancianos, que parece que no fueron informados acerca del objeto de esta unción (1 S. 16:4, 5, 13), pero Isaí y el mismo David ciertamente lo fueron. Éste fue un punto de inflexión en la vida del joven, y «el Espíritu de Jehová vino sobre David»; pero David no menospreció su humilde trabajo cotidiano.

(b) Al servicio de Saúl.
Abandonado por Dios, el rey Saúl estaba acosado por malos espíritus, sometido a depresiones y a crisis de demencia; sus servidores le aconsejaron que se sirviera. de un arpista, cuya música le calmaría su agitado ánimo. Alguien recomendó a David como excelente músico, joven valiente, de edad militar, lleno de prudencia, aun cuando no se había encontrado con la experiencia directa de guerra, y además gozando del favor del Señor (1 S. 16:14-18). Saúl le ordenó que viniera; la música de David le apaciguó, su carácter le complació, y pidió a Isaí que lo dejara en la corte, e hizo de él uno de sus escuderos (1 S. 16:16-23; cp. 2 S. 18:15). Al ejercer esta función, David se instruyó; llegó a conocer la guerra, a hombres eminentes, los lados bueno y malo de la vida de la corte. No estuvo constantemente junto a Saúl. Es indudable que el rey mejoró; David iba con frecuencia a Belén para pastorear las ovejas de su padre (1 S. 17:15). Mientras que él estaba allí, los filisteos invadieron Judá y acamparon a unos 24 Km. al oeste de Belén. Saúl asumió el mando del ejército israelita y marchó a su encuentro. Los tres hermanos mayores de David, que estaban en el ejército, se había separado de su familia hacía unas 6 semanas. Isaí envió a David a que se informara de su suerte. El desafío de Goliat lo emocionó profundamente. Comprendiendo que el Señor quería servirse de él, David, para sacar el oprobio de Israel, inquirió acerca de este filisteo que desafiaba a los ejércitos de Dios viviente. Saúl fue informado acerca de sus palabras; dándose cuenta de las intenciones que tenía aquel joven, el rey permitió al pastor que se midiera con el gigante. Sin armadura, que encontraba un engorro. David, aprovechando su ligereza frente a la pesadez de movimientos del gigante, se dirigió hacia el filisteo con su honda y cinco piedras. Estaba convencido de que su causa era justa y de que Dios le ayudaría. Entre los antiguos, los combates singulares se acompañaban de insultos. Goliat se desplomó, alcanzado en la frente por una piedra de la honda. Al volver después del combate a Gabaa de Benjamín, la residencia de Saúl, o al tabernáculo de Nob, David pasó a Jerusalén y exhibió la cabeza del gigante, sin duda para desafiar a los jebuseos, dueños de la fortaleza (cp. Jos. 15:63; Jue. 1:8). En cuanto a la armadura de Goliat, la puso en su tienda (1 S. 17:54). La espada del gigante fue depositada en el tabernáculo (1 S. 21:9). Después de la victoria de David, nos sorprende ver que Saúl pregunta: «¿De quién es hijo ese joven?» (1 S. 17:55, 58). ¿Acaso no conocía a éste que tantas veces había tocado el arpa ante él? (1 S. 16:17-23). Esto se explica de dos maneras: o bien el joven David se había desarrollado y cambiado mucho, o bien la pregunta del rey tenía que ver con la posición social y material de su familia, de lo que no se había preocupado hasta entonces. Recordemos que Saúl había prometido casar al vencedor con su hija, y liberar de impuestos a la casa de su padre (1 S. 17:25; 18:18); descubrió que no tenía razón alguna para sentirse avergonzado de asociarse con la familia del joven. La victoria conseguida sobre Goliat marca otra etapa en la vida de David. El valor, la humildad, la piedad de David le ganaron el afecto desinteresado y fiel de Jonatán, hijo de Saúl (1 S. 18:1). Saúl no dejó ya a David volver periódicamente a casa de su padre, sino que le retuvo en la corte (1 S. 18:2). Los vítores que se hicieron a David como vencedor suscitaron la envidia de Saúl, que se hizo enemigo de David (1 S. 18:6-9) El rey comprendió que la predicción de Samuel acerca del traspaso del reino a uno mejor que él (1 S. 17:29) se iba a cumplir en la persona de David y trató de oponerse a ello. Intentó dar muerte a David con su lanza (1 S. 18:10-11). Habiendo fallado en su intento le envió a dirigir expediciones militares (1 S. 18:13). Dio a otro la hija que había prometido a David (1 S. 18:17-19). Aprovechando el amor de David hacia su hija Mical, Saúl intentó hacerle morir a manos de los filisteos (1 S. 18:20-27). Mientras tanto, la popularidad de David iba en continuo crecimiento (1 S. 18:29-30); el temor de Saúl fue en aumento, y dejó de esconder sus deseos de matar a David (1 S. 19:1). Y los partidarios de Saúl no intentaron disuadirle de esta intención (1 S. 24:10; Sal. 7, encabezamiento). Los celos del rey, amortecidos temporalmente, se avivaron; intentó otra vez atravesar a David con su lanza (1 S. 19:4-10), ordenando después su arresto, escapando gracias a la estratagema de Mical (1 S. 19:11-18). Fue entonces que David escribió el Salmo 59. Huyó después a Samuel en Ramá, donde Saúl intentó todavía apresarle (1 S. 19:18-24). David se salvó, se reunió con Jonatán, a quien hizo sabedor que no podía volver a la corte, donde su vida estaba amenazada (1 S. 20).

(c) El héroe fugitivo.
Angustiado en su confianza en Dios, y desesperado, David huyó de Saúl. Deteniéndose en Nob, su fe decaída, mintió (1 S. 21:1-9); después se fue precipitadamente a Gat, para ponerse bajo la protección de Aquis, enemigo de Saúl. Pero los príncipes filisteos rehusaron dar asilo a aquel que los había humillado; ante el peligro que corría en sus manos (1 S. 21:14; Sal. 56, encabezamiento), David se fingió loco, y Aquis lo expulsó. Recobrando la confianza en Dios (Sal. 34) el fugitivo volvió a Judá, y habitó en la cueva de Adulam (1 S. 22:1), en tanto que ponía a sus padres a cubierto en Moab (1 S. 22:3, 4). Una compañía de hombres, proscritos o endeudados, descontentos, empezó a unirse a David; este grupo, de unos 400 hombres, acabó siendo de unos 600. Entre ellos se hallaban Abiatar, sacerdote de Jehová, que había escapado de la masacre de los sacerdotes de Nob, y había traído un efod; el profeta Gad, que probablemente se había unido a David en Ramá (1 S. 22:5, 20; 23:6). Así David tenía apoyo espiritual y un grupo de fieles. De Adulam pasó a Keila, ciudad que libró de manos de los filisteos (1 S. 23:1-5). Enterándose de que Saúl quería encerrarle en Keila, huyó al desierto de Judá (1 S. 23:14; Sal. 63). Los de Zif informaron a Saúl, que le persiguió hasta que una invasión filistea le obligó a cesar esta persecución (1 S. 23:14-28). Cuando hubo solucionado el asunto de los filisteos, Saúl empezó la búsqueda de David por el desierto vecino de En-gadí. Allí tuvo que inclinarse ante la grandeza de alma de David que, habiendo tenido la posibilidad de dar muerte al rey Saúl dentro de la cueva, le perdonó la vida (1 S. 24; Sal. 57; 142). David y su cuadrilla de guerreros defendieron las propiedades israelitas, que estaban expuestas a incursiones (1 S. 23:1; 25:16, 21; 27:8). Por lo general, los defensores recibían su alimento como precio de sus servicios. Sin embargo, David nunca había pedido nada de Nabal, ni siquiera los alimentos que hubieran sido la compensación ordinaria. Exasperado por el insulto de Nabal, David decidió destruir a Nabal y a todos sus hombres. Pero la sabiduría y diplomacia de la mujer de Nabal le detuvo (1 S. 25). Cuando ella enviudó, David la tomó como esposa. Llegó otra vez a los alrededores del desierto de Zif, cuyos moradores volvieron a dar aviso a Saúl, que de nuevo se lanzó en persecución de David. Éste volvió a demostrar su magnanimidad al no dar muerte al rey, dormido y a su merced. Se conformó con llevarse su lanza y su vasija de agua (1 S. 26). Cansado de huir de Saúl, David se fue del territorio de Judá y obtuvo permiso de Aquis para ocupar Siclag. una ciudad fronteriza, lindando con el desierto de Neguev. Estuvo allí un año y 4 meses, protegiendo a los filisteos de las tribus del desierto, y devastaba ciudades alejadas, incluso en la misma tierra filistea (1 S. 27). Cuando los filisteos se reunieron en Gilboa para atacar a Saúl, sus príncipes no quisieron que David les acompañara (1 S. 28:1, 2; 29). Volviendo a Siclag, David descubrió que los amalecitas la habían saqueado e incendiado. Los persiguió, y recobró todo el botín. Cuando supo el resultado de la batalla de Gilboa, compuso una elegía acerca de la suerte de Saúl y de Jonatán (2 S. 1).

(d) Rey de Judá.
Después de la muerte de Saúl, la tribu de Judá, a la que pertenecía David, lo eligió como rey; comenzó a reinar en Hebrón (2 S. 2:1-10) a la edad de 30 años (2 S. 5:4). El resto de las tribus, dirigidas por Abner, una de las personalidades con mayor capacidad de Israel, proclamó rey a Is-boset, hijo de Saúl. Este pasó a Mahanaim. Durante los dos años siguientes hubo guerra abierta entre los partidarios de Is-boset y los de David. Los asesinatos de Is-boset y de Abner fueron condenados por él. Cesó la guerra civil (2 S. 2:12-4:12) El reino de David en Hebrón duró 7 1/2 años. Sus hijos Amnón, Absalón y Adonías nacieron en Hebrón. David tenía ya varias mujeres (2 S. 2:11; 3:1-5; 5:5)

(e) Rey de Israel.
A la muerte de Is-boset, David fue elegido rey por todas las tribus (2 S. 5:1-5) y se dispuso de inmediato a consolidar la monarquía. Diversas ciudades del territorio de Israel estaban tomadas por guarniciones de los filisteos, y otras estaban tomadas por los cananeos. David comenzó el asedio de Jerusalén, fortaleza de los jebuseos. Sus habitantes la consideraban inexpugnable, pero David la tomó al asalto; hizo de ella su capital; hábiles artesanos de Tiro le hicieron un palacio. La nueva capital se hallaba en los confines de Judá y de Israel. Su situación debería contribuir a apagar los sentimientos de celos entre el norte y el sur. Al arrebatar la ciudad a los cananeos, David abrió la importante ruta de comunicación entre el norte y el sur, facilitando los intercambios, y coadyuvando a la unificación del reino. Los filisteos invadieron dos veces el país, sufriendo dos derrotas cerca de Jerusalén (2 S. 5:17-25; 1 Cr. 14:8-17). Después de su segunda victoria sobre los filisteos, el rey invadió su país, apoderándose de Gat. Esta conquista seguida de breves expediciones (2 S. 21:15-22) sometió de tal manera a los filisteos que estos enemigos hereditarios dejaron de inquietar a Israel durante siglos. Cuando el reino quedó consolidado, David se ocupó de la cuestión espiritual. Hizo traer el Arca del Pacto, que estaba en Quiriat-jearim, con solemnes fiestas, sacrificios y acciones de gracias (Jos. 15:9; 2 Cr. 13:1-14; 15:1-3). Después organizó el culto de una manera grandiosa (1 Cr. 17:1-27; 22:7-10). La gracia divina colmó a David de bendiciones. Con el fin de afirmar la seguridad de la nación y de preservarla de idolatrías, así como de vengar los insultos de los que la amenazaban, David guerreó contra pueblos vecinos, sometiendo a los moabitas, a los arameos de Soba y de Damas, a los amonitas, a los edomitas y los amalecitas (2 S. 8:1-18; 10:1-19; 12:26-31). El reino llegó de esta manera a los límites prometidos a Abraham mucho tiempo antes (Gn. 15:18). Fue durante la guerra contra los amonitas que David cometió su gran pecado, con el asunto de Urías heteo. Dios lo juzgó por medio del profeta Natán, que declaró que la espada no se apartaría jamás de la casa del rey (2 S. 11:1-12:23). David se humilló verdaderamente, y se arrepintió. Dios lo castigó de manera directa, y también indirecta, ya que David cosechó lo que su ejemplo había sembrado en su familia. El hijo que había tenido de la mujer de Urías murió (2 S. 12:19). La violación de la ley moral, la lujuria, y la sed de venganza, se manifestaron dentro de su propio hogar (2 S. 13). La ambición desencadenada, con rebelión contra el padre, triunfó durante un cierto tiempo en el mismo seno de su familia, y fue causa de una guerra civil (2 S. 14:19). El espíritu de descontento y de celos entre las tribus, que Absalón había avivado, reapareció después de la supresión de su revuelta en otra rebelión, la de Seba (2 S. 20). David hizo justicia a los gabaonitas, de manera solemne, según las ideas de la época, vengando la sangre que Saúl había derramado a pesar del juramento de Josué (2 S. 21). David cayó en el pecado de orgullo y ordenó el censo del pueblo. El castigo de ello fue una peste (2 S. 24; 1 Cr. 21). A propósito de esto se dice en un pasaje que Dios excitó a David a que actuara de esta manera (2 S. 24:1), y por otra parte que este acto fue instigado por Satán (1 Cr. 21:1). Las dos declaraciones son evidentemente complementarias: Dios permitió que Satán tentara a David, por cuanto su estado espiritual y el del pueblo demandaban un castigo, dándose con ello motivo para él. El rey reunió los materiales para la construcción del templo, y hacia el fin de su reinado aseguró que Salomón sería su sucesor (1 R. 1). Le encargó que castigara a aquellos que, bajo el reinado de David, habían escapado a la justicia (1 R. 2:1-11). David murió a los 71 años; había reinado 40 años (o, más exactamente, 40 1/2, 7 1/2 de ellos en Hebrón, y 33 en Jerusalén (2 S. 2:11; 5:4, 5; 1 Cr. 29:27). Sobre todo, se le llama a David «el dulce cantor de Israel» (2 S. 23:1). La tradición hebrea atribuye a este rey la composición de 73 salmos. (Ver SALMOS [LIBRO DE LOS]).

(f) Resumen.
En general, su fidelidad al Señor fue de tal calibre que se le llama «el varón según el corazón de Jehová» (1 S. 13:14). En las mismas Escrituras se declara que él hizo siempre lo recto a los ojos del Señor, «salvo en lo tocante a Urías heteo» (1 R. 15:5). Habiendo servido los designios de Dios en su generación, durmió (Hch. 13:36). Fue inmensa su influencia en el seno de la humanidad. Fue él, más que Saúl, quien instauró la monarquía en Israel. Su influencia espiritual se perpetúa por sus salmos, que la cristiandad entera atesora siglo tras siglo.
David es un tipo notable del Señor Jesucristo: cuando era perseguido por Saúl, prefiguraba a Cristo en Su rechazamiento; cuando en el trono, fue un tipo de Cristo como varón de guerra, destruyendo a Sus enemigos como paso previo a Su reinado de paz durante el Milenio, tipificado por Salomón. David fue el receptor del Pacto Davídico, por el que el Señor le dio la promesa incondicional de darle una descendencia eterna, y un trono estable eternamente. Esta profecía se cumple en Cristo Jesús, su descendiente según la carne (Mt. 1:1). El Señor Jesús recibe con frecuencia el nombre de Hijo de David, y con todo Él es Señor de David; sobre este hecho hizo una pregunta a los judíos (Lc. 20:41-44). También recibe el nombre de «raíz y linaje de David» (Ap. 22:16). Siendo Dios, así como hombre, bien puede ser ambas cosas. Tiene también la llave de David (Ap. 3:7; cp. Is. 22:22-24). Tiene en Sus manos todo el destino de la Iglesia, del futuro reino sobre la tierra, y en general de las naciones. En Él se cumplirá en su plenitud el pacto dado por Dios a David (2 S. 7:8-17), confirmado a través de Jeremías (Jer. 23:5-8; 33:14-21) y presentado como esperanza todavía futura para la nación de Israel al finalizar el recogimiento, de entre los gentiles, de un pueblo para Su nombre (Hch. 15:16).

nom, DEBIR

tip, REGI
sit, a1, 521, 395
vet,
(a) Rey amorreo de Eglób, muerto por Josué (Jos. 10:3, 23, 26).
(b) Ciudad en las tierras altas de Judá cerca de Hebrón. Fue una de las ciudades de los amorreos que fue destruida y muerto su rey. Se menciona a Josué como caudillo de Israel tomándola, pero en Jueces (Jue. 1:11-15) vemos que realmente la tomó Otoniel, a quien Caleb dio su hija Acsa como esposa por haber tomado la ciudad. Finalmente, la ciudad fue dada a los sacerdotes. Su nombre anterior había sido Quiriat-sefer o Quiriat-sana (Jos. 10:38, 39; 11:21; 12:13; 15:7, 15, 49; 21:15; Jue. 1:11, 12; 1 Cr. 6:58). Identificada con edh Dhaheriyeh, 31° 25' N, 34° 58" E.
(c) Lugar en el límite septentrional de Judá, cerca del valle de Acor (Jos. 15:7). Algunos lo identifican con Thoghret ed Debr, 31° 49' N, 35° 21' E.
(d) Lugar en el límite de Gad, mencionado después de Mahanaim (Jos. 13:26). Puede también leerse como Lidebir, y puede ser la misma que Lodebar (2 S. 9:4, véase LODEBAR). Se ha sugerido su identificación con Ibdar, al sur del río Yarmuk.

nom, DÉBORA

tip, BIOG JUEZ PROF MUJE MUAT
vet,
(Heb., «abeja»).
Nombre propio femenino. La Biblia destaca:
(a) La nodriza de Rebeca a quien ella acompañó de Aram a Canaán (Gn. 24:59). En su muerte, cerca de Bet-el, fue sepultada con marcadas manifestaciones de afecto, bajo la famosa encina a la que entonces se dio el nombre de Allon-bacut, «la encina del llanto» (Gn. 35:8), 1732 a.C. Estaba en ese tiempo en la casa de Jacob, habiendo muerto ya Rebeca, sin duda alguna, y tenía como 120 años de edad (Gn. 24:59). Hay algo muy hermoso en esta sencilla consignación, que apenas podría hallarse en nuestras grandes historias de reyes, hombres de estado y guerreros afamados. Éstos, en efecto, rara vez se toman la molestia de erigir un monumento a una vida digna pero oscura que se ha pasado en el desempeño de servicios humildes.
(b) Profetisa y esposa de Lapidot, que juzgó a los israelitas y habitó bajo una célebre, y acaso, solitaria palmera entre Rama y Bet-el (Jue. 4:4, 5). Cuando los judíos, especialmente los de las tribus del norte, sufrían bajo la tiranía de Jabín (1296 a.C.), como profetisa se empeñó en levantarlos de su abatimiento, y enviando por Barac lo indujo a atacar a Sísara y le prometió la victoria. Barac, sin embargo, rehusó ir a menos que ésta le acompañase, cosa a que Débora accedió; pero le dijo que el éxito de la expedición sería imputado a una mujer y no a él. Después de la victoria compuso un espléndido canto triunfal, que se conserva en Jue. 5 y que es una de las páginas más antiguas de la literatura bíblica.

nom, DECÁLOGO, (también DIEZ MANDAMIENTOS).

tip, LEYE
vet,
Tiene un puesto singular como escrito sobre tablas de piedra por «el dedo de Dios» (Éx. 31:18; Dt. 10:4: en este último pasaje la palabra usada es «debarim», «las diez palabras», y de ahí «decálogo»). También recibe la designación de «las palabras del pacto» (Éx. 34:28). Fue después de oír estos diez mandamientos, proclamados por Dios mismo de manera que los oyó todo el pueblo, que los israelitas dijeron a Moisés: «Acércate tú, y oye todas las cosas que diga Jehová nuestro Dios; y tú nos dirás todo lo que Jehová nuestro Dios te diga, y nosotros oiremos y haremos» (Dt. 5:27).
Las dos piedras reciben también el nombre de «las tablas del testimonio» (Éx. 34:29), y fueron depositadas en el arca del pacto (Éx. 20:20; 1 R. 8:9; He. 9:4), sobre las que había dos querubines como guardianes de los derechos de Dios junto con el propiciatorio.
Pablo se refiere a la entrega de las dos tablas de piedra de parte de Dios a Israel (que, aunque lleno de gracia y misericordia, no podía absolver al culpable), en medio de gloria, cuando describe los mandamientos escritos sobre ellas como «ministerio de muerte», en contraste con aquello que habla de la gloria del ministerio del Espíritu, del testimonio de Cristo, que es justicia para todo aquel que cree, habiendo sido puesto como propiciación «por medio de la fe en su sangre, para mostrar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados cometidos anteriormente, con la mira de mostrar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús» (2 Co. 3:7-11; Ro. 3:25-26).
El Decálogo es la demanda de la justicia divina exigida al hombre pecador, incapaz de cumplirla, y por ello bajo la justa condenación de parte de Dios; es la gracia la que nos hace partícipes, por la fe, de la justicia de Dios como don gratuito, con la regeneración a una vida nueva en santidad y justicia (Ro. 4).

nom, DECÁPOLIS

tip, LUGA
sit, a1, 521, 439
vet,
Distrito que abarcaba diez ciudades (como lo implica su nombre).
Después de la conquista de Palestina por parte de los romanos, estas ciudades fueron reconstruidas y parcialmente colonizadas, poseyendo privilegios particulares.
Es generalmente aceptado que las diez ciudades eran Hipos, Gadara, Pella, Filadelfia, Gerasa, Dion, Canata, Damasco, Rafana y Escitópolis. Todas se hallaban al este del Jordán excepto Escitópolis, pero parece que el nombre Decápolis designaba también un distrito al oeste del Jordán además del oriental (Mt. 4:25; Mr. 5:20; 7:31).
Fue a Pella que huyeron los cristianos justo antes de la destrucción de Jerusalén.

nom, DECRETO APOSTÓLICO. También CARTA APOSTÓLICA. (Véase CONCILIO DE JERUSALÉN.)

nom, DEDÁN

tip, BIOG PUEB HOMB HOAT
vet,
(a) Pueblo árabe descendiente de Noé (Gn. 10:6, 7); vivían en la región noroeste del golfo Pérsico.
(b) Nieto de Abraham y Cetura (Gn. 25:3).

nom, DEDICACIÓN (Fiesta de la)

tip, CALE
vet,
Fue instituida por Judas Macabeo para celebrar anualmente la purificación del Templo (165 a.C.), que había sido profanado en el año 162 por orden de Antíoco Epifanes. Era parecida a la de los Tabernáculos y los judíos la celebran hasta hoy.

nom, DEIDAD DE CRISTO

tip, DOCT
ver, ÁNGEL, VIRGEN, ESPÍRITU SANTO
vet,
Está implícitamente presentada y claramente anunciada en el AT. Las teofanías del Ángel de Jehová (véase ÁNGEL DE JEHOVÁ) debieron hacer comprender a los patriarcas que Dios ejercería un día un ministerio de salvación, al asumir forma humana (Gn. 16:7-13; 18:1-2, 10, 13, 17; 32:24-30; cfr. Os. 12:4-5; Zac. 3:1-5). Está escrito de una manera expresa que el Mesías será el Hijo de Dios (Sal. 2; 110:1; cfr. Mt. 22:44), y el mismo Dios (Sal. 45:6-7). Se anuncia su nacimiento milagroso (véase VIRGEN), de manera que Él podrá ser Emanuel, Dios con nosotros (Is. 7:14; Mt. 1:22-23). Recibe nombres divinos (Is. 9:5). Su ministerio y Sus sufrimientos son presentados de una manera expresa como los del Señor: es Jehová quien es vendido por treinta monedas de plata (Zac. 11:4, 13); el Salvador de Jerusalén se presentará a la vez como Dios, el Ángel de Jehová y el representante de la casa de David (Zac. 12:8); es el mismo Jehová quien dice: «Y mirarán a mí, a quien traspasaron» (Zac. 12:10). El pastor herido por las ovejas recibe el nombre de «compañero de Jehová» (Zac. 13:7). Se afirma de una manera expresa la eternidad del Mesías (Mi. 5:1).
El mismo Cristo destaca Su divinidad. Se aplica a Sí mismo el «Yo soy» de Jehová (Jn. 8:24, 58). Los judíos comprendieron sin sombra de duda Su afirmación de divinidad, y quisieron apedrearlo (Jn. 8:59; cfr. 5:18; 10:30-33). Jesús afirma que Él es el Señor del AT (Mt. 22:42-45) y que es, en esencia, uno con el Padre (Jn. 10:38; 14:9-11; 17:3, 11, 22). Posee los atributos divinos:
omnipresencia (Mt. 18:20; Jn. 3:13),
omnisciencia (Jn. 2:24-25; 11:11-14; Mr. 11:6-8),
omnipotencia (Mt. 28:18; Lc. 7:14; Jn. 5:21-23),
eternidad (Jn. 8:58; 17:5);
santidad (Jn. 8:46),
gracia salvadora (Mr. 2:5-7; Lc. 7:48-49).
Jesús acepta y aprueba la adoración de los hombres (Mt. 2:11; 14:33; 28:9; Lc. 24:52; Jn. 5:23; 20:28).
Los escritores del NT atribuyen a Cristo los títulos y atributos divinos (Jn. 1:1, 3, 10; Ro. 9:5; Col. 1:16-17; He. 1:2, 8-12; 13:8; 1 Jn. 5:20). Enseñan que se le debe rendir adoración al igual que al Padre (Hch. 7:59-60; 1 Co. 1:2; Fil. 2:6, 10-11; Col. 2:9-10; He. 1:6; Ap. 1:5-6; 5:12-13). Su resurrección de entre los muertos fue la prueba deslumbradora de Su divinidad (Ro. 1:4).
Véase TRINIDAD.

nom, DEIDAD DEL ESPÍRITU SANTO

tip, DOCT
ver, ÁNGEL, VIRGEN, ESPÍRITU SANTO
vet,
Es asimismo afirmada de una manera clara. El Espíritu Santo recibe el nombre de Espíritu de Jehová, de Dios, del Señor, con toda la intimidad y unidad que ello comporta (cfr. 1 Co. 2:10-11). El Señor es el Espíritu (2 Co. 3:17). Dios es espíritu (Jn. 4:24). El Espíritu habla y actúa como siendo el mismo Dios (Hch. 13:2). Mentirle a Él es mentirle a Dios (Hch. 5:3-4). Le son atribuidas obras divinas (Jb. 33:4; Sal. 104:29-30; Jn. 3:8; 6:63; Ro. 1:4; 8:11; 2 Co. 3:18, etc.). El Espíritu Santo procede del Padre y es enviado a la vez por el Padre y el Hijo (Jn. 15:26; 14:16, 26; 16:7; Hch. 2:33). (Véase ESPÍRITU SANTO.)
Véase TRINIDAD.

nom, DEMAS

tip, BIOG HOMB HONT
vet,
«hombre del pueblo»
Colaborador de Pablo en Roma (Col. 4:14; Fil. 24), de quien Pablo tenía que escribir cinco años más tarde: «Demas me ha desamparado, amando este mundo, y se ha ido a Tesalónica (2 Ti. 4:10). Esto puede significar no que hubiera apostatado, sino el enfriamiento de su primer amor al dar su afecto a las cosas de este siglo presente.

nom, DEMETRIO

tip, BIOG HOMB HONT
vet,
(griego, «perteneciente a Deméter» o Ceres, diosa de la agricultura).
(a) Platero de Éfeso que instigó un motín contra Pablo (Hch. 19:24-41).
(b) Un cristiano de alta reputación (3 Jn. 12).

nom, DEMONIO

tip, DIAB ESCA
vet,
Entre los griegos este término designaba:
(a) un dios o una divinidad en general;
(b) el genio o espíritu familiar que acompañaba a uno;
(c) su hado;
(d) el alma de un individuo que viviera en la edad de oro (la edad anterior a la entrada de la aflicción en el mundo. Cuando se abrió la caja de Pandora, se precipitaron todos los males de la misma al mundo. [Mitología griega]), y que desde entonces actuara como divinidad tutelar; un dios de categoría inferior.
La idea pagana, expuesta por los filósofos, era que los demonios eran seres mediadores entre Dios y el hombre. Así lo expresa Platón:
«Cada demonio es un ser intermedio entre Dios y el mortal. El hombre no se acerca directamente a Dios, sino que toda la relación y comunicación entre los dioses y los hombres se consigue con la mediación de demonios.»
Esto era un engaño satánico, lograr la adoración a Dios por mediación de demonios o semidioses. Podemos constatar cómo esta concepción pagana ha dejado su profunda impronta deformadora en grandes sectores de la llamada cristiandad, en franca oposición a las Escrituras (cp. 1 Ti. 2:5).
Las Escrituras dejan de igual forma bien clara la verdadera naturaleza de los demonios como espíritus malvados (cp. Ap. 16:13, 14)
En las Escrituras también se ve que la idolatría es esencialmente adoración de demonios siendo que el ídolo mismo no es nada «Sacrificaron a los demonios (shed) y no a Dios (Dt. 32:17; 1 Co. 10:19, 20), «nunca más sacrificarán sus sacrificios a los demonios (sair)» (Lv. 17:7; Ap. 9:20).
Jeroboam cayó tan bajo que ordenó a sacerdotes para los demonios (sair) y para los becerros que había hecho (2 Cr. 11:15), y algunos «sacrificaron sus hijos y sus hijas a los demonios (shed)» (Sal. 106:37). Las cosas adoradas pueden haber sido objetos invisibles, o pueden haber tenido alguna representación mística, o puede haberse tratado de meros ídolos; pero detrás de todo esto se hallaban seres verdaderos, malvados e inmundos; de manera que era moralmente imposible tener comunión con el Señor Jesús y con estos demonios (1 Co. 10:19-21).
Los malos espíritus que poseían a tantas personas cuando el Señor estaba en la tierra eran demonios, y por ello aprendemos mucho acerca de ellos. Los fariseos dijeron que el Señor echaba demonios por Beelzebú el príncipe de los demonios. El Señor interpretó esto como significando «Satanás echando a Satanás». Por ello sabemos que los demonios son agentes de Satán; y que Satán como hombre fuerte, tenía que ser atado antes que su reino pudiera ser asaltado (Mt. 12:24-29).
Los demonios son también poderosos, por la manera en que manejaban a los que poseían, y en cómo uno poseído se lanzó sobre siete hombres, haciéndoles huir de la casa desnudos y heridos (Hch. 19:16).
Sabemos también que eran seres inteligentes, reconocieron al Señor Jesús y se inclinaron ante Su autoridad. Sabían también que les esperaba el castigo, algunos preguntaron si el Señor había venido a atormentarlos antes de tiempo (Mt. 8:29).
No se debe suponer que haya cesado la actividad demoníaca. Se nos da la exhortación: «No creáis a todo espíritu, sino probad si los espíritus proceden de Dios» (1 Jn. 4:1). Con esto concuerda la declaración de que «en los últimos tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios» (1 Ti. 4:1).
Los espiritistas y teosofistas tienen relación con ellos y reciben enseñanza de ellos. También en un día futuro, cuando Dios derrame Sus juicios sobre la tierra, los hombres no se arrepentirán, sino que adorarán a demonios y a todo tipo de ídolos (Ap. 9:20).
También los espíritus demoníacos, obrando milagros, reunirán a los reyes de la tierra en la batalla del gran día del Dios Todopoderoso (Ap. 16:14). Y la Babilonia mística vendrá a ser «habitación de demonios y guarida de todo espíritu inmundo y albergue de toda ave inmunda y aborrecible» (Ap. 18:2).
El mundo y la iglesia profesante están evidentemente madurando para este estado de cosas y muchos son los que con la pretensión de investigar fenómenos parapsicológicos están inconscientemente viniendo a ser presa de los demonios.
El fin de la era de la iglesia va marcado por la terrible profecía de 2 Ts. 2:11: «Por esto Dios les envía un espíritu engañoso, para que crean la mentira, a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia.»

nom, DENARIO

tip, MEDI
vet,
Moneda de plata romana equivalente a la dracma griega; el salario diario de un jornalero (Mt. 20:2, 9, 13).
Los apóstoles estimaron que serían necesarios al menos 200 denarios de pan para alimentar a la multitud de 5.000 hombres (Mr. 6:37) lo que hubiera equivalido a 1 denario para cada 25 personas.
Los precios de Ap. 6:6 evidencian un periodo de penuria.

nom, DEPRAVACIÓN

tip, DOCT
vet,
Corrupción moral del hombre a tal grado que se inclina irresistiblemente hacia el mal.
En este estado no puede hacer nada que agrade completamente a Dios y sin la gracia salvadora de Dios no puede salvarse (Pr. 6:12).

nom, DERBE

tip, CIUD
sit, a9, 466, 212
vet,
Ciudad de Galacia, al sureste de Licaonia, visitada por Pablo en sus tres viajes. Ahí, o en Listra, conoció a Timoteo (Hch. 14:6-20; 16:1-3; 18:23).
Gayo era de ahí (Hch. 20:4).
Se ha identificado con dos poblaciones al sureste de Listra e Iconio, y al pie del monte Hadji Baba.

nom, DESCENSO (de Cristo a los infiernos)

tip, DOCT
vet,
La bien conocida frase «Descendió a los infiernos» proviene del llamado Credo de los Apóstoles, y constituye una interpretación forzada de varios pasajes.
No hay evidencia bíblica de que Cristo fuera en Su estado separado, en Su muerte, a otro lugar que al Paraíso (cp. Lc. 23:43, 46). Hay un solo pasaje que ha sido objeto de todo tipo de teorías e interpretaciones diversas, el de 1 P. 3:18-20. En base a este pasaje hay los que afirman que después de Su muerte Cristo fue a predicar el evangelio a los espíritus encarcelados. No obstante, esto no es lo que dice el pasaje. Pedro habla, en el contexto, de una exhortación a los cristianos, de avergonzar a los incrédulos mediante su buena conducta, que así les serviría de testimonio, de la predicación que tuvo el mundo antiguo, y cómo los espíritus encarcelados, que habían vivido en aquellos tiempos, habían sido desobedientes a la predicación que les había sido dada por el Espíritu de Cristo en Su paciencia (cfr. Gn. 6:3; 1 P. 1:11). Con esto concuerda la afirmación de las Escrituras de que Noé fue pregonero de justicia. Otros pasajes que se aducen en apoyo de esta teoría tienen su explicación más natural con independencia de ella.

Bibliografía:
Barbieri, L. A.: «Primera y Segunda Pedro» (Publicaciones Portavoz Evangélico, Barcelona, 1981);
Harrison, E., editor: «El Comentario Bíblico Moody - Nuevo Testamento» (Moody, Chicago, 1971);
Kelly, W.: «Preaching to the Spirits in Prison» (Bibles and Publications, Montreal, 1970);
Kelly, W.: «Lectures on the Acts, the Catholic Epistles, and the Revelation» (Bible Truth Publishers, Oak Park, Illinois, 1970).

nom, DESIERTO

tip, TIPO LUGA
ver, PEREGRINACIÓN POR EL DESIERTO
vet,
(a) Heb. «midbar» y gr. «Eremos»: llanura abierta, no cultivada, donde los animales salvajes vagan en libertad (Jb. 24:5). El desierto es frecuentemente una soledad que llena de pavor, la verdadera imagen de la desolación (Dt. 32:10; Is. 21:1); sin embargo, el desierto también era usado como tierra de pastos (Éx. 3:1). Las alusiones al desierto son numerosas (p. ej., Gn. 16:7; 21:20; 1 S. 17:28; 25:21; Mt. 3:1; Mr. 1:12; Lc. 15:4).
(b) Heb. «'rabah», llanura o región árida (Is. 35:1, 6; 51:3). Acompañado del artículo determinado, este nombre significa la llanura o depresión del Jordán y del mar Muerto (Ez. 47:8; 2 S. 2:29); en este caso se transcribe con el nombre propio geográfico Arabá.
(c) Heb. «Y'shimon», país incultivado y desolado (Sal. 78:40; 106:14; Is. 43:19, 20). Si el artículo definido se une como prefijo al nombre, este último se debería traducir por el nombre propio de Jesimón («desierto» en las revisiones 1960 y 1977 de Reina-Valera; Jesimón en la revisión antigua de 1909).
(d) Heb. «H'raboth», regiones sin cultivar, lugares desolados (Is. 48:21; Sal. 102:7; Ez. 13:4).
En tipología el desierto se halla fuera de Canaán y está en contraste con él. El desierto fue el lugar de prueba para los israelitas, y así sucede con el cristiano, para humillarlo, y para mostrar lo que hay en su corazón (Dt. 8:2). Tiene que aprender lo que es en sí mismo, y conocer al Dios de toda gracia con quien tiene que ver. Hay una necesidad de una dependencia constante o hay fracaso, en tanto que la experiencia se consigue de conocer a Aquel que nunca deja de socorrer. Canaán es, de manera figurada, una posición celestial y de conflicto, que se corresponde con la necesidad de la armadura dada en Ef. 6:11, para mantenerse firmes frente a las asechanzas del diablo. Para esto se tiene que estar consciente de estar muerto y resucitado con Cristo. Es asociación en espíritu con Cristo en el cielo. (Véase PEREGRINACIÓN POR EL DESIERTO).

nom, DESNUDEZ

vet,
En la Biblia estas dos palabras (DESNUDEZ y DESNUDO) tienen varios significados:
(a) Sin ropas (Gn. 2:25).
(b) Pobremente vestido (Jb. 22:6).
(c) Sin la vestimenta externa (Jn. 21:7).
(d) «Desnudez» es también un eufemismo que se refiere a las partes del cuerpo que no deben exponerse (Lv. 18:1-19), o a algún acto vergonzoso (Gn. 9:22).

nom, DESNUDO. Ver DESNUDEZ

nom, DESPOSORIO

tip, TIPO COST LEYE
vet,
Entre los judíos se consideraba tan firme como el matrimonio, y no podía ser disuelto excepto por divorcio. Se dieron ciertas leyes en cuanto a la mujer desposada (Éx. 21:8, 9; Dt. 20:7; 28:30).
María, la madre del Señor Jesús, estaba desposada con José, y éste consideró la posibilidad de repudiarla en privado, pero un ángel del Señor le informó acerca de la realidad de su condición (Mt. 1:18, 19; Lc. 1:27; 2:5).
Se usa simbólicamente para expresar el favor de Jehová hacia su antiguo pueblo en un día aún futuro cuando Él los «desposará» a Sí mismo para siempre (Os. 2:19, 20).
También en cuanto a la posición que la Iglesia tiene con Cristo, Pablo escribió a los santos en Corinto: «os he desposado con un sólo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo» (2 Co. 11:2). La conducta de los santos debería corresponderse con la realidad de este desposorio.

nom, DEUDA

tip, LEYE
vet,
Suma que uno debe; obligación.
La Ley de Moisés prohibía a los judíos que cobraran intereses a otros judíos (Éx. 22:25).
Había leyes que protegían a los pobres contra los usureros (Éx. 22:25-27).
Si alguno no podía pagar tenía que entregar su propiedad, su familia y aun su propia persona (Lv. 25:25-41), y podía ir a parar a la cárcel (Mt. 18:21-26).
Una deuda también es una obligación moral (Mt. 6:12; Ro. 8:12).
Las relaciones entre acreedores y deudores solían ser causa de acaloradas disputas en Israel. Jeremías alude al odio que las animaba (Jer. 15:10).
Más de un deudor prefería salir del paso dándose a la fuga. No obstante, la legislación procuró siempre proteger al deudor, refrenando los abusos de los acreedores con medidas en favor de quienes, por su insolvencia, habían sido retenidos por esclavos.
Jesús no permaneció insensible en este aspecto. Además de la parábola que acabamos de mencionar, refirió la parábola del mayordomo infiel (Lc. 16:5 ss.) y la de los dos deudores desiguales (Lc. 7:41 ss.).
En el modelo de oración que el Señor propuso a los suyos, dice:
«Perdónanos nuestras deudas como también nosotros perdonamos a nuestros deudores» (Mt. 6:12).
Son conocidas, además, aquellas palabras de Pablo: «Con nadie tengáis otra deuda que la del mutuo amor» (Ro. 13:8).
Cristo pagó la deuda por nuestros pecados (Mt. 6:12-15).

nom, DEUTEROCANÓNICOS

tip, LIBR
ver, APÓCRIFOS, BIBLIA, CANON
vet,
(del griego: «secundariamente canónicos»).
Expresión usada por primera vez por Sixto Senense (1569) y que es el calificativo que los exegetas católico-romanos dan a aquellos libros que las versiones católicas tienen de más respecto del canon hebreo y protestante.
Los protestantes los denominan apócrifos.
El problema se presenta únicamente para el Antiguo Testamento, puesto que para el Nuevo todos los cristianos aceptan como inspirados solamente 27 libros.
Webster define estos libros, que Roma ha puesto en el mismo nivel que el resto de las Escrituras a partir de Trento, como «un segundo canon de escritos eclesiásticos con menos autoridad que los Libros Sagrados».
Estos libros deuterocanónicos son:
Tobías,
Judit,
Sabiduría,
Eclesiástico,
2 Esdras,
1 y 2 Macabeos.
En el Nuevo Testamento la Iglesia de Etiopía llegó a contar como canónicos 35 libros, mientras la de Siria admitía solamente 22. Pero oficialmente hoy la aceptación de 27 en el Nuevo Testamento es unánime para los efectos canónicos. (Véanse APÓCRIFOS, BIBLIA, CANON)
tip, LIBR CRIT LIAT
vet,
(a) Es un término griego que significa «segunda ley» o «reiteración de la ley», y que designa al quinto libro del Pentateuco; proviene del nombre dado a este libro en la LXX, para traducir la expresión «copia de la ley» en Dt. 17:18. Sin embargo, esta expresión es desafortunada, por cuanto este libro no es una mera repetición o copia de la ley ya promulgada. Se trata de una recapitulación, hecha durante circunstancias particulares, y con un propósito especial.
En el Éxodo, Levítico y Números, la legislación es presentada en ocasión de su promulgación. La ocasión o fecha de la recepción de las sucesivas secciones son ordinariamente indicadas, y se declara de cada grupo de estatutos. por separado, que proviene de Dios. Como contraste, en Deuteronomio la ley es presentada como un conjunto, y comentada hasta cierto punto.
Al darse Deuteronomio, habían ya transcurrido 38 años desde que se habían dado la mayor parte de las disposiciones de la legislación. La nueva generación estaba en vísperas de apoderarse de Canaán, y es aquí convocada a fin de escuchar la ley de la nación, para aprender a aplicar sus principios a las nuevas circunstancias que se avecinaban, de ver con mayor claridad su sentido espiritual, y de entrar con pleno conocimiento de causa en la alianza hecha con sus padres. En lugar de Dios dirigiendo la palabra a Moisés, tenemos aquí a Moisés dirigiendo, por orden de Dios, la palabra al pueblo (Dt. 1:1-4; 5:1; 29:1).
El libro se compone principalmente de 3 exposiciones, consignadas por escrito, y sobre cuya base la alianza es solemnemente renovada (Dt. 1-30).
(b) Primera exposición: (Dt. 1-4:43).
El examen de la historia del pueblo después de la celebración del pacto en Sinaí con la generación anterior, debe ser un motivo de obedecer las leyes de Jehová. Este discurso es atribuido a Moisés (Dt. 1:1, 3, 5, 9, 15, 16, 20, etc.).
Fecha: el año 40, al mes 11, día 1º; después de la victoria sobre Sehón y Og, y después del pecado que Israel cometió al unirse a los sacrificios de Baal-peor (Dt. 1:3, 4; 4:3).
Fue pronunciado «al otro lado del Jordán» (Dt. 1:1), como realmente debiera traducirse. Para Abraham y los cananeos, esta expresión significa el país situado al este del río. Los descendientes de Abraham dieron a esta expresión el mismo sentido geográfico. Ellos se hallaban precisamente entonces al este del Jordán, pero, de la misma manera que los patriarcas, seguían llamando a este lugar «el otro lado del Jordán», de la misma manera que a los farallones vecinos les daban el nombre de Abarim, esto es, «los montes del otro lado». Y ciertamente el pueblo tenía la impresión de hallarse al otro lado del Jordán, al estar fuera de la Tierra Prometida. Sin embargo, al no haberse pasado todavía el río, esta ambigua expresión es completada de manera reiterada con expresiones como «en tierra de Moab» (Dt. 1:5).
(c) Segunda exposición: Dt. 4:4-26:19.
Recapitulación de las ordenanzas con respecto al pueblo, con insistencia en la espiritualidad de las leyes, y con una gran insistencia en prestarles obediencia.
Estos estatutos son, por lo general, leyes positivas, implicando derechos y deberes; o bien se trata de leyes que el hombre, por su natural depravación, podría ignorar. Estas últimas, basadas en motivos religiosos, decretan:
(A) La fundación de ciudades de refugio para homicidas involuntarios;
(B) la exclusión de la idolatría;
(C) las consideraciones hacia los más débiles y los menos privilegiados de la comunidad.
El que habla aquí es Moisés (Dt. 5:1, 5, 22).
La fecha consignada es el fin de los 40 años en el desierto, en vísperas de atravesar el Jordán, después de la profecía de Balaam (Dt. 8:2; 9:1; 11:31; 23:4).
(d) Tercera exposición: Los caps. de Deuteronomio (Dt. 27-28) son la conclusión de lo precedente:
(A) Mandato de inscribir la ley sobre las piedras revocadas de cal que habrían de ser erigidas en el monte Ebal.
(B) Bendiciones y maldiciones consiguientes a la obediencia y desobediencia. Esta majestuosa proclamación es de inmediato seguida de una breve alocución (Dt. 29-30), pronunciada durante la ratificación de la renovación de la alianza (Dt. 29:1; 30:1). Este pacto fue consignado en un libro (Dt. 29:20, 21, 27; 30:10; cp. Éx. 24:4-8), igualmente que el pacto precedente concluido en Horeb, es decir, Sinaí.
El lugar y la fecha de la renovación de la alianza son mencionados en Dt. 29:1, 5, 7, 8.
Después de estas tres exposiciones que forman lo esencial del libro de Deuteronomio, Moisés designa públicamente a Josué como su sucesor, y le confiere una precisa misión (Dt. 31:1-8).
A continuación pone esta ley por escrito a los sacerdotes, y les ordena su lectura pública a los israelitas (Dt. 31:9-13).
Después, Josué es revestido de sus funciones (Dt. 14-15).
En el tabernáculo Dios inspiró a Moisés un cántico para el pueblo (Dt. 16-23), que él escribió (v. 22); después ordenó a los levitas, portadores del arca, que depositaran el libro terminado al lado del arca como testimonio (Dt. 24-29). Mandó después a los ancianos y oficiales de las tribus que se reunieran para aprender y entender este cántico (v. 28), que repitió en público (Dt. 31:30-32:47).
Los adioses de Moisés se relatan en Dt. 32:48-33:29; el relato de su muerte se halla como epílogo en Dt. 34.
Lo que caracteriza a Deuteronomio son los preparativos de la instalación en el país de Canaán; esta particularidad determina:
(A) La manera de expresarse: la gente va a volverse sedentaria, y el campamento deja de ser mencionado, en tanto que ocupaba un gran espacio en la 1ª legislación; no se habla más de él que con respecto a guerras futuras, o con respecto al hecho de que en este momento está situado en Sitim. Por otra parte hace alusión a las casas, a las ciudades, y a sus «puertas».
(B) Las modificaciones poco importantes de leyes en vigor, a fin de adaptarlas a los nuevos modos de existencia. Por ejemplo, se cambió la ley que demandaba que los animales sacrificados para su consumo fueran llevados a la entrada del tabernáculo; podrían ser muertos en cada localidad donde vivieran (Dt. 12:15, 21; Lv. 17:3, 4); por la misma razón, ya no será necesario ofrecer a Dios al 8º día los primogénitos de los animales; se podrá diferir su sacrificio hasta que el propietario, si reside muy lejos del santuario, venga a las fiestas anuales (Dt. 15:20; cp. Éx. 22:30). Cuando el esclavo hebreo prefiera quedar unido a la casa de su dueño en lugar de reclamar su derecho legal a la libertad, será suficiente la ceremonia de la puerta, no siendo preciso que vaya a presentarse delante de Dios (Dt. 15:17, cp. Éx. 21:6).
(C) Se toman nuevas medidas para la salvaguarda de las clases dependientes: levitas, viudas, huérfanos, extranjeros. El código deuteronómico los protege contra el daño que les pudiera causar el egoísmo y la indiferencia de los israelitas, ya bien demostrados con demasiada frecuencia durante la peregrinación en el desierto.
(D) La nación tendrá un único altar, en el lugar elegido por Jehová para poner allí Su nombre. Este altar único debería neutralizar la tendencia a la idolatría, al impedir que el pueblo celebrara su culto en los numerosos santuarios de los cananeos.
Así, las ceremonias en honor de Jehová vendrían a ser infinitamente más solemnes y magníficas que los ritos idólatras de Canaán, por cuanto los hebreos deberían congregarse en grandes núcleos, aportando al Señor el homenaje de todos sus recursos. Este culto, celebrado por el conjunto de la nación, debía por otra parte potenciar la comunidad, contribuyendo a unificar la nación. Los peligros ya se habían evidenciado: celos entre personas y tribus, tendencia del pueblo a la idolatría, propensión importante de gran parte del pueblo a separarse de sus hermanos para establecerse en regiones ricas en pastos. En este período crítico el código deuteronómico subraya con una nueva insistencia la ley ya antigua de la unidad del lugar de culto. La cohesión nacional y el mantenimiento de la teocracia dependían de ello.

(e) El autor de Deuteronomio.
De la forma más explícita, y quizá con mayor insistencia que las otras partes del Pentateuco, este libro designa a Moisés como su autor. Comienza con estas palabras: «Éstas son las palabras que habló Moisés a todo Israel...» (Dt. 1:1).
Se dan detalles precisos de fecha y lugar (Dt. 1:2-6; 4:44-46).
Moisés es mencionado más de 40 veces, en general como la fuente autorizada de tal o cual declaración; con mayor frecuencia habla en primera persona. Hacia el final del libro, leemos: «Escribió Moisés esta ley, y la dio a los sacerdotes... y a todos los ancianos de Israel» (Dt. 31:9). «Y cuando acabó Moisés de escribir las palabras de esta ley en un libro hasta el fin, dio órdenes Moisés a los levitas que llevaban el arca del pacto de Jehová, diciendo: «Tomad este libro de la ley, y ponedlo al lado del arca del pacto de Jehová nuestro Dios, y esté allí por testigo contra ti» (Dt. 31:24-26).
Los eruditos respetuosos con las Escrituras descubren aún pruebas adicionales de la genuinidad de este libro: el carácter general de esta obra, la naturaleza de sus exhortaciones, los mandatos dados en vistas a la conquista, la legislación militar dada a un pueblo nómada acerca del tema de establecerse definitivamente de una manera sedentaria, el espíritu, en fin, que anima estas magníficas páginas, todo esto está evidentemente en relación con la época mosaica, y en absoluto con un periodo ulterior.
Si este libro no fuera de Moisés, sería difícil considerarlo como otra cosa que una falsificación literaria indigna de figurar en las Escrituras.
(f) Opinión de los críticos acerca de la cuestión del autor.
Entre los libros del Pentateuco, el Deuteronomio es particularmente atacado por los críticos, que niegan dogmáticamente su mosaicidad. Pretenden ellos que el autor fue un profeta desconocido que escribió «a la manera de Moisés» entre el año 715 y el 640 a.C.
El libro hubiera sido entonces publicado por primera vez (hallado en la «casa de Jehová»), en el año 18 del rey Josías, con el fin de apoyar la gran reforma religiosa entonces en curso (2 R. 22-23).
La principal razón de proponer tal fecha es que los libros del AT no repiten de una manera explícita el mandato de Dt. 12:1-7 con respecto al santuario central. Así, argumentan ellos, esta ley no hubiera sido promulgada hasta la época de Josías. Sin embargo, el examen sin prejuicios de Deuteronomio revela que sus leyes habían sido puestas por escrito, conocidas, y aplicadas cuando Israel entró en Canaán. Se puede dar asimismo pruebas de ello. Jericó fue «dada al anatema» (Jos. 6:17-18), en base a Dt. 13:15 ss. Después de la toma de Hai, el pueblo solamente tomó «las bestias y los despojos de la ciudad» (Jos. 8:27), según las instrucciones de Dt. 20:1-4. El cadáver del rey de Hai fue bajado del madero antes del anochecer (Jos. 8:29; Dt. 21:23). El altar del monte Ebal (Jos. 8:30-31) recuerda a Dt. 27:4-6.
La misma ley del santuario central era conocida ya temprano en la historia de Israel: Las tribus establecidas al este del Jordán afirmaron que su altar memorial no tenía en absoluto la intención de tomar el lugar del altar del santuario (Jos. 22:29; Dt. 12:5).
Por otra parte, vemos que Elcana iba cada año a Silo, donde el culto tuvo su primer centro. Después de la destrucción de Silo, y de un período de guerra, Samuel sacrificó en Mizpa, Ramá y Belén, siendo que la reglamentación de Dt. 12:10-11 se aplicaba a las épocas de reposo y de seguridad.
El avivamiento de Ezequías (2 R. 18:4, 22) no se concebiría sin conocer Deuteronomio y su ley singular con respecto al santuario central, ley que era conocida igualmente de los profetas del siglo VIII.
Es preferible atenerse a los hechos claros que seguir la retorcida argumentación, basada nada más que en hipótesis insostenibles, frente a las que, además, se levanta el testimonio directo y totalmente decisivo de la sanción dada al libro por el mismo Hijo de Dios, al citar tres de sus pasajes (Mt. 4:4, 7, 10; Lc. 4:4, 8, 12), en respuesta a las tres tentaciones de Satanás, como palabra de Dios.

Bibliografía:
Delitzsch, F. y Keil, C. F.: «Commentary on the Old Testament», vol. 1, The Pentateuch (Eerdmans Grand Rapids Michigan 1981).
Mackintosh C. H.: «Estudios sobre el Pentateuco», vols V y VI, Deuteronomio (Las Buenas Nuevas, Los Angeles 1960).
Kline M. G.: «Deuteronomio», en Comentario Bíblico Moody, Antiguo Testamento (Ed. Moody en inglés 1963/1978 en preparación en castellano).
Harrison R. K.: «Deuteronomio», en Nuevo Comentario Bíblico (Casa Bautista de Publicaciones, El Paso, 1977);
Schultz, S. J.: «Deuteronomio, el evangelio del amor» (Pub. Portavoz Evangélico, Barcelona, 1979);
Schultz, S. J.: «Habla el Antiguo Testamento» (Pub. Portavoz Evangélico);
Young, E. J.: «Una Introducción al Antiguo Testamento» (T.E.L.L., Grand Rapids, 1977).

nom, DÍA

tip, CALE
ver, EXPIACIÓN, DOMINGO
vet,
(A) Ordinariamente se llama día al período de tiempo que transcurre entre dos amaneceres. Pero los hebreos contaban de una tarde a la siguiente (Gn. 1; Lv. 23:32; Éx. 12:18; Josefo, Guerras 4:9, 12). Los hay que han pensado que esta costumbre quizá provenía de la división del año en meses lunares que empezaban con la aparición de la luna nueva. Consiguientemente, el día «civil» se designaba con la expresión «tarde y mañana» o «una noche y un día» (Dn. 8:14; 2 Co. 11:25). Pero, aunque la tarde fuera el inicio del nuevo día, con frecuencia era contada con el día que le precedía. Así, la tarde que empezaba el día 15º de Nisán es llamado «el día catorce... por la tarde» (Éx. 12:18; cp. 2 Cr. 35:1). Los días de la semana estaban numerados (cp. Mt. 28:1; Hch. 20:7), pero carecían de nombres, a excepción del 7º, que era llamado sábado; la víspera del sábado recibía el nombre de «la preparación» (Mr. 15:42).
(B) El período de tiempo desde el amanecer hasta la noche (Gn. 1:5; 8:22). Se dividía en mañana, mediodía, y tarde (Sal. 55:17; cp. Dn. 6:10). Para designar los momentos del día, se empleaban también las expresiones «amanecer, la calor del día, el fresco del día, puesta de sol», y otros términos similares. Después del Exilio, empezaron a usarse las horas y a dividir el día, desde la salida a la puesta del sol, en 12 horas (Mt. 20:1-12; Jn. 11:9); la 6ª hora se correspondía con el mediodía (Jn. 4:6; Hch. 10:9), y la 9ª hora era la de la oración ( Antigüedades 14:4, 3; Hch. 3:1).
(C) Cualquier período en el que tenga lugar una acción o manera de ser (Zac. 12:3 ss.), p. ej.:
«el día de conflicto» (Sal. 20:2),
«el día de su furor» (Jb. 20:20),
«el día de Jehová» (Is. 2:12; 13:6);
en el NT, el «día del Señor» significa la segunda venida de Cristo (1 Co. 5:5; 1 Ts. 5:2; 2 P. 3:10).
En el contexto apropiado significa un período indefinido, como Gn. 2:4; cp. Nm. 7:84, englobando «doce» días literales (Nm. 7:12-83; etc.). (Véase TIEMPO).
En relación con esto se puede también hacer una división de los tiempos de la siguiente manera:
(I) Los días de la Ley y de los Profetas, que se extienden desde la promulgación de la Ley hasta la venida del Mesías. «Al final de estos días (Dios) nos ha hablado en (Su) Hijo», como debería leerse He. 1:2; cp. margen Revisión 1977. Esto introdujo el Día del Mesías. Pero fue rechazado y Su reino aplazado. Entretanto
(II) se interpone el Día de la Gracia, durante el cual la iglesia está siendo llamada a Él. El Señor Jesús obró la redención, ascendió al cielo, y envió al Espíritu Santo. De este tiempo Él afirmó: «En aquel día conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros» (Jn. 14:20; cp. también Jn. 16:23, 26). El actual periodo es designado como el «día del hombre» (1 Co. 4:3, literal, vertido como «tribunal humano»). Éstos son también los «últimos días» en los que vendrían los burladores sarcásticos (2 P. 3:3; Jud. 18).
(III) El Día del Mesías, cuando vuelva en juicio y luego a reinar. «Se acerca el día» (Ro. 13:12; He. 10:25). Entre otros nombres recibe también el de «el día grande y terrible» (Mal. 4:5). Los reyes de la tierra serán reunidos para la batalla del gran día del Dios Todopoderoso (Ap. 16:14). Es también llamado como «el día de Jesucristo» y «el día de Cristo» (Fil. 1:6, 10; 2:16; cp. 1 Co. 1:8; 2 Co. 1:14). (Véase DÍA DE JEHOVÁ).

nom, DIABLO

tip, DIAB
vet,
Nombre griego que significa «adversario», al igual que su correspondiente heb. «Satán« o «Satanás». Así es como se traduce este vocablo cuando se alude a otros adversarios. Cp. Nm. 22:22; 1 R. 11:14, 23, 25.
Fue el diablo que al principio engañó a Eva, porque está claro que el dragón, la serpiente antigua y Satanás son todos ellos el mismo espíritu malvado (Ap. 20:2).
El diablo, Satanás, fue el gran adversario del pueblo de Dios en los tiempos del AT (1 Cr. 21:1); fue quien tentó al Señor Jesús, que le trató como Satanás; y es el tentador y adversario de los santos y de toda la humanidad en la actualidad.
Intenta neutralizar el efecto del evangelio; arrebata la buena semilla sembrada en el corazón (Mt. 13), y ciega las mentes de los incrédulos para que la luz del evangelio de la gloria de Cristo no resplandezca en ellos. Sus esfuerzos son frustrados por Dios, o nadie sería salvo.
Además, para contrarrestar la obra de Dios, Satanás suscita herejes que se mezclen con los santos, para corromperlos con malas doctrinas, como se enseña en la metáfora de la cizaña sembrada entre el trigo. Va alrededor como león rugiente buscando a quién devorar (1 P. 5:8), pero los santos son exhortados a resistirle, y él se apartará de ellos (Stg. 4:7).
El poder de la muerte, que tenía el diablo, ha sido anulado por Cristo en Su muerte (He. 2:14).
Se advierte a los santos en contra de sus maquinaciones (2 Co. 2:11), porque se transforma en ángel de luz, en maestro de moralidad (2 Co. 11:14).
Dios provee una completa armadura para Sus santos, a fin de que puedan resistirle a él y sus artimañas, dándoles la espada del Espíritu (la palabra de Dios), como arma de ataque (Ef. 6:11-18)
El origen de Satanás no se afirma de una manera explícita, pero parece evidente (como creía la iglesia en su época más temprana) que hay una referencia a él en Ez. 28:12-19, bajo el nombre de rey de Tiro, como «querubín protector de alas desplegadas»; todas las piedras preciosas y el oro eran también vestidura suya, resplandecientes de luz reflejada; tenía su lugar en Edén, el huerto de Dios, y estuvo en el santo monte de Dios. Era perfecto en todos sus caminos desde el día en que fue creado, hasta que se halló maldad en él. Esto difícilmente podría aplicarse al príncipe de Tiro (Ez. 28:1-10) como ser humano, pero las Escrituras lo atribuyen al rey de Tiro. Es muy indicativo el cambio que hay de príncipe (heb.: «nagid», conductor) de Tiro (Ez. 28:2) a rey (heb.: «melek», rey). Tiro, en su sabiduría y hermosura mundanas, es considerado moralmente como la creación del rey y dios de este mundo, y acabará su carrera en condenación en el lago de fuego.
En la Epístola de Judas se da la acción del arcángel Miguel en relación con Satanás como ejemplo de moderación al hablar de las dignidades: él no se atrevió a proferir juicio de maldición contra el diablo, sino que dijo: «El Señor te reprenda.» Esto implica que Satanás había sido puesto en dignidad, la cual, aunque había caído, tenía que ser todavía respetada, de la misma manera que la vida de Saúl era sagrada a los ojos de David porque era el ungido de Dios, aunque había caído. Que Satanás ha sido puesto en dignidad queda confirmado por el hecho de que Cristo, en la cruz, despojó a «los principados y a las potestades», no solamente a las «potestades» (Col. 2:15).
La expresión «el príncipe» de este mundo (Jn. 12:31) «el dios de este siglo» (2 Co. 4:4), y «el príncipe de la potestad del aire» (Ef. 2:2) se refieren evidentemente al diablo. Cuando el Señor fue tentado en el desierto, Satanás, después de mostrarle «todos los reinos del mundo», le ofreció darle todo el poder y la gloria de ellos, si le adoraba, añadiendo «pues a mí me ha sido entregado, y se lo doy a quien quiero» (Lc. 4:5, 6).
En el libro de Job vemos que Satanás tiene acceso a Dios en los cielos (Jb. 1:6, etc.); el cristiano lucha con los poderes espirituales de maldad en los lugares celestes (Ef. 6:12); llegará el día en que Miguel y sus ángeles lucharán contra Satanás y sus ángeles, y que éstos serán expulsados del cielo (Ap. 12:7). Esto parece indicar que Satanás tiene un lugar en el cielo, tal como Dios se lo dio originalmente. Durante el milenio sería encerrado en el abismo, después dejado suelto por un corto espacio de tiempo, y finalmente será arrojado en el lago de fuego (Ap. 20:1-10), preparado para el diablo y sus ángeles (Mt. 25:41).
Cuando Jesús nació, Satanás intentó destruirle (Mal. 2:16; Ap. 12:1-5). Al terminar la carrera terrena del Señor, Satanás fue el gran instigador de su muerte. Para conseguirlo, entró en Judas Iscariote, en tanto que en los otros casos, hasta allí donde nos ha sido revelado, la posesión la efectuaba un demonio, y no el mismo diablo. Cuando el Señor fue arrestado, dijo a los judíos: «ésta es vuestra hora, y la potestad de las tinieblas» (Lc. 22:53). Pero Cristo fue el verdadero vencedor. Con Su muerte venció al que tenía el imperio de la muerte, al diablo (He. 2:14); llevó cautiva la cautividad (Ef. 4:8).
Sin embargo, Satanás sigue obrando, y cuando sea arrojado a la tierra vendrá a ser el espíritu de una trinidad de maldad. Dará su trono y autoridad a la Bestia (Ap. 13:2). Será también el caudillo de las naciones en la última batalla contra el campamento de los santos (Ap. 20:7-9).
Es un hecho notable que, a pesar de la maldad de Satanás, Dios lo usa en la disciplina de Sus santos, como en el caso de Job, pero solamente permite al diablo ir hasta donde Él quiere (cp. Jb. 1:12).
Pablo usó su poder apostólico para entregar a algunos a Satanás para la destrucción de la carne (1 Co. 5:5; 1 Ti. 1:20).
El aguijón que el mismo Pablo tenía en la carne era un mensajero de Satanás que le abofeteaba, para que lo sublime de las revelaciones que había recibido en el tercer cielo no le hicieran exaltarse desmedidamente (2 Co. 12:7).
Se debe recordar que Satanás es ya un enemigo moralmente vencido, porque ha sido ya denunciado (Col. 2:15); también que ningún cristiano puede ser tocado por él, excepto en lo que Dios el Padre permita y controle para la disciplina de Sus hijos y para bien de ellos.

Bibliografía:
Chafer, L. S.: «Teología Sistemática», tomo I, PP. 453-531. «Satanalogía» (Publicaciones Españolas, Dalton, Ga. 1974);
Pentecost: «Vuestro adversario el diablo» (Logoi, Miami, 1974).

nom, DIÁCONO, DIACONISA

tip, FUNC
vet,
Este nombre se aplica generalmente a los siete que fueron elegidos para supervisar la distribución de los fondos de la iglesia en Hch. 6:3; pero allí no se les llama diáconos; aunque el nombre pueda serles aplicado no puede quedar restringido a aquel servicio.
El término se aplica a cualquier servicio no especificado.
La palabra griega es mucho más frecuentemente traducida «siervo» y «ministro» que «diácono». Se refiere dos veces a Cristo (Ro. 15:8; Gá. 2:17), también a Pablo y a otros (Col. 1:7, 23, 25), a magistrados (Ro. 13:4) e incluso a los emisarios de Satanás (2 Co. 11:15).
La Epístola a los Filipenses fue dirigida a los santos y a los «obispos y diáconos», o supervisores y siervos. En 1 Ti. 3:8-13 se dan las calificaciones morales del diácono o ministro, pero no se especifica cuál fuera su obra; es evidente que llevaban a cabo sus funciones de una forma oficial.
El servicio de un diácono no debe ser confundido con un «don».
Febe era diaconisa de la asamblea de Cencrea (Ro. 16:1).

nom, DÍA DE JEHOVÁ

tip, ESCA
ver, EXPIACIÓN, DOMINGO
vet,
No puede separarse del día del Mesías (véase en DÍA, último párrafo). Está frecuentemente caracterizado por el juicio: «Día de tinieblas y de oscuridad, día de nublado y de densa niebla... grande es el día de Jehová, y muy terrible» (Jl. 2:2, 11, 31; Mal. 4:1)
«El día del Señor vendrá del mismo modo que un ladrón en la noche. Cuando estén diciendo: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina» (1 Ts. 5:2, 3) «Pero el día del Señor vendrá como un ladrón en la noche; en el cual los cielos desaparecerán con gran estruendo, y los elementos ardiendo serán desechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas» (2 P. 3:10). Esta escena va seguida por EL DÍA DE DIOS en el v. 12, que introduce los nuevos cielos y la nueva tierra.
Es importante ver el contraste entre el «día» y el arrebatamiento de los santos a reunirse con el Señor en el aire; son muchos los que han aplicado mal el término, y se ha afirmado constantemente que la Segunda Epístola a los Tesalonicenses fue escrita para mostrar a los creyentes que era un error estar esperando la venida del Señor; en realidad el hecho es que los creyentes en Tesalónica pensaban que el día del Señor había llegado (cp. la revisión 1977 de 2 Ts. 2:2, «en el sentido de que el día del Señor ha llegado», frente a la errónea traducción de las revisiones anteriores, «está cerca»).
Habrá juicios antes del milenio, y también después del milenio, de manera que podemos considerar que el Día del Señor se extiende a través del Milenio: será el día «del Señor» en contraste con el día «del hombre».

nom, DÍA DE LA EXPIACIÓN. Véase EXPIACIÓN (Día de la)

nom, DÍA DEL SEÑOR. Véase DÍA DE JEHOVÁ.

nom, DÍA DEL SEÑOR (Domingo). Véase DOMINGO.

nom, DIADEMA

tip, COSM
ver, TURBANTE
vet,
Traducción de varios vocablos, como sigue:
(a) «Tsanif» (heb.) se usa en Is. 62:3, de una diadema real.
(b) «Nezer» (heb.) aparece en Éx. 29:6; 39:30, de una diadema de santidad, en oro puro, para los sumos sacerdotes; diadema real, adornada de piedras (Zac. 9:16).
(c) «Tsephirah» (heb.) se usa como diadema en Is. 28:5, compostura, adorno.
(d) «Diadëma» (gr.) es una diadema real, que se distingue netamente de «stephanos». Esta última palabra significa guirnalda, trenzado, en señal de victoria en los juegos, en la guerra, o señal de fiesta y de gozo nupcial, y no se traduce diadema.
Se ignora cómo eran las diademas entre los judíos. Por los textos citados está claro que se usaban como:
(a) insignia real;
(b) la diadema del supremo sacerdote;
(c) el ornamento masculino o femenino, que se llevaba en la cabeza.
Entre las otras naciones de la antigüedad, la diadema era una especie de turbante de seda de unos 5 cm. de ancho, que rodeaba la cabeza, y se anudaba por detrás. Era generalmente blanco, o en ocasiones azul, como el de Darío, y recamado de pedrería u otras joyas. (Véase TURBANTE).

nom, DIAMANTE

tip, PIED
vet,
(a) Heb. «yahalom». Aparece en Éx. 28:18; 39:11; no se puede identificar. En Ez. 28:13 se traduce «jaspe» en las revisiones 1960 y 1977, en tanto que en la antigua se traduce «diamante».
(b) Solamente aparece en los pasajes citados, y no puede ser verdaderamente identificado. Se sostiene generalmente que no es lo que ahora se conoce como diamante.
(c) En Jer. 17:1 y Ez. 3:9 el término es «shamir». Se cree que es corindón, una piedra de gran dureza, pero al tener diferentes colores tiene ahora varios nombres.

nom, DIANA

tip, DIOS
vet,
Es el nombre latino de una de las principales diosas de los griegos y romanos: el nombre griego es «Artemisa».
Se decía que una imagen de ella había caído del cielo, o que había sido labrada de madera o ébano que había caído de las nubes.
Era adorada en toda Asia. Su templo se hallaba en Éfeso, construido de mármol escogido. En el Museo Británico se halla una moneda romana con una representación del templo y la imagen de la diosa en el centro (Hch. 19:24-35).
Aunque Éfeso era en muchos respectos una ciudad ilustrada, estaba entenebrecida por este culto de la fertilidad, y el populacho excitado pudo gritar durante dos horas: «Grande es Diana de los efesios».
Era considerada como la diosa de la luna, divinidad tutelar de los campos, de los bosques, y de todos los fenómenos vitales que se suponían influenciados por la luna.

nom, DIÁSPORA. Véase DISPERSIÓN.

nom, DIATESARÓN

tip, LIBR
vet,
Una «armonía» de los cuatro evangelios hecha por Taciano, discípulo de Justino Mártir, hacia el año 170 d.C.
Taciano había sido un sofista pagano ambulante antes de ser convertido en Roma alrededor del año 150 d.C.
Después de la muerte de Justino, en el año 166, Taciano cayó en graves errores, y se retiró a Mesopotamia, donde escribió muchos tratados, todos los cuales han desaparecido.
Los principales errores de Taciano fueron su ascetismo, su rechazo del matrimonio y del consumo de carne de animales, y ciertas doctrinas gnósticas acerca de un demiurgo y los eones. Fue atacado por Ireneo, Tertuliano, Hipólito, Clemente de Alejandría, y por el mismo Orígenes. Su Diatesarón es una especie de evangelio hecho de retazos de nuestros cuatro evangelios, y no una armonía en el sentido moderno.
Véase VERSIONES ANTIGUAS.

nom, DIBÓN

tip, LUGA CIUD
ver, MOAB
sit, a3, 564, 224
vet,
= «desfallecimiento».
(a) Ciudad al norte del Arnón, conquistada y reconstruida por los israelitas de Gad (Nm. 21:30; 32:34) y por eso llamada también Dibón-gad (Nm. 33:45, 46). Después pasó a Rubén (Jos. 13:9, 17) y más tarde a los moabitas (Is. 15:2; Jer. 48:18, 22). Existen ruinas con el mismo nombre y en ellas se descubrió la famosa Piedra Moabita (ver MOAB, [piedra de]).
(b) Un lugar de Judá (Neh. 11:25).

nom, DIEZ MANDAMIENTOS. Véase DECÁLOGO.

nom, DIEZMO

tip, LEYE
vet,
Décima parte de la renta de una persona; se dedica a usos sagrados.
Varias naciones de la Antigüedad lo practicaban, y era conocido por los patriarcas del Antiguo Testamento (Gn. 14:28; 28:10-22).
La ley mosaica lo establecía sobre los frutos de la tierra y el ganado (Lv. 27:30-33; Nm. 18:27).
Era entregado en su totalidad a los levitas, para el sostén de ellos y el culto (Nm. 18:21-32; Dt. 12:17-19, 22, 29; 14:22). Esta práctica decaía a veces, mereciendo amonestaciones (2 Cr. 31:4-12; Mal. 3:7-11), que solían ser oídas y obedecidas (2 Cr. 31:11).
El pago de diezmos continuaba en tiempo de Cristo (Lc. 11:42; 18:12; He. 7:5), pero no fue prescrito a los cristianos ni por Cristo ni por los apóstoles.
Bajo la economía de la gracia se espera de todo creyente que aporte con corazón bien dispuesto «como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre» (2 Co. 9:7). El creyente es exhortado a dar no por una norma impuesta, sino presentándole el ejemplo de gracia del mismo Señor Jesucristo, «que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico» (2 Co. 8:9).
No es el diezmo del cristiano lo que corresponde al Señor, sino todo su ser, puesto que ha sido comprado «por precio» (1 Co. 6:20; 7:23), y debe así venir a ser eficaz administrador de todo lo que el Señor ha puesto en sus manos para la gloria de Dios.

nom, DILUVIO

tip, CRIT ARQU
vet,
Abrumadora inundación en los tiempos de Noé, en un acto judicial de Dios sobre un mundo antiguo que había llegado al colmo de la iniquidad.
Dice la Escritura que «la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y... todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal... Y se corrompió la tierra delante de Dios, y estaba la tierra llena de violencia... toda carne había corrompido su camino sobre la tierra» (Gn. 6:5, 11, 12). Es por ello que Dios ordenó el juicio por medio de las aguas destructoras, declarando: «los destruiré con la tierra» (Gn. 6:13).
Todo este hecho se narra en los capítulos 6, 7 y 8 del libro de Génesis. El relato bíblico nos presenta el Diluvio como una catástrofe de carácter universal, empleando la palabra hebrea «mabbul», que la versión griega LXX traduce como «cataclysmos» (Gn. 6-8; Sal. 29:10); el NT usa el mismo término griego, denotando asimismo una destrucción universal (Mt. 29:38, 39; Lc. 17:27; 2 P. 2:5).
Todo el lenguaje de Génesis 6-8 señala insistentemente al hecho de una destrucción de carácter universal. «Todos los montes altos que había debajo de todos los cielos, fueron cubiertos» (Gn. 7:19). No se puede dar la vuelta a esta afirmación ni a las múltiples afirmaciones que se dan acerca del Diluvio en éste y en tantos otros pasajes sin hacer grave violencia al mismo texto, y sin caer en la práctica de introducir en el texto conceptos contrarios a lo que allí se enseña.
(a) Naturaleza del Diluvio.
El cataclismo del Diluvio fue un complejo de eventos en el que «fueron rotas todas las fuentes del gran abismo y las cataratas de los cielos fueron abiertas y hubo lluvia sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches» (Gn. 7:11, 12) «Toda carne» (término que incluye a todos los seres terrestres incluyendo al hombre Gn. 7:21-23) fue destruida. La tierra misma «el mundo de entonces» pereció (cp. 2 P. 3:5).
La frase «fueron rotas las fuentes del gran abismo» tiene claras implicaciones de colapsamiento de secciones vitales de la corteza terrestre, con lo que aguas marinas y/o subterráneas se lanzaron sobre los continentes, en tanto que se precipitaron sobre la tierra, con una fuerza devastadora, las «aguas que estaban sobre la expansión» (cp. Gn. 1:7) existentes en el mundo en su orden antediluviano.
En este gran complejo de eventos se indican lluvias universales de un régimen torrencial indescriptible, tremenda erosión, convulsiones volcánicas y tectónicas, violentos huracanes dando origen a olas de aguaje; la universal destrucción de las formas de vida dio necesariamente lugar, junto con la intensa erosión y denudación de la tierra antediluviana, a inmensos sepultamientos de grupos y nichos ecológicos, más o menos entremezclados, en formaciones estratificadas debido al poder clasificador del agua. Muchas de estas formaciones se endurecerían posteriormente por agentes cementantes que las aguas llevaran consigo en algunas localidades. Así quedó totalmente sepultado el mundo antiguo.
(b) El arca y sus ocupantes.
El gran tamaño del arca, en base a las dimensiones dadas en la Biblia (300 codos, o unos 137 metros de longitud), le daba una capacidad de transporte de más de 500 vagones de carga de ganado como los que se utilizan actualmente en los ferrocarriles.
Con respecto a los animales que entraron en el arca, se debe tener en cuenta que los animales grandes son relativamente pocos. Se ha calculado que el tamaño medio de los animales era el de un gato. Dos de ellos precisarían bien poco espacio, menos de medio metro cuadrado. No todos los numerosos grupos y subgrupos que ahora conocemos tuvieron que entrar en el arca. Una buena cantidad de ellos se ha originado con posterioridad al Diluvio, diversificándose de un número menor de antecesores comunes por mecanismos de reducción genética y aislamiento geográfico. Se debe observar que ello no tiene nada que ver con el concepto evolución, que demanda una emergencia de nuevas estructuras, no una mera deriva de unos caracteres genéticos ya existentes que, cuando el fondo genético posee una gran riqueza, pueden dar lugar a una enorme variedad dentro del tipo básico (para una consideración de todos estos temas y otros, recomendamos el examen de la bibliografía al final de este artículo).
Se ha planteado con frecuencia la cuestión de cómo se pudieron alimentar los animales del arca durante el año entero en que estuvieron dentro. Aparte de que la capacidad del arca daba lugar para el transporte de grandes cantidades de provisiones, se debe tener en cuenta el mecanismo de hibernación al que recurren muchos animales en situaciones límite, y otros normalmente en invierno, y que Dios pudo bien haber acentuado. Con respecto a los carnívoros, éstos se alimentan de vegetación cuando les es preciso, como está sobradamente comprobado.
(c) Arqueología y el Diluvio.
Subestimando la verdadera magnitud del Diluvio, ha habido los que han identificado el cataclismo universal con una capa de lodo que se halló en Ur, y que pertenece a una de las numerosas inundaciones de extensión regional que se han dado en aquel lugar.
No es en una pequeña y poca extensa capa de lodo que debe contemplarse el gran cataclismo del Diluvio, sino en grandes masas sedimentarias repletas de fósiles de un mundo que pereció, y que cubren toda la tierra como vasto cementerio. Noé salió del arca a un mundo nuevo, en el que la orografía, estructura climatológica, y muchos otros factores, habían cambiado radicalmente (cp. Sal. 104:5-9 ss).
Por otra parte, numerosas culturas y tribus alrededor de todo el mundo han conservado relatos de un diluvio universal. Los relatos babilónicos (sumerios y acádicos), evidencian su proveniencia de una tradición anterior, de la que descienden también numerosos relatos chinos, nipones, amerindios, y muchos otros esparcidos por todo el globo. La divergencia de estos relatos entre sí refuta la idea de que Moisés se hubiera basado en ninguno de ellos para escribir la narración, aunque sí es prueba de que en la memoria de las naciones descendientes de Noé, persistió el recuerdo del cataclismo.
Cuando cesó el Diluvio el arca reposó en los montes de Ararat, en la región de Armenia (Gn. 8:4). Allí existen relatos populares acerca de la presencia de un gran navío sobre el monte, que está cubierto por nieves y hielos perpetuos. Ha habido exploradores, como el arcediano anglicano de Jerusalén, doctor Nouri, que visitó la región en 1882, que afirman haberla visto en los ventisqueros del sur del monte. Después de esta fecha se tienen relatos de personas de muy diversas procedencias, incluyendo aviadores, que afirman haberla visto. En la actualidad hay varios grupos que efectúan expediciones anualmente, entre ellos el «Institute for Creation Research» de San Diego, con equipos cualificados en los que se integran arqueólogos, geólogos y otros especialistas.
(d) El Diluvio en su perspectiva teológica.
El Diluvio es una exhibición de la soberanía de Dios en juicio (Sal. 29:10).
El Diluvio del pasado se muestra como ejemplo de aquel día futuro en el que tampoco nadie podrá escapar a la acción de Dios, cuando todos los que han rechazado el conocimiento salvador de Dios se verán enfrentados con Su justa ira en retribución (Mt. 24:37; Lc. 17:26; 2 P. 2:5-9).
Fue un suceso sin paralelo alguno con toda la historia anterior del hombre, y hay la promesa expresa, que constituye una adicional demostración de que no fue un fenómeno local o regional, de que Dios no va a volver a traerlo sobre la tierra (Gn. 9:11). Como señal de esta promesa se establece, en las nuevas condiciones climáticas de la tierra, el arco iris (Gn. 9:12, 13), que es desde entonces señal de gracia, que aparece incluso en medio de los juicios de Apocalipsis (Ap. 4:3; 10:1).
Es por fe que Noé preparó el arca (He. 11:7). Todo lo concerniente al Diluvio fue dispuesto por Dios; Noé simplemente tuvo que seguir las instrucciones recibidas. La misma fe cree que todo ello se cumplió tal como ha sido descrito; no hay dificultad en todo ello, excepto si se deja a Dios a un lado, lo cual no debiera hacerse bajo ningún concepto, por cuanto fue una especial intervención de Dios en la historia en juicio de una manera muy directa. Fue Dios quien advirtió a Noé; fue Dios quien le envió los animales (Gn. 7:15, 16); fue Dios quien cerró la puerta del arca (Gn. 7:16); fue Dios que hizo pasar un viento sobre la tierra (Gn. 8:11); en resumen, la Escritura afirma que Jehová presidió sobre el Diluvio (Sal. 29:10). Sin embargo, los rastros del Diluvio son tan elocuentes que el apóstol Pedro afirma que los que lo niegan lo hacen ignorándolo voluntariamente (2 P. 3:5).
Las rocas sedimentarias, que dan elocuente testimonio de su contenido de grandes cantidades de restos animales y vegetales de un mundo pasado, han sido «reinterpretadas» en términos de grandes épocas de producción de depósitos con gran lentitud. El último siglo vio la manipulación y supresión de numerosos datos que son evidencia de cataclismo, dando lugar a la actual concepción de la «geología histórica». Sin embargo, se mantiene en excelentes obras la evidencia de la interpretación diluvial de los depósitos geológicos, impuesta por su propia naturaleza.
(e) Objeciones.
Se han presentado varias objeciones como demostración incontestable de que los depósitos geológicos tienen que haberse depositado a lo largo de grandes períodos de tiempo.
Una de ellas es la existencia de formaciones de «anhidritas» o «evaporitas», un tipo de acumulaciones de diversas sales que comúnmente se interpretan como los restos de la evaporación de mares antiguos. Sin embargo, la evidencia interna de estos depósitos, por su pureza y ausencia de fósiles u otros restos indicativos de origen marino, y por otros factores, demanda su explicación por precipitación de mezclas de salmueras de origen tectónico. En todos los casos en que se ofrecen objeciones de este tipo, no hay verdaderas razones para adoptar una interpretación de largas épocas de deposición, sino que un estrecho examen de la evidencia muestra que estas formaciones, tanto de «evaporitas» como de «arrecifes fósiles», como depósitos de diatomeas, y muchas otras, han sido objeto de una interpretación precipitada en el pasado; la moderna investigación crítica revela condiciones cataclísmicas en la formación de todos estos depósitos.

Bibliografía:
Balsiger, D. y Charles E. Sellier: «In Search of Noah's Ark» (Sun Classic Books, Los Ángeles 1976; hay edición castellana de Javier Vergara, Barcelona);
Montgomery, J. W.: «The Quest for Noah's Ark» (Dimension Books, Minneapolis, 1974);
Morris, H. M.: «Geología: ¿Actualismo o Diluvialismo?», con una desveladora introducción histórica del profesor G. Grinnell: «Los orígenes de la moderna teoría geológica» (Clíe, Terrassa, 1980); «El Diluvio del Génesis» (con John C. Whitcomb. Clíe, Terrassa, 1982);
Navarra, F.: «Yo he tocado el arca de Noé» (Clíe, Terrassa, 1978);
Nelson, B. C.: «The Deluge Story in Stone» (Bethany, Minneapolis, 1931/1968);
Rehwinkel, A.: «The Flood» (Concordia, Saint Louis, Missouri, 1951/1978);
Schaeffer, F.: «Génesis en el tiempo y en el espacio» (Ediciones Evangélicas Europeas, Barcelona, 1974);
Sedin: Simposios de varios autores, selección de S. Escuain: «Los Fósiles y el Diluvio»; «Anegado en Agua», tomos I y II; «Cronometría: Consideraciones Críticas»; «Biología y Orígenes» (Sedin, Servicio Evangélico de Documentación e Información, Apdo. 2.002, Sabadell, España);
Slusher, H. S. y R. Whitelaw: «Las dataciones radiométricas: Crítica» (Clíe, Terrassa, 1980);
Watson, D.C. C.: «Mitos y Milagros» (Clíe, Terrassa, 1980);
Whitcomb, J.C.: «El mundo que pereció» (Grand Rapids, Ed. Portavoz, 1981).
Respecto a la envolvente de agua sobre la atmósfera antes del Diluvio, cfr. Dillow, J. C.: «The Waters Above» (Moody Press, Chicago, 1981).

nom, DINA

tip, BIOG MUJE MUAT
vet,
Hija de Jacob y Lea; deshonrada por Siquem (Gn. 34:25-31), fue vengada por Simeón y Leví (Gn. 49:5) y por todos los hermanos (Gn. 34:7-24).

nom, DINERO

tip, MEDI
vet,
Se hace mención del dinero ya en época tan temprana como Gn. 17:12, 13, donde se habla de personas compradas «por dinero».
De Génesis a Zacarías se menciona como no contado, sino pesado. Ello daba el verdadero valor de los metales preciosos en forma de anillos o en trozos pequeños de oro o plata.
Las cantidades de dinero que se usaban en el AT corresponden con Gera, Beka, Siclo, Maneh y Talento.
Al volver los judíos del exilio en el año 536 a.C., se usaba entonces dinero persa. Ello fue seguido del dinero griego. Antíoco VII, alrededor del año 140 a.C., dio permiso a Simón Macabeo para acuñar dinero judío.
Los siclos se acuñaban con el grabado de un vaso de maná y una vara de almendro.
Bajo los romanos, se usaba dinero romano.

nom, DINTEL

tip, LEYE CONS
ver, PASCUA
vet,
Parte superior del hueco de la puerta.
La ley ordenaba a los israelitas que empapasen de sangre el dintel y los postes de la puerta, tal como lo hicieron en la primera Pascua para proteger a sus primogénitos del ángel destructor. (Véase PASCUA).

nom, DIONISIO

tip, BIOG HOMB HONT
vet,
Miembro del tribunal supremo de Atenas, convertido por la predicación del apóstol Pablo (Hch. 17:34).

nom, DIOS

tip, DOCT
ver, TRINIDAD
vet,
(a) La revelación de Dios.
Ya a partir de su primer renglón, la Biblia habla de Dios (Gn. 1:1). De un extremo al otro, se presenta como la revelación que Él ha dado de Sí mismo, revelación sin la cual nosotros no sabríamos nada suficiente acerca de Él.
Es cierto que antes de revelarse mediante la palabra escrita, Dios se manifestaba por la obra de la creación. Ésta muestra la gloria, poder y deidad del Creador (Sal. 19:1; Ro. 1:20). También aquellos que no poseen las Escrituras son culpables de no buscar a Dios, de no glorificarle, y de no darle gracias (Hch. 17:27; Ro. 1:20). Pero en ningún pasaje leemos que nadie entre los hombres llegue a conocer a Dios de una manera concreta mediante la contemplación de la naturaleza.
Lo mismo se puede decir acerca de la conciencia. Los hombres poseen una cierta noción de la voluntad de Dios (Ro. 2:15). De ello es que subsista un mínimo de moralidad en la sociedad humana y que los magistrados sean, a su manera, servidores de Dios (Ro. 13:4). Pero ello no impide que los paganos ignoren las ordenanzas divinas (Sal. 147:20). Como el hombre pecador no busca a Dios (Sal. 14:2; Ro. 3:11), hace falta entonces una revelación especial en la que Dios toma la iniciativa para que el hombre pueda llegar a conocerle.
Así, se reveló a los primeros miembros de la humanidad, Adán, Abel, Caín, Noé. Pero los recuerdos de esta revelación primitiva quedaron rápidamente oscurecidos. Se pudiera pensar que Job y sus amigos, no pertenecientes al pueblo elegido, todavía fueron beneficiarios y depositarios de aquel conocimiento anterior de Dios. Pero los mismos antepasados de Abraham estaban apartados de Dios (Jos. 24:2). Asimismo, las naciones en general son presentadas como alejadas de Dios (Ef. 2:12). En particular, las pretensiones de los filósofos son rechazadas con energía: el mundo, con su sabiduría, no conoció a Dios (1 Co. 1:21).
Como consecuencia, Dios se reveló, primeramente de una manera directa, a Abraham, Isaac y Jacob, después con la mediación de los profetas, desde Moisés hasta Malaquías. Sus escritos son palabra de Dios (Dt. 18:18, 19), una palabra viva (Hch. 7:38). La revelación culmina en la encarnación, ya prevista y saludada desde antes por los creyentes del AT y del NT (Jn. 20:30; Ro. 16:26). El resultado es que en tanto que esperamos aquel día en que el Señor, a Su vuelta, nos llevará a la gloria, donde conoceremos como somos conocidos (1 Co. 13:12), no tenemos otra fuente válida de información acerca de Dios que la Biblia.
Para que podamos llegar a beneficiamos de la revelación de las Escrituras hace falta, por otra parte, la acción interior del Espíritu Santo. Vista nuestra naturaleza pecadora, somos impermeables a la verdad, incluso cuando nos es presentada en todo su esplendor. Hay una total incompatibilidad entre la manera de pensar de Dios y la de los hombres (Is. 55:8, 9; 1 Co. 2:14). Es preciso que mediante el Espíritu, el Padre nos ilumine con la verdad, y nos disponga para aceptarla (Mt. 16:17; Jn. 6:45; 1 Co. 2:10; Ef. 1:17, 18).
Esta revelación no comporta ninguna imperfección. Se puede admitir una cierta gradación entre la palabra transmitida por los profetas y la del Hijo (He. 1:1). Pero como el mismo Hijo puso Su sello sin reservas de ningún tipo sobre los escritos del AT (Mt. 5:17), no debemos tampoco nosotros presentar ninguna de nuestra parte.
A propósito de esta revelación se puede hacer la siguiente observación: Al decirse: «Oísteis que fue dicho a los antiguos, mas yo os digo» (Mt. 5:21, 22, etc.), según los más acreditados exegetas, Jesús no hablaba aquí del texto del AT, sino solamente de las interpretaciones tendenciosas por las que los judíos trataban de restringir su alcance (cp. Mt. 15:3-6). Incluso si se quiere interpretar de otro modo los pasajes del sermón del monte, no se puede por ello llegar a la conclusión de que la revelación antigua fuera errónea: lo más que se podría decir es que no había sido dada todavía en su plenitud (cp. Mt. 19:8).

(b) La unidad de Dios.
De principio, Dios aparece como único. Si se emplea la misma palabra en el AT y en el NT para designar a Jehová y a los falsos dioses, se da por supuesto que jamás los autores sagrados atribuyen a los segundos existencia real. Se trata de vanidades (Sal. 115:8; Is. 44:9; 1 Co. 8:4-6). Con frecuencia se puede ver detrás de ellos a los demonios, inspiradores de idolatría, mediante la cual se hacen dar a sí mismos la honra, en lugar de a Dios (1 Co. 10:19, 20).
Con toda certeza, Jehová es el Dios de Israel; pero este vínculo no tiene nada de común con las limitaciones que imaginaban los paganos. Para ellos, cada divinidad tenía sus circunscripciones, con fronteras bien delimitadas, fuera de las cuales otras divinidades ejercían su poder. Nada de esta concepción se halla en los autores sagrados. Jehová es el Dios de los israelitas por Su elección. En Su soberanía se quiso revelar a ellos (Dt. 4:33-36). Concluyó una alianza con ellos, y los eligió para que fueran Sus testigos. Esto no significa en absoluto que Su autoridad quede confiada a los que formaban parte de esta nación. Él es el Señor de todas las naciones (Sal. 82:8; 72:11, 17, etc.).
En el seno del pueblo de Israel hubo ciertamente los que atribuían una cierta realidad a los falsos dioses hasta el punto de rendirles culto. Incluso dentro de la Iglesia primitiva los había que no estaban del todo convencidos de la vanidad de los ídolos (1 Co. 8:7). Pero esta tendencia no apareció jamás entre los instrumentos de la revelación. Todo lo que se oye acerca del desarrollo progresivo del monoteísmo en el AT proviene de una interpretación inexacta de los textos. Desde la primera línea de Génesis, Dios es uno, Creador de todo el universo. Los Diez Mandamientos, cuya antigüedad es irrebatible, comienzan con la exclusión de toda falsa deidad (Éx. 20:3). La confesión de fe de Israel se halla en Dt. 6:4. Las afirmaciones de Is. 40-48 son insuperables en su vigor monoteísta, pero no aportan nada que sea fundamentalmente inédito con respecto a los textos más antiguos.

(c) La Trinidad.
La unidad de Dios no excluye en absoluto la distinción entre las Personas de la divinidad. Ya el AT deja entrever esta distinción, aunque ciertamente de una manera velada, ya que era sobre todo la unidad de Dios lo que debía ser destacado frente al politeísmo ambiental. Incluso si no se quiere tener en cuenta la forma plural «Elohim» unida a un verbo en singular, debido a que este hecho recibe varias interpretaciones, hay textos en los que el nombre de Dios es aplicable por adelantado al Mesías (Sal. 45:7-8; Is. 9:5); también, siendo que el nombre de «Señor» equivale al nombre inefable de Jehová, se ha de considerar el Sal. 11:1. Con Jehová se asocia un Hijo (2 S. 7:14; Pr. 30:4; cp. Sal. 2:12). El pasaje acerca de la Sabiduría en Proverbios (Pr. 8) nos la presenta como un ser personal, y no como una abstracción, hasta tal punto que, desde el mismo marco de referencia del judaísmo, sus filósofos llegaron a la conclusión de la existencia de un mediador, el Logos, entre Dios y el mundo.
El Espíritu de Dios es igualmente mencionado con frecuencia en el AT, y ello en términos que implican a la vez Su existencia propia y su unidad sustancial con Dios (Gn. 1:2; Sal. 51:13; 2 S. 23:1). Al llegar al NT hallamos allí la doctrina de la Trinidad netamente formulada, aun cuando no se emplee este término.
De entrada, el NT es tan formal como el AT al afirmar la unidad de Dios (Mr. 12:29; Stg. 2:19). La divinidad del Hijo y del Espíritu Santo no contradice en nada este hecho. Pablo opone el solo Dios y Padre y el solo Señor Jesucristo a la multiplicidad de las divinidades y de los señoríos del paganismo (1 Co. 8:5, 6).
Así, en el seno de la esencia divina única se pueden distinguir tres Personas que reciben igualmente el nombre de Dios, que en el seno de la Deidad mantienen unas relaciones a nivel interpersonal. Sería prolijo enumerar todos los pasajes donde este nombre se aplica al Padre. (He aquí unos como ejemplo: Jn. 20:17; 1 Ts. 1:1; 1 P. 1:2; Stg. 1:27; Jud. 1).
El Hijo es llamado Dios por el apóstol Juan (Jn. 1:1; 1 Jn. 5:20), por el apóstol Pedro (2 P. 1:1), por el apóstol Pablo (Tit. 2:13; Ro. 9:5), por el autor de la epístola a los Hebreos (He. 1:8). El texto más contundente es aquel en el que el mismo Jesús acepta que se le llame así (Jn. 20:28).
En cuanto al Espíritu Santo, es evidente en base a Hch. 5:3,4 que mentirle a Él es lo mismo que mentir a Dios. Ello es debido a que se trata de Dios. Su Personalidad queda también evidenciada por cuanto tiene voluntad (He.2:4); se comunica (He.9:8); conduce a los Suyos (Gá.5:18); justifica (1Co.6:11); enseña (1Co.2:13); y da testimonio (Ro.8:16), aparte de muchas otras actividades, de las que se mencionan varias principales en Jn.14,15 y 16.
Las tres Personas de la Trinidad son mencionadas juntas en la fórmula bautismal (Mt. 28:19) y en la bendición apostólica (2 Co. 13:13); también en 1 Co. 12:4, 6 y en Ef. 4:4-6, de manera que queda implicada su distinción. Esta distinción queda además posiblemente destacada aún más claramente en los pasajes en los que las tres Personas aparecen con funciones distintas: Por ejemplo, en el bautismo de Jesús, el Padre da testimonio del Hijo, sobre quien desciende el Espíritu Santo (Mt. 3:16, 17); a su muerte, el Hijo se ofrece al Padre por el Espíritu (He. 9:14); en Pentecostés, el Padre envía el Espíritu Santo en nombre del Hijo, y el Hijo lo envía de parte del Padre (Jn. 14:26; 15:26).
En nuestra experiencia de la salvación, la distinción entre las Personas se nos hace clara. Somos salvados según la presciencia de Dios Padre. Es el Hijo quien se ofreció en sacrificio para la redención. Es el Espíritu Santo quien aplica las bendiciones (1 P. 1:2). Pero esta distinción no está limitada a la administración de la salvación, sino que existe desde toda la eternidad en el seno de la esencia divina (Jn. 17:5).
Para acabar de precisar esta doctrina, debemos mencionar los textos que destacan la unidad entre las tres Personas; el primer libro en antigüedad del NT, la 1. Epístola a los Tesalonicenses, presenta al Padre y al Hijo de tal manera unidos, que el verbo que denota la acción de ellos está en singular, lo que es tan contrario a todas las leyes de la gramática griega como pueda serlo a las de la gramática de la lengua castellana. «Mas el Dios y Padre nuestro, y nuestro Señor Jesucristo, dirija (sic) nuestro camino» (1 Ts. 3 11). Jesús dijo de una manera explícita: «Yo y el Padre somos una sola cosa» (Jn. 10:30). Por su parte el Espíritu Santo está tan estrechamente unido al Padre y al Hijo que por Su venida al corazón del creyente también el Padre y el Hijo vienen a morar allí (Jn. 14:17, 23). La subordinación del Hijo al Padre y la del Espíritu Santo al Padre y al Hijo no implican diferencia alguna de esencia entre las tres Personas.
Para hacer comprender el misterio de la Trinidad, en ocasiones quizá para hacerlo aceptable al pensamiento humano, los teólogos han recurrido a diversos argumentos y a diversas comparaciones derivadas del mundo inanimado, y especialmente de la naturaleza humana. Como no hallamos ninguna argumentación de este género en la Biblia, no corresponde una discusión de este tema a un diccionario bíblico. Sin embargo, los que deseen estudiar a fondo esta cuestión hallarán un valioso tratamiento de la misma en la obra de L. S. Chafer, «Teología Sistemática», tomo I, PP. 294-313, y en la obra de F. Lacueva, «Un Dios en tres Personas» (PP. 125-166). (Véase también TRINIDAD).

(d) Los atributos de Dios.
A la pregunta ¿quién es Dios? hemos tratado de dar respuesta con la Biblia en la mano: Es Dios el Padre, Dios el Hijo, y Dios el Espíritu Santo. Tenemos que abordar ahora la cuestión que no puede venir más que en segundo lugar: ¿Cómo es Dios? Aquí es que deberemos mencionar lo que se denominan los atributos de Dios, esto es, los caracteres por los que se distingue de Sus criaturas. La Biblia no da una lista de Sus atributos como tal, sino que los muestra en actividad, de una manera concreta, en la historia de la revelación. De pasada se puede constatar que se aplican indiferentemente a las tres Personas divinas.
(A) Dios es eterno.
Esto no significa sólo que Dios haya existido siempre, y que siempre existirá (Sal. 90:2; Jn. 1:1; He. 9:14). Quiere decir además que nuestras nociones del tiempo no le son aplicables (2 P. 3:8). Por otra parte, no debiéramos por ello llegar a la conclusión de que el tiempo sea algo irreal o carente de importancia. Nuestros tiempos están en Sus manos, y es a través del curso de los años que Él manifiesta Su obra (Sal. 31:16; Hab. 3:2). Dios permanece invariable (Sal. 102:28; He. 13:8); pero la creación y la redención consumadas en el tiempo dan un resultado que cuenta para la eternidad.
(B) Dios es omnisciente.
(Sal. 139:2-4; Jn. 16:30; 1 Co. 2:10). En virtud de Su eternidad, conoce el porvenir lo mismo que el pasado (Sal. 139:16). No se trata aquí de un mero conocimiento teórico, como si Dios fuera el espectador pasivo de lo que acontece. Cuando leemos, p. ej., que Dios conoce el camino de los justos (Sal. 1:6; 1 Co. 8:3), ello implica que viene a tener conocimiento de Su criatura, y que la admite a Su comunión. Cuando se afirma que Él contempla los hechos culpables de los pecadores (Is. 59:15, 16; Lm. 3:36), ello implica que intervendrá para castigarlos.
(C) Dios es omnipresente.
(Sal. 139:7-10; Mt. 18:20; 28:20), pero no en un sentido panteísta, como si no pudiera distinguirse de Su creación. Por una parte, Dios no se halla limitado a Su universo. Los cielos y los cielos de los cielos no pueden contenerle (1 R. 8:27). Por otra parte, Sus criaturas no constituyen parte de la divinidad, sino seres distintos que Dios ha creado ante Él. La omnipresencia del Creador hace que no podamos jamás hallarnos lejos de Él (Hch. 17:28). Personas extraviadas han llegado a creer que a semejanza de las divinidades paganas, Dios ejercía Su jurisdicción sobre un territorio limitado (Jer. 23:23; Jon. 1:3). Pero la historia de Jonás muestra precisamente lo real que es la omnipresencia de Dios.
(D) Dios es todopoderoso.
(Mt. 19:26; 28:18; Ap. 1:8). Su omnipotencia no es sólo algo virtual, sino que es eficaz (Sal. 115:3). No debemos llegar a la conclusión de que todo lo que sucede resulta directamente de su acción. Él deja a sus criaturas una responsabilidad real. No es en absoluto el autor del pecado (Hab. 1:13; Stg. 1:13), por bien que sea el hacedor del infortunio (Am. 3:6). En Su soberanía, controla el poder de los malvados y del mismo diablo (Jb. 1-2) y puede también sacar bien del mal (Gn. 50:20). Este hecho aparece particularmente en la cruz, que representa el crimen humano por excelencia, así como la obra maestra de Satanás, y que al mismo tiempo constituye el cumplimiento de la parte fundamental del plan de Dios (Hch. 2:23; 4:27, 28).
(E) Dios es espíritu.
(Jn. 4:24). Esto no le impide manifestarse bajo una forma visible o sensible (teofanías: Gn. 18:1, 2; Éx. 3:2; Jue. 6:11, 12; 1 R. 19:12; Is. 6:1). Pero la misma diversidad de las formas bajo las que apareció nos revela que ninguna de ellas es esencial. En el Sinaí, los israelitas no vieron ninguna figura (Dt. 4:15). De la misma manera sucede con las expresiones antropomórficas que hallamos especialmente en las primeras páginas de la Biblia y en los libros poéticos, que deben tomarse como lo que son: figuras de lenguaje que se acomodan a nuestro vocabulario, y que nos ayudan a comprender de manera más exacta cómo es Dios. Mediante la Encarnación, Dios nos dio en Su Hijo una imagen a la vez perfecta y concreta de Sí mismo (Jn. 1:14, 18; Col. 1:16).
(F) y (G) Dios es misericordioso y justo.
(Sal. 33:4, 5; 103:6-8; 145:17; He. 2:17; 1 Jn. 2:1). Estos dos atributos son mencionados juntos en muchas ocasiones en las Escrituras, y no sin razón, ya que se complementan el uno al otro. Sin misericordia, la justicia sería implacable, y todos los hombres estarían perdidos; sin justicia, la misericordia sería una indulgencia culpable hacia el pecado, y el universo se hundiría en la anarquía. En Su misericordia, Dios ha tenido compasión del pecador, pero en Su justicia solamente le salva quitando de sobre él sus pecados. La importancia de estos dos atributos aparece de manera particular en el texto de Éx. 34:4, 6, donde Dios mismo los menciona, al proclamar cómo Él es. Hallan su expresión suprema en la cruz. El Señor quiere comunicarlos a aquellos que son Suyos(Lc. 6:36; 1 Jn. 3:7).
(H) Dios es santo.
(Jn. 17:11; Hch. 4:27; Jn. 14:26). Los textos que declaran esta realidad del ser de Dios son tan numerosos que sería prolijo enumerarlos todos. El término «santo» significa «separado», «puesto aparte». Dios se distingue radicalmente de los hombres pecadores. En el AT, la santidad de Dios se hacía patente en la distancia que mantenía entre Sí y los hombres. Sólo los sacerdotes podían ofrecer los sacrificios. El lugar santísimo era accesible solamente al sumo sacerdote, una vez al año (Lv. 16:2). Las víctimas debían ser intachables (Lv. 22:20; Mal. 1:13, 14). Estaba prohibido mirar el arca, y con mayor razón tocarla (1 S. 6:19; 2 S. 6:6, 7). No se puede ver el rostro del Señor, y seguir vivo (Éx. 33:20). Esta santidad exterior debe ser ilustración de la santidad moral de Dios, Su horror hacia el pecado y Su perfección en el bien. Exige la santidad de los adoradores (Lv. 19:2). En el NT, la santidad de Dios se manifiesta por la santidad perfecta del Señor Jesucristo (Jn. 8:46; 14:30) y sobre todo por el sacrificio de la cruz (He. 9:22). En el NT hay también la consecuencia que los redimidos son santos por su pertenencia a Dios, y que deben comportarse de una manera consiguiente en su conducta por la acción del Espíritu Santo (1 Co. 3:17; 2 Co. 3:18; 1 P. 1:15).
(I) Dios es amor.
(1 Jn. 4:8; Gá. 2:20; 2 Ti. 1:7). Es este atributo que puede ser considerado tanto en Dios como en nosotros como el vínculo de la perfección (Col. 3:14). Este amor es el motivo último de las actividades divinas. Más allá no hay nada. Une entre sí a las Personas de la Trinidad (Jn. 5:20; 14:31). Explica la elección de Israel (Dt. 7:6-8) dentro de una intención misericordiosa hacia todas las naciones (Gn. 12:3). Se extiende hacia el mundo y se manifiesta por el don del Hijo unigénito y Su muerte por los inicuos (Jn. 3:16; Ro. 5:8; 1 Jn. 4:9, 10). Implica que los redimidos quedan, a su vez, llenos de amor, primero hacia Dios (Mt. 22:37) y por ello hacia sus hermanos (1 Jn. 4:11), e incluso para sus enemigos (Mt. 5:44).

nom, DIOS (Nombres)

tip, DOCT CRIT
ver, DIVINIDADES PAGANAS, PENTATEUCO, EJÉRCITO DE LOS CIELOS
vet,
Se rendía una veneración muy particular al «nombre de Dios» en Israel (Éx. 20:7; Dt. 5:11). Ello se debe a que este nombre, objeto del mayor de los respetos por parte de todos los creyentes, era para los israelitas como la misma persona del Señor. En Éx. 23:20, se dice del ángel que manifestaba Su presencia que el nombre de Jehová estaba en él, lo que significa que Dios estaba en él. En Dt. 12:11 leemos que en el país de Canaán Dios se reservará un lugar donde morará Su nombre. En otros pasajes, el nombre de Dios viene a ser sinónimo de Su presencia, p. ej., Sal. 20:2: «Jehová te oiga en el día de la angustia; el nombre del Dios de Jacob te defienda.»
Así se explica el hecho de que entre los principales pecados condenados en el Decálogo figure aquel que consiste en «tomar el nombre de Dios en vano». Esta veneración del nombre inefable de Dios (Jehová) llega entre los judíos hasta extremos rayanos en la superstición. Se llegó a ni osar pronunciar este nombre, y a prohibir su utilización, e incluso a castigar con la muerte a los mismos rabinos que, por error, lo llegaban a pronunciar públicamente. Se excluyó la lectura del nombre, ya que no el nombre mismo, del texto sagrado. Sobre las cuatro consonantes del nombre, o tetragramatón, se colocaron vocales (las del vocablo «Adonai», Señor), de manera que en todas las ocasiones que al leer la Torá se hallaba el nombre de Jehová, se pronunciaba «Adonai».
En el NT se halla el nombre empleado en el sentido particular que se ha estado señalando. Es evidente que «creer en el nombre» de Jesús (1 Jn. 5:13) es creer en Jesús mismo. El pedir a Dios que Su nombre «sea santificado» es orar para que se reconozca y respete la santidad del mismo Dios (cp. el lugar que toma el «nombre» en Hechos 3:16; 4:10, 12, 17, 30; 5:28, 40; 8:12, 16; 9:15-16, 28; 10:43; 19:17; 21:13; 26:9).
Los nombres dados a Dios en la Biblia dicen cómo es Dios. Y lo dicen indudablemente mucho mejor que todos los comentarios que puedan hacerse de Su persona.

(a) ELOHIM.
Elohim es ciertamente una de las designaciones más antiguas del Dios de la Revelación. Se halla en los relatos bíblicos de la creación y de la época patriarcal. Sólo la Biblia conoce este término. Es cierto que tenía un origen semítico: en las lenguas cananea y caldea Dios se llamaba El. Indudablemente, se había preservado el antiguo nombre de Dios dado en la revelación original, conocida por Noé, pero que quedó posteriormente rodeado de conceptos paganos. Así, Abraham y sus descendientes retomaron el nombre de El en su sentido originario, desvinculado de connotaciones paganas, para designar a Dios. En Israel, este nombre asume un carácter más particular, viniendo a ser el nombre propio del Dios único e incomparable. Es así que se acompaña siempre con un adjetivo que destaca un aspecto una virtud del mismo Dios El Shaddai (Dios Todopoderoso Gn. 17:1), El Elión (Dios Altísimo Gn. 14:18), El Olam (Dios eterno Gn. 21:33), El Ganna (Dios celoso Éx. 20:5), El Hai (Dios viviente Jos. 3:10). De todas maneras se usa preferentemente la forma plural Elohim. Ciertos críticos han sostenido que al ser Elohim un plural ello constituye prueba del politeísmo de los antiguos hebreos. Sin embargo, la prueba de que esto es una falsa acusación la tenemos en los adjetivos que acompañan al término Elohim de la Biblia, y que se hallan siempre en forma singular. Así, en Gn. 1:1 se dice, no que Elohim (los dioses) crearon, sino: Elohim creó (bórá). En realidad la forma plural de Dios en la Biblia evoca un sentimiento de reverencia. Es un plural mayestático, el nombre que sintetiza todas las perfecciones divinas. Al mismo tiempo, insinúa la presencia de una pluralidad de personas en el seno de la deidad. Cp. igualmente los consejos en el seno de Dios: «Hagamos al hombre...» (Gn. 1:26) y «He aquí el hombre es como uno de nosotros» (Gn. 3:22).
Elohim se deriva de una raíz que significa «ser fuerte, poderoso». Este nombre del Dios poderoso conviene particularmente al Creador de Génesis 1, donde se emplea constantemente. Aparece 2.312 veces en el AT.

(b) JEHOVÁ.
Éste es el nombre más empleado en el AT (6.499 veces). En castellano se transcribe en esta forma. No se trata de un sustantivo, sino de un calificativo que, en hebreo, se presenta en forma de un tetragrama: YHVH. Éste es el nombre inefable, que los judíos no tenían derecho alguno a pronunciar, y que debían sustituir en la lectura del texto sagrado por Señor (mi Señor, Adonai). Es por esta lectura que los masoretas tuvieron la idea de añadir a las cuatro consonantes YHVH las vocales que pertenecían al sustantivo Señor (Adonai). El lector judío, así, no se equivocaba; sabía que tenía allí dos nombres en uno, uno todo en vocales, el otro todo en consonantes. Más tarde, los cristianos transcribieron erróneamente como «Jehová», dando así en una sola palabra las dos juntas. La verdadera transcripción debiera darse como YªHV'H, o Yahveh. YHVH significa «Aquel que es». En este nombre encontramos a la vez la afirmación metafísica del Ser eternamente presente (Yo soy), que está en el origen y al final de toda existencia, Dios único, incomparable, sin limitaciones, y la afirmación moral y espiritual de la fidelidad divina. Yahveh, éste es el Dios que se relaciona con el hombre, y que le quiere dar Su propia vida (la raíz de Yahveh es a la vez ser y vivir). La inmortalidad, la verdad y la fidelidad quedan reunidas en Yahveh. Si «Elohim» destaca un atributo de Dios, el poder, «Yahveh» revela con mayor fuerza Su propia esencia. El uso de este último nombre muestra que se relaciona con el Dios de la redención y del pacto que se revela al hombre para salvarle. Es Elohim, el Creador, quien dijo: «Hagamos al hombre a nuestra imagen» (Gn. 1:26); pero es como Yahveh-Elohim que entra en relación con el hombre a partir de que éste toma su lugar en la escena, advirtiéndole, juzgándole, prometiéndole salvación, revistiéndole de pieles de animales sacrificados (Gn. 2:7, 16; 3:9, 15, 21). Otras expresiones compuestas con el mismo nombre completan esta revelación de la providencia y de la salvación divinas:
(A) «Yahveh-Jireh», Jehová proveerá (Gn. 22:13-14);
(B) «Yahveh-Rafah», Jehová que te sana (Éx. 15:26);
(C) «Yahveh-Nissi», Jehová mi bandera (Éx. 17:15);
(D) «Yahveh-Shalom», Jehová Paz (Jue. 6:24);
(E) «Yahveh-Raah», Jehová mi Pastor (Sal. 23:1);
(F) «Yahveh-Tsidkenu», Jehová nuestra justicia (Jer. 23:6).
En verdad, Jehová, el Dios salvador, responde a todas las necesidades de nuestro ser.
La teología crítica ha pretendido que el empleo de los dos nombres Elohim y Yahveh denota en el texto bíblico dos autores diferentes, el Elohísta y el Yahvista (sin hablar de otras «fuentes» constantemente puestas al día; véase PENTATEUCO), que hubieran escrito mucho tiempo después de Moisés, y con mucho tiempo entre sí. Pero el argumento basado sobre los nombres divinos no demuestra nada en absoluto: Sólo en Génesis, Elohim aparece 164 veces, y Yahveh 146 veces. ¿Acaso se puede recortar el texto en otros tantos fragmentos? ¿Y qué se va a hacer del nombre Yahveh-Elohim (Jehová Dios), que aparece desde el capítulo 2? ¿Se va a decir también que los otros nombres (Adonai, etc.) revelan cada uno de ellos a un nuevo autor, distinto de los otros? Según los críticos, el nombre de Jehová no hubiera sido revelado más que a partir de Moisés ante la zarza ardiente, puesto que Dios le afirma: «Así dirás a los hijos de Israel: El YO SOY me ha enviado a vosotros» (Yo soy, «Eheieh», ésta es la transcripción de la 1ª persona de Yahveh; «Él» es, tal es el sentido verdadero de Su Persona). El Señor añade, al enviar a Moisés: «Y aparecí a Abraham, a Isaac y a Jacob como Dios Omnipotente, mas en mi nombre JEHOVÁ no me di a conocer a ellos» (Éx. 3:15; 6:3). ¿Qué significa esta declaración, frente a todo lo que hemos afirmado acerca de la presencia de Jehová en todas las páginas del Génesis? Una explicación que se ajusta a la mentalidad oriental acerca de la naturaleza de los hombres es como sigue: El Éxodo es por excelencia el libro del pacto y de la redención. Dios se revela en el Éxodo como nunca lo había hecho a los patriarcas, y ello no solamente a Su pueblo, sino también a los egipcios y a Faraón. El rey exclamó: «¿Quién es Jehová?... Yo no conozco a Jehová» (Éx. 5:2), y la respuesta del Señor vuelve como un proverbio: .... y vosotros sabréis que yo soy Jehová» (Ez. 6:7; 7:5, 17, etc., cp. Ezequiel, donde esta expresión aparece más de 50 veces, p. ej., Ez. 5:13; 6:14, etc.). Así, conocer a Jehová es reconocer Su naturaleza, Su carácter, Su soberanía, Su obra en juicio y salvación.

(c) JEHOVÁ DE LOS EJÉRCITOS.
Jehová de los ejércitos. Expresión frecuentemente empleada en el AT (Is. 54:5; Os. 12:6, etc.), más particularmente en los libros preexílicos (Samuel, Reyes, Salmos, Isaías, Amós). Este nombre compuesto viene a ser sinónimo de Creador todopoderoso, de dominador supremo, de Dueño de todo el cosmos.

(d) ADONAI.
Adonai, Señor, Dueño. Este nombre fue también aplicado ya desde el principio al Dios de Israel (Gn. 15:2, 8; 18:3, 27, 30; Éx. 23:17; 34:23); se utiliza 427 veces en el AT, expresando la soberanía de Dios, y por ello el sentimiento de dependencia de la creación, la noción de que el hombre está al servicio de su Creador, a quien pertenece, y a quien debe su existencia como el vasallo a su soberano. (Notemos que el término «adonai» se emplea también para un hombre; p. ej., Abraham es el «Señor» de Sara y de su siervo (Gn. 18:12; 24:9, 10, 12). Moisés, amedrentado ante el servicio al que ha sido llamado, emplea el nombre divino apropiado al decir: «¡Ay, Señor [Adonai]!, nunca he sido hombre de fácil palabra. . . » Y es Jehová [Yahveh] quien le promete Su presencia y ayuda eficaz (Éx. 4:10-17). El término Señor («Kurios») en el NT es el equivalente de «Adonai».

(e) EL SANTO DE ISRAEL.
El Santo de Israel. En el libro de Isaías, Dios es frecuentemente llamado el Santo de Israel, o solamente el Santo, para denotar el Dios de Israel, o el Verdadero Dios (Is. 1:4; 5:19, 24; 6; 40:25, etc.). En Ezequiel, Dios se hace conocer como Jehová, como el Dios poderoso y verdadero, al manifestar Su santidad (Ez. 20:41 ss; 28:22; 36:2 etc. Es preciso señalar que Dios jura por Su santidad, como jura por Sí mismo (Am. 4:2; Sal. 89:36; Gn. 22:16; Éx. 32:13; Jer. 22:5; Is. 45:23).
La santidad parece ser sinónima con la divinidad. La lectura de un libro como Levítico deja al lector convencido de ello. La santidad, considerada en Dios, no resulta ser tanto uno de Sus atributos como Su mismo carácter. A través del AT, los textos en los que se trata la santidad divina expresan a la vez Su inefable pureza, Su horror al mal, su aborrecimiento contra el pecado, al igual que Su gloria, majestad, elevación y Su grandeza supremas. La santidad de Dios está en estrecha relación con Sus celos, Su ira y Su venganza. Su naturaleza celosa (Éx. 20:15) no es nada más que Su santidad en acción (Oehler). En Ez. 38:18, 23 leemos que en Sus celos e ira Jehová ejercerá Sus juicios sobre Israel y que así Él se glorificará y santificará. La venganza de Dios es una consecuencia de Sus celos y de Su ira (Nah. 1:2; Ez. 25:14, 17). Los celos, la ira, y la venganza estallan cada vez que la voluntad de Dios se enfrenta a la oposición de los hombres, cada vez que es menospreciada y desobedecida.
Al revelarse como santo, Dios intimaba a Israel que ellos debían ser también santos (Lv. 11:44; 19:2; 20:7, 27; cp. 1 P. 1:16). Esta orden queda, como vemos en la cita de 1 Pedro, reafirmada para los creyentes del Nuevo Pacto.

(f) PADRE.
El NT nos dice que Dios es luz, y que es amor (1 Jn. 1:5; 4:8), pero aquí se trata de Su naturaleza y atributos y no de nombres divinos. La revelación más sublime le da el título que resume para el creyente todos los demás títulos y atributos: el de «Padre». El contenido y sentido de este nombre nos ha sido revelado claramente por Jesucristo, por Sí mismo, por la parábola del hijo pródigo (Lc. 15), el Padrenuestro (Lc. 11); por Su oración sacerdotal (Jn. 17). Y esta revelación nos la ha dado en Su calidad de «Hijo», y con el don total que consumó en el Calvario, donde Dios estaba en Cristo, reconciliando consigo al mundo (2 Co. 5:19).
Pero Jehová estaba ya considerado como «Padre» en un sentido nacional, e invocado como tal, desde el mismo AT. Recordemos las incomparables estrofas del profeta Isaías: «Pues tú eres nuestro padre, si bien Abraham nos ignora, e Israel no nos reconoce; tú, oh Jehová, eres nuestro padre; nuestro Redentor perpetuo es tu nombre...» (Is. 63:16; 64:7). Sin embargo, hay más que la idea del Dios que da la existencia a la nación, que la nutre, la protege, y la salva en su territorio (Os. 11:1). Al releer los pasajes en los que los escritores sagrados hablan de las relaciones entre Dios y el hombre, de la indignidad de los pecadores al título de hijos de Dios (Is. 1:2; 30:1-9; Sal. 73:15); y los que atribuyen a Dios el título de «Salvador» (Sal. 106:21; Is. 43:3, 11; 49:26; 60:16; 63:8; Jer. 14:8; Sof. 3:17, etc.). La paternidad divina se revela también en esta noción del Dios-Salvador, que da por segunda vez la vida a Sus hijos.
Así, a través de los nombres de Dios, constatamos que la revelación bíblica se mantiene de una manera coherente consigo misma desde sus orígenes, y que a través de las diversas formas de Su Nombre se expresan a la vez el carácter, la identidad, la voluntad, y los actos de Dios.

nom, DIÓTREFES

tip, BIOG HOMB HONT
vet,
Una persona por otra parte desconocida, con gran poder en una iglesia, que gustaba de tener la preeminencia: rehusaba recibir a ciertos hermanos, y expulsaba a otros (3 Jn. 9). Así de tempranamente empezó a manifestarse el espíritu clerical en la iglesia.

nom, DISCÍPULO

tip, OFIC
vet,
Aquel que sigue a un profeta, maestro, etc. es enseñado por él y es partidario de esta enseñanza (cfr. Is. 8:16; Mt. 10:24; Mr. 2:18). Así los doce apóstoles son llamados discípulos (Mt. 10:1), al igual que otro grupo más numeroso de partidarios de Jesús (Jn. 6:66; cfr. Lc. 10:1-12)
El encargo de Mt. 18:19 dice literalmente: haced discípulos de todos los pueblos. En los Hechos, hasta 21:16, todos los adeptos (incluso mujeres) son llamados discípulos de Jesús. Muchas normas de los Evangelios que algunos creen que están pensadas solamente para algunos, son, en cambio, válidas para todos los cristianos (Jn. 13:35, por ejemplo).

nom, DISPENSACIÓN

tip, DOCT ESCA
ver, MILENIO
vet,
(gr. «oikonomia»).
Significa literalmente «administración de una casa», una «economía», y de ahí un trato ordenado con los hombres por parte de Dios en la variada administración de Sus caminos en distintos tiempos.
Al examinar las administraciones de Dios con los hombres, podemos señalar el estado de inocencia en Edén, aunque difícilmente participó del carácter de una dispensación. Se dio un mandato a Adán y Eva, con demanda de obediencia, anunciándose la pena si desobedecían.
Esto fue seguido por un prolongado período de casi 1.600 años hasta el Diluvio, (un período sin tratos concretos de Dios con los hombres, aunque ciertamente con la promesa del Liberador dada en el Protoevangelio (Gn. 3: 15)). Durante este tiempo los hombres se corrompieron en todos sus caminos, y la tierra se llenó de violencia. Entonces Dios habló al mundo en la persona de Noé, que fue «pregonero de justicia», esperándose en paciencia por su arrepentimiento mientras el arca era preparada (1 P. 3:20; 2 P. 2:15). No mostraron arrepentimiento, y el mundo antiguo pereció. En el mundo postdiluviano Dios estableció el gobierno humano, en tanto que el conocimiento de Dios, como Dios que juzgaba el mal, era dispersado por los descendientes de Noé; se hallan tradiciones del Diluvio por prácticamente todas las tribus y lenguas del mundo. Esto constituye otro testimonio divino. Siguió después la división de la tierra entre varias naciones y tribus, según sus familias y lenguas. Entre éstos prevaleció la ignorancia acerca de Dios (Hch. 17:30), a pesar del testimonio del poder y deidad de Dios, y del testimonio de la conciencia mencionado en Ro. 1-2.
Unos 360 años después del Diluvio empezó la Era Patriarcal con el llamamiento de Abraham, un nuevo trato soberano de parte de Dios; pero esto quedó limitado a Abraham y a sus descendientes.
(a) DISPENSACIÓN DE LA LEY.
La Dispensación de la Ley vino a continuación, que es, estrictamente hablando, el primer sistema públicamente ordenado de los tratos de Dios con los hombres, y administrado por ángeles (Dt. 33:2; Hch. 7:53; Gá. 3:19).
Los oráculos de Dios fueron dados a una nación, a la única nación de toda la tierra que Dios había conocido de esta manera (Am. 3:2). Fue la dispensación de «Haz esto, y vivirás con bendición; desobedece, y recibirás maldición» (cp. Dt. 28).
Esta dispensación tuvo tres etapas:
(A) Unos 400 años bajo los Jueces, tiempo en que Dios hubiera sido el Rey de ellos en una teocracia directa, pero en cuyo tiempo cada uno hacía lo que bien le parecía.
(B) 500 años como reino bajo reyes.
(C) 600 años desde el cautiverio hasta la venida de Cristo. En relación con ello hubo el testimonio profético: la Ley y los profetas fueron hasta Juan (Lc. 16:16).
Durante esta «Dispensación de la Ley» tuvieron su comienzo los Tiempos de los Gentiles con la supremacía política de Nabucodonosor, la cabeza de oro y rey de reyes (Dn. 2:37, 38); siguen corriendo su curso, y continuarán hasta que el Señor Jesús comience Su reinado.
(b) DISPENSACIÓN DE LA GRACIA.
La Dispensación de Gracia y Verdad comenzó, después de la predicación de Juan, con la venida de Cristo.
Durante esta economía se predica el Evangelio, la gran Amnistía que Dios ofrece a toda criatura bajo el cielo, y tiene lugar el llamamiento de la Iglesia a separarse para el Señor, extendiéndose este período como intervalo, desde el día de Pentecostés hasta el arrebatamiento de los santos (Hch. 2:1-4; 1 Ts. 4:13-18).
Dios encomendó a Pablo una «dispensación» especial, tanto en lo que respecta al Evangelio, como para cumplir la palabra de Dios por la doctrina de la Iglesia como el cuerpo de Cristo (1 Co. 9:17; Ef. 3:2, 3; Col. 1:25, 26).
(c) DISPENSACIÓN DEL REINO.
La Dispensación del Reino de Cristo sobre la tierra durante el milenio. Recibe también el nombre de «la dispensación del cumplimiento de los tiempos» (Ef. 1:10; Ap. 20:1-6). (Véase MILENIO).
Bajo todas estas variadas administraciones se manifiestan la bondad y fidelidad de Dios, y se hace universalmente manifiesto el fracaso del hombre.



nom, DISPERSIÓN

vet,
Este término se aplica a la nación de Israel ahora dispersada por todo el mundo (Est. 3:8; Jer. 25:34; Ez. 36:19; Jn. 7:35).
Fue a los creyentes entre ellos que se dirigieron especialmente las Epístolas de Santiago y 1 Pedro.

nom, DIVINIDADES PAGANAS

tip, DIOS ARQU LEYE
ver, DIANA, CÁSTOR Y PÓLUX, EGIPTO
sit,
vet,
La Biblia, especialmente en el AT, contiene numerosas alusiones a divinidades paganas adoradas por los vecinos de Israel y por ciertos pueblos de la antigüedad. En este artículo se desarrollarán hasta cierto punto estas alusiones, siendo imposible dar un tratado completo de mitología.
(a) PANTEÓN CANANEO.
Los cananeos adoraban como dios supremo al o El, el padre de los dioses, y en ocasiones recibe el nombre de EI-Elion (Dios altísimo) y sin dudas «lsedek» (Justicia) y «Shalem» (Paz). Su esposa era Aserá (Astarté), la «Dama de la mar», cuyo símbolo era un poste sagrado (Éx. 34:13; Jue. 3:7; 6:25-28; 1 R. 15:13; 18:19; 2 R. 21:7; 23:6).
Pero el gran dios de los cananeos era Baal (Dueño o Señor), «Cabalgador de las nubes», señor del rayo, muriendo bajo los golpes de su enemigo «Mot» (la Muerte), siendo llorado por su hermana-esposa «Anat», la diosa de la guerra, que lo retorna a la vida. Numerosas localidades llevan su nombre (Baal-peor, Baal-hermón, etc.), así como él mismo tiene muchos nombres particulares: Baal-zefón (Baal del norte, Éx. 14:2); Baal-Berit (Baal de la alianza, Jue. 8:33); Baal-Zebul (Baal-príncipe, 2 R. 1:2). Se asocia con el toro. Es probable que Hadad fuera uno de sus nombres (1 R. 15; 18). Para evitar leer el nombre maldito de Baal en el culto público, los judíos decían en su lugar Boset (abominación): así, se leía Isboset en lugar de Esbaal (1 Cr. 8:33; 2 S. 2:8).
El padre de Baal era Dagón, el dios del grano, inventor del arado. Bajo la figura de un hombre con cuerpo de pez, lo adoraban los filisteos (Jue. 16:23; 1 S. 5:2-7; cp. Jos. 15:41) y en Bet-seán.
La gran diosa era Astoret o Astarté, diosa de la fecundidad, cuyo culto de carácter sexual era una fuente de degradante inmoralidad, por cuanto sus sacerdotisas se entregaban a la prostitución sagrada (Jue. 2:13; 10:6; 1 R. 11:5, 33; 2 R. 23:13; cp. igualmente las prostitutas mencionadas en 1 R. 14:24; 15:12; 22:47). Su culto parece que había sido importado de Mesopotamia, donde era adorada bajo el nombre de Istar. Está asociada con la estrella vespertina, Venus.
Moloc (heb. «Melek» = «rey»), divinidad de los amonitas, que exigía monstruosos sacrificios de niños, que eran quemados en su honor. En ocasiones se le identifica con Milcom (1 R. 11:5, 33) o Malcam (Jer. 49:1, 3). Moloc era muy semejante a Baal (cuyo nombre significa también Señor; cp. Jer. 32:35); su culto estaba prohibido en Israel bajo pena de muerte (Lv. 18:21; 20:1-5). A pesar de esto, el pueblo y sus reyes se entregaron a esta horrible idolatría (2 R. 17:17; 2 Cr. 28:3; 33:6), que los profetas denunciaron severamente (Jer. 7:29-34; Ez. 16:20-22, etc.). Las excavaciones, particularmente en Palestina, han revelado los restos de esqueletos calcinados de niños pequeños alrededor de los santuarios de Moloc.
El panteón cananeo comprende también una gran cantidad de otros dioses, cuya lista es difícil de ser precisada. Allí se hallan «Shemesh», el suelo; «Yarik», la luna; «Horon» y «Ashimah». Los cananeos adoraban también a una multitud de divinidades familiares: los «terafim» (Gn. 31:19). Los moabitas tenían como gran dios a Quemós (1 R. 11:7), también adorado por los amonitas (Jue. 11:24). Cosa curiosa desde el punto de vista arqueológico, la Estela de Mesa atribuye a la ira de Quemós el dominio de Israel sobre Moab.

(b) DIVINIDADES BABILONIAS.
Bel (en acadio «Bëlû», relacionado con el heb. «Baal», Señor), finalmente identificado con Marduk, es la principal divinidad de Babilonia (Jer. 51:44). Los hebreos lo llamaban Merodac (Jer. 50:2; cp. Is. 39:1). Era un Dios solar, a cuyos rayos se atribuía la renovación de la naturaleza en la primavera, la época en que se celebraban sus fiestas. Fue poco después del año 2000 a.C. que los babilonios lo situaron a la cabeza de su panteón. Según «Enuma Elish» (el relato babilónico de la creación), Marduk consiguió este lugar al dar muerte a Tiamat, la diosa del abismo. Era adorado particularmente en Esagil, el famoso templo de Babilonia.
La diosa Istar era la equivalente babilónica de Astarté, el gran principio femenino de la reproducción y de la fecundidad de toda Asia occidental. También se hacía de ella la diosa de las batallas, y los asirios la dieron como esposa a su dios guerrero, Assur. Otro dios asociado con Istar era Tammuz (Ez. 8:14), patrón de la vegetación y de los rebaños; se correspondía con el Adonis de los griegos y en cierto sentido con el Osiris de los egipcios. Cada otoño su pretendida muerte dejaba inconsolable a Istar, que lo devolvía de los infiernos de nuevo a la tierra en primavera, en medio de frenéticos estremecimientos de regocijo. Este culto de la fertilidad, como muchos otros semejantes, iba acompañado de la hierogamia, esto es, una unión ritual del rey con una sacerdotisa del dios. Biblos (en la Biblia, Gebal, Ez. 27:9) era un centro particularmente conocido.
Nebo, dios de la sabiduría y de la literatura (Is. 46:1) era adorado especialmente en Borsipa, cerca de Babilonia. Assurbanipal, gran protector de las ciencias y de la enseñanza, declara en una inscripción «Yo, Assurbanipal, aprendo la sabiduría de Nabu (Nebo en acadio) todo el arte de escribir sobre tabletas de arcilla.».
Nergal, otro dios del suelo, considerado en su acción destructora (2 R. 17:30), tenía su centro de culto en Cuta. Reinaba sobre los infiernos, la guerra y la peste.
Se puede citar también a Sin, dios de la luna, particularmente venerado en Ur.

(c) DIVINIDADES GRIEGAS Y ROMANAS.
Júpiter (forma lat. del gr. «Zeus» «Pater») es el dios supremo del cielo. Padre de muchos otros dioses, controla los elementos, envía la lluvia y los rayos; él es quien decide las batallas y preside en la justicia y la verdad. Esto no le impedía ser totalmente amoral ni de constituir el ejemplo del adulterio, de la falsedad y de la violencia. En Listra, la multitud quedó convencida de que se les había aparecido Júpiter en la persona de Bernabé (Hch. 14:11-13). El templo del dios estaba situado a la entrada de la ciudad, lo que era frecuentemente el caso.
Mercurio (Hermes en la mitología griega), hijo de Júpiter, era el dios del comercio, patrón de los oradores y de los ladrones. En Listra tomaron a Pablo por Mercurio, indudablemente a causa de su elocuencia.
Diana (Artemisa en gr.) tenía un famoso templo en Éfeso. (Véase DIANA).
Los griegos y romanos tenían una verdadera hueste de dioses (cp. Hch. 17:16, 23), pero el NT sólo menciona a los dióscoros, en Hch. 28:11. Se trataba de dos héroes mitológicos, Cástor y Pólux, hijos de Leda y engendrados, el primero por Tíndaro, rey de Esparta, y el segundo por Júpiter mismo. Los marinos los invocaban, ya que ellos eran los protectores frente a los peligros de la mar. Las dos estrellas mayores del tercer signo del zodíaco, Géminis (gemelos) llevan su nombre. (Véase CÁSTOR Y PÓLUX).

(d) DIVINIDADES EGIPCIAS.
Véase EGIPTO.

CONCLUSIÓN.
Este breve examen de los diversos panteones de la antigüedad deja una lamentable impresión. Tenemos en estas divinidades lo más mezquino que las naciones más civilizadas fueron capaces de imaginar (Ro. 1:22-23). Éstos eran verdaderamente dioses hechos a imagen del hombre: inmorales, crueles, impotentes, contradictorios. Innumerables, eran siempre presentados como en guerra constante unos contra los otros.
Adorados bajo la forma de ídolos mudos e inertes, les era imposible anunciar la verdad ni salvar a nadie (Is. 44:6-20; 46:1-8, etc.). Su influencia sobre Israel fue nefasta. Pablo, a este respecto, declara que el ídolo en sí mismo no es nada, pero que su culto, en realidad, se dirige a los demonios (1 Co. 10:19-20). Lo mismo sucede con todos los cultos dirigidos a imágenes e ídolos modernos en tantos santuarios, y a todo aquello que nos aparta del Dios único y verdadero. En contraste a esto, ¡qué soplo vivificante es el que hallamos en la revelación bíblica del Dios Espíritu único, todopoderoso, santo, eterno, omnisciente, amor en sí mismo, y el único capaz de salvar! (Is. 45:20-25, etc.).

nom, DIVISIÓN. Véanse HEREJÍA, SECTA.

nom, DIVORCIO

tip, TIPO
vet,
Disolución del lazo matrimonial. Moisés había consentido que los hombres repudiaran a sus mujeres por cualquier causa, como vemos en Dt. 24:1, 3; pero el Señor Jesús mantuvo la ordenanza original de Dios de que lo que Dios había unido, el hombre no tenía derecho a separar; por ello un hombre no tiene derecho a divorciarse de su mujer excepto por causa de fornicación, cuando ella misma haya disuelto el lazo matrimonial (Mt. 5:31, 32; 19:3-9). Se debe dar carta de divorcio a la mujer. La redacción de este documento, y conseguir su refrendo mediante testigos, era un cierto freno para el temperamento alterado de quien quería llevar a cabo su repudio.
El divorcio se usa simbólicamente para expresar la acción de Dios al repudiar a Israel, que había sido muy infiel, dándole carta de divorcio (Is. 50:1; Jer. 3:8).

nom, DOCE. Números simbólicos. Véase NÚMERO

nom, DOCTOR DE LA LEY

tip, OFIC
vet,
Erudito e intérprete oficial de la ley mosaica (Lc. 2:46).
Nicodemo era probablemente uno de ellos, porque el Señor le llamó «maestro de Israel».
El Señor afirmó que los doctores de la Ley ponían pesadas cargas sobre otros, sin tocarlas ellos ni con un dedo (Lc. 11:46). Denunció que en sus enseñanzas quitaban la llave del conocimiento, no entrando, ni dejando entrar a otros (Lc. 11:52). Ésta es una solemne descripción aplicable a todos aquellos que en el presente oscurecen la gracia de Dios torciendo Su palabra. Cp. Mt. 22:35; Lc. 7:30; 10:25; 11:45-52; 14:3; Tit. 3:13.

nom, DODANIM

tip, BIOG HOMB HOAT
vet,
Nieto de Jafet y sus descendientes (Gn. 10:4; 1 Cr. 1:7). Pentateuco Samaritano en la primera cita, y LXX y el texto hebreo en la segunda, escriben Rodanim, probablemente designando a los habitantes de Rodas.

nom, DOEG

tip, BIOG OFIC HOMB HOAT
vet,
= «tímido».
Jefe de los pastores de Saúl; le dijo al rey que Ahimelec el sacerdote había ayudado a David. Saúl le ordenó que matara a Ahimelec y a los habitantes de Nob (1 S. 22:11-23). Ejecutando así una de las peores venganzas de Saúl.

nom, DOMINGO

tip, CALE
ver, DÍA, SÁBADO
vet,
El día de la semana en que resucitó el Señor, el primer día de la semana, el día del Señor citado en Ap. 1:10: Juan estuvo en el Espíritu en el día del Señor. Al ser el día de la resurrección es enfáticamente el día peculiar del cristiano. Al ser el primer día de la semana, es también sugerente del comienzo de un nuevo orden de cosas, totalmente distintas de las relacionadas con el Sábado legal. Era el día en que comúnmente se reunían los discípulos para el propósito expreso de partir el pan (Hch. 20:7); y aunque no se da ningún mandato acerca de él, es un día especialmente considerado por parte de los creyentes.
Es, literalmente, el «día dominical», «kuriakos», una palabra que aparece solamente con referencia a «la cena del Señor» en 1 Co. 11:20 y a «el día del Señor». No debe confundirse con «el día del Señor» en su concepción escatológica, «hëmera kuriou». (Véase DÍA DE JEHOVÁ).
Para una consideración a fondo del tema del paso de Sábado a Domingo y de sus respectivas naturalezas, véase SÁBADO.

nom, DOMINIO PROPIO. Véanse PRUDENCIA, TEMPLANZA.

nom, DONES DEL ESPÍRITU. Véase CARISMAS.

nom, DOR

tip, CIUD
sit, a1, 227, 401
vet,
= «habitación».
Ciudad a orillas del Mediterráneo, que no pudo ser vencida completamente por Josué (Jos. 12:23; 17:11; Jue. 1:27).
Salomón la hizo tributaria (1 R. 4:11).
Sus ruinas se hallan en el norte de Cesarea.


nom, DORCAS

tip, BIOG MUJE MUNT
vet,
Traducción griega del arameo «Tabitha», «gacela».
Mujer cristiana de Jope, muy caritativa, resucitada por Pedro (Hch. 9:36-43).

nom, DOTÁN

tip, CIUD
sit, a2, 334, 139
vet,
Ciudad 21 Km. al norte de Siquem, donde vendieron a José (Gn. 37:17) y donde Eliseo tuvo la visión de los ángeles (2 R. 6:13-23).

nom, DOTE

tip, COST
ver, MATRIMONIO
vet,
En la antigüedad era muy raro que la mujer aportara una dote en matrimonio.
En Israel y en las naciones vecinas, era el marido o su padre quien pagaba al padre de la prometida a fin de que le fuera dada en casamiento (Gn. 29:15-20; 34:12; Éx. 22:17; 1 S. 18:25).
El monto legal inferior parece haber sido de 50 siclos de plata (Dt. 22:29).
En ocasiones, el padre de la prometida le hacía un regalo de matrimonio (Jos. 15:19; 1 R. 9:16). (Véase MATRIMONIO).

nom, DRACMA

tip, MEDI
ver, MONEDA
vet,
Moneda griega de plata, de unos 3,4 gramos de peso en plata. (Véase MONEDA).

nom, DRAGÓN

tip, ESCA FAUN TIPO CUAD DIAB
ver, DIABLO
vet,
(heb. «Tannin»; gr. «drakõn»).
Puede significar cualquier gran reptil, serpiente, o monstruo marino, símbolo de una gran criatura destructora.
Las naciones condenadas a la destrucción y desolación, incluyendo Jerusalén, son descritas como moradas de dragones (Is. 34:13; 35:7; Jer. 9:11; 10:22; 51:37).
A Faraón, rey de Egipto, se le llama el gran dragón (Ez. 29:3).
Como una de las criaturas de Dios, el dragón es llamado a alabar a Jehová (Sal. 148:7).
En el NT el dragón es un tipo de Satanás y de aquellos movidos por él.
En Ap. 12:3 el «gran dragón rojo, con siete cabezas y diez cuernos» es símbolo del poder de Satanás en la forma del Imperio Romano: intentó, en la persona de Herodes, destruir a Cristo al nacer. En Ap. 13:2, 4 es Satanás quien da al Imperio Romano redivivo del futuro su trono y gran autoridad. En Ap. 13:11 el Anticristo, que tiene dos cuernos como un cordero, habla como un dragón. En Ap. 16:13 es Satanás, y en Ap. 20:2 es descrito como «la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás». (Véase DIABLO).

nom, DRUSILA

tip, BIOG MUJE MUNT
vet,
Hija de Herodes Agripa I y de Cippros, hermana de Agripa II.
Se casó con Aciz rey de Emesa al convertirse éste al judaísmo, pero fue posteriormente seducida a abandonar a su marido y casarse con Félix, procurador de Judea.
Estaba presente cuando Pablo habló ante Félix (Hch. 24:24).
Murió con su hijo Agripa en una erupción del Vesubio.

nom, DUELO

tip, COST
vet,
Era costumbre de los hebreos, como sigue siéndolo en Oriente, hacer una gran exhibición de duelo.
Para expresar su dolor por la muerte de un ser querido, o por una calamidad pública o privada, golpeaban el pecho, se cubrían la cabeza, ayunaban, echaban polvo o cenizas sobre sus cabezas, descuidaban su cabello, llevaban vestidos de colores apagados, rasgaban sus vestiduras, se vestían de saco, etc.
Para Asa y Sedequías hubo una gran combustión de perfumes a su muerte, muy probablemente imitando a los paganos (2 Cr. 16:14; Jer. 34 5).
Se contrataba a plañideras profesionales (Jer. 9:17, 18 cp. 2 S. 14:2; Am. 5:16).
También se presentaban músicos que tocaban músicas fúnebres (Mt. 9:23).
Dios no desea que aquellos que han perdido un ser amado carezcan de sentimientos: el mismo Señor Jesús lloró ante la tumba de Lázaro. Pero Dios quiere que haya realidad en todas las cosas. Él mismo tiene que exhortar a Su pueblo: «Rasgad vuestro corazón, y no vuestros vestidos» (Jl. 2:13).

nom, DUMA

tip, CIUD BIOG HOMB HOAT
sit, a4, 352, 322
vet,
«silencio».
(a) Hijo de Ismael y fundador de una tribu de Arabia (Gn. 25:14; 1 Cr. 1:30).
(b) Una ciudad o distrito contra el que se pronunció una profecía; probablemente en Edom, y quizá relacionado con el hijo de Ismael (Is. 21:11).
(c) Ciudad en las tierras altas de Judá (Jos. 15:2). Identificada con ed-Domeh, 31º 26' N, 34º 59' E.

nom, DURA

tip, LUGA RIOS
sit, a4, 450, 204
vet,
(del babilonio «duru», «cerco», «muro»).
Llano al sudeste de Babilonia, donde Nabucodonosor levantó su estatua de oro (Dn. 3:1).
Varios lugares llevaban ese nombre; actualmente hay un río Dura, y próximo a él un sitio llamado Tulul Dura, probablemente el Dura de Daniel.

***

E

nom, EBAL

tip, MONT
fot, dib00249, fot00093
sit, a2, 347, 183
vet,
Monte de Efraín desde el que se proclamaron las maldiciones que caerían sobre Israel si desobedecía al Señor.
En este monte se levantaron grandes piedras encaladas, sobre las que se había escrito la ley. Así, la ley y la maldición quedaron unidas en la misma montaña (Dt. 11:29; 27:4, 13); pero junto con estas piedras, Josué también erigió un altar a Jehová Dios de Israel, antes de que se proclamaran las bendiciones desde el monte Gerizim y las maldiciones desde el monte Ebal. Ambos montes están separados por un valle muy estrecho, y se puede oír con mucha claridad de un monte al otro.
El monte Ebal tiene una altura de 930 metros sobre el nivel del mar, y su situación es 32° 14' N, 35° 16' E.

nom, ÉBANO

tip, FLOR
fot, dib00073
vet,
La bien conocida madera negra de gran dureza. Era importada, lo mismo que el marfil, de Tiro (Ez. 27:15).

nom, ÉBED-MELEC

tip, BIOG HOMB HOAT
vet,
«siervo de Melec» o «siervo del rey».
Según Jer. 38:7-13, eunuco etíope del rey Sedecías (588 a.C.), con su intercesión ante el rey salvó al profeta Jeremías, quien le prometió que se salvaría en la venidera destrucción de Jerusalén (Jer. 39:15-18).

nom, EBEN-EZER

vet,
Una piedra así llamada, que significa «piedra de ayuda», puesta por Samuel, después de obtener la victoria sobre los filisteos, como memorial de la ayuda recibida de parte de Dios (1 S. 4:1; 5:1; 7:12).
Parecería por los textos como si la piedra hubiera tenido este nombre antes de que Samuel la designara así; pero esto puede tener su explicación en base a que todo el relato hubiera sido escrito después de que la piedra fuese nombrada así.
La palabra ha venido a ser simbólica de la expresión: «Hasta aquí nos ayudó Jehová.»

nom, EBIONISMO. Véanse ESENIOS, JUDAIZANTES.

nom, EBLA. Véanse MARDIKH y TELL.

nom, ECBÁTANA. Véase ACMETA.

nom, ECLESIASTÉS

tip, LIBR CRIT LIAT
ver, HIJO, SABIDURÍA
vet,
(gr. «ekklesiastes»: «aquel que se sienta en una asamblea, o en una iglesia, y habla, predicador»).
Este término, proveniente de la LXX, designa al libro del AT que el hebreo llama «Kõheleth», término etimológicamente próximo a la raíz que significa asamblea, congregación.
Ciertas versiones, como la Reina-Valera, siguen las versiones griegas y latinas, que traducen este término hebreo como «predicador» (Ec. 1:1).

(a) AUTOR.
El predicador es identificado como «hijo de David, rey sobre Israel en Jerusalén» (Ec. 1:1).
La cuestión de su paternidad ha sido muy discutida, y se han presentado dos posibles soluciones:
(A) El mismo Salomón, en su vejez, escribió este libro. No es nombrado, pero es a él que se refieren las alusiones a la sabiduría, a los placeres, a las construcciones, a los servidores, a las riquezas, y a las mujeres, en lo cual sobrepasó a todos los que habían estado antes que él en Jerusalén (Ec. 1:16; 2:1-9). La tradición judía habla en este sentido, todo y situando el Eclesiastés entre los cinco Rollos (junto con Cantares, Rut, Lamentaciones y Ester) y que en la lista de los 22 o 24 libros del Canon quede entre los últimos (Eclesiastés, Ester, Daniel, Esdras-Nehemías, 1 y 2 Crónicas). La tradición cristiana hasta Lutero ha admitido también su origen salomónico.
(B) La segunda postura afirma que este rey «hijo de David» no sería necesariamente Salomón, sino un descendiente posterior de David (con respecto al sentido extensible de este término, véase HIJO). Las características dichas anteriormente, se afirma en esta postura, se podrían aplicar con el mismo rigor a un rey como Uzías. Esta postura se apoya en que el vocabulario y la sintaxis de Eclesiastés no son del todo conformes al hebreo clásico, lo cual sería indicativo de una época tardía. Sin embargo, esta segunda postura se enfrenta a graves objeciones. Se atribuye al autor más sabiduría que «todos los que fueron antes de mí en Jerusalén». Ningún rey posterior a Salomón, excepto el Rey de reyes, puede hacer en justicia esta afirmación. Por otra parte, afirma que fue rey sobre Israel, lo que, por la evidencia interna, lo sitúa dentro de la monarquía unida, cuyo último rey fue precisamente Salomón. Por lo que respecta a las características lingüísticas indicativas de una época más tardía, no son probativas, y se basan asimismo en especulaciones acerca del desarrollo de la lengua carentes de una rigurosa base. Por lo que respecta a los críticos, éstos pretenden que se trata de un libro de retazos, redactado después del exilio, en el cual unos sabios israelitas desengañados harían hablar a uno de sus grandes reyes. Pero esta hipótesis está lejos de estar probada, y no está de acuerdo con la pretendida fecha de redacción. Según Vigoroux, partiendo de este mismo argumento del lenguaje, los críticos se dividen, acerca de la época y del autor del Kõheleth, en más de 24 grupos diferentes, y la fecha que proponen oscila entre el año 975 y el 4 a.C. (Dict. de la Bible).

(b) MENSAJE.
Este libro relata los sentimientos, las experiencias, las observaciones de un sabio en la situación de Salomón. Su mensaje no se relaciona con otra cosa que con la vida terrena.
El autor se pregunta si el hombre consigue un provecho real de todos sus esfuerzos (Ec. 1:3). El método empleado para desentrañar este problema es el de la sabiduría humana (Ec. 1:13). El predicador descubre, por la observación y la experiencia, que la única fuente de satisfacción se halla en el mismo hombre, en el ejercicio pleno de las facultades de su cuerpo y de su espíritu, pero en conformidad a las leyes físicas y morales del mundo donde vive (Ec. 2:24; 3:12, 13, 22; 5:18; 9:7-10).
El seguimiento de la sabiduría (Ec. 1:12-18) y del placer (Ec. 2:1-11) no da la felicidad. Estas cosas, no obstante, tienen valor; ésta es la razón de que el predicador se sienta inclinado a comparar la sabiduría con la necedad (Ec. 2:12-23). Llega a la conclusión de que los goces del trabajo y de la vida sencilla son lo que dan aquí abajo las mayores satisfacciones (Ec. 2:24; cp. Ec. 5:11). Esto queda confirmado por el hecho de que las actividades humanas quedan ligadas a las etapas de la vida de cada individuo. Hay un tiempo determinado, inexorable, para el ejercicio de toda facultad intelectual y física: todo es hermoso en su tiempo (Ec. 3:1-11), pero la injusticia y la opresión impiden frecuentemente que uno goce de ello (Ec. 3:16-4:3). El formalismo y la iniquidad son lo contrario a la sabiduría; las riquezas son frecuentemente perniciosas y, en todo caso, menos deseables que la salud (Ec. 5:1-6:9).
El predicador habla de la buena fama y de la manera de obtenerla (Ec. 7:1-10); del valor de la sabiduría, que es una protección (Ec. 7:11-22), y del comportamiento ante los reyes.
El predicador declara con insistencia que la piedad constituye la mejor línea de conducta; que es, si se puede decir de esta manera, una buena política (Ec. 7:11-15). La muerte llega indistintamente a todos; ¡a menos que el hombre llegue a gozar de los placeres de la existencia normal! Esta es su parte (Ec. 9:2-10).
Después de otras observaciones llenas de agudeza, el predicador retorna a su tema esencial: a exhortar a los jóvenes a gozarse en su fuerza, pero sometiéndose a las leyes morales. Conjura a los jóvenes a que se acuerden de Dios, y lo resume en una concisa máxima:
«Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o mala» (Ec. 12:1-14).
La argumentación del autor se basa sobre las relaciones del hombre con Dios, sólo en la medida en que Él es conocido a través la naturaleza y la experiencia. Se sitúa sobre el terreno de la sabiduría (véase SABIDURÍA), de lo que el hombre cree conocer por sus razonamientos, considerando los problemas desde una perspectiva esencialmente terrena. Esto queda expresamente patente por lo que respecta al más allá. Todo vuelve al polvo, tanto el hombre como la bestia (Ec. 3:19-21). Los muertos están bien apartados de los vivientes, nada saben, su memoria es puesta en olvido, y nunca más volverán a tomar parte en lo que se hace debajo del sol (Ec. 9:5-6); ello se debe a que no hay ni obras ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría (humanas y terrenas) en la morada de los muertos (Ec. 9:10). Nada se lleva allí (Ec. 5:15), y al hombre le desespera abandonar, al morir, todo aquello que constituía su orgullo, su riqueza, y su vida aquí abajo.
Aquí tocamos de una manera directa la diferencia entre el Antiguo Pacto y el Nuevo, entre el mundo sin Cristo y el mundo con Cristo. El pensamiento del predicador estaba impregnado de Dios, pero no había sido tocado aún por la perspectiva de la profecía, ni conocía la piedad de los Salmos, pasando por ello a juzgar al mundo sin ilusión, y a quejarse amargamente de su insuficiencia.
A este «sabio» le falta conocer a Jesucristo, en quien todos los enigmas de la vida hallan su solución. El hombre, habiendo gustado todas las fuentes terrenas, sigue teniendo sed, por cuanto «todo es vanidad»; es en el Salvador en quien encontrará el agua viva, que apagará su sed para siempre jamás (Jn. 4:13-14).
De todas maneras, detrás de la desesperanza humana de Eclesiastés aparece incesantemente la presencia del Creador, a quien todos deberán dar cuenta (Ec. 3:11, 17; 5:2; 12:9). De hecho, este libro es la requisitoria más implacable contra el orgullo humano y su pretensión a prescindir del Señor. La obsesión de la muerte y de la destrucción no puede ser disipada más que por la puesta de la esperanza en Dios, en la eternidad, y en la retribución definitiva de todas las acciones cometidas sobre esta tierra sometida a la vanidad.

(c) CANONICIDAD.
La canonicidad y la inspiración de Eclesiastés han sido siempre mantenidas por los judíos antes de Cristo. En el siglo I, algunos rabinos a los que no les complacían algunas afirmaciones audaces de Eclesiastés intentaron poner en tela de juicio su derecho a figurar en el canon. Esta discusión terminó con la total confirmación de lo que siempre se había admitido en la sinagoga.

Bibliografía:
«Eclesiastés», en Nuevo Comentario Bíblico (Casa Bautista de Publicaciones, El Paso, Texas, 1977);
«Eclesiastés», en Comentario Bíblico Moody del Antiguo Testamento (Portavoz Evangélico, Grand Rapids, Michigan).

nom, ECLESIÁSTICO

tip, LIBR
ver, APÓCRIFOS
vet,
Libro apócrifo que aparece en las versiones católicas de la Biblia, y últimamente en algunas de las Sociedades Bíblicas Unidas. (Véase APÓCRIFOS).

nom, ECRÓN

tip, CIUD
sit, a2, 187, 428
vet,
=. desarraigado.
La ciudad que le tocó en suerte a Judá en la repartición hecha por Josué según Jos. 15:45, y que después perteneció a Dan.

nom, EDÉN

tip, LUGA BIOG CONS TRIB HOMB HOAT TIPO
ver, DILUVIO, PARAÍSO
vet,
= «delicias».
(a) El huerto de Edén, donde moraron Adán y Eva durante el espacio de tiempo antes de que pecaran. Allí Dios hizo crecer todo árbol placentero a la vista y bueno para comer. Allí se hallaban también el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal (Gn. 2:8-15).
Un lugar fructífero es comparado como el huerto de Edén (Is. 51:3; Ez. 36:35; Jl. 2:3).
La caída de Faraón, bajo la figura de un árbol exaltado, es mencionada como consoladora para los árboles de Edén, que recibe el nombre de «huerto de Jehová» etc. (Is. 51:3; Ez. 28:13; 31:9, 16, 18). Habiendo sido plantados por Dios, los árboles de Edén se usan en este último pasaje como símbolo de las varias naciones plantadas por Dios en la tierra, siendo Israel el centro (Dt. 32:8).
Adán fue puesto en el huerto de Edén para cuidarlo; pero en su caída fue echado fuera, y fueron puestos querubines para cerrar el acceso al árbol de vida (Gn. 3:23, 24).
Un río salía de Edén, que luego se dividía en cuatro. Se han hecho muchos intentos de identificarlos, pero han fracasado, lo mismo que los intentos de situar el Paraíso. Como bien afirma Leupold, «la solución al problema evidentemente está en el hecho de que lo que el relato describe fue realidad en el pasado, aunque no podamos nunca llegar a identificar los dos primeros ríos. Pero los extensos cambios provocados en la geografía terrestre por aquel inmenso cataclismo, el Diluvio, han perturbado totalmente el antiguo orden» (Leupold, H. C.: «Exposition of Genesis», Baker Book House, Grand Rapids, 1942/1981, vol. 1, p. 124). (Véanse DILUVIO, PARAÍSO).
(b) Una nación llamada «los hijos de Edén» que moraba en Telasar, territorio conquistado por Asiria. Suministraban a Tiro telas de gran precio (2 R. 19:12; Is. 37:12; Ez. 27:23). Su situación es desconocida.
(c) Casa de Edén o Bet-Edén (Am. 1:5). Parece que era una residencia de los reyes de Damasco, probablemente situada en algún lugar placentero.
(d) Hijo de Joa, gersonita; posiblemente el mismo que ayudó en la distribución de las porciones (2 Cr. 29:12; 31:15).

nom, EDOM

tip, REGI
fot, dib00351
sit, a8, 201, 274
vet,
Los edomitas tomados colectivamente (Nm. 20:18, 20, 21; Am. 1:6; Mal. 1:4).
Región ocupada por los descendientes de Edom; llamada originalmente monte Seir (Gn. 32:3; Nm. 24:18), y más tarde conocida con el nombre de Idumea. Región montañosa y extremadamente abrupta al sur de Moab.
En tiempos de Moisés tenía campos, viñedos, pozos y una carretera (Nm. 20:17-19). Sus ciudades importantes fueron Sela, la capital, Ezión-geber y Elat.

nom, EDOMITAS

tip, TRIB
vet,
Nombre dado a los descendientes de Edom (Gn. 36:1-19) y a todos los que se incorporaron a ellos.
Tan pronto como Jacob regresó de Mesopotamia, Esaú ocupó la tierra de Edom (Gn. 32:3; Dt. 2:4, 5).
Al principio se gobernaban por medio de jefes de tribu, pero al surgir la monarquía hebrea, gobernados por reyes (Gn. 36:31-39). Saúl peleó en contra de los edomitas, y David puso guarniciones en Edom después de conquistar el país (1 Cr. 18:13).
Los edomitas ayudaron a Israel y a Judá en su lucha contra el rey de Moab, pero bajo el reinado del hijo de Jeroboam se rebelaron. Joram no pudo dominarlos (2 R. 8:20-22); Amasías lo logró en el valle de la Sal y tomó Sela, la capital (2 R. 14:7; 2 Cr. 25:11, 12).
Juan Hircano obligó a los edomitas a circuncidarse y a incorporarse al pueblo judío.
Los herodianos eran edomitas y muchos de los zelotes que tomaron parte en la defensa de Jerusalén. Después de este acontecimiento la historia dice muy poco de ellos.

nom, EDREI

tip, CIUD
sit, a1, 600, 391
vet,
= «fuerte».
(a) Una de las dos capitales de Basán (Dt. 3:10). Allí los israelitas libraron una gran batalla con Og (Dt. 1:4; 3:1, 10). Se identifica con la moderna Derat, 127 Km. al sur de Damasco.
(b) Ciudad cercana de Neftalí (Jos. 19:37).

nom, EFA

tip, MEDI
vet,
Medida básica de capacidad, equivalente a unos 37 litros. Se usaba para áridos. Equivalía al bato, que se usaba para líquidos (Éx. 16:36; Rt. 2:17; 1 S. 17:17; Ez. 45:11).

nom, EFES-DAMÍN

tip, LUGA
vet,
Lugar del campo filisteo entre Soco y Azeka donde se libró el combate entre David y Goliat. No se puede fijar con mayor exactitud el sitio. Llamado Pasdamim en 1 Cr. 11:13.

nom, EFESIOS (Epístola )

tip, LIBR LINT
fot, dib00067
vet,
Pablo la redactó estando preso (Ef. 3:1; 4:1; 6:20), probablemente en Roma, el año 62 de nuestra era. Unos pocos comentaristas sitúan la redacción de esta epístola en la época del cautiverio en Cesarea (Hch. 24:27), pero en este caso no cuadraría que el apóstol escribiera en la misma época a los filipenses (Fil. 2:23-24) y a Filemón (Flm. 22) que esperaba ser dejado pronto en libertad. Esta esperanza no se hubiera dado en Cesarea, donde había apelado a César. Por otra parte, tenía una libertad suficiente para predicar el Evangelio (Hch. 28:30; Ef. 6:19-20; Col. 4:3-4), y el pretorio, así como la casa de César de que habla, se hallan evidentemente en Roma (Fil. 1:13; 4:22). Finalmente, la frase «soy embajador» (Ef. 6:20) puede sugerir su presencia en la capital imperial.
(a) DESTINATARIOS.
La epístola está dirigida «a los santos y fieles en Cristo Jesús que están en Éfeso». Algunos mss. muy antiguos omiten la palabra «en Éfeso», p. ej., los dos principales del NT, el Códice Sinaítico y el Códice Vaticano, así como el papiro de Chester Beatty, de inicios del siglo III, el ms. más antiguo que se posee de las epístolas de Pablo. ¿Quiénes eran entonces los verdaderos destinatarios de la epístola? La explicación más plausible es que se trata de una carta circular enviada a todas las iglesias de la Provincia de Asia; Éfeso era la principal ciudad, quedando así su nombre en ella. La ausencia de alusiones a una situación concreta y a dificultades locales parece confirmar esta opinión. Se trata, en suma, de un tratado de doctrina y de moral, bajo la forma de epístola.

(b) COMPARACIÓN con la epístola a los Colosenses.
Al igual que la carta a los Colosenses, la remitida a los Efesios fue enviada por medio de Tíquico (Ef. 6:21; Col. 4:7-8). La analogía de lenguaje y de pensamiento revela que las dos epístolas fueron redactadas en la misma época. Compárese, p. ej.:
Ef. 1:1, 2 con Col. 1:1, 2
Ef. 1:3, 20; 2:6; 3:10; 6:12 con Col. 1:5; 3:1-3
Ef. 1:6, 7 con Col. 1:13-14
Ef. 1:9; 3:9; 6:19 con Col. 1:26; 2:2; 4:3
Ef. 1:10 con Col. 1:10, 25.
Ef. 1:11 con Col. 1:12
Ef. 1:17 con Col. 1:10
Ef. 1:19, 20 con Col. 2:12
Ef. 1:20 con Col. 3:1
Ef. 1:22 con Col. 1:18
Ef. 1:23 con Col. 2:9
Ef. 4:22-24 con Col. 3:8-10
Ef. 4:32 con Col. 3:13
Este paralelismo llega a tal punto que, según Lewis, de los 155 versículos de Efesios, se hallan 78, con más o menos modificaciones («International Standart Bible Encyclopaedia», p. 959). Es evidente que el apóstol redactó estas dos epístolas bajo la presión de las mismas circunstancias. La epístola a los Efesios parece haber sido escrita inmediatamente después de la de Colosenses, siendo de mayor alcance que la anterior.

(c) AUTENTICIDAD.
La autenticidad y paternidad paulina de esta epístola queda abundantemente constatada por pruebas internas y externas.
Clemente de Roma, Ignacio, Policarpo, Hermas, Clemente de Alejandría, Tertuliano, Ireneo e Hipólito dan testimonio de que había sido reconocida y utilizada ya muy tempranamente de una manera constante. Incluso se puede afirmar que es indudablemente la carta más citada de los escritores de los primeros siglos. Figura en la lista de Marción y en el fragmento de Muratori (170 d.C.).
Las pruebas internas son igualmente decisivas. El autor menciona dos veces su nombre (Ef. 1:1; 3:1). La distribución de los temas es paulino, empezando por la doctrina (Ef. 1-3) y acabando por la temática práctica, fruto de la doctrina (Ef. 4-6). La forma de expresarse es totalmente de Pablo. Es esta epístola la que marca la cumbre de la enseñanza del apóstol.

(d) TEMA.
El tema principal de la epístola a los Colosenses es la preeminencia de la persona y de la obra de Cristo; el de Efesios, los privilegios y responsabilidad de la Iglesia, que reúne «en Cristo» a todos los redimidos del Nuevo Testamento.
La epístola a los Efesios resume, por así decirlo, toda la anterior enseñanza de Pablo; desarrolla el maravilloso plan que Dios ha puesto en marcha al enviar a su Hijo, la liberación de sus elegidos, la redención que debe manifestar al universo entero las riquezas de su gracia. Exponiendo la salvación por la fe, el llamamiento a los gentiles, la divinidad de Jesús, su obra perfectamente consumada, la santificación, la plenitud y la victoria concedidas a los santos, la epístola a los Efesios constituye un completo tratado teológico.
El capítulo 1 expone la obra divina consumada en favor de la Iglesia, constituida según los designios eternos del soberano Dios (Ef. 1:3-6); la obra de Cristo llevó a cabo estos designios (Ef. 1:7-12), que han quedado confirmados mediante el sello del Espíritu Santo (Ef. 1:13, 14). Pablo ora para que los efesios puedan comprender cuál es la grandiosa esperanza que ilumina la vocación cristiana, de la cual el Salvador resucitado y glorificado es a la vez las primicias y la garantía (Ef. 1:15-23).
El capítulo 2 presenta el lado humano de la experiencia de la salvación: una gracia inmerecida libera a los elegidos del pecado y de la condenación (Ef. 2:1-10). Unidos por Cristo, judíos y gentiles forman un templo espiritual (Ef. 2:11-22).
En el capitulo 3 el apóstol afirma su propia posición en el seno de la Iglesia: él es el revelador del misterio divino (Ef. 3:1-13); ora a fin de que los convertidos lleguen a conocer por la fe lo que Dios les ha preparado, y sean llenados por el Espíritu en toda su plenitud (Ef. 3:14-21).
Los capítulos 4 a 6 son una exhortación a caminar en todas las circunstancias de la vida presente de una manera digna de su sublime llamamiento. Para empezar se debe conservar la unidad del Espíritu (Ef. 4:1-3) sobre una base séptuple claramente definida (Ef. 4:6); esta unidad comporta la diversidad de los dones y de los ministerios, así como la coordinación y el crecimiento conjunto de todos los miembros del cuerpo de Cristo (Ef. 4:7-16). Pablo aborda a continuación el tema de la santificación práctica en el dominio de las acciones, de las palabras y de los sentimientos, sobre el plan positivo y negativo,
en la vida personal (Ef. 4:17-5:19),
comunitaria (Ef. 4:19-21),
conyugal (Ef. 4:22-33),
familiar (Ef. 6:1-4) y
social (Ef. 6:5-9).
Finalmente el apóstol muestra que la lucha contra el enemigo conduce a la victoria gracias a toda la armadura de Dios, a la Palabra y a la oración (Ef. 6:10-24).
Se debe señalar la enseñanza extraordinariamente precisa de esta epístola acerca del Espíritu Santo:
Él sella a aquel que cree en Cristo (Ef. 1:13-14);
Él es quien alumbra acerca de la maravillosa salvación de Dios (Ef. 1:17-19);
Él mora en el templo constituido por la Iglesia (Ef. 2:22),
así como en el cuerpo del creyente individual, a quien fortalece y llena más allá de toda medida (Ef. 3:16-21; 1 Co. 6:19); no hay más que un Espíritu, el cual forma y mantiene la verdadera unidad (Ef. 4:3-4); todo pecado le contrista (Ef. 4:30) y debe ser confesado y perdonado (1 Jn. 1:7-9); la voluntad formal de Dios es que el Espíritu nos llene día a día: ello es posible mediante la fe y la obediencia (Ef. 5:18; 3:16, 19; Jn. 7:37-39).
Antes de escribir la epístola a los Efesios, Pablo había visto nacer en el mundo una comunidad espiritual nueva, hecha de razas diversas. Había enseñado que esta comunidad, la Iglesia, es el cuerpo de Cristo, y había insistido acerca de la importancia de la armonía entre sus miembros (Ro. 12:4-8; 1 Co. 12:12-30; Col. 1:18; 2:19). Escribiendo ahora a las iglesias de la provincia de Asia, cuyos miembros, de las razas más diversas, estaban elaborando teorías que tendían a atribuir a Cristo un lugar sólo secundario, el apóstol proclama la preeminencia de Cristo, cabeza suprema de la Iglesia (Ef. 1:22, 23), «de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor» (Ef. 4:16; cp. Ef. 2:11-22). Esta posición central del Señor queda más magníficamente expresada mediante la constante repetición de las expresiones «en Cristo», «en Él» (26 veces), y «en el Señor» (5 veces). Como lo dice en otro lugar el apóstol Pablo: «Vosotros estáis completos en él» (Col. 2:10).
La epístola de Pablo a los Romanos, dirigida del oriente a los cristianos de occidente, indica, de una manera completa, el camino de la salvación. La epístola a los Efesios, enviada de occidente a los cristianos de oriente, expone perfectamente todo el plan eterno de Dios.

nom, ÉFESO

tip, CIUD HIST IGLE
fot, dib00074, dib00067, dib00218, dib00312
ver, DIVINIDADES PAGANAS
sit, a9, 350, 213
vet,
Ciudad de Lidia, en la costa occidental de Asia Menor, a mitad de camino entre Mileto al sur y Esmirna al norte.
Éfeso estaba situada en la encrucijada de caminos comerciales naturales, sobre la arteria principal que iba de Roma a Oriente.
Poseía el célebre templo de Artemisa (Diana), que representaba a una diosa madre cuyo torso estaba totalmente cubierto de pechos. (Véase DIVINIDADES PAGANAS).
En el siglo II a.C. los jonios de raza griega se apoderaron de la ciudad. Éfeso vino a ser una de las 12 ciudades de la confederación jónica, y posteriormente la capital.
Hacia el año 555 a.C., Creso, rey de Lidia, cuya capital era Sardis, tomó Éfeso, pero poco después cayó bajo el yugo persa. Bajo Alejandro Magno vino a formar parte del imperio greco-macedónico.
En el año 190 a.C. los romanos, al vencer a Antíoco el Grande en Magnesia, le arrebataron Éfeso, dándola a Eumeno II, rey de Pérgamo.
A la muerte de Atalo III, rey de Pérgamo, en el año 133 a.C., Éfeso volvió a manos romanas, que hicieron de ella la capital de la provincia romana de Asia.
Tiberio la reconstruyó después del terremoto sufrido en el año 29 d.C.
Numerosos judíos que poseían el título de ciudadanos romanos residían en Éfeso, manteniendo allí una sinagoga (Hch. 18:19; 19:17; Ant. 14:10, 11 y 13).
Al finalizar su segundo viaje misionero, Pablo, de camino hacia Jerusalén, hizo una breve visita a Éfeso, y predicó en su sinagoga. Dejó a Aquila y a Priscila en esta ciudad, para que ellos prosiguieran con la obra (Hch. 18:18-21).
En la época de su tercer viaje, Pablo estuvo trabajando en Éfeso por lo menos 2 años y 3 meses. Dejó la ciudad después del motín provocado por Demetrio, el platero fabricante de templecilIos de plata de Diana, que vio disminuir sus beneficios debido a la predicación del apóstol (Hch. 19; cp. 1 Co. 15:32; 16:8; 2 Ti. 1:1-18). Pablo dejó a Timoteo en Éfeso, a fin de que impidiera que la iglesia quedara corrompida por las falsas doctrinas (1 Ti. 1:3). Más tarde, no pudiendo pasar por Éfeso al volver de Europa, Pablo llamó a los ancianos de Éfeso a Mileto (Hch. 20:15, 16, 17). Tíquico, portador de la epístola a los Efesios, fue después enviado a Éfeso (Ef. 1:1; 6:21; 2 Ti. 4:12).
La iglesia de Éfeso es una de las 7 iglesias de Asia a las que se dirigieron las cartas del Apocalipsis de Juan (Ap. 1:11; 2:1-7).
Según la tradición, el apóstol Juan pasó los últimos años de su vida en Éfeso.
En la actualidad, el mar se ha retirado de la ciudad debido a depósitos aluviales del río Caístro, que desembocaba junto a ella. Sólo quedan ruinas de lo que fuera una gran ciudad.

nom, EFOD

tip, TIPO LEYE SACE COSM BIOG HOMB HOAT TEJI
fot, dib00001
vet,
= «cubierta».
(a) Prenda del sumo sacerdote. Se dieron minuciosas instrucciones para su hechura. Tenía que ser hecho de oro, azul, púrpura, carmesí y lino torcido, trabajado con primor. El oro era batido para formar delgadas chapas, y después se cortaba en hilos, que eran entretejidos en la tela.
El cinto debía ser de los mismos materiales bordados. Sobre las hombreras se colocaban dos piedras de ónice, con los nombres de las doce tribus grabados en ellas, seis en cada una; así, siempre que Aarón llevaba el efod, estaba representando a las doce tribus.
Había también el manto del efod, que era todo de azul, y en su borde había granadas de azul, púrpura y carmesí, con campanillas de oro entre ellas. Es indudable que el manto era mucho más largo que el efod, que se supone que no llegaba a las rodillas, y que se llevaba sobre el manto.
El pectoral se ponía sobre el efod.
También se llevaba una túnica de lino fino, colocada por debajo del manto.
Todo lo anterior, con la mitra, eran los vestidos de Aarón «para honra y hermosura» (Éx. 28:40).
En los varios materiales del efod quedan tipificadas la justicia divina, el carácter celeste, la realeza, dignidad, y las gracias del Espíritu: las virtudes que caracterizaban al Señor Jesús. Inseparablemente unido al efod estaba el pectoral, en el que se hallaba el Urim y Tumim; así al llevar el efod, el juicio de los hijos de Israel era llevado ante el Señor, según sus luces y perfecciones (éste es el significado de los términos Urim y Tumim). Aunque no se llevaba en ocasiones ordinarias, era necesario cuando se buscaban instrucciones de parte de Dios (cp. 1 S. 21:9). Así, la recepción de respuestas de Dios queda relacionada con el Urim y Tumim, que estaban en el pectoral (Éx. 28:28: cp. Nm. 27:21; 1 S. 28:6; Esd. 2:63; Neh. 7:65).
El término «efod» es una transliteración del mismo vocablo hebreo, y proviene de «atar alrededor o atar», por lo que su significado no parece ir más allá de «una vestidura sacerdotal» (Éx. 29:5; 35:9, 27; 39:2-22; Lv. 8:7; 1 S. 2:28).
(b) Además de lo anterior, que puede recibir el nombre de «el» efod, había otros que llevaban los sacerdotes, pero que no son descritos (1 S. 14:3; 22:18; 23:6, 9; 30:7; Os. 3:4). Con ocasión de la subida del arca a Jerusalén, David se revistió de un efod de lino (1 S. 2:18). En todos los pasajes anteriores el efod tiene carácter de vestidura sacerdotal, aunque David no pertenecía a la tribu de Aarón. En esto constituyó un tipo de regio sacerdote del orden de Melquisedec.
(c) Una extraña desviación de lo anterior lo fue el efod que hizo Gedeón del oro, púrpura y los ornamentos tomados de los madianitas, detrás del cual se extravió Israel, y que vino a ser tropiezo para Gedeón y toda su casa (Jue. 8:27). Aún peor fue el caso de Micaía que, habiéndose hecho un santuario de dioses, hizo un efod, y consagró a uno de sus hijos como sacerdote. Un levita que llegó a la casa se involucró en todo ello, y pretendía inquirir de Dios mediante el efod. Cuando los ídolos fueron robados por los danitas, el levita los acompañó con mucho gusto, para, con los ídolos y el efod, llegar a ser el sacerdote de esta tribu. De esta manera quedó asociada con la idolatría una vestimenta sacerdotal que hubiera debido estar asociada con el culto a Jehová (Jue. 17:5; 18:14-20).
(d) Padre de Haniel, príncipe de la tribu de Manasés (Nm. 34:23).

nom, EFRAÍN

tip, BIOG CIUD HOMB HOAT
fot, dib00141
sit, a2, 357, 383
vet,
= «doble fructífero».
(a) El hijo menor de José y Asenat, hija de Potifera, sacerdote de On.
Nació cuando José era primer ministro de Egipto (Gn. 41:45-52).
Jacob profetizó que Efraín sería padre de muchas gentes (Gn. 48:8-20).
(b) Una ciudad de Judá (2 S. 13:23). Vespasiano, general romano, tomó Efraín y Bet-el en su avance sobre Jerusalén. Podría ser la misma ciudad de Efraín adonde se retiró Jesús (Jn. 11:54).

nom, EFRAÍN

tip, TRIB TR12
fot, dib00141
sit, a6, 299, 266
vet,
= «doble fructífero».
(a) La tribu de la cual Efraín fue el progenitor (Jos. 16:4,10; Jue. 5:14).
En el primer censo en el desierto, los efrainitas ascendían a 40.500; durante la peregrinación se redujeron a 32.500 (Nm. 26:37).
La tribu adquirió gran reputación cuando Josué fue caudillo de Israel, por ser él de dicha tribu (Jos. 19:50; 24:30).
Jeroboam era de la tribu de Efraín y cuando fue rey edificó Siquem en el monte Efraín, constituyéndola en capital (1 R. 12:25).
(b) Las diez tribus de entre las cuales Efraín fue la cabeza. Usada en este sentido por los profetas (Is. 7:2, 5, 9, 17; 9:9; 17:3; 28:3; Os. 4:17; 5:3).

nom, EFRATA

tip, LUGA BIOG CIUD MUJE MUAT
fot, dib00182
sit, a3, 360, 100
vet,
(a) Lugar donde se enterró a Raquel (Gn. 35:16).
(b) Esposa de Caleb (1 Cr. 2:19, 50).
(c) Antiguo nombre de Belén (Mi. 5:2).

nom, EFRÓN

tip, BIOG REGI CIUD HOMB HOAT
vet,
(a) Un heteo residente en Hebrón y propietario de la cueva de Macpela, la cual vendió a Abraham (Gn. 23:8, 9; 25:9).
(b) Región montañosa en la frontera de Judá (Jos. 15:9).
(c) Ciudad que Abías tomó a Jeroboam (2 Cr. 17:19).
nom, EGIPTO
tip, ver, HICSOS, JOSÉ, PLAGAS DE EGIPTO, ÉXODO, ANTÍOCO
sit, a8, 113, 356
vet,
En hebreo «Mizraim» (realmente, «Mitsraim»), es una forma dual, que significa «los dos Matsors», en opinión de algunos, y que representan el Alto y el Bajo Egipto. También recibe el nombre de «Tierra de Cam» en el Sal. 105:23, 27; y «Rahab», que significa «el soberbio», en el Sal. 87:4; 89:10; Is. 51:9. (Este nombre no es en hebreo el mismo que el de la ramera Rahab, que es exactamente Rachab.). El Alto Egipto recibe el nombre de «Patros», o «tierra del sur» (Is. 11:11). El Bajo Egipto es Matsor en Is. 19:6; 37:25, traducido en la RVR como «fosos» en el primer pasaje, y «Egipto» en el segundo. Egipto es uno de los más antiguos y renombrados países. La fecha de su fundación es objeto de muchas y diversas hipótesis, que han ido siendo revisadas con el paso del tiempo.

I - Historia
Por lo general, la historia del antiguo Egipto se divide en tres partes.
1. Imperio Antiguo, desde su comienzo a la invasión de Egipto por los hicsos o Reyes Pastores. Esto, en base al modelo comúnmente aceptado, abarcaría las once primeras dinastías. En algunas de estas dinastías los reyes residían en Menfis, y los de otras en Tebas. Ello suscita la importante cuestión de si algunas de las dinastías fueron contemporáneas en su existencia. A las primeras cuatro dinastías les son atribuidas la construcción de la Gran Pirámide y las pirámides segunda y tercera, y también la construcción de la Esfinge de Gizeh.
2. El Imperio Medio empezó, en el modelo comúnmente aceptado, con la duodécima dinastía. Algunos hicsos se habían establecido en el Bajo Egipto ya bajo la sexta dinastía; extendieron su poder en la decimocuarta dinastía, y reinaron supremos durante la decimoquinta, decimosexta y decimoséptima dinastías. Eran semitas de Asia. Se establecieron en el norte de Egipto en Zoam, o Tanis y Avaris, mientras que en el sur reinaban reyes egipcios. Se supone que mantuvieron el poder en el norte durante unos 500 años, pero otros creen que su dominio fue mucho más corto. (Véase HICSOS).
3. El Imperio Nuevo fue inaugurado por la expulsión de los hicsos en la decimoctava dinastía, cuando Egipto recuperó su anterior poder, tal como lo vemos por el AT.
La primera mención de Egipto en las Escrituras es cuando Abraham fue a morar allí debido a un periodo de hambre. Se dirigió al mundo en busca de ayuda, y ello condujo al patriarca a una conducta por la que fue reprendido por Faraón, el príncipe del mundo (Gn. 12:10-20). Toda la temática cronológica de este período es muy debatida, entrando en juego distintas variables y diferentes métodos de cálculo. Se puede calcular, sin embargo, que alrededor del año 1700 a.C. José fue llevado a Egipto, y vendido a Potifar. Siguió su exaltación, con motivo del sueño de Faraón con respecto al período de hambre que iba a venir sobre la tierra. Courville (ver Bibliografía) sitúa el inicio de los siete años de hambre alrededor del año 1665 a.C. Luego Jacob y toda su familia descendieron a Egipto. (Véase JOSÉ). Al final se levantó un rey que no conocía a José, y los hijos de Israel quedaron reducidos a la esclavitud (véase PLAGAS DE EGIPTO). A la muerte de los primogénitos de los egipcios, Israel abandonó Egipto (véase ÉXODO).
De gran interés son las siguientes cuestiones:
¿Cuál de los reyes de Egipto fue el que exaltó a José?
¿Cuál fue el rey que no conoció a José?
¿Cuál fue el faraón reinante en la época de las plagas y del Éxodo?
Aquí hay opiniones encontradas, sugiriendo unos que el faraón que exaltó a José fue uno de los hicsos y que el faraón de la opresión fue Ramsés II; el faraón del Éxodo hubiera sido Menefta, hijo suyo. Este último tuvo un hijo, Seti II, que hubiera debido morir en la última plaga de Egipto, si su padre fue el faraón del Éxodo. Los monumentos registran la muerte de su hijo, y no se ha hallado la momia del padre, pero sí hay inscripciones acerca de que siguió viviendo y reinando después de la muerte de su hijo. Esto no concuerda con el hecho de que el faraón del Éxodo murió en el mar Rojo (cp. Sal. 136:15; Éx. 9:15). Además, Menefta ha sido descrito como «débil, irresuelto, y carente de valor físico», y se cree que jamás se hubiera aventurado a lanzarse al mar Rojo. Al no darnos las Escrituras los nombres de los faraones en el Pentateuco, no hay realmente ningún enlace directo entre los allí mencionados y los reyes hallados en los monumentos. Hay egiptólogos que consideran unos reyes más probables que los anteriores, situando el tiempo de José antes del período de los Hicsos, y otros que lo sitúan después de la salida de ellos.
Sin embargo, el esquema más probable es el dado por Velikovsky y Courville. Ambos autores documentan la identificación de los hicsos con los Amu y Amalecitas. Entonces, el establecimiento de los hicsos en Egipto coincide con la salida de los israelitas en el Éxodo. Las hordas amalecitas que se enfrentaron con los hebreos que salían de Egipto (cp. Éx. 17:8-16) pudieron penetrar después fácilmente en un Egipto devastado, saqueado, con el ejército sepultado en el mar Rojo, sin faraón reinante, y con el heredero asimismo muerto. Esto está apoyado por el papiro de Ipuwer, que documenta estos acontecimientos, y que está ampliamente tratado por los mencionados Velikovsky, Courville, y también por el Greenberg (véanse Bibliografía y el artículo ÉXODO).
La era de Saúl vio la derrota de los amalecitas. Las cuidadosas investigaciones de Velikovsky y Courville permiten establecer que esto marcó el final del imperio hicso (amalecita) en Egipto, y el inicio de la decimoctava dinastía. De esta manera, tenemos a Ahmose, el fundador de esta dinastía, junto con Amenhotep I, como contemporáneos de Saúl y de David, y a Salomón como contemporáneo de Tutmose y de Hatsepsut. Son muchas y poderosas las evidencias que llevan a esta conclusión, examinadas detalladamente por los citados autores en su profunda revisión de los esquemas clásicos de la historia de Egipto, apoyados, por otra parte, en muy endebles bases.
El primer faraón que hallamos mencionado por su nombre en las Escrituras es Sisac (1 R. 11:40; 14:25, 26: 2 Cr. 12:2-9). Dio refugio a Jeroboam cuando huyó de Salomón, y después de la muerte de Salomón invadió Judea con 1.200 carros, 60.000 jinetes y tropa innumerable. Tomó las ciudades fortificadas y saqueó Jerusalén y el templo. Comúnmente se le identifica con Sesonk I, primer faraón de la vigesimosegunda dinastía. Sin embargo, el peso de la evidencia monumental y de las inscripciones identifica a Sisac con Tutmose III. La identificación hecha con Sesonk por la semejanza de nombre y por su cercanía en el esquema cronológico comúnmente aceptado no tienen fuerza alguna. Se pasa por alto el hecho de que los reyes egipcios tenían muchos nombres. A menudo eran conocidos en países vecinos por apelaciones que no tenían nada que ver con sus nombres regios. Asimismo su sucesor, Amenhotep II, también puede ser identificado históricamente con el etíope Zera, que fue contra Asa con 1.000.000 de hombres y 300 carros. Asa rogó la ayuda del Señor, declarando que su confianza estaba en Él. Dios respondió a su fe, y las huestes egipcias fueron vencidas, tomando Judá gran cantidad de despojos (2 Cr. 14:9-13).
Posteriormente, la alianza de Oseas, rey de Israel, con So, provocó el ataque de Asiria contra el reino de Israel y su aniquilación. La identidad de So, en base a la cronología revisada, resulta ser Ramsés II. El nombre de trono de Ramsés II, de entre los 75 nombres aceptados para este rey, era Ra-user-Maat-So-tep-en Ra. Con un nombre así, no es de sorprender que se usara una abreviación.
Otro rey de Egipto mencionado en las Escrituras es Tirhaca o Taharka (el Tehrak de los monumentos), que se lanzó contra Asiria en el año 14 de Ezequías. Senaquerib estaba atacando Libna cuando oyó que el rey de Etiopía (clasificado en la vigesimoquinta dinastía) había salido a luchar contra él. Senaquerib envió una segunda carta amenazadora a Ezequías; sin embargo, Dios destruyó su ejército por la noche, de una manera milagrosa. Pero Tirhaca fue después derrotado por Senaquerib, y una vez más en la conquista de Egipto por Essar-hadón (681-669). Essar-hadón murió en una segunda campaña contra Egipto para aplastar una revuelta contra los dominadores asirios (668 a.C.). Fue Assurbanipal quien logró la sumisión de Egipto, instalando como rey de Egipto a Sheshonk (Sesonk I). Éste era hijo de Namaret, el general de Assurbanipal en la campaña de Egipto. El abuelo de Sesonk I se llamaba Pallashnes, y tenía también el nombre de Sheshonk, como lo indica Bugsch, documentando irrefutablemente el hecho de que la vigesimosegunda dinastía tuvo un origen asirio.
Egipto intentó recuperarse de esta postración bajo Psamético I de Sais (vigesimosexta dinastía), y en los días de Josías, el faraón Necao, ansioso de rivalizar las glorias de las dinastías decimoctava y decimonovena, se dispuso a atacar al rey de Asiria y a recobrar la influencia tanto tiempo perdida de Egipto sobre Siria. Josías se opuso a Necao, pero murió en la batalla de Meguido. Necao prosiguió hasta Carquemis, y volviendo a Jerusalén depuso a Joacaz y lo llevó a Egipto (donde murió), poniendo en su lugar a su hermano Eliaquim, y dándole el nombre de Joacim. Impuso un tributo de cien talentos de plata y un talento de oro (2 R. 23:29-34; 2 Cr. 35:20-24; Jer. 26:20-23). Que Necao fuera capaz de atacar al rey de Asiria en un lugar tan lejano como Carquemis muestra el poder de Egipto en aquel entonces, pero el poder de Babilonia estaba creciendo, y después de tres años Nabucodonosor derrotaba al ejército de Necao en Carquemis, recuperando todo el terreno entre el río de Egipto y el Éufrates. «Y nunca más el rey de Egipto salió de su tierra» (2 R. 24:7; Jer. 46:2-12). El Necao de las Escrituras es el Nekau de los monumentos, un rey de la vigésimo sexta dinastía.
Los escritores griegos y los monumentos egipcios mencionan a Psamético II como sucesor de Necao, y después a Apries (Uahabra en los monumentos), el Hofra de las Escrituras (Jer. 44:30). Sedequías había sido hecho gobernador de Jerusalén por Nabucodonosor, pero se rebeló e hizo alianza con Hofra (Ez. 17:15-17). Cuando los caldeos asediaron Jerusalén, Hofra, fiel a su palabra, entró en Palestina. Nabucodonosor levantó el sitio, atacó y derrotó a Hofra, y después volvió a poner sitio a Jerusalén. Tomó la ciudad y la devastó con fuego (Jer. 37:5-11).
Hofra estaba lleno de soberbia, y se registra que dijo que ni su dios podía vencerle. Ezequiel se hallaba en Babilonia, y en su profecía (Ez. 29:1-16) predecía la humillación de Egipto y de su rey «el gran dragón que yace en medio de sus ríos». Egipto iba a quedar asolado desde Migdol hasta Sevene, hasta el mismo límite de Etiopía, «por cuarenta años». Abdallatif, un escritor árabe, dice que Nabucodonosor devastó Egipto y lo arruinó por haber dado asilo a los judíos que huyeron de él y que quedó asolado durante cuarenta años Otras profecías fueron proclamadas contra Egipto (Ez. 30; 31; 32). Dios entregó a Hofra «en manos de los que buscan su vida» (Jer. 44:30), de entre los de su propio pueblo.
Cuando Nabucodonosor hubo destruido Jerusalén, dejó a algunos judíos en la tierra de Palestina bajo Gedalías el gobernador; pero al ser asesinado Gedalías, huyeron a Egipto, llevando consigo a Jeremías a Tafnes (Jer. 43:5-7). El profeta pronunció desde allí profecías contra Egipto (Jer. 43-44). La serie de profecías da una fecha aproximada para la devastación de Egipto por parte de Nabucodonosor. Al tomar Tiro «no tuvieron paga» (salvaron sus tesoros huyendo por mar), y por ello iba a tener Egipto como recompensa. Tiro fue tomada en el año 572 a.C., y Nabucodonosor murió el 562 a.C., lo que deja un margen de diez años (Ez. 29:17-20).
Después de Nabucodonosor, Egipto quedó tributario a Ciro. Cambises fue su primer rey persa de la dinastía vigesimoséptima. Al caer el imperio persa, Alejandro Magno se apoderó de Egipto y fundó Alejandría. A la muerte de Alejandro los Ptolomeos reinaron sobre Egipto durante 300 años. Algunos de los actos de los Ptolomeos fueron profetizados por Daniel (Dn. 11). (ver ANTÍOCO). En 30 a.C., Octavio César entró en Egipto, y vino a ser una provincia romana. En el año 639 d.C., los sarracenos arrebataron Egipto al imperio bizantino, y los turcos dominaron Egipto hasta finales del siglo XVIII. A principios del siglo XIX, Egipto fue escenario de las luchas entre franceses, ingleses, turcos, viniendo a ser colonia británica en 1882, hasta 1922, en que el mariscal Allenby otorgó una declaración de independencia. En 1936 el ejército británico abandonó Egipto, excepto la franja del Canal de Suez, que no fue abandonado hasta 1954. Desde entonces, Egipto ha mantenido una postura continua de hostilidad contra el Estado judío de Israel, renacido políticamente el año 1948. Esta enemistad se ha visto paliada en años recientes, desde la visita de Anwar al-Sadat a Jerusalén, y la firma de acuerdos de paz con Israel en 1978.
Hemos visto que Egipto fue en el pasado histórico capaz de llevar un millón de soldados a Palestina; también de hacer frente a Asiria. También registra la historia su influencia sobre Fenicia y sus encarnizadas guerras contra los hititas, con los que al final hizo un tratado, que se da entero en los monumentos.
Algunas de las profecías dadas, aunque se aplican a eventos ya sucedidos hace tiempo, pueden tener todavía una aplicación futura. Por ejemplo: «Y Jehová será conocido de Egipto, y los de Egipto conocerán a Jehová en aquel día, y harán sacrificio y oblación... En aquel tiempo Israel será tercero con Egipto y con Asiria para bendición en medio de la tierra; porque Jehová de los ejércitos los bendecirá diciendo: Bendito el pueblo mío Egipto, y el asirio obra de mis manos, e Israel mi heredad» (Is. 19:21-25; cp. Sof. 3:9, 10). Ciertamente, estas afirmaciones se aplican a una época en que Dios dará bendición a Egipto. Esto es una cosa que pudiera chocar, siendo que Egipto es un tipo del mundo, el lugar en el que la naturaleza satisface sus concupiscencias, fuera de lo cual es llamado el cristiano; pero en el milenio la tierra recibirá bendición, y entonces ninguna nación recibirá bendición en tanto que no reconozca a Jehová y su Rey, que reinará, así, sobre toda la tierra. Entonces, «vendrán príncipes de Egipto; Etiopía se apresurará a extender sus manos hacia Dios» (Sal. 68:31).
Se debe recordar también que Egipto fue el lugar donde moró el pueblo de Dios, Israel. Fue un rey de Egipto quien ordenó la traducción del Antiguo Testamento al griego, la LXX, citada por el mismo Señor aquí en la tierra; y fue a Egipto que huyó José con el niño Jesús y su madre frente a la amenaza de Herodes. Egipto fue una caña quebrada en la que se apoyaron los israelitas; les oprimió e incluso atacó o saqueó Jerusalén. Pero ha recibido castigo y permanece postrado hasta el día de hoy; como reino del sur todavía jugará un papel en la historia futura (cp. Dn. 11:42 43). Después Dios lo sanará y le dará bendición; en gracia dirá: «Bendito el pueblo mío Egipto».

II - La tierra
La conformación de Egipto es peculiar. El Nilo forma, en su desembocadura en el Mediterráneo, un delta; este había llegado a tener siete brazos (Is. 11:15), pero ahora tiene sólo dos ramas. Es el río más largo del mundo con 6.671 Km de longitud. A cada lado del valle por el que corre el río se halla una cadena de montes, a partir de los cuales reina el desierto. El valle del Nilo tiene una anchura pocas veces superior a los veinte Km. El delta y el valle son muy fértiles, aunque han surgido problemas desde la construcción de la presa de Asuán, que retiene gran parte de los sedimentos que el Nilo arrastra en sus crecidas anuales. En efecto, históricamente, las inmediaciones del Nilo quedaban inundadas anualmente, quedando depositados en las márgenes del río grandes cantidades de sedimentos muy ricos para la agricultura. Hay un sistema de canales de irrigación que llevan el agua por todo el valle.
El delta, y hasta Noph (Menfis, 29° 51' N), constituyen el Bajo Egipto; desde Noph hasta la primera catarata (24° N) es el Alto Egipto, aunque el límite político del Egipto actual se extienda más hacia el sur. Las coronas emblemáticas que representaban a ambos distritos no eran iguales, pero las dos quedaron unidas en una sola cuando un rey reinó sobre todo Egipto.
En los múltiples cambios en las diferentes dinastías hubo también cambios en los límites. Cus o Etiopía, se extendía mucho más al sur, pero en las Escrituras se menciona frecuentemente junto con Egipto (Sal. 68:31; Is. 11:11; 20:4; 43:3; 44:14; Nah. 3:9). Reyes etíopes reinaron sobre Egipto, y se hallan incluidos en sus listas de reyes.

III - Población
Los antiguos egipcios eran descendientes de Cam, pero sus descendientes eran numerosos y diversos. Por lo que su nombre implica, Egipto se asocia naturalmente con Mizraim; pero se cree que los egipcios de la época de los monumentos más antiguos eran del tipo circasiano, y que aparentemente descendían de Cus y no de Mizraim. El examen de las momias del Imperio Antiguo muestra que su estructura no concuerda con la raza negra, descendiente también de Cam. Los antiguos egipcios están clasificados entre las razas blancas; los etíopes eran más oscuros, y los que se hallaban más al sur eran considerablemente más oscuros. Los coptos del moderno Egipto son considerados los descendientes de la raza antigua.
Los monumentos muestran que los antiguos egipcios eran un pueblo sumamente civilizado y educado desde sus mismos orígenes; no hay indicio alguno de ningún origen procedente de la barbarie; sus primeras magnas obras están entre las mejores. Si el hombre ha sido hallado en condiciones de brutalidad y de degradación es porque ha «caído» en su condición original en la que fueron creados Adán y Eva. En la Biblia leemos que ya antes del Diluvio se había descubierto el uso del bronce, el cobre y del hierro, y éstas y otras artes se hallan en el país de Egipto, fundado poco después del Diluvio. También se cultivaron en Egipto las ciencias, incluyendo la Astronomía. El templo de Karnak es un ejemplo del tamaño de sus edificaciones.

IV - Religión
Los egipcios eran un pueblo sumamente religioso, y aunque su religión era idolatría, era sin embargo una idolatría mucho más moderada y moral que la practicada por los cultivados griegos y romanos. Era una religión más antigua que la de estos últimos, y por ello estaba más cerca de la primordial revelación de Dios (Ro. 1:21). En teoría hablaban de un solo dios: «el único viviente en sustancia», y «la única sustancia eterna», y aunque hablan de dos, «padre e hijo», como algunos interpretan, con todo ello no destruían la unidad de su dios, «el uno en uno». A partir de ello trataban sus atributos como dioses separados; también tenían otros dioses adicionales, desde el gato al cocodrilo, que eran considerados como símbolos de sus dioses. El toro Apis representaba al dios Osiris; el toro era seleccionado con gran cuidado, y era guardado rigurosamente. Se supone que fue el recuerdo de este Apis lo que hizo que los israelitas eligieran la forma de un becerro para su ídolo de oro; en Ez. 20:6-8 vemos que Israel había caído en la idolatría en Egipto.
Los egipcios creían en un estado futuro. En una ilustración vemos como el corazón de un difunto está siendo pesado frente a una figura de la diosa de la verdad. Dos dioses estaban a cargo de la operación de pesado. A la derecha tenemos al difunto con las manos levantadas, introducido por dos diosas. El dios con cabeza de ibis tiene una tableta en la mano, y está registrando el resultado. A su lado está el dios Tifon, como acusador, exigiendo el castigo del muerto. Osiris es el juez presidente, con el cayado y el látigo. Si el juicio era favorable el alma pasaba a otras escenas; si no, pasaba a algún animal inferior. La concepción que tenían del más allá estaba muy desarrollada, y hacían grandes esfuerzos para asegurar a los difuntos las ventajas de la vida futura.
Osiris, dios del Nilo, era considerado como el dios de la fecundidad; era también el dios de las profundidades infernales, en virtud de lo cual era el juez de las almas. Ra, el dios solar, era adorado en Heliópolis (On).
Amón, dios de Tebas, participó en la exaltación de esta ciudad, de la que vino a ser su divinidad principal; finalmente quedó identificado con Ra, viniendo a ser Amón-Ra.
En Hermópolis era adorada la luna, la divinidad medidora del tiempo, protectora de los matemáticos, de los escribas, de los sabios.
Ptah, dios de Memfis, era el «gran patrón de los artesanos».
Había dioses con cuerpos humanos y cabezas de animales, como los que vemos en la ilustración. Anubis, el guía de los muertos, tenía una cabeza de chacal; Tot, el dios escriba, una cabeza de ibis.
El desarrollo del imperio suscitó a la larga la idea de un dios nacional, que halló su expresión bajo Akenatón. Durante un breve período, se trató de mantener la diferencia entre Atón y el disco solar y a imponer una especie de monoteísmo solar, pero esta moda fue de corta duración. A pesar de todas las deformaciones animistas, junto a su culto a las fuerzas de la naturaleza, tenían ideas muy limpias acerca de la conducta de la vida, el pecado, la justificación, la inmortalidad, e incluso, como ya se ha indicado, un cierto conocimiento de Dios.
V - Lenguaje
El lenguaje egipcio tiene una historia filológica extraordinariamente prolongada. Los documentos más antiguos proceden de la primera dinastía. Esta lengua se perpetuó sin interrupciones, bajo diferentes formas escritas, hasta el copto, que proviene directamente del egipcio antiguo, y que dejó de ser una lengua viva en el siglo XVI d.C. El egipcio se clasifica dentro del grupo de las lenguas camitas pero, al estar próximo a las lenguas semitas (más que el cusita o etiópico), se le puede denominar semitocamita. En efecto, en la actualidad se admite generalmente que las lenguas camitas y semíticas son de un mismo origen. Aquí se puede distinguir esquemáticamente entre las siguientes etapas lingüísticas:
(A) De la primera dinastía a la octava, el egipcio antiguo, que comprende la lengua de los textos descubiertos en las pirámides.
(B) El egipcio medio, lengua literaria de las dinastías novena a decimoctava, y que vino a ser el egipcio clásico.
(C) El egipcio tardío de las dinastías decimoctava a vigesimocuarta; se halla sobre todo en los documentos comerciales y en cartas privadas, así como también en algunas obras literarias.
(D) El demótico, escrito en caracteres populares de la dinastía vigesimoquinta hasta la época romana posterior (del 700 a.C. al 470 d.C.).
(E) El copto, hablado desde el siglo III de nuestra era por los descendientes cristianos de los antiguos egipcios. La Biblia ha sido traducida a diversos dialectos coptos; uno de ellos, el bohairico, sigue siendo empleado en la liturgia.
Al principio, los egipcios se servían de jeroglíficos: Estos eran principalmente representaciones de objetos, de aves, animales, plantas, útiles y diversos símbolos con formas geométricas.
Se distinguen dos tipos de jeroglíficos:
(A) Los ideogramas, signos que representan los objetos o que expresan ideas que van estrechamente relacionadas con ellos.
(B) Símbolos fonéticos; originalmente se trataba asimismo de ideogramas, y siguieron siendo usados como tales, incluso después que vinieron a ser utilizados como símbolos de sonidos. La combinación de estos signos da un nuevo término, susceptible de carecer de relación alguna con el sentido de los jeroglíficos originales.
Ya alrededor del año 2.000 a.C. los egipcios habían elaborado 24 letras que se correspondían con las consonantes y que formaban la base de un alfabeto que solamente se empleaba como complemento de los jeroglíficos; no se usaban vocales. Sin embargo, los jeroglíficos fueron conservados como base de la escritura; se les sigue hallando incluso en el inicio de la era cristiana.
Los escribas habían comenzado ya, bajo el Imperio Antiguo, a simplificar los dibujos a fin de poder escribir con mayor rapidez: así es como nació la escritura hierática, empleada siempre que no era necesaria la ornamentación. Desde alrededor del siglo VIII a.C. se usó la escritura popular o demótico, que facilitaba las relaciones sociales y comerciales; era una forma cursiva de la escritura hierática. Después de la expansión del cristianismo se perdió la capacidad de leer los antiguos caracteres egipcios, que permanecieron largo tiempo como enigmas. En 1799, los soldados de Napoleón hallaron en Rosetta una piedra de basalto negro escrita con caracteres jeroglíficos, demóticos, y griegos. Se trataba de un edicto del año 196 a.C. en honor a Ptolomeo Epifanio. Esta piedra de Rosetta, que se ha hecho célebre como clave que permitió descifrar los escritos egipcios, se halla en el Museo Británico. Otra inscripción en caracteres jeroglíficos, relativa a Ptolomeo Fisicon y a dos Cleopatras, fue descubierta en 1815 en Filae. Su minucioso estudio hizo avanzar el desciframiento de los jeroglíficos, y el francés M. Champollion lo consiguió totalmente en 1822.
VI- La estancia de los israelitas en Egipto.
1. La ida a Egipto se puede fechar indistintamente, en base a la cronología, según se tome un tiempo de estancia de 215 años en Egipto, o de 430 años (ver a continuación, en el apartado (c), Duración de la estancia). Así, podría tomarse la fecha como alrededor del año 1.875 a.C., por una parte, o de 1.660 a.C. Ya Abraham, en una época de hambre, había buscado refugio en este país (Gn. 12:10-20). Jacob y sus hijos hicieron lo mismo en circunstancias análogas. El total de personas que fueron a Egipto fue de 70 (Gn. 46:27; Éx. 1:5; Dt. 10:22) o 75 según la versión griega (LXX). Esta cantidad se obtiene al añadir a la cifra de Gn. 46:27 los 3 nietos y 2 biznietos de José nombrados en Nm. 26:29, 35 ss. José, elevado por Faraón al segundo lugar del reino, apremió a su padre y familia a que fueran a instalarse provisionalmente con él (Gn. 45:9-11; 47:4, 29, 30: 48:21; 50:24). Israel y su clan se establecieron con sus rebaños y manadas en la fértil región de Gosén, y allí permanecieron hasta el éxodo (Gn. 47:6, 11; Éx. 8:22; 9:26; 12:37).
2. La estancia en Egipto: impronta en la conciencia nacional. La ida de Jacob y de su familia a Egipto, su multiplicación allí, su esclavización, sus sufrimientos y su éxodo colectivo han quedado consignados en sus documentos históricos (Gn. 46:4, 28-34; 47:27; Éx. 1:9, 11, 15-22; 2:11; 12:31-37; 13:21). La fiesta de la Pascua y, en menor grado, la de los tabernáculos, dan testimonio de estos sucesos, y mantienen vivo su recuerdo en el seno del pueblo. Los salmistas y los profetas consideraron como hechos históricos experimentados por la nación tanto su estancia en Egipto como el éxodo. En cuanto a nosotros, la esclavitud de Israel en Egipto y su liberación de aquel horno de aflicción son una permanente ilustración de la opresión de la Iglesia en el mundo así como el poder redentor del amor de Dios. Esta tradición no concierne solamente a una sola tribu de entre los hebreos que, a solas, hubiera sufrido esta esclavitud en Egipto. La aflicción de la esclavitud no tocó solamente a Judá, sino también a Efraín. Los profetas de los dos reinos dan testimonio de ello: en Judá, Isaías, Miqueas y Jeremías (Is. 11:16; Mi. 6:4; 7:15; Jer. 2:6; 7:22); en el reino de Samaria, Oseas y Amós (Os. 2:16; 8:13; 9:3; 11:1; 12:10, 14; Am. 2:10; 3:1; 9:7). Todo Israel poseía un origen y una tradición común: todo el pueblo había sufrido la opresión en la tierra de Egipto.
3. Duración de la estancia en Egipto.
Dios había anunciado a Abraham: «Tu descendencia morará en tierra ajena, y será esclava allí, y será oprimida cuatrocientos años... y en la cuarta generación volverán acá» (Gn. 15:13-16). Esta profecía es citada por Esteban en Hch. 7:6. Por su parte, Moisés afirma que «el tiempo que los hijos de Israel habitaron en Egipto fue cuatrocientos treinta años» (Éx. 12:40). En cambio Pablo escribe a los gálatas que la ley fue dada a Israel 430 años después de la promesa dada a Abraham (Gá. 3:16, 17) ¿Cómo se pueden comprender estas declaraciones? En primer lugar, es evidente que la profecía de Génesis usa números redondos cuando habla de cuatro siglos. Es evidente que se refiere a los 430 años. Por otra parte, las cuatro generaciones se refieren a la época de servidumbre en Egipto. La evidencia dada por Pablo (Gá. 3:16-17) llevaría a la conclusión de que Josefo está en lo cierto cuando dice (Ant. 2:9, 1) que el tiempo que estuvieron los hijos de Israel en Egipto fue de 215 años, correspondiendo los otros 215 años a la estancia en el país de Canaán. La LXX, en su versión de Éx. 12:40, traduce: «el tiempo de peregrinación de los hijos y sus padres, que peregrinaron en la tierra de Canaán y en la tierra de Egipto, fue cuatrocientos treinta años». Pudiera ser aquí que el texto masorético dé una lectura mal transmitida, y la LXX la genuina. El testimonio de Josefo, así como el gran peso de la afirmación de Pablo, hacen llegar a la conclusión de que ésta es la única posible interpretación de los cuatrocientos años. De la aflicción en Egipto, los descendientes iban a ser rescatados en la cuarta generación. Esta liberación en la cuarta generación no sería coherente con 430 años, pero sí con 215. La promesa es también coherente con que la liberación implicara la presencia de una buena representación de esta cuarta generación, con la quinta ya bien representada. También la tradición rabínica mantenía esta postura acerca de la duración de la estancia de los hijos de Israel en Egipto.
4. La multiplicación de los israelitas durante su estancia en Egipto. Según Éxodo, 70 personas llegaron a Egipto, y unos 215 años más tarde el pueblo contaba con 603.550 hombres en edad de llevar armas (Nm. 1:1-2, 46). Hay quien ha puesto en tela de juicio una multiplicación tan rápida. ¿Qué podemos decir a esto? Al contar estrictamente entre las 70 personas las de los nietos de Jacob que fundaron familias (además de los levitas), se llega a una cifra de 41. Si se admiten seis generaciones durante 215 años (la primera, las cuatro generaciones oprimidas, y la quinta, salida de Egipto junto con la cuarta), de los 41 cabezas de familia tendríamos una descendencia de 640.625 varones en la sexta generación (quinta de la opresión), aparte de todos los supervivientes de la quinta generación (cuarta de la opresión), contando que hubiera habido una descendencia de cinco hijos varones por cada familia y generación. No debemos juzgar esto con anteojos occidentales, sino observarlo a la luz de las costumbres orientales. Ésta es una cifra totalmente factible, e incluso superable. Con todo esto, además, no se cuenta el hecho de los numerosos servidores del patriarca y de su familia (Gn. 30:43; 32:5; 45:10); estando todos ellos circuncidados, gozarían de todos los privilegios religiosos (Éx. 12:44, 48-49, etc.). Además, el casamiento con servidores no era considerado como algo que rebajara a nadie (Gn. 16:1-2; 30:4-9; Nm. 12:1; 1 Cr. 2:34-35).
5. Cambio de actividad durante la estancia en Egipto. Cuando los israelitas se establecieron en el país de Gosén, formaron una pequeña tribu de hombres libres, dedicados al pastoreo. Después de la muerte de José y de los de su generación, transcurrió un tiempo en que los hijos de Israel se multiplicaron, «se llenó de ellos la tierra» (Éx. 1:7). Entonces se levantó un faraón «que no conocía a José» (Éx. 1:6-8). Dándose cuenta de que la cantidad de los israelitas aumentaba incesantemente, vino a temer que se aliaran con los enemigos de los egipcios, tomando por ello medidas destinadas a someterlos y a impedir su multiplicación. Puso sobre ellos a capataces que les impusieron duros trabajos: labores agrícolas, fabricación de ladrillos, construcción (Éx. 1:11, 14; 5:6-8). Los israelitas debían además conseguir su propio sustento, al menos en cierta medida, con la cría de ganado (Éx. 9:4, 6; 10:9, 24:12:38).
6. Los milagros de Moisés al final de la estancia en Egipto. La opresión duró mucho tiempo, y los últimos 80 años, como mínimo, de esta opresión, incluyeron la orden de la eliminación de los hijos varones recién nacidos (Éx. 7:7; cp. Éx. 2:2). El clamor de ellos llegó a Dios, que les envió a Moisés con la misión de liberarles (Éx. 2:23). Le encomendó la misión de llevar a cabo unos milagros de un poder hasta entonces no oído (Sal. 78:12, 43). Señales destinadas a atraer la atención. Estas señales acreditaban a Moisés como embajador de Dios ante los israelitas (Éx. 4:8, 9, 30, 31; 6:7) y ante Faraón (Éx. 3:20; 4:21; 7:3-5; 8:22, 23). Se trató de manifestaciones de autoridad, no de meros fenómenos naturales. Cada uno de estos milagros tenía un fin preciso, demostrando que no se trataba de fuerzas desencadenadas de la naturaleza. Por mucho que las 9 primeras plagas pudieran asimilarse a fenómenos naturales, Dios las controló y las usó para sus designios. Las plagas aparecieron en un cortejo consecutivo; existe una relación lógica, pero no de causa y efecto, entre cada plaga y la siguiente. Son graduales y demuestran a Faraón, desde el comienzo, que la autoridad de Moisés es de origen divino. Por otra parte, no infligen a los egipcios sufrimientos inútiles. Después que Faraón rehúsa dejar salir a los hebreos, las plagas se hacen más y más gravosas, obligándole al fin a capitular a pesar de su corazón endurecido.
(a) Además, una diferencia sobrenatural quedó marcada entre el pueblo de Dios y los egipcios (Éx. 8:22, 23; 9:4, 25, 26; 10:22, 23; 11:5-7; y cp. Éx. 9:11; 10:6).
(b) Una epidemia hubiera podido dejar sin vida, en una sola noche, a una gran cantidad de egipcios, pero la décima plaga actuó metódicamente y no puede en manera alguna explicarse como un mero fenómeno natural. Se trató de una acción directa de Dios, no de muertes fortuitas, ya que sólo murió el primogénito de cada familia egipcia. Estas señales prodigiosas constituyen el primer grupo de milagros registrados en las Escrituras. (Véanse ÉXODO, PLAGAS DE EGIPTO).
7. Relaciones entre Israel y Egipto después del éxodo. Después de un período de silencio, en el que Egipto no aparece en las páginas de las Escrituras (véase HICSOS), Salomón se casa con una princesa egipcia (1 R. 3:1). Durante el reinado de Roboam, el reino de Judá y el de Israel fueron vencidos y despojados por Sisac (1 R. 14:24-26), hecho confirmado por la arqueología. Las cartas de Tell el-Amarna, aunque generalmente han sido situadas en una época muy temprana, parecen pertenecer, en base a estudios rigurosos, dentro de la época de Josafat y reyes posteriores (ver AMARNA). En estas cartas se solicita el apoyo de Faraón contra las bandas de Siria y otras naciones, que devastaban el país. Al ceñirse sobre Judá el peligro de las invasiones, los profetas exhortaron repetidamente a Israel que se abstuviera de alianzas con Egipto (Is. 30:1-3, 7; 31:1-3; Jer. 2:18; Ez. 17:17; 29:2-3, 6-7). Después de la caída de Jerusalén y el asesinato de Gedalías, Jeremías fue llevado muy a su pesar a Egipto por los que temían la cólera de Nabucodonosor (Jer. 42-43). Más tarde, después de las conquistas y muerte de Alejandro Magno, numerosos judíos se establecieron en Egipto, siendo tratados favorablemente por los Ptolomeos.

Bibliografía:
Courville, D. A.: «The Exodus Problem and its Ramifications» (Challenge Books, Loma Linda, California, 1971);
Velikovsky, I.: «Ages in Chaos» (Doubleday, Garden City, New York, 1952).

nom, EGIPTO (Río de)

tip, RIOS
sit, a4, 151, 279
vet,
Línea divisoria entre Canaán y Egipto (Gn. 15:18; Nm. 34:5), y límite sur de Judá (Jos. 15:4, 47). No es un río propiamente dicho, sino una zona vadosa cerca de la frontera de Egipto. No debe confundirse con el Nilo.
Se identifica con Wadi el-Arish, 31° 8' N, 33° 50' E.

nom, EGIPTO, RÍO DE

tip, RIOS TIPO
ver, ABANA, ÉUFRATES, FARFAR, JORDÁN, NILO, TORRENTE
sit, a4, 149, 275
vet,
Bajo esta traducción se hallan dos corrientes de agua distintas:
(A) El Nilo. «Y'or Mizraim» se refiere siempre al Nilo mismo (cfr. Is. 7:18; Am. 8:8).
(B) «Nahal Mizraim», lit. «torrente de Egipto», y que constituía el límite entre Israel y Egipto durante la época de máxima extensión de Israel, durante la monarquía unida bajo Salomón (1 R. 8:65; 2 Cr. 7:8). Es asimismo mencionado como el límite meridional de la heredad de los hijos de Israel en Jos. 15:4, «arroyo», Jos. 15:47, «río».
(C) En Gn. 15:18, sin embargo, en la promesa de Dios a Abraham, se hace mención de que la tierra que poseería su descendencia se extendería desde «el río (nahar) de Egipto hasta el río grande, el río Éufrates». En Éx. 23:31, por otra parte, se establecen los límites de Israel «desde el mar Rojo hasta el mar de los filisteos, y desde el desierto hasta el Éufrates». El examen de estos pasajes conduce a pensar que si bien la frontera histórica de Israel con Egipto era el «torrente de Egipto», actualmente conocido como Wadi el-Arish, los límites proféticamente prometidos se extienden desde el nahar de Egipto, que muy probablemente es el brazo pelusíaco del Delta del Nilo, y que desemboca frente a la Península del Sinaí; de esta manera, los pasajes de Gn. 15:18 y Éx. 23:31, que establecen los límites de Israel en el Nilo y en el mar Rojo. respectivamente, se corresponden, dando a Israel toda la Península del Sinaí.
Véase TORRENTE DE EGIPTO.

nom, EGLÓN

tip, CIUD BIOG REYE HOMB HOAT
sit, a3, 162, 229
vet,
(a) Ciudad situada entre Gaza y Laquis (Jos. 10:3, 5, 23); Josué la capturó (Jos. 10:36, 37; 12:12); se le asignó a Judá (Jos. 15:39).
(b) Rey de Moab que arrebató Jericó a los israelitas. Aod lo mató (Jue. 3:12-21).

nom, EJÉRCITO

tip, EJER ANGE
fot, dib00019
vet,
(a) EJÉRCITO.
Soldados reunidos en tropas bien organizadas, bajo las órdenes de un jefe (Gn. 21:22; Jue. 4:2; Éx. 7:4; 12:41; Nm. 2:3; 1 R. 2:5). Se debe recordar que Israel era la hueste de Jehová, puestos a Sus órdenes, y peleando Sus batallas (Éx. 12:41; Jos. 5:14). Parece que todos los de más de veinte años eran considerados como capaces de portar armas (Nm. 1:3). Durante la marcha por el desierto y la conquista acampaban en cuatro divisiones de tres tribus cada una, con un capitán sobre cada tribu. Las subdivisiones eran en millares y centenas (Nm. 31:14) y en familias (Jos. 7:17). Había convocatorias a golpe de trompeta (Nm. 10:9; cp. 1 Co. 14:8), y toda la apariencia de una organización cuidadosa. Hasta la época de los reyes parece haberse mantenido esta organización natural o tribal, pero en la época de Saúl encontramos una guardia personal (1 S. 13:2), y un general del ejército (1 S. 17:55). En la época de David los héroes que se hallaban con él en la cueva de Adulam formaron el núcleo de sus «valientes» (2 S. 23:8-39). Estaban dedicados al servicio del rey puesto por Dios. Más tarde, David organizó una milicia de 24.000 hombres bajo 12 capitanes (1 Cr. 27:1-15).
La graduación general iba desde soldados, hombres de guerra, «criados» de Salomón, capitanes, comandantes de carros, y gentes de a caballo (1 R. 9:22). Puede señalarse que, al haber sido prohibidos los caballos (Dt. 17:16), no fue sino hasta la época de Salomón que se organizó la caballería, aunque David se había reservado caballos para cien carros del despojo de los sirios (2 S. 8:4). Salomón, comerciando con Egipto (1 R. 10:28, 29) aumentó su cantidad hasta que la fuerza llegó a ser de 1.400 carros y 12.000 jinetes (1 R. 10:26; 2 Cr. 1:14). Al estar sometidos a servicio militar todos los varones capaces, David disponía de un ejército de 1.570.000 hombres «que sacaban espada» (1 Cr. 21:5). Después de la división, Judá, durante el reinado de Abías, disponía de 400.000 «hombres de guerra, valerosos, escogidos», en tanto que Israel tenía, al mismo tiempo, 800.000 «hombres escogidos»; Josafat, que se engrandeció mucho, disponía de 1.160.000 hombres, aparte de los que estaban de guarnición en las ciudades fortificadas.
En el NT se hacen unas pocas referencias al ejército romano. Una «legión» era un cuerpo de ejército que contenía todas las graduaciones. Durante el imperio, no era, en números redondos, una fuerza de más de 6.000 hombres. Cada legión tenía, teóricamente, 10 cohortes de 600 hombres; cada cohorte, 3 manípulos de 200 hombres; y cada manípulo 2 centurias de 100. De ahí viene el nombre centurión o comandante de 100 hombres como hallamos en Hch. 10:1, 22, etc.
El cuartel de las tropas romanas en Palestina estaba en Cesarea, con una cohorte en Jerusalén; pero en la época de la fiesta, cuando el temperamento rebelde de los judíos podía manifestarse, se hallaban más tropas de refuerzo en la ciudad, aunque sin sus emblemas del águila, etc., que eran especialmente ofensivos para los judíos. Aunque los romanos eran la vara de Dios para castigarlos, no estaban dispuestos a humillarse ni a recibir el castigo como proveniente del Señor.
(b) EJÉRCITO DE LOS CIELOS
(JEHOVÁ DE LOS EJÉRCITOS). En un plano muy diferente, la Biblia habla también del ejército celeste formado por los ángeles (1 R. 22:19; Sal. 148:2; Lc. 2:13). El conjunto de las estrellas lleva también en ocasiones la denominación de ejército de los cielos (Dt. 4:19; 2 R. 23:5). Los semitas daban este nombre al cielo, a sus potencias y a los cuerpos celestes; en tanto que por el término de ejército terreno denotaban la tierra, todo lo que se halla en las fuerzas de la naturaleza: vientos, rayos, calor, frío, fieras y cosas inanimadas (Gn. 2:1; Sal. 33:6). El mismo Dios es frecuentemente llamado Jehová de los ejércitos. En ocasiones se afirma que esta expresión significa que Jehová es el Dios de los ejércitos de Israel; y para demostrar este extremo se pueden citar las palabras de David a Goliat: «Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel» (1 S. 17:45); también dijo el profeta Isaías: «Jehová de los ejércitos descenderá a pelear sobre el monte de Sión» (Is. 31:4). Sin embargo, esta aplicación no agota el significado del término. Es cierto que Jehová guerreaba por Su pueblo, y que verdaderamente era «Jehová el fuerte y valiente, Jehová el poderoso en batalla» (Sal. 24:8). No obstante, Jehová de los ejércitos significa mucho más que un Dios dando la victoria a los israelitas sobre el campo de batalla. Las traducciones griegas vieron el profundo sentido de este término, y lo tradujeron por «Pantocrátor», el Todopoderoso. El término ejército que figura en esta expresión se refiere a los ejércitos de toda la creación, la cual, espiritual y materialmente, constituye un inmenso ejército, con numerosas divisiones, compuestas de todo tipo de tropas, organizadas y mandadas por Jehová. Una de estas divisiones es la de los ángeles. Fue Jehová Dios de los ejércitos quien se apareció a Jacob en Betel, cuando vio la escalera y los ángeles de Dios que subían y bajaban por ella (Gn. 28:12, 13; Os. 12:4, 5).
«Porque ¿quién en los cielos se igualará a Jehová? ¿Quién será semejante a Jehová entre los hijos de los potentados? Dios temible en la gran congregación de los santos, y formidable sobre todos cuantos están alrededor de Él. Oh Jehová, Dios de los ejércitos, ¿quién como Tú? Poderoso eres, Jehová, y tu fidelidad te rodea» (Sal. 89:6-8).
Otro ejército es el de las estrellas, en su magnífico orden y su apariencia extraordinaria. Jehová las ordena. Isaías invita a quien quiera conocer a Dios a levantar los ojos al cielo, a contemplar las estrellas (Is. 40:26; 45:12).
Otro ejército se compone de todas las fuerzas de la naturaleza. Están a disposición del Señor, le sirven, proclaman Su gloria (Neh. 9:6). Es Jehová de los ejércitos quien envía la espada, el hambre, la peste (Jer. 29:17). «Así ha dicho Jehová, que da el sol para luz del día, las leyes de la luna y de las estrellas para luz de la noche, que parte el mar, y braman sus ondas; Jehová de los ejércitos es su nombre» (Jer. 31:35). Los griegos, admiradores de la bóveda celeste y de la tierra, dieron el nombre de «kosmos» a todo el conjunto, implicando la idea de belleza y armonía. Los romanos, que observaron lo armonioso de los movimientos de las constelaciones y sus relaciones entre sí, dieron a la creación el nombre de universo, que expresa bien la unidad del conjunto.
La revelación ve, en este orden aparentemente inmutable, un ejército de inmensas divisiones, numerosas y diversas, dispuestas en todo momento a obedecer la voluntad de su único capitán, Jehová de los ejércitos, dando señales portentosas a la orden de Dios (cp. Jue. 5:20; Is. 13:10; Ez. 32:7; JI. 2:10; 3:15; Mr. 13:25; Lc. 21:25, etc.).

nom, ÉL. Véase DIOS [NOMBRES DE].

nom, ELA

tip, REYE BIOG HOMB HOAT
vet,
= «grande y frondoso árbol».
Nombre de seis personajes bíblicos; entre ellos un rey de Israel (1 R. 16:6, 8-10; Gn. 36:41; 2 R. 15:30; 1 Cr. 4:15; 9:8; 1 R. 4:18).

nom, EL-AMARNA. Véase AMARNA.

nom, ELAM, ELAMITAS

tip, BIOG REGI HOMB HOAT
sit, a8, 314, 253
vet,
= «alto».
(a) Un hijo de Sem (Gn. 10:22).
(b) La región habitada por sus descendientes, después llamada Persia y situada al oriente del Tigris y de Babilonia. Su capital fue Susán o Susa. Fue el asiento de un imperio antiquísimo (Gn. 14:1-11). Entre loas años 3100 y 2400 a.C. estuvo bajo la dominación de Babilonia, pero Elam la conquistó en el siglo XII a.C. Después de repetidas campañas estuvo subyugada bajo Sargón, Senaquerib y Assurbanipal. Los elamitas prestaron servicio militar a los asirios en la invasión de Judá (Is. 22:6). Con la captura de Nínive por los babilonios y la caída del Imperio Asirio, Elam se unió a Media para capturar Babilonia (Is. 21:2). Más tarde fue una provincia, y Susán una capital del Imperio Persa (Dn. 8:2). Los elamitas se opusieron a la reconstrucción del templo y de la ciudad de Jerusalén (Esd. 4:9). Algunos elamitas judíos estuvieron presentes en el día de Pentecostés (Hch. 2:9).
(c) Nombre de tres judíos (1 Cr. 26:3; 8:24; Neh. 12:42).

nom, ELASAR

tip, CIUD
sit, a4, 508, 278
vet,
Según Gn. 14:1, ciudad donde residía el rey Arioc; considerada antiguamente idéntica con la ciudad babilónica de Larsa.

nom, ELAT. Véase EZIÓN-GEBER.

nom, ELCANA

tip, BIOG SACE FUNC HOMB HOAT
vet,
= «Dios creó».
(a) Un levita, padre de Samuel, el profeta (1 S. 1:2; 1 Cr. 6:27, 34).
(b) Jefe en la corte de Acaz (2 Cr. 28:6).
(c) Nombre de dos descendientes de Coré (1 Cr. 6:35, 36).
(d) Otros se mencionan en 1 Cr. 6:23, 25:9-16; 12:6; 15:23.

nom, ELDAD

tip, BIOG FUNC HOMB HOAT
vet,
= «Dios amó».
Uno de los setenta ancianos escogidos por Moisés como auxiliares en el gobierno (Nm. 11:24-29).

nom, ELEALE

tip, CIUD
sit, a2, 592, 428
vet,
Hoy Elal, 2 Km. al norte de Hesbón.
Ciudad en la meseta de Moab, conquistada por Gad y Rubén, pero reocupada más tarde por los moabitas (Nm. 32:3, 37; Is. 15:4; 48:34).

nom, ELEAZAR

tip, BIOG SACE HOMB HOAT HONT
vet,
= «Dios ha ayudado».
(a) El tercer hijo de Aarón (Éx. 6:23) y padre de Fineas (Éx. 6:25). Con sus hermanos y su padre fue consagrado sacerdote y más tarde actuó como tal (Lv. 10:6-20; Nm. 3:32; 20:25-28; Jos. 24:33; Jue. 20:28).
(b) Nombre de otros siete personajes (1 Cr. 23:21; 1 S. 7:1; 2 S. 23:9; Esd. 8:33; 10:25; Neh. 12:48; Mt. 1:15).

nom, ELECCIÓN

tip, DOCT
ver, PREDESTINACIÓN
vet,
Del término griego «eklogê». Se usa:
(a) del Señor Jesús: «He aquí mi siervo, yo le sostendré; mi escogido («bachir»), en quien mi alma tiene contentamiento» (Is. 42:1; 1 P. 2:6). Fue predestinado para ser propiciación por la fe en Su sangre (Ro. 3:25; 1 P. 1:20);
(b) de Ciro, que fue llamado por Dios para que fuera su «pastor» e hiciera su voluntad, diciendo a Jerusalén: «Serás edificada; y al templo: Serás fundado» (Is. 44:28; 45:1-4). Fue Ciro quien liberó a los cautivos para que pudieran ir a Jerusalén y reconstruyeran el templo (Esd. 1:2, 3);
(c) cuando Jacob y Esaú nacieron, Jacob fue elegido para bendición, y sus descendientes como la única nación elegida por Dios para Su especial favor (Ro. 9:11-13; Am. 3:2);
(d) cuando Dios vuelva a restaurar a Israel en su bendición será un remanente el que será elegido, al que llama sus «escogidos» (Is. 65:9, 15, 22; Mt. 24:22, 24, 31; Ro. 11:8);
(e) de los ángeles elegidos (1 Ti. 5:21);
(f) de la elección de personas para vida eterna (Ro. 8:29, 30, 33; 11:5, 7; Col. 3:12; 1 Ts. 1:4; 2 Ti. 2:10; Tit. 1:1; 1 P. 1:2; 5:13; 2 P. 1:10; 2 Jn. 1, 13).
La razón de que muchos creyentes tienen dificultades en cuanto a la doctrina de la elección para vida eterna es debido a que no acaban de ver el verdadero significado de la caída del hombre, y de su condición totalmente perdida. Si no fuera por la elección y por la gracia irresistible que la acompaña, nadie sería salvo. Cristo murió por todos, y a todos se proclama el evangelio (Ro. 3:22; He. 2:9). Sin embargo, los designios de la carne son enemistad contra Dios (Ro. 8:7), y nadie respondería (Lc. 14:18). Nadie puede ir al Señor Jesús si el Padre no lo atrae hacia él (Jn. 6:44). Creen los ordenados para vida eterna (Hch. 13:48). Toda la gloria de la salvación pertenece a Dios.
Sin embargo, tiene que quedar claro que el hecho de la elección de muchos a vida eterna no significa que otros han sido destinados por Dios a la perdición. Esto no se enseña en las Escrituras. Dios desea que «todos» los hombres se salven (1 Ti. 2:4). Su elección asegura que «muchos» lo serán. Se ha utilizado mucho el pasaje de Ro. 9:22-23 para defender la teoría de la doble predestinación. Sin embargo, se pasa por alto que el verbo «preparados» en el versículo 22 está en el original en la voz media, lo que quiere decir que los vasos de ira se prepararon a sí mismos para destrucción. Es a los vasos de misericordia que Él ha preparado de antemano para gloria.
Por lo que respecta a Ro. 9:18, «de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece», tampoco puede tomarse este versículo como apoyando la idea de una doble predestinación. En efecto, aquí se trata, por una parte, de la gracia electiva soberana de Dios hacia unos (p. ej., el caso extremo de Saulo de Tarso, ilustrativo de todos los demás); por otra parte, los que son endurecidos no son endurecidos «para» perdición, sino «en» perdición. Quedan endurecidos judicialmente en una actitud de rebelión ya asumida personalmente.
Finalmente, un pasaje que a primera vista podría ser usado para apoyar la idea de una doble elección es el de Jacob y Esaú: «A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí» (Ro. 9:13; cp. Mal. 1:2-3). Aquí, a primera vista, parece que se está afirmando que antes de que nacieran, Dios ya amaba a Jacob y aborrecía a Esaú. Sin embargo, aunque lo primero es ciertamente el caso, no es lo que aquí se está tratando. Aquí se da esta afirmación como corolario final a la cadena que muestra la elección en gracia de Jacob. La afirmación «a Esaú aborrecí» no se conecta con «no habían aún nacido» (Ro. 9:11), sino que es el desarrollo histórico a que llevó la elección de Jacob y la respuesta de odio de Esaú ante una pérdida de bendición en la que él había tenido una responsabilidad directa, por su menosprecio de la primogenitura. Incluso los hay que consideran que no se refiere a Esaú de manera personal, sino a sus descendientes, después que sus acciones nacionales hubieran quedado patentes (cp. Abd. 10; Ez. 35). (Véase PREDESTINACIÓN).

Bibliografía:
Para un examen teológico más profundo, se recomienda a los estudiosos la consulta de las siguientes obras:
Chafer, L. S.: «Teología Sistemática» (Publicaciones Españolas, Dalton, Georgia, 1974), tomo I, PP. 981-1.022;
Sperry Chafer, L. y Walvoord, J. F.: «Grandes Temas Bíblicos» (Portavoz Evangélico, Barcelona, 1976), PP. 265-270;
Lacueva, F.: «Doctrinas de la Gracia» (Clíe, Terrassa, 1975), Pp. 55-68;
Ryrie, C.C.: «Síntesis de doctrina bíblica» (Portavoz Evangélico, Barcelona, 1979), PP. 27-131.

nom, ELECCIÓN DE LA ESPOSA

tip, LEYE COST TIPO
ver, ANCIANO, DIÁCONO, OBISPO
vet,
Elección de la esposa y desposorios.
En Israel eran los padres (sobre todo el padre) los que elegían a la esposa del joven (Gn. 21:21; 24: 38:6); en ocasiones el hijo manifestaba sus preferencias, pero el padre era el que se encargaba de formalizar el asunto (Gn. 34:4, 8; Jue. 14:1-10). El joven no podía ocuparse de ello directamente más que en circunstancias excepcionales (Gn. 29:18). No siempre se consultaba a la joven; la voluntad de su padre y de su hermano mayor decidían el asunto (Gn. 24:51, 57-58; 34:11). En ocasiones un pariente más alejado buscaba un marido para la hija, o la ofrecía a un buen partido (Éx. 2:21; Jos. 15:17; Rt. 3:1, 2; 1 S. 18:27). Se daban regalos a la parentela de la futura esposa, y en ocasiones a ella misma (Gn. 24:22, 53; 29:18, 27; 34:12; 1 S. 18:25). Otro joven, llamado el amigo del esposo (Jn. 3:29), servía de intermediario entre las dos partes interesadas, pero no tenía, excepto en esto, contacto alguno antes de las bodas. Se trataba, como se ve, de un compromiso más preciso y formal que nuestros compromisos modernos, y que ya tenía ciertas consecuencias legales. Si la prometida se dejaba seducir, era castigada con la muerte por adulterio, y su cómplice también, «porque humilló a la mujer de su prójimo» (Dt. 22:23-24). Los soldados quedaban dispensados de luchar si los esperaba una prometida en casa (Dt. 20:7), de la misma manera que el recién casado quedaba dispensado por un año del servicio militar (Dt. 24:5). Esto explica que en Mt. 1:18-25 se empleen simultáneamente los términos de desposados y de marido y mujer acerca de María y José antes de la consumación de su matrimonio.

nom, ELHANÁN

tip, BIOG HOMB HOAT
vet,
= «Dios es benigno».
(a) Hijo de Jair, o Jaare-oregim, dio muerte a Lahmi, hermano de Goliat geteo (2 S. 21:19; 1 Cr. 20:5). Es evidente que el texto de 2º Samuel ha sufrido una alteración en su transmisión.
(b) Hijo de Dodo, fue de los 30 valientes de David (2 S. 23:24; 1 Cr. 11:26).

nom, ELÍ

tip, BIOG SACE ABEC HOMB HOAT
vet,
(a) = «alto, elevado».
Descendiente de Itamar y sumo sacerdote de Israel (1 S. 1:9; cp. 1 R. 2:27; 1 Cr. 24:3, 6). El primer libro de Samuel comienza con Elí como sacerdote. Samuel fue consagrado al servicio del Señor por su piadosa madre, y estuvo al servicio del tabernáculo bajo Elí. Los dos hijos de Elí, Ofni y Finees, eran «hijos de Belial». Ayudaban a su padre, pero interferían en las ofrendas de la gente del pueblo, y pecaban en gran manera ante el pueblo. Elí habló con sus hijos acerca de las malas acciones que estaban cometiendo, pero no con la necesaria energía para impedir que deshonraran al Señor. La responsabilidad de mantener al pueblo de Dios ante Él residía en la casa sacerdotal. De ahí lo enorme del pecado de los jóvenes, y la gran responsabilidad de Elí por su negligencia. Un hombre de Dios fue a Elí, y le dijo claramente que estaba honrando a sus hijos antes que a Dios, detallándole algunos de los juicios que iban a abatirse sobre su casa, y que sus dos hijos morirían en un mismo día.
Como Elí permitió que sus hijos siguieran en sus pecados, Dios le envió un mensaje por medio de Samuel, recordándole los juicios de los que le había advertido el hombre de Dios, y repitiendo que era debido a que «sus hijos han blasfemado a Dios, y él no los ha estorbado». Elí se sometió piadosamente a Dios, diciendo: «Jehová es; haga lo que bien le pareciere. » Pero siguió sin corregir el mal, para lo cual ya posiblemente fuera impotente. Éste fue el gran fracaso de Elí, aunque es evidente que por otra parte buscaba mantener el honor de Dios. Temblaba de temor cuando el arca fue llevada al campo de batalla, lo que terminó con el desastre de la captura del arca por parte de los filisteos y la muerte de sus dos hijos. «Ichabod» es el nombre que marca el estado de Israel debido al pecado de Elí: «traspasada es la gloria». Al oír estas tristes noticias, Elí cayó hacia atrás de la silla en que estaba sentado y murió desnucado. Había juzgado a Israel durante cuarenta años y tenía 98 (1 S. 1-4). Su descendiente Abiatar fue echado del sacerdocio por Salomón en cumplimiento de la palabra del Señor con respecto a la casa de Elí en Silo (1 R. 2:27).
(b) ELÍ, ELÍ, ¿LAMA SABACTANI?
Frase aramea que significa «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Mt. 27:46).
Parece extraño que hubiera los que creyeran que era una llamada a «Elías». Este error puede haber sido cometido por algunos que no comprendieran el lenguaje usado. En Mr. 15:34 se usa una variante, «Eloi».
exc, ELÍ ELÍ ¿LAMA SABACTANI?
vet,
Frase aramea que significa «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Mt. 27:46).
Parece extraño que hubiera los que creyeran que era una llamada a «Elías». Este error puede haber sido cometido por algunos que no comprendieran el lenguaje usado. En Mr. 15:34 se usa una variante, «Eloi».

nom, ELIAB

tip, BIOG MUSI HOMB HOAT
vet,
= «Dios es padre».
Nombre propio de siete israelitas (Nm. 1:9; 16:1, 12; 1 S. 16:6; 1 Cr. 6:27; 12:9; 15:18-20).
Principales entre ellos son:
(a) el hermano mayor de David;
(b) un jefe que ayudó a sacar el censo de Israel en el desierto, y
(c) uno de los músicos cantores que acompañó al arca cuando ésta era llevada a Jerusalén.

nom, ELIAQUIM

tip, BIOG FUNC REYE HOMB HOAT
vet,
= «Dios establece». Nombre propio.
(a) Mayordomo del rey Ezequías; el rey lo mandó primero a negociar con los invasores asirios (2 R. 18:17-37) y después a procurar la ayuda de Isaías el profeta (Is. 37:2).
(b) Nombre original del rey Joacim (2 R. 23:34).
(c) Antepasado de Jesús (Mt. 1:13).
(d) Otro antepasado de Jesús (Lc. 3:30).
nom, ELÍAS
tip, BIOG PROF SACE HOMB HOAT ESCA
fot, dib00317, fot00110
ver, TISBI, CUERVO, MILAGRO
vet,
= «Jehová es mi Dios».
1. Uno de los mayores profetas. Apellidado «el Tisbita», de Galaad; según la LXX esta última mención precisaba que no era originario de otro Tisbe más conocido, que se hallaba en Galilea. (Véase TISBI).
Llevaba una vestimenta de pelo de camello ceñida con un cinto de cuero (2 R. 1:8).
Cuando Acab, bajo la influencia de Jezabel, su esposa tiria, se convirtió en un adorador del Baal de Tiro, Elías apareció repentinamente en escena. Se presentó delante del pervertido soberano, y le anunció una sequía de duración indeterminada, como castigo por la apostasía. Siguió una época de hambre. Elías se retiró al principio al arroyo de Querit, donde le alimentaron los cuervos enviados por el Señor. (Véase CUERVO). Cuando el arroyo de Querit se secó, Elías fue a Sarepta, en la costa mediterránea, al norte de Tiro. Allí vivía una viuda que puso su confianza en Dios, y que compartió su última comida con Elías. Entonces intervino Dios. La tinaja de harina y la vasija de aceite no se acabaron mientras duró la época de hambre. El hijo de la viuda murió; entonces la oración del profeta lo volvió a la vida (1 R. 17:1-24; Lc. 4:24-26). Pasado mucho tiempo, al tercer año (1 R. 18:1; Lc. 4:25; Stg. 5:17). Elías recibió de Jehová la orden de presentarse ante Acab. Siguió la escena del monte Carmelo. Los sacerdotes paganos intentaron demostrar la divinidad de Baal, pero todos sus esfuerzos fueron vanos. Elías congregó al pueblo alrededor del altar que los israelitas piadosos del norte habían indudablemente levantado a Jehová, ya que debido al cisma de las 10 tribus ya no podían ir a Jerusalén. Este altar había sido derruido. Al reconstruirlo con 12 piedras, Elías dio silencioso testimonio de que el cisma de las 12 tribus en 2 reinos era contrario a la voluntad de Dios. Para evidenciar la imposibilidad de todo fraude, ordenó al pueblo que arrojara agua sobre el holocausto y sobre el altar. A continuación oró al Señor, y cayó fuego del cielo, consumiendo el holocausto sobre el altar y el mismo altar. Así el Señor manifestó Su existencia y poder. Los profetas de Baal, convictos de fraude, fueron llevados al arroyo de Cisón; Elías ordenó el degüello de todos ellos (1 R. 18:1-40; cp. Dt. 17:2-5; 13:13-16). El pueblo reconoció que Jehová es Dios, y obedeció la orden de su profeta. Aparecieron nubes, anunciando la lluvia y el retorno del favor divino. El profeta, para honrar al soberano del pueblo elegido de Dios, se ciñó y corrió delante del carro de Acab hasta llegar a Jezreel (1 R. 18:41-46). Jezabel, furiosa por la muerte de sus profetas, juró matar a Elías, que, atemorizado, huyó. Como Moisés, fue divinamente sustentado por 40 días y 40 noches, hasta llegar al monte Horeb (Éx. 24:18; 34; Dt. 9:9, 18; 1 R. 19:8). Con una tremenda exhibición de poder y de suavidad, Elías fue reprendido y después devuelto a su misión. Dios le ordenó que ungiera a Hazael rey de Siria, y a Jehú rey de Israel, para que castigaran la idolatría de Israel. También iba a ungir a Eliseo como profeta en su lugar, para anunciar el juicio. Elías arrojó su manto sobre Eliseo, y le dio la misión de llevar a cabo el resto de su misión (1 R. 19:1-21).
Jezabel había hecho matar a Nabot con la complicidad de los magistrados, a fin de conseguir su viña para Acab. Elías se le presentó en el mismo terreno arrebatado para darle a conocer el castigo que el Señor iba a mandarle (1 R. 21:1-29). La muerte de Acab en la batalla de Ramot de Galaad fue el inicio del castigo pronunciado por Elías contra la casa real (1 R. 22:1-40). Ocozías, hijo y sucesor de Acab, se hirió al caer de una ventana; envió entonces a mensajeros a que consultaran a Baal-zebub, ídolo de Ecrón, para saber si sanaría. Elías detuvo a los mensajeros y los envió al rey con su mensaje. El rey mandó a dos capitanes de cincuenta para detener a Elías, y él hizo bajar fuego del cielo, que los consumió. Al final, un tercer capitán se presentó ante Elías suplicándole que respetara su vida; Elías fue con él a ver a Ocozías (2 R. 1:1-16).
Al profeta Elías se le dio el privilegio de ser traspasado al cielo sin pasar por la muerte. Un carro de fuego tirado por caballos de fuego se le apareció a Elías, que había ido al otro lado del Jordán con su siervo Eliseo. Este prodigio les separó, y Elías subió al cielo en un torbellino (2 R. 2:1-12) Este acontecimiento tuvo lugar, según parece, poco antes de la accesión de Joram al trono de Israel (2 R. 2; cp. 2 R. 1:18 y 3:1). Eliseo había redactado un vehemente documento contra Joram de Judá, que compartía el trono con Josafat y que se había casado con una hija de Acab. El profeta le amenazaba con el castigo divino, provocado no solamente por los pecados que había cometido en vida de Josafat, sino también por los crímenes que perpetró a continuación de su muerte (2 Cr. 21:12-15; cp. vv. 4 y 13). Si Elías fue ascendido al cielo durante el reinado de Josafat, entonces predijo, en vida de este rey, la conducta futura de Joram de Judá, como lo hizo con Hazael y Jehú (1 R. 19:15-17). Se da otra explicación, que es que el relato de la ascensión de Elías se habría insertado en 2 R. 2 para dar fin a la historia de su actividad pública, y que Elías hubiera estado todavía en este mundo cuando el encuentro de Eliseo, al sur de Judá, con el ejército de Josafat y cuando Joram subió al trono. Sin embargo, esta explicación no cuadra nada con 2 R. 3:11, y se debe aceptar que la denuncia de Elías era una predicción.
Los dos últimos versículos del AT anuncian que Dios enviará a Elías antes de la venida del día grande y terrible del Señor (Mal. 4:5-6). En el NT Juan el Bautista vino «en el espíritu y poder de Elías», humilde y lleno de celo como el tisbita (Mt. 3:4; Mr. 1:6), y encargado de un ministerio semejante al suyo (Mt. 11:1-14; 17:10-12; Lc. 1:17). Aquí se debe hacer notar lo siguiente:
(A) Juan el Bautista declaró él mismo que él no era Elías (Jn. 1:21)
(B) el Señor Jesús, si bien dijo que «Elías ya vino» en cierta manera en el carácter de Juan el Bautista, añadió también que «Elías a la verdad vendrá primero y restaurará todas las cosas» (Mr. 9:11-13).
Parece, por ello, que esta bien claro que, como sucede con frecuencia, tenemos aquí dos cumplimientos sucesivos de la profecía de Mal. 4:5, 6, el primero parcial, en la primera venida de Cristo, el otro total en su segunda venida. La «restauración de todas las cosas» significa la instauración del glorioso reinado del Mesías (Hch. 3:20, 21). En cuanto al «día de Jehová, grande y terrible», este es evidentemente todavía futuro. Es el día de la manifestación y dominio total del Señor, en que ejecutará sus juicios y establecerá su dominio. Numerosos comentaristas opinan que Elías podría ser (¿junto con Enoc?) uno de los dos testigos de Ap. 11:3-11. Sobre el monte de la Transfiguración, Elías, representando a los profetas del AT, apareció para honrar a Jesús. Su ascensión y la de Enoc (Gn. 5:24) prefiguran, indudablemente, la ascensión del Salvador resucitado. Los milagros que marcan el ministerio de Elías pertenecen al segundo de los 4 períodos de milagros que presenta la historia de la redención. Este segundo período es el de la lucha a ultranza entre la religión de Jehová y el culto a Baal. El mantenimiento de la fe de los padres o la apostasía era el tema crucial de esta batalla que tuvo lugar en el Israel norteño. Las cuestiones referentes a otras observancias religiosas palidecían frente a este hecho capital. (Véase MILAGRO).
2. Benjamita, hijo de Jeroham, residía en Jerusalén (1 Cr. 8:27).
3. Sacerdote hijo de Harim, se había casado con una mujer gentil (Esd. 10:21).
4. Israelita de entre los que Esdras convenció a despedir a sus mujeres extranjeras (Esd. 10:19, 26).

nom, ELIEZER

tip, BIOG SACE FUNC PROF HOMB HOAT TIPO
vet,
= «Dios es ayuda».
(a) Un damasceno que tenía el cargo de administrador de Abraham (Gn. 15:2; cp. Gn. 24:2). Con toda seguridad fue Eliezer el enviado a buscar esposa para Isaac. Evidentemente, se trataba de un hombre devoto, que se confió a Dios para que diera éxito a su viaje. Su misión es un notable tipo de la obra del Espíritu Santo de proveer una esposa para el Señor Jesús. Es para este objeto que Él está ahora reuniendo a la iglesia (Gn. 24:1-67).
(b) Segundo hijo de Moisés y Séfora. Él, junto con su madre y hermano, fueron dejados al cuidado de Jetro hasta después del Éxodo, uniéndose a Moisés en el desierto (Éx. 18:4; 1 Cr. 23:15, 17; 26:25).
(c) Hijo de Bequer, benjamita (1 Cr. 7:8).
(d) Sacerdote que ayudó a llevar el arca a Jerusalén (1 Cr. 15:24).
(e) Hijo de Zicri y «jefe» de los rubenitas (1 Cr. 27:16).
(f) Hijo de Dodova. Fue el profeta que reprendió a Josafat por aliarse con Ocozías rey de Israel, porque Ocozías «era dado a la impiedad» (2 Cr. 20:35-37).
(g) Uno que fue enviado por Esdras a buscar levitas que le acompañaran a Jerusalén (Esd. 8:16).
(h) Tres que se habían casado con mujeres extranjeras (Esd. 10:18, 23, 31).
(i) Hijo de Jorim, antecesor del Señor Jesús (Lc. 3:29).

nom, ELIFAZ

tip, BIOG HOMB HOAT
vet,
(a) Hijo de Esaú con Ada (Gn. 36:4-16).
(b) Uno de los tres amigos de Job (Jb. 2:11). En su discurso atribuye las aflicciones de Job a los pecados que éste supuestamente había cometido.

nom, ELIM

tip, LUGA
sit, a4, 122, 331
vet,
= «árboles grandes».
Segundo lugar donde pararon los israelitas en el desierto (Éx. 15:27).

nom, ELIMAS

tip, BIOG HOMB HONT
vet,
= «sabio».
Nombre arábigo de un judío mago, Bar-jesús, de la comitiva de Sergio Paulo, el procónsul romano, en Pafo, Cipro. Fue severamente reprendido por Pablo (Hch. 13:6-12). El procónsul se convirtió y la isla se abrió al evangelio.

nom, ELIMELEC

tip, BIOG HOMB HOAT
vet,
= «mi Dios es rey».
Persona que, en el libro de Rut, emigra de Belén a Moab, en donde muere (Rt. 1:2); marido de Noemí y suegro de Rut.

nom, ELISABET

tip, BIOG MUJE MUAT MUNT
vet,
= «Dios es mi plenitud».
(a) Hija de Aminadab y esposa de Aarón (Éx. 6:23). Era de la tribu de Judá, y su casamiento con Aarón unió a las tribus sacerdotal y real.
(b) Una mujer justa, de la familia de Aarón, esposa de Zacarías, y madre de Juan el Bautista. Al ser visitada por María, fue llenada por el Espíritu Santo, y saludó a María como «la madre de mi Señor» (Lc. 1:5-57). Formaba parte del remanente temeroso de Dios, del que se nos da un atisbo en los primeros capítulos del evangelio de Lucas.

nom, ELISEO

tip, BIOG PROF HOMB HOAT ESCA MILA
ver, MILAGROS, ARREBATAMIENTO
vet,
= «Dios es salvación» (la forma castellana se deriva del griego «Elisaios» de Lc. 4:27, no del hebreo «Elicha»).
Sucesor del profeta Elías en el reino del norte. Hijo de Safat; vivía en Abel-Mehola, en el valle del Jordán, y pertenecía a una familia de buena posición económica; eran propietarios de 12 pares de bueyes que laboraban en sus campos. Dios lo designó como sucesor de Elías que, al encontrarlo tras el arado, echó sobre él su manto (1 R. 19:16, 19). Eliseo comprendió el significado de este gesto simbólico. Volviendo a los suyos, ofreció un sacrificio y dio a su gente un festín de despedida, y después siguió a Elías y le sirvió (1 R. 19:19-21). Elías, antes de ser arrebatado, cruzó el Jordán, y Eliseo rehusó separarse de él. Elías le dijo que pidiera lo que quisiera. Entonces Eliseo tuvo la sabiduría de solicitar una doble porción de la sabiduría de Elías. Vio cómo el carro de fuego arrebataba a su amo; tomó el manto que Elías había dejado caer, y con él golpeó el Jordán, el cual se abrió. Eliseo atravesó el río, y pasó a la ribera occidental (2 R. 2:1-18). Una serie de hechos sobrenaturales marca la carrera de su ministerio: milagros de conocimiento, o milagros de poder, todos ellos cumplidos expresamente en nombre del Señor. En la historia de la redención, forma parte del segundo grupo de milagros. (Véase MILAGROS). Los milagros de Eliseo tuvieron lugar en una época en que la religión de Jehová estaba enfrentada de una manera total contra el culto a Baal. De la misma manera que los milagros de Elías, los de Eliseo tenían el propósito de manifestar la autoridad del profeta y de presentar al Dios viviente. Este poder sobrenatural de Eliseo era de tal manera que podía usarlo libremente; de la misma manera que Cristo lo empleó frecuentemente en sencillos actos de misericordia.
En nombre del Señor:
sanó con sal las aguas de la fuente de Jericó (2 R. 2:19-22).
Unos muchachos que se burlaban de la persona del profeta del eterno recibieron una maldición de Eliseo en nombre del Señor. Dos osos descuartizaron a 42 de estos jóvenes (2 R. 2:23-25).
Predijo el éxito de la expedición en contra de Moab (2 R. 3:11-27);
multiplicó el aceite de una viuda (2 R. 4:1-7);
anunció el nacimiento de un hijo a una sunamita; cuando este hijo murió, la oración de Eliseo lo reclamó a la vida (2 R. 4:8-37).
Él indicó un antídoto contra la planta venenosa que estaba en el alimento de los profetas (2 R. 4:38-41).
Durante una hambre, el profeta alimentó a 100 hombres con 20 panes de cebada y algunas espigas nuevas (2 R. 4:42-44).
Ordenó a Naamán que se bañara en el Jordán para sanarse de la lepra (2 R. 5:1-19), y
anunció a Gizei que esta lepra se quedaría pegada siempre a él debido a su codicia (2 R. 5:20-27).
Hizo flotar a la superficie del Jordán el hierro de un hacha que había caído al río (2 R. 6:1-7), y
reveló al rey de Israel los movimientos e intenciones de sus enemigos, los sirios (2 R. 6:8-12).
En respuesta a la oración de Eliseo, el Señor abrió los ojos de su siervo para que viera los carros y caballos de fuego que los protegían (2 R. 6:13-17).
Eliseo hirió de ceguera a los hombres que el rey de Siria había enviado para que lo detuvieran (2 R. 6:18-23).
Declaró, antes de que se lo dijera nadie, que un emisario del rey de Israel estaba a la puerta para quitarle la vida (2 R. 6:32, 33).
Durante el hambre del cerco de Samaria, predijo que al día siguiente los víveres serían abundantes y baratos, añadiendo que el oficial incrédulo, que se burló de esta profecía, lo vería pero no lo disfrutaría. Una multitud aplastó a este oficial, que murió ante la puerta de Samaria (2 R. 7).
Eliseo hizo saber que Ben-adad, rey de Siria, moriría (2 R. 8:7-15).
Anunció la destrucción de Acab y de toda su casa; envió a un joven profeta a que ungiera a Jehú, que debería ejecutar el juicio predicho (2 R. 9:1-10:28).
Eliseo reveló por adelantado que habría 3 victorias sobre los sirios (2 R. 13:14-19).
Finalmente, un cadáver que había sido arrojado apresuradamente en la tumba de Eliseo volvió a la vida al tocar los huesos de Eliseo (2 R. 13:20, 21).
Todo este poder milagroso no impidió a este gran servidor de Dios que un día «quedara Eliseo enfermo de la enfermedad de que murió» (2 R. 13:14). Por cuanto el creyente debe un día abandonar este mundo, bien puede que llegue a tener una enfermedad de la que no cure. Será muy distinto para los que vivan en el día del arrebatamiento de la iglesia. (Véase ARREBATAMIENTO). Entonces, tanto creyentes vivos como los muertos, que resucitarán, recibirán «la adopción, la redención de nuestro cuerpo» en una maravillosa transformación (Ro. 8:23) por el poder de la vida que está en Cristo.

nom, ELIÚ

tip, BIOG HOMB HOAT
ver, JOB
vet,
= «Dios es Él».
(a) Un efrainita, bisabuelo de Samuel, llamado Eliel en 1 Cr. 6:34 y Eliab en 1 Cr. 6:27.
(b) El más joven de los cuatro amigos de Job, quien toma la palabra en Jb. 32-37.
(c) Nombre de otras tres personas (1 Cr. 12:20; 26:7; 27:18).

nom, ELOHIM

tip, DOCT
ver, DIVINIDADES PAGANAS, PENTATEUCO, EJÉRCITO DE LOS CIELOS
vet,
«Elohim» es ciertamente una de las designaciones más antiguas del Dios de la Revelación. Se halla en los relatos bíblicos de la creación y de la época patriarcal. Sólo la Biblia conoce este término. Es cierto que tenía un origen semítico: en las lenguas cananea y caldea Dios se llamaba «El» (véase DIVINIDADES PAGANAS). Indudablemente, se había preservado el antiguo nombre de Dios dado en la revelación original, conocida por Noé, pero que quedó posteriormente rodeado de conceptos paganos. Así, Abraham y sus descendientes retomaron el nombre de «El» en su sentido originario, desvinculado de connotaciones paganas, para designar a Dios. En Israel, este nombre asume un carácter más particular, viniendo a ser el nombre propio del Dios único e incomparable. Es así que se acompaña siempre con un adjetivo que destaca un aspecto, una virtud del mismo Dios:
(A) «El-Shaddai» (Dios Todopoderoso Gn. 17:1),
(B) «El-Elión» (Dios Altísimo Gn. 14:18),
(C) «El-Olam» (Dios eterno Gn. 21:33),
(D) «El-Ganna» (Dios celoso Éx. 20:5),
(E) «El-Hai» (Dios viviente Jos. 3:10).
De todas maneras se usa preferentemente la forma plural Elohim. Ciertos críticos han sostenido que al ser «Elohim» un plural ello constituye prueba del politeísmo de los antiguos hebreos. Sin embargo, la prueba de que esto es una falsa acusación la tenemos en los adjetivos que acompañan al término «Elohim» de la Biblia, y que se hallan siempre en forma singular. Así, en Gn. 1:1 se dice, no que Elohim (los dioses) crearon, sino: Elohim creó («bãrã»). En realidad la forma plural de Dios en la Biblia evoca un sentimiento de reverencia. Es un plural mayestático, el nombre que sintetiza todas las perfecciones divinas. Al mismo tiempo, insinúa la presencia de una pluralidad de personas en el seno de la deidad. Cp. igualmente los consejos en el seno de Dios: «Hagamos al hombre...» (Gn. 1:26) y «He aquí el hombre es como uno de nosotros» (Gn. 3:22).
«Elohim» se deriva de una raíz que significa «ser fuerte, poderoso». Este nombre del Dios poderoso conviene particularmente al Creador de Génesis 1, donde se emplea constantemente. Aparece 2.312 veces en el AT.
(Véase DIOS (Nombres)).

nom, ELÓN

tip, BIOG JUEZ CIUD HOMB HOAT
sit, a2, 289, 438
vet,
Esta palabra es nombre propio, y también aparece como lugar geográfico.
(a) Nombre propio:
(A) Nombre de Elón hitita, suegro de Esaú (Gn. 26:34).
(B) Hijo segundo de Zabulón y fundador de la familia de los elonitas (Gn. 46:14; Nm. 26:26).
(C) Juez que gobernó a Israel durante diez años y fue enterrado en Ajalón tierra de Zabulón (Jue. 12:11). Este legislador del pueblo de Dios provenía de la tribu de Zabulón
(b) Nombre de dos poblaciones hebreas.
(A) Una ciudad que correspondió en suerte a la tribu de Dan (Jos. 19:43).
(B) Ciudad del segundo distrito salomónico, que tuvo por gobernador al hijo de Decar (1 R. 4:9).

nom, ELUL

tip, CALE
vet,
Sexto mes del año religioso hebreo (Neh. 6:15; 1 Mac. 14:27); se correspondía aproximadamente con nuestro septiembre.

nom, ELOT. Véase EZIÓN-GEBER.

nom, EMANUEL

tip, BIOG HOMB HONT
ver, VIRGEN
vet,
(forma griega de un nombre hebreo compuesto de tres términos. Significa «Dios con nosotros»).
Nombre aplicado a Cristo por Mateo (Mt. 1:20-23) según la profecía de Is. 7:14. Se relaciona con el nacimiento milagroso y la unión en la persona del Salvador de las dos naturalezas, divina y humana. (Véase VIRGEN).
Al ser atacado Acaz, rey de Judá, por Rezín, rey de Siria y por Peka, rey de Israel, Isaías fue enviado a decirle que se aquietara y no temiera. Jehová dijo entonces a Acaz que pidiera una señal, tanto en lo alto como en lo profundo; pero Acaz rehusó pedirla. Por ello el Señor le dio la siguiente señal: «He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel. Comerá mantequilla y miel, hasta que sepa desechar lo malo y escoger lo bueno» (Is. 7:14,15).
Se ha presentado la cuestión de cómo podía ser esto una señal a Acaz, siendo que este suceso no tuvo lugar sino hasta siglos después. El anuncio profético del nacimiento de este niño era la evidencia presente a la fe de que, fueran las que fueran las combinaciones que llevaran a cabo los hombres, el remanente podía contar con Dios (cp. Is. 8:9, 10, donde dice: «Dios está con nosotros»). Se debería señalar que hay dos niños proféticos. uno «Sear-jasub» (Is. 7:3), figurativo del remanente (este nombre significa «un remanente retorna»), y Emanuel; así la profecía prosigue: «porque antes de que el niño sepa desechar lo malo y escoger lo bueno, la tierra de los dos reyes que tú temes será abandonada» (Is. 7:16). En el versículo 3 de este capítulo se le ordenaba a Isaías que, al ir a encontrar a Acaz, llevara consigo a su simbólico hijo Sear-jasub («un remanente retorna»). Es indudable que el versículo 16 se refiere a Sear-jasub; y antes de que este niño hubiera llegado a la madurez, Peka habría sido muerto por Oseas, y Damasco tomada y Rezín muerto por el rey de Asiria (2 R. 15:30; 16:9).
Puede parecer extraño que no haya interrupción entre el versículo 15 y el 16 de Is. 7, ya que el primero se refiere a Emanuel, y el segundo a Sear-jasub; pero estas abruptas transiciones no son raras en las escrituras proféticas. En las profecías el futuro está a menudo estrechamente asociado con los acontecimientos presentes. En Is. 8:8 se predice que el ala del rey de Asiria llenaría la tierra, la tierra de Emanuel, lo cual tuvo lugar poco después, y constituye una premonición y un tipo de los ataques de los asirios en los días postreros.
En el NT tenemos el cumplimiento de la profecía anterior. La virgen María concibió y dio a luz a su Hijo. Su nombre fue Jesús, y también Emanuel, «Dios con nosotros», mostrando que Él era Dios, y vino a ser hombre (Mt. 1:23).

nom, EMAÚS

tip, CIUD
fot, dib00230
sit, a2, 255, 392
vet,
= «aguas calientes» (hoy Amonas).
Una aldea a 30 Km. al oeste de Jerusalén (Lc. 24:13, 29, 33).
Jerónimo la sitúa donde empiezan a elevarse las montañas de Judá.
Durante el sitio de Jerusalén por Tito, la 5ª legión romana acampó en sus alrededores.
En el siglo tercero tomó el nombre de Nicópolis y fue asiento de un obispado.

nom, EMBAJADOR

tip, FUNC
vet,
Se designa en el Antiguo Testamento por tres términos hebreos:
(a) El título oficial de un mensajero (Is. 18:2).
(b) Intermediario; la misma voz significa «intérprete» en Is. 43:27 e «intercesor» en Jb. 33:23.
(c) Más frecuentemente, mensajero. Nuestras versiones traducen raramente «embajador», como sucede en Éx. 17:15; Jer. 27:3. Generalmente se traduce «mensajero» (Ro. 20:2).
Por regla general se les identifica con los diplomáticos que llevan la representación de algún alto dignatario.
Sus funciones varían desde el embajador de una gran metrópoli, como Nínive, hasta emisarios entre las diez tribus o aun entre jefes de familia (Jue. 20:12; Gn. 32:2).
Los mensajes varían entre:
una súplica respetuosa,
una declaración de guerra,
un acto de sumisión,
un arreglo amistoso,
un entendimiento económico o
la concertación de una alianza (Nm. 21:21; 2 R. 14:8; 16:7; Jue. 11:12; 2 S. 3:12).
Los mismos términos se aplican a los profetas como mensajeros del Altísimo (2 Cr. 36:15; Jer. 49:14; Hag. 1:13).
Malaquías significa «mi mensajero» (Mal. 3:1).
Jesús, en el Nuevo Testamento, usa «presbeia», término empleado en las relaciones entre los reyes y entre las ciudades griegas de su tiempo (Lc. 19:14).
Pablo usa «presbuein», que designa las funciones del legado del emperador, como título propio del ministro de Cristo (2 Co. 5:20; Ef. 6:20).

nom, EMBALSAMAMIENTO

tip, COST
fot, dib00080
vet,
Jacob y José fueron embalsamados en Egipto, pero no parece que fuera practicado por los hijos de Israel (Gn. 50:2, 3, 26).
Los historiadores Herodoto (II, 86-89) y Diodoro (1, 91) describen el proceso de embalsamamiento en Egipto. Había diferentes modos según el rango del difunto, o en proporción a lo que estuvieran dispuestos a pagar sus parientes. En resumen, se puede decir que el cuerpo era dejado en nitro durante treinta días, a fin de eliminar toda su humedad superflua o nociva, extrayéndose, en ocasiones, el cerebro y las entrañas; durante los siguientes cuarenta días era ungido con resinas y especias para conservarlo. Cuando acababa esta fase, el cuerpo era envuelto en redondo con vendas, y finalmente era puesto en un sarcófago, que tenía una forma parecida a la del difunto. En muchos museos se pueden ver las momias egipcias, y se puede constatar la maravillosa conservación del cuerpo.
Entre los judíos, el cuerpo era meramente envuelto con vendas con una cantidad de especias.
A Asa «lo pusieron en un ataúd, el cual llenaron de perfumes y diversas especias aromáticas preparadas por expertos perfumistas» (2 Cr. 16:4).
Nicodemo proveyó «un compuesto de mirra y de áloes como cien libras» y «tomaron pues el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos con especias aromáticas según es costumbre sepultar entre los judíos (Jn. 19:39, 40).

nom, EMBRIAGUEZ

ver, VINO
vet,
Uno de los pecados más extendidos de la humanidad.
La primera mención es la de Noé.
Su grave carácter queda patente en el NT, donde el que se da a la bebida queda clasificado con los fornicarios, ladrones, idólatras, etc., y la declaración de que los borrachos no heredarán el reino de Dios. Esto, naturalmente, no cierra el camino a su entrada en el reino de Dios por el arrepentimiento y la fe en Cristo. (Véase VINO).

nom, EMITAS

tip PUEB
vet,
Un pueblo descrito como «grande y numeroso, y alto como los hijos de Anac»; moraban al este del mar Muerto.
Fueron atacados por Quedorlaomer y sus aliados, y su tierra pasó posteriormente a los moabitas (Gn. 14:5; Dt. 2:10, 11).
Este nombre significa «terribles».

nom, EMPADRONAMIENTO. Véanse CENSO, CIRENIO.

nom, ENCANTAMIENTO

ver, ADIVINACIÓN
vet,
Encantador, de «chabar», «unir juntamente, fascinar».
Se asocia con otro término, «lachash», «hablar de una manera suave y gentil», y se aplica después al encantamiento de las serpientes (Sal. 58:5). Similarmente el hombre es engañado y baja la guardia de su aversión a relacionarse con los espíritus malignos, hasta llegar a verse bajo su influencia.
En Is. 19:3, otro término, «ittim», se traduce «evocador» con un sentido similar, como aquel que da un suave sonido en los encantamientos de los hechiceros.
Véase ADIVINACIÓN.
nom, ENCARNACIÓN
tip, DOCT
ver, TEOFANÍAS, GOEL
vet,
Del lat. «in», y «caro», «carne»: el hecho de asumir un cuerpo de carne; el acto por el que el Hijo de Dios se revistió voluntariamente de un cuerno humano y de la naturaleza humana.
La encarnación de Jesucristo es el punto culminante de las revelaciones y manifestaciones procedentes de Dios en el mundo sensible. Por su misma esencia de amor, Dios no quiso quedarse aislado. Quiso manifestarse y, finalmente, encarnarse. Es así que inicialmente creó a los ángeles y a las criaturas celestes, esto es, a los espíritus servidores (He. 1:14); con ellos, al universo sensible que exalta su gloria a los ojos de las criaturas celestes (Sal. 19:1). La materia no es enemiga de Dios, sino un instrumento del que Dios se sirve para manifestar su poder y gloria. Este testimonio del poder divino es de tal claridad, a pesar del desorden que Satanás ha introducido en el mundo físico, que son inexcusables aquellos que rehúsan considerarlo (Ro. 1:20; cp. Hch. 14:17).
Más aún que los cielos estrellados y que las estaciones, más aún que la creación natural, el hombre, creado «a imagen de Dios» (Gn. 1:26, 27) tenía que manifestar en la carne la gloria de su Creador: el amor, la rectitud, la inteligencia, el orden, todo ello características esenciales de la divinidad. Sabemos cómo fue violado este plan divino en el Edén, donde el hombre fue seducido por el enemigo del Señor, y vino a quedar bajo el poder de Satanás y llegó a ser hijo del Diablo (1 Jn. 3:10). Entonces, Dios empezó a manifestarse en hombres-testigos, como p. ej., Enoc, que anduvo con Dios (Jud. 14), Noé el justo (Gn. 7:1), Abraham, el amigo de Dios. A través de ellos, Dios reveló su voluntad. Después vino el testimonio colectivo: Israel, que sería el testigo de Dios a las naciones.
Dios se manifestó de otra manera, en la Biblia. Se puede llegar a decir, en palabras de Adolphe Monod, que la Escritura (AT y NT) es como «una encarnación espiritual». Es a través del mensaje de los escritores inspirados (profetas y pastores), instrumentos escogidos de su revelación y vehículos de su pensamiento, que Dios ha hablado a los hombres.
Sin embargo, a pesar de todos los medios usados, persistía una gran separación entre el Creador y la criatura. Dios había actuado, hablado, pero no había venido aún personalmente a obrar la salvación, y a restaurar el contacto personal roto en el Edén. Isaías, el gran profeta, expresa la súplica de toda la humanidad sufriente al clamar: «¡Oh, si rompieses los cielos, y descendieras...!» (Is. 63:19). También da la maravillosa promesa: «Esforzaos, no temáis; he aquí que vuestro Dios ......; Dios mismo vendrá, y os salvará» (Is. 35:4).
Ciertamente, Dios se había aparecido en teofanías (véase), las apariciones del Señor a los patriarcas y al pueblo de Israel (Gn. 18:1; 32:28-30; Éx. 3:2-7; 19:20; 24:10; 33:11, etc.). Pero éstas solamente tenían un carácter excepcional y pasajero. El Plan de la salvación conducía inevitablemente a la encarnación, a la venida de Dios en carne, en Jesucristo.
Según el AT, el Mesías debía ser el mismo Jehová, el Hijo de Dios único capaz de salvar (Sal. 2; 45:7-8; 110; Is .7:14; 9:5; 35:4; 40:9-11; Jer. 23:5-6; Mi. 5:1; Zac. 12:1, 10; 14:3-5). Por otra parte, este Mesías sería descendencia de la mujer, de la descendencia de Abraham, de Judá, y de David (Gn. 3:15; 22:18; 49:10; 2 S. 7:12-16); vendría a ser varón de dolores, y debería ofrecer su vida en la cruz en sacrificio por el pecado (Is. 53; Sal. 22:1-22; 40:7-9). ¿Cómo pueden ser posibles estas dos cosas?
El NT da una luminosa explicación: «Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros... lleno de gracia y de verdad» (Jn. 1:14). «Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo» (He. 1:1, 2). Es tan sólo esta manifestación la que puede apagar la sed del hombre: sed de volver a la relación con su Creador, de recibir la certidumbre de su amor total y de su salvación eterna. «Es preciso vivir sin religión, sin Dios en el mundo y sin esperanza, o recibir el misterio de la encarnación» (Vinet).
Cuando se cumplió el tiempo, Dios envió a Jesucristo al mundo. El Cristo, segunda Persona de la Trinidad, es Dios. «En Él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad... todo fue creado por medio de Él y para Él» (Col. 1:16; 2:9; cp. 1 Jn. 1:1-18). Es el «cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos» (1 P. 1:20). «Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en Él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra... Y Él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en Él subsisten» (Col. 1:15-17). Es el Hijo, a quien Dios «constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia (sostiene) todas las cosas con la palabra de su poder» (He. 1:1-3). Jesús dijo de sí mismo: «Antes que Abraham fuese, yo soy» (Jn. 8:58).
Al mismo tiempo el Salvador es verdaderamente hombre semejante a nosotros en todo a excepción del pecado (He. 2:17; 4:15) si Él es el eterno Cristo, es también Jesús de Nazaret, Aquel que es nombrado en los Evangelios más de 80 veces como «el Hijo del hombre» Jesucristo. De Él pudo decir Juan el Bautista: «Después de mí viene un varón el cual es antes de mí porque era primero que yo... Y yo le vi, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios» (Jn. 1:30-34). Pablo habla de Aquel que, nacido de Israel según la carne, es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos (Ro. 9:5 cp Ro. 1:3-4)
Cómo tuviera lugar la encarnación y cómo las dos naturalezas, la divina y la humana, se unieron en la sola persona de Jesucristo, es un misterio que nos sobrepasa. Sin explicarnos este misterio, la Escritura nos afirma simplemente el hecho del nacimiento milagroso. Nacido del Espíritu Santo y de la virgen María (Mt. 1:20-25; Lc. 1:31-35), el Señor es perfectamente hombre y perfectamente Dios: hombre, para ser solidario con nuestra raza y para representarnos ante el Padre, como nuestro goel (véase); Dios, para quitar nuestros pecados y para crear en nuestro favor una nueva humanidad. A los que afirman no poder aceptar una doctrina tan inexplicable se les puede preguntar cómo explican ellos la unión en el hombre del cuerpo y del espíritu. ¿Dónde está su nexo común? ¿Dónde exactamente termina lo uno y comienza lo otro? Éste es el misterio de la vida, que constatamos sin poder explicar, de manera similar a la unión de las dos naturalezas en Cristo. En los evangelios, el Cristo afirma serenamente las últimas consecuencias del hecho de la encarnación: «El que me ha visto a Mí ha visto al Padre» (Jn. 14:9). «Yo y el Padre uno somos» (Jn. 10:30). Los judíos que le comprendieron perfectamente tomaron piedras para lapidarlo, porque tú, siendo hombre, te haces Dios» (Jn. 10:33).
Los ataques contra la doctrina de la encarnación han sido numerosos desde los primeros siglos.
Los gnósticos negaban su realidad y la reducían a una mera apariencia (docetismo).
Los arrianos rechazaban la divinidad de Cristo, no viendo en Él más que una criatura.
En nuestra época la concepción liberal o racionalista sigue esta línea, pretendiendo que Jesús fue simplemente un hombre, hijo de José. Juan se enfrentó solemnemente a tal negación (1 Jn. 4:2-3; 2 Jn. 7-11), denunciando que procede del espíritu del Anticristo.
La importancia de la encarnación es ciertamente fundamental. Por sí sola, da cuenta de la divinidad esencial del Cristo, que comporta su eternidad, su perfecta santidad, sus milagros, su poder, sus demandas absolutas. Al mismo tiempo, explica los hechos que, en vista de todo lo anterior, parecerían contradictorios: Su humillación, sus limitaciones humanas, sus sufrimientos, su agonía. Porque es evidente que si Él «participó de carne y sangre» lo hizo a fin de poder morir por nosotros (He. 2:14). El propósito de la encarnación, así, no era solamente el de venir a hablarnos y a revelarnos a Dios, sino sobre todo el de dar paso a la cruz. Aquel que era «en forma de Dios» se despojó a Sí mismo; apareció como un simple hombre, y se hizo obediente hasta la muerte de la cruz (Fil. 2:6-11). Dios, con su absoluta perfección moral, no podía hacer otra cosa que juzgarnos; y Él descendió en la persona de Cristo para ofrecerse para nuestra salvación. «Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo... Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él» (2 Co. 5:19, 21).
Por una gracia incomprensible al volver a tomar su lugar a la diestra del Padre, el Cristo resucitado conserva la marca de su encarnación. Es el glorificado Hijo del hombre que se mostró a Juan (Ap. 1:12-18); y como tal aparecerá en las nubes del cielo (Dn. 7:13-14; Mt. 16:27; 24:30; Ap. 1:7); y es con las marcas de sus sufrimientos y muerte que será eternamente adorado en el cielo (Ap. 5:6-14). Sí, grande es el misterio de la piedad: «Aquel que fue manifestado en carne... creído en el mundo, ascendido a la gloria» (1 Ti. 3:16).

nom, ENCINA

tip, LUGA FLOR ARBO
vet,
Traducción del hebreo «allon» y de «elah» y otras voces congéneres que se traducen también como nombre de lugar.
«Allon», nombre dado al lugar donde fue sepultada Débora, ama de Rebeca (Gn. 35:8).
Se traduce también:
«alcornoque» (1 S. 17:2, 19; Is. 2:13; 6:13; Jos. 24:26).
«valle» (Gn. 12:6; Jue. 4:11);
«llanos» (Dt. 11:30);
«campiña» (Jue. 9:37);
«bosques» (Is. 1:27).
La encina de Palestina es frondosa, lozana y emblema de fuerza y de orgullo.

nom, ENCRESPAMIENTO

tip, COST COSM
vet,
Los escritores judíos mencionan el arte esmerado de las mujeres para arreglarse el cabello (Is. 3:18-22).
La Primera Epístola de Pedro exhorta a las mujeres a ser sobrias en el peinado (1 P. 3:3).

nom, ENDECHA

tip, MUSI
ver, DUELO
vet,
Canción triste y lastimera que se usaba en los días de duelo. (Véase DUELO.)

nom, ENDEMONIADO

tip, MDIC
ver, ENFERMEDAD, EXORCISTA, DEMONIO, MILAGRO
vet,
Persona poseída y dominada por un demonio (Mt. 4:24). Algunas veces el espíritu producía enfermedades ordinarias. El muchacho que tenía un espíritu sordomudo sufría accesos como de epilepsia (Mr. 9:14-29). De aquí la opinión de que la posesión demoníaca era sólo una hipótesis judaica para explicar las enfermedades y sus efectos. Dicho punto de vista no toma en cuenta que los demonios:
hablaban y sabían más que los hombres (Mr. 1:23-24);
reconocían su propia individualidad (Mt. 8:31);
que Jesús reconoce su existencia e instruye a sus discípulos acerca de ellos (Mr. 9:29);
que los discípulos informaron que los demonios se les sujetaban (Lc. 10:17-20).
Aun el hombre que se encontraba degradado y debilitado por su pecado era presa del demonio (1 S. 16:14, 15).
Para los hebreos antiguos toda enfermedad era consecuencia del pecado, mientras que para los griegos todo pecador era un enfermo. (Véase ENFERMEDAD, EXORCISTA, DEMONIO, MILAGRO).

nom, ENDOR

tip, CIUD
sit, a1, 467, 380
vet,
= «fuente de la casa».
Ciudad de Manasés (Jos. 17:11). Hoy Endom, 6 Km. al sur del monte Tabor.
Los fugitivos del ejército derrotado de Sísara perecieron en sus cercanías (Sal. 83:9, 10).
Allí vivió la pitonisa a quien consultó Saúl (1 S. 28:7), pecado que ofendió gravemente a Dios.
Todavía abundan las cuevas en los alrededores.

nom, ENEBRO

tip, FLOR ARBU
vet,
Un arbusto que crece en abundancia en el desierto y muy valorado aún en nuestros días por los nómadas. También es apreciado como combustible. En el desierto su sombra es muy buscada (1 R. 19:4; Jb. 30:4). Su madera es muy olorosa y a ella se hace alusión cuando se habla de «madera de cedro» en Lv. 14:4.

nom, ENELDO

tip, FLOR MDIC
vet,
Es conocido desde la Antigüedad como planta aromática, empleándose en medicina y para las conservas. Se encuentra en estado natural y cultivado en Palestina y en todo el Oriente junto con otras especies.
Los fariseos aplicaban meticulosa e hipócritamente los impuestos sobre el eneldo y hacían pagar diezmo a los pobres, lo cual Jesucristo les reprochó porque lo hacían con olvido de otras obligaciones más santas que ellos no cumplían ni dejaban cumplir (Lv. 27:30; Mt. 23:23; Lc. 11:42).

nom, ENFERMEDAD - SANIDAD

tip, MDIC
ver, DEMONIOS, ENDEMONIADO
vet,
El origen primero de la enfermedad y de la muerte debe ser buscado, evidentemente, en el pecado y en la caída. El hombre, hecho a imagen de Dios por una creación perfecta, estaba destinado a una vida venturosa y eterna, y no a los sufrimientos físicos y morales a los que se halla sometido (Gn. 1:27, 31; 2:7; 3:22). Por el pecado, la muerte hizo su aparición, con las enfermedades y dolencias que llevan a ella (Ro. 5:12). Está claro asimismo que la violación de las leyes físicas y morales conduce, con mucha frecuencia, a la enfermedad y al desequilibrio psíquico (p. ej., el alcoholismo y la licencia sexual, Pr. 2:16-19; 23:29-32). En cambio, el respeto a los mandatos divinos tiene con gran frecuencia el efecto de mantener la salud» (Pr. 3:8; 4:20-22).
La enfermedad puede ser asimismo el castigo de un pecado concreto (Dt. 28:58-61: 2 S. 24:15; 2 R. 5:27), o puede provenir de las faltas de los padres (Éx. 20:5),y puede también alcanzar a los cristianos que no se juzgan a sí mismos abandonando sus desobediencias (1 Co. 11:30-32). Sin embargo, la Biblia destaca que no toda enfermedad es necesariamente el resultado de un pecado personal. Job era íntegro, recto, temeroso de Dios, apartado del mal, hasta el punto de que no había ninguno como él en toda la tierra. Con todo, Dios tuvo a bien mandarle una prueba, para su crecimiento espiritual (Jb. 1:8; 2:5-7). Ni el ciego de nacimiento ni sus padres habían provocado por sus pecados esta ceguera, que hizo manifestar la gloria de Dios (Jn. 9:2-3). A Pablo le fue puesto un aguijón en la carne, no porque hubiera pecado, sino para guardarle del orgullo debido a las revelaciones inauditas del Señor (2 Co. 12:7).
La Biblia revela que, en ocasiones, Satanás puede ser el agente que provoca ciertas enfermedades (Jb. 2:6-7; Lc. 13:16; Hch. 10:38; en cuanto a las posesiones demoníacas, véanse DEMONIOS. ENDEMONIADO). Pero no puede ir más allá de lo que le permita el Señor, siempre poderoso para socorrer a los que a Él se allegan.
(a) La obra de Cristo.
Según Is. 53:4-5, el Mesías llevó nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores, y por sus llagas fuimos nosotros curados. Un primer cumplimiento de esta profecía estuvo en el ministerio de sanidad del Señor en Palestina (Mt. 8:16-17). Sus milagros de todo tipo fueron la señal de su victoria sobre el mal y sobre la muerte, además de la prueba deslumbrante de su propia divinidad. Pero fue sobre la cruz que llevó nuestro pecado, con todas sus consecuencias físicas y morales; es allí que consiguió para nosotros la redención total del alma y cuerpo. Por ello, cuidémonos de no caer en confusiones acerca de estos extremos. Habiendo quedado expiado el pecado, Dios da a todos los que creen el perdón y el nuevo nacimiento espiritual. Pero la «redención del cuerpo», su transformación gloriosa en resurrección para los muertos en Cristo, o en vida para los que vivan a su venida, es todavía futura (Ro. 8:23). Al esperar esto, «gemimos dentro de nosotros mismos», ya que, aunque «el [hombre] interior se renueva de día en día», «éste nuestro hombre exterior se va desgastando». Nuestro cuerpo es un tabernáculo perecedero dentro del cual «gemimos con angustia», ya que está para ser destruido (2 Co. 4:16; 5:1-4). Así, no es correcto decir, como algunos lo afirman, que «por la expiación de la cruz quedó de inmediato conseguida la sanidad de todas nuestras enfermedades desde hoy; que no se puede estar enfermo si se anda cerca de Dios; que el Señor no tiene otra voluntad que la de sanar, y que es ofenderle el decirle: Señor, sáname si Tú quieres». Por cuanto nuestro cuerpo envejece y que un día tendremos que abandonarlo, no nos sorprende ver en 2 R. 13:14: «Estaba Eliseo enfermo de la enfermedad de que murió.» Además de Job, las Escrituras nos muestran a otros creyentes que andaban muy cerca de Dios, y no obstante padeciendo enfermedades:
Pablo, que no fue liberado de su aguijón en la carne (2 Co. 12:7-9);
Timoteo, que sufría constantemente del estómago (1 Ti. 5:23);
Trófimo, que fue dejado enfermo por Pablo en Mileto (2 Ti. 4:20).

(b) La sanidad en la Iglesia primitiva.
Cristo, evidentemente, tenía el poder de sanar al enfermo que fuera, y los Evangelios informan de 26 casos de curaciones individuales, y da 10 ejemplos de curaciones colectivas; en 7 ocasiones, se da la precisión de que Jesús sanó a todos los enfermos (Mt. 8:16; 9:35; 12:15; 14:36; Lc. 4:40; 6:18-19; 9:11). A los apóstoles, les dio el poder de sanar toda enfermedad y toda dolencia, ordenándoles también resucitar a los muertos, y limpiar a los leprosos (Mt. 10:1, 8). Los apóstoles, así, también llevaron a cabo milagros señalados (cp. Hch. 5:15; 9:40; 19:11-12; 20:9-12), que eran indispensables para acreditar el Evangelio y la naciente Iglesia; por su ministerio, a semejanza del de Cristo, todos eran sanados (Hch. 5:16). Aquí podemos constatar que este don absoluto de sanidad manifestado en los Evangelios y en Hechos no tiene lugar en la actualidad. No hemos visto ni conocido a nadie en nuestro tiempo que dé sanidad a «todos» los enfermos que vayan a él (sin hablar de resurrecciones y de curaciones de leprosos). Señalemos también que todas las curaciones bíblicas son instantáneas (incluyendo la de Mr. 8:22-25, que tuvo lugar en dos etapas bien definidas), en tanto que en la actualidad muchos de los enfermos se hacen imponer las manos durante mucho tiempo, o periódicamente, con la esperanza de una mejora de su caso. Mucho se habla de los milagros de Lourdes; sin embargo, las estadísticas indican que de 1939 a 1950 ha habido solamente 15 curaciones, o sea alrededor de 1 por año y por millón de peregrinos.

(c) La sanidad en la actualidad.
Ningún cristiano duda que Dios pueda sanar hoy como en el pasado. La cuestión es saber en base al NT si es su voluntad, y cómo. ¿Qué debe hacer el cristiano en caso de enfermedad? Santiago da una clara respuesta acerca de este tema (Stg. 5:14-16). El enfermo es llamado a que se examine a sí mismo para discernir el sentido de la prueba, y a confesar todo pecado que le muestre el Espíritu Santo (cp. 1 Co. 11:30-31); tiene que llamar a los ancianos de la iglesia, ya que su sufrimiento es el sufrimiento de toda la comunidad (1 Co. 12:26), y se dan promesas especiales a la intercesión en común (Tit. 18:19; cp. Gá. 6:3). Los antiguos practicaban la unción con aceite, bien que esto no sea una ley, y que Dios pueda sanar sin ella. Es «la oración de fe» la que sanará al enfermo. ¿En qué consiste esta última? Nos parece, en base a 1 Jn. 5:14-15, que se basa en la búsqueda y certidumbre de la voluntad precisa de Dios acerca del caso en cuestión. Está claro que antes de la resurrección los enfermos no serán siempre sanados, y que deberán pasar por la muerte, a no ser que vivan en la época del arrebatamiento. Por tanto, Dios nos ha prometido revelar su voluntad, y nosotros podemos buscar saberla con plena confianza (Ro. 12:2; Is. 30:21). Esta voluntad se puede manifestar de tres maneras:
(A) Dios puede dar la certidumbre de la curación (cp. Jn. 4:50; Mt. 8:13); la oración viene a ser de fe, que no duda de la voluntad divina (Mr. 1:40-41).
(B) El Señor permite que la prueba persista, como sucedió con Pablo (2 Co. 12:7-10); pero entonces da un auxilio sobrenatural para soportarla y para transformarla en una victoria espiritual.
(C) Dios hace comprender que ha llegado la hora de la partida (Gn. 48:1, 21; Jos. 23:2, 14; 2 R. 13:14; 20:1). Es cierto que Ezequías consiguió un aplazamiento de 15 años, pero fue en el curso de este período que cayó en la soberbia y que engendró al impío Manasés (2 Cr. 32:24-25; 2 R. 21:1, 9; 24:3-4). Esta partida del enfermo creyente y sumiso es para él, en realidad, una «ganancia» y una liberación (Fil. 1:20-23; 2 Co. 5:6-8).
En una palabra, la voluntad de Dios no puede ser otra cosa que buena, agradable y perfecta. Dispongámonos, como creyentes, a discernirla y a aceptarla con la fe entera que permite el milagro necesario en cada uno de los tres casos tratados.
El don de sanidad figura entre los que el Señor ha dado a la Iglesia (1 Co. 12:9, 28). Tiene que ser ejercido para la utilidad común, y en total sumisión al Espíritu y a las Escrituras. Se puede aplicar con la imposición de manos (Mr. 6:5; Hch. 28:8), lo cual no puede hacerse a la ligera (1 Ti. 5:22).
Finalmente, no olvidemos las advertencias en la Biblia acerca de los milagros engañosos que el enemigo puede perfectamente llevar a cabo (Mt. 24:24; 2 Ts. 2:9). Hay movimientos muy alejados del evangelio que pretenden producir curaciones: La Ciencia «Cristiana», los ocultistas, hechiceros paganos, etc.; incluso falsos cristianos pueden llevarlos a cabo (Mt. 7:22-23); en la actualidad abundan las pretensiones falsas acerca de este campo. Sólo la obediencia a los principios escriturísticos nos puede preservar de caer en un engaño. (Véase MILAGRO).

(d) Entre las principales enfermedades mencionadas en la Biblia figuran:
la fiebre (Dt. 28:22; Mt. 8:14; Jn. 4:52);
la lepra y las enfermedades de la piel (Lv. 13:6-8, 30, 39);
la disentería (2 Cr. 21:15, 18, 19; Hch. 28:8);
las úlceras (Éx. 9:9; Jb. 2:7);
los hemorroides (Dt. 28:27; 1 S. 5:6);
la oftalmía (Ap. 3:18; cp. Tob. 2:10);
la ceguera (Dt. 28:28; aparece más de 60 veces);
la parálisis (Mt. 8:6; 9:2; Hch. 9:33);
la sordera (Mr. 7:32);
la mudez (Mt. 15:30-31).

nom, EN-GADI

tip, CIUD
sit, a3, 405, 258
vet,
= «fuente de los cabritos».
Ciudad de Judá originalmente llamada Hazezón-tamar (2 Cr. 20:2); situada en el desierto al oeste del mar Muerto (Jos. 15:62).
En tiempos de Abraham fue ocupada por los amorreos (Gn. 14:7).
David se refugió en sus cercanías (1 S. 23:29; 24:1-22).
Hoy la fuente «Ain Dyidi» es un verdadero manantial de agua caliente que ha creado un oasis célebre por sus palmeras, por sus viñedos y por su bálsamo (Cnt. 1:14).

nom, EN-GANIM

tip, CIUD
sit, a3, 461, 81
vet,
= «fuente de jardines».
(a) Población situada en el país de Judá (Jos. 15:34).
(b) También una ciudad de los levitas en Isacar, situada a 30 Km. de Tabor y ahora llamada Jenín (Jos. 19:21; 21:29). Es la misma que Anem (1 Cr. 6:73).

nom, EN-GLAIM

tip, CIUD
vet,
= «puente de dos terneras».
Población en la costa del mar Muerto, al oeste de la desembocadura del Jordán (Ez. 47:10).

nom, ENIGMA
vet,
Hablar de modo intrincado, retorcer, alterar. Es la expresión de un pensamiento en forma oscura, cuyo verdadero sentido resulta sorprendente. Este medio ha sido, a veces, usado para recibir revelaciones (Nm. 12:8; Jer. 23:28; Dn. 5:12). A veces se expresaba en frases ingeniosas, o también con acertijos; el ejemplo típico de enigma bíblico es el de Sansón: «Del que come salió comida y del fuerte salió dulzura», con el que se refería a la miel que había encontrado en las fauces de un león muerto. Fue su mujer la que reveló el enigma, y Sansón replicó a la deslealtad también en forma de enigma (Jue. 14:14-18).
En el Apocalipsis S. Juan propone a la sagacidad de sus lectores el enigma de averiguar el nombre de la bestia a través del número que la representa (Ap. 13:18).
Salomón llegó a ser famoso por sus enigmas y por su sabiduría (1 R. 10:1-3).

nom, ENOC

tip, BIOG CIUD HOMB HOAT
vet,
= «iniciado, consagrado».
(a) Hijo de Caín, y nombre de la ciudad fundada por Caín, a la que dio el nombre de su hijo (Gn. 4:17).
(b) Hijo de Jared, engendró a Matusalén. Vivió 365 años y anduvo con Dios. Enoc es el único de la genealogía antediluviana del que no se dice «y murió». Esto fue debido a que «le llevó Dios» (Gn. 5:18-24). Fue «traspuesto para no ver muerte» (He. 11:5; Eclo. 44:16; 49:14). Una profecía de Enoc, que anunciaba el justo juicio de Dios contra los impíos, ha sido incorporada en Jud. 14, 15. Las palabras de esta profecía se hallan también en el libro apócrifo judío de Enoc, aunque manipuladas.
(c) Hijo de Madián; descendiente de Abraham y de Cetura (Gn. 25:4), transcrito Hanoc.
(d) Hijo de Rubén, también transcrito como Hanoc (Gn. 46:9).

nom, ENOJO. Véase IRA.

nom, ENÓN

tip, LUGA
sit, a2, 449, 163
vet,
(hebreo, «'ennon», «lugar de fuentes»: según algunas versiones antiguas, Aenón);
En Jn. 3:23, lugar junto a Salim, donde Juan bautizaba, «porque allí había mucha agua».
El historiador Eusebio sitúa Enón al sur de Escitópolis, en las ruinas de Unum el Amdan.

nom, ENÓS

tip, BIOG HOMB HOAT
vet,
= «hombre».
Hijo de Set y nieto de Adán (Gn. 4:26; 5:6-11; 1 Cr. 1:1; Lc. 3:38).

nom, EN-SEMES

tip, RIOS
vet,
Manantial en la frontera de Judá y Benjamín (Jos. 15:7; 18:17).

nom, ENTRAÑAS

tip, TIPO
vet,
Se usa simbólicamente de profunda ternura, piedad y compasión (Gn. 43:30; 1 R. 3:26; Fil. 1:8; 2:1, etc.).

nom, EPAFRAS

tip, BIOG HOMB HONT
vet,
(contracción de Epafrodito).
Compartió el encarcelamiento de Pablo en Roma. Se dedicó a la obra en Colosas, su ciudad. Es descrito como «siervo de Cristo, siempre rogando encarecidamente (por los creyentes de Colosas) en sus oraciones» (Col. 1:7; 4:12; Flm. 23).

nom, EPAFRODITO

tip, BIOG HOMB HONT
vet,
= «amable, atrayente».
Un creyente que trajo dones de Filipos a Pablo. Cuando estaba con Pablo en Roma, enfermó muy gravemente. El profundo afecto que existía entre él y los creyentes en Filipos queda evidenciado por su dolor al saber que ellos se habían enterado de su enfermedad. Arriesgó su vida por su asociación con Pablo preso en la cárcel (Fil. 2:25; 4:18).

nom, EPÉNETO

tip, BIOG HOMB HONT
vet,
= «valioso».
Cristiano de Roma saludado por Pablo como «amado mío, que es el primer fruto de Acaya para Cristo» (Ro. 16:5).

nom, EPICÚREOS

tip, ESCU
vet,
Una escuela de filósofos que derivaban su nombre de Epicuro, que había tenido su «jardín» en Atenas.
Su teoría era que el objetivo de la vida humana debía ser el de experimentar emociones placenteras, y que el epítome de la felicidad era la tranquilidad apacible de la mente.
Su clave era la experiencia, no la verdad. Pablo intentó hacer volver el pensamiento de los atenienses de sus filosofías inventadas, y de sus ídolos hechos de manos, al Dios único y verdadero (Hch. 17:18).

nom, EPÍSTOLAS

tip, LIBR
ver, CANON
vet,
Nombre dado a 21 libros del NT. Las epístolas más antiguas son anteriores a los Evangelios. Pablo escribió las cartas a los Tesalonicenses por el año 50 de nuestra era.
Las epístolas son mensajes escritos por los apóstoles, y son dirigidas:
(a) a iglesias concretas, tratando cuestiones de doctrina y de práctica;
(b) a individuos, aunque exponiendo temas de gran importancia;
(c) a todos los creyentes en general, no a una sola persona o iglesia.
A excepción de la dirigida a los hebreos y la 1ª de Juan, las epístolas, siguiendo la costumbre de la época, van encabezadas por el nombre o título del autor, a continuación de lo cual va el del destinatario, individuo o iglesia, y los saludos.
Las epístolas se dividen en tres grupos, pero esta clasificación no tiene un valor absoluto y no excluye de ninguna manera un modo de clasificación diferente.
(a) Epístolas paulinas.
Las primeras 13 cartas empiezan con la afirmación de que el remitente es el mismo Pablo por sí solo o ayudado por colaboradores suyos tales como Sóstenes (1 Co. 1:1), Timoteo (2 Co. 1:1; Fil. 1:1; Col. 1:1; Flm 1), o Silvano y Timoteo juntos (1 Ts 1:1; 2 Ts. 1:1). Por lo general Pablo empleaba un secretario que escribía a su dictado (Ro. 16:22). El apóstol pone el saludo de su propia mano lo que dice que sirve como testimonio de autenticidad de cada carta (1 Co. 16:21; Col. 4:18; 2 Ts. 3:17). La epístola a los Gálatas es la excepción a esta regla, ya que toda ella fue escrita de la misma mano del apóstol (Gá. 6:11).
(b) Epístolas pastorales.
Dentro del grupo de las epístolas paulinas figuran tres cartas llamadas Pastorales: las dos epístolas a Timoteo y la dirigida a Tito. Sus destinatarios son las personas cuyo nombre llevan; estas cartas dan instrucciones con respecto a la organización y administración de las iglesias; indican también la manera de resolver los problemas individuales de los miembros de la Iglesia.
(c) Epístolas Universales.
Cinco epístolas tienen una audiencia general: la de Santiago, las dos de Pedro, la 1ª de Juan y la de Judas. Pero la Iglesia primitiva designaba con el término de católicas 7 epístolas: las 5 ya mencionadas más arriba, más la 2ª y 3ª de Juan (Eusebio, Hist Ecle. 2:23), aunque estas dos últimas iban dirigidas a sendos individuos. El término «católico» se empleaba en su primigenio sentido de «universal», denotando una circular dirigida a todas las congregaciones. La «señora elegida» y el anciano Gayo, destinatarios de la 2ª y 3ª epístolas de Juan, posiblemente representen a la Iglesia en su conjunto.
La forma epistolar no era un mero recurso literario elegido por lo adecuado que podía ser para una exposición doctrinal. La mayor parte de las epístolas fueron redactadas al modo de las cartas ordinarias; emanan de circunstancias personales y de la iniciativa del autor (cp. Filemón y 2ª Juan). Fueron escritas para dar respuesta a cartas, o, en base a informes llegados del exterior, para resolver problemas de ciertas iglesias (1 Co. 1:11; 2 Co. 7:5-7; 1 Ts. 3:5, 6). Pero son adecuadas para todas las que se hallen en circunstancias análogas. Pablo pedía que ciertas de sus cartas fueran leídas por otras personas además del destinatario cuyo nombre llevaban (Col. 4:16). Los apóstoles declaraban que sus epístolas son la misma Palabra de Dios (1 Ts. 2:13; 1 P. 1:12). Desde el inicio de la era cristiana, fueron elevadas a la misma posición que los otros escritos sagrados. En el año 68 d.C. Pedro afirmaba que las epístolas de Pablo formaban parte de las Escrituras (2 P. 3:15-16); y, en el año 115, Policarpo cita al mismo tiempo los Salmos y la epístola a los Efesios como igualmente pertenecientes a las Sagradas Escrituras. (Véase CANON).
Los títulos de las epístolas no figuraban en la redacción original; se añadieron más tarde; no aparecen en los primeros mss. y no forman parte del texto inspirado. La mayor parte de estos títulos proceden del primer versículo. El de la epístola a los Hebreos, sin embargo, procede de su tenor, por cuanto su carácter muestra que estaba especialmente dirigida a los cristianos procedentes del judaísmo.

nom, ERASTO

tip, BIOG HOMB HONT
vet,
= «bienamado».
Un cristiano amigo y colaborador de Pablo (Hch. 19:22). Es probablemente la misma persona mencionada en 2 Ti. 4:20 y tesorero de la ciudad de Corinto.

nom, EREC

tip, CIUD
sit, a4, 294, 272
vet,
Ciudad de Sinar que formaba parte del reinado de Nimrod (Gn. 10:10). Se ha identificado con los montículos de Warka, al sur de Babilonia.

nom, ERIZO

tip, FAUN
vet,
(Is. 14:23; Sof. 2:14). La palabra se aplica tanto al erizo como al puerco espín.


nom, ESAR-HADÓN
tip, BIOG HOMB HOAT REYE
vet,
Hijo y sucesor de Senaquerib; gobernó desde el año 681 al 669 a.C. (2 R. 19:31; Is. 37:38); restauró la ciudad de Babilonia; conquistó Egipto; repobló Samaria con extranjeros (Esd. 4:2); se llevó preso al rey Manasés (2 Cr. 33:11).

nom, ESAÚ

tip, BIOG HOMB HOAT
ver, BASEMAT, EDOMITAS, ELECCIÓN
vet,
= «velloso».
Hijo de Isaac y Rebeca, gemelo de Jacob. Esaú había sido el primero en nacer. Es descrito como «pelirrojo, y era todo velludo como una pelliza» (Gn. 25:25, rev. 77), de ahí su nombre. Lo primero que leemos acerca de él es su venta de su derecho de primogenitura a su astuto hermano Jacob por un plato de potaje de lentejas. Debido a esto se le califica en el NT de profano, porque no le dio valor a lo que era un don de Dios. Después procuró anhelante la bendición, pero ya no hubo oportunidad para el arrepentimiento (Gn. 25:29-34; He. 12:16,17).
Jacob, por falta de fe en Dios, obtuvo la bendición mediante una artimaña, arrancándola con engaño a su padre (el cual, en contra de la elección de Dios, quería dársela a Esaú). En esta bendición, Isaac hizo de Jacob el señor de sus hermanos. La bendición a Esaú fue la grosura de la tierra, y el rocío del cielo; viviría por la espada, y serviría a su hermano, aunque quebrantaría el yugo de su cuello (Gn. 27:37-40). Esaú aborreció a su hermano, y afirmó la intención de dar muerte a Jacob cuando llegaran los días de luto por su padre.
Esaú tuvo tres esposas (véase BASEMAT) y una numerosa descendencia, que llegó a ser una tribu poderosa. Cuando fue a encontrar a Jacob, iba acompañado de 400 hombres. Puede que Dios hubiera advertido a Esaú, como hizo con Labán, para que no hiciera daño a Jacob. También es posible que su cólera se hubiera apaciguado; porque cuando se acercaron el uno al otro, «Esaú corrió a su encuentro, y le abrazó, y se echó sobre su cuello, y le besó; y lloraron». Así quedaron felizmente reconciliados, y a la muerte de Isaac sus dos hijos le sepultaron (Gn. 33:4; 35:29).
La historia llevó al cumplimiento de la profecía. (Véase EDOMITAS.).
Con respecto al pasaje de «a Jacob amé, mas a Esaú aborrecí», véase ELECCIÓN.

nom, ES-BAAL. Véase IS-BOSET.

nom, ESCABEL. Véase ESTRADO.

nom, ESCARLATA

tip, TIPO COLO
vet,
En el AT es traducción de «shani», y a menudo va acompañada de la palabra «tolaath», «gusano o gorgojo», denotando evidentemente que el colorante se conseguía de algún animal de este tipo, como de la cochinilla.
La escarlata se usó mucho en la tapicería del tabernáculo, juntamente con el azul y la púrpura; pero ahí se refiere evidentemente a algún tejido de color escarlata. Si el púrpura se toma como símbolo de la realeza y dominio universales, la escarlata puede significar grandeza terrena y realeza israelita (Éx. 39:1-29; Jos. 2:18, 21; 2 S. 1:24; Pr. 31:21; Cnt. 4:3; Is. 1:18).
En el NT el Señor Jesús fue vestido de un manto de escarlata, «kokkinos», Mt. 27:28 (en Marcos y Juan es «púrpura»: pudiera haberse tratado de un manto viejo y descolorido que hubiera podido recibir cualquiera de los dos nombres).
La escarlata es también empleada para señalar la grandeza terrena de Roma (Ap. 17:3, 4; 18:12, 16).

nom, ESCATOLOGÍA

tip, ESCA DOCT
ver, APOCALIPSIS, DANIEL, MILENIO
vet,
La doctrina de las últimas cosas. Trata tanto del futuro del individuo como de los destinos eternos de la humanidad, así como en general del desarrollo del plan profético de Dios a través de la Historia. El foco de interés se halla en el establecimiento del Rey en un reino de Dios. Habiendo fracasado el primer Adán como cabeza de la creación en mantenerse él mismo sometido a Dios, Satanás viene a ser el dios de este mundo. El desarrollo de la historia de la Redención y del futuro y definitivo establecimiento del Reino de Dios por parte del Hijo del hombre, el Segundo Adán, el Dios-hombre, es lo que constituye el centro de toda la escatología. El primer paso en este establecimiento se da en la batalla de la cruz, en la que Satanás pierde su poder. El segundo paso será cuando el Resucitado, que «destruyó mediante la muerte al que tenía el imperio de la muerte, es a saber, el diablo» (He. 2:14), venga a hacer efectiva su victoria, y a tomar el dominio que ya le pertenece en virtud de la redención consumada por Él.
La Biblia marca una marcha histórica, que está revelada a través de toda ella, pero muy especialmente en los libros proféticos. El primer anuncio, después de la Caída, acerca de la instauración del reino, se halla en el protoevangelio (Gn. 3:14-15). Allí se halla el germen escatológico, que va ampliándose en círculos que abarcan cada vez más y más, a través de la promesa dada a Abraham, de que en su simiente serían benditas todas las naciones de la tierra (Gn. 12:3; 22:18). Se suceden diversas promesas, dándose el cetro del reino a la descendencia de Judá (Gn. 49:10). Éste queda después circunscrito a la descendencia de David, con la promesa de un trono eterno (2 S. 7:8-29; 1 Cr. 17:7-27), el cual es confirmado con el nuevo pacto (Jer. 31:31-37; 33:14-17), el cual se cumple en Jesús, hijo de David según la carne (Lc. 1:30-33). Hay numerosas menciones a este reino por diversos pasajes de las Escrituras. Notable entre ellos es el salmo 2. Pero la estructura básica del desarrollo escatológico se halla en Daniel y Apocalipsis, que proveen el marco cronológico. (Véanse APOCALIPSIS, DANIEL, MILENIO, y las bibliografías correspondientes. Véanse también los breves esquemas en el cuadro que acompaña a este artículo.)

nom, ESCEVA

tip, BIOG FUNC HOMB HONT
vet,
Jefe de los sacerdotes judíos de Éfeso; sus siete hijos eran exorcistas (Hch. 19:14-17).

nom, ESCITAS

tip, TRIB
vet,
Como raza, los escitas estaban situados al norte de los mares Caspio y Negro. Los antiguos los consideraban como muy inferiores en inteligencia y cultura.
Esta palabra, asociada con el término «bárbaro», denota a una persona ínfimamente instruida (Col. 3:11). Pero en la gracia de Dios, todos tienen la misma recepción: «En Cristo» todas las distinciones se desvanecen.

nom, ESCLAVO

tip, FUNC LEYE COST
vet,
La esclavitud data de la más remota antigüedad. Había diversas maneras de adquirir esclavos:
(a) Haciéndolos prisioneros durante las guerras (Nm. 31:9; 2 R. 5:2; Guerras 3:4, 1; 6:9, 2).
(b) Por compra a un marchante de esclavos (Gn. 17:27; 37:28, 36; Ez. 27:13; JI. 3:6, 8).
(c) Por nacimiento en la casa del dueño (Gn. 17:12).
(d) En virtud del sistema de compensación: el ladrón, incapaz de restituir lo que había robado, era vendido como esclavo; también, y en contra del espíritu de la ley mosaica, el deudor insolvente, o sus hijos (Éx. 22:3; 2 R. 4:1; Neh. 5:5, 8; Am. 2:6; Mt. 18:25).
(e) Los israelitas indigentes podían venderse voluntariamente, o vender sus hijos (Éx. 21:2, 7; Lv. 25:39, 47).
El precio de los esclavos variaba según época y circunstancias. La legislación hebrea preveía el pago de 30 siclos al dueño de un esclavo muerto a causa de la negligencia de un tercero (Éx. 21:32). En el siglo III a.C., los esclavos judíos de Alejandría se vendían a poco más del mismo precio: 120 dracmas (Ant. 12:2, 3). José, con una edad de 17 años, fue adquirido por 20 siclos (Gn. 37:28).
El estatuto legal de un esclavo hebreo era muy diferente al de un esclavo extranjero. Si lo deseaba, el esclavo hebreo podría recibir la libertad al cabo de 6 años de servicio. No se le podía maltratar, ni se le podía dejar ir con las manos vacías. Cuando el israelita se vendía a un extranjero que moraba en Israel, podía liberarse en el momento en que dispusiera de la suma legalmente estipulada para el rescate (Éx. 21:2-6; Lv. 25:43, 47-55; Jer. 34:8-16). Los derechos de la muchacha israelita vendida por su padre quedaban salvaguardados gracias a unas normas particulares (Éx. 21:7-11).
En el año del Jubileo quedaban liberados todos los esclavos hebreos, tanto los que habían decidido quedarse con sus amos en el año séptimo como los que no habían cumplido todavía los seis años (Lv. 25:40). Esta liberación se derivaba de la Ley, que ordenaba a todo israelita volver a la propiedad de sus padres en el año del Jubileo. Tanto si había elegido la libertad como el retorno posterior a su dueño, el esclavo israelita debía, en el año del Jubileo, recuperar su heredad. La ley mosaica reconocía derechos también al esclavo extranjero: permitía su castigo a bastonazos, pero prohibía mutilarIo o darle muerte (Éx. 21:20-27; Lv. 24:17, 22). La cautiva que era tomada como mujer adquiría derechos (Dt. 21:10-14). Los esclavos extranjeros eran considerados como parte integrante de la comunidad de Israel (Gn. 17:10-14). Iguales a sus dueños delante de Dios, celebraban con ellos las fiestas religiosas, ofrecían sacrificios (Éx. 12:44; Lv. 22:11; Dt. 12:12, 18; 16:11, 14), disfrutaban del reposo del sábado (Éx. 20:10; 23:12). La Ley de Moisés impedía entregar al esclavo fugitivo a su dueño; ordenaba darle asilo, y que se le permitiera instalarse donde bien le pareciera en el país (Dt. 23:15, 16). Estaba prohibido, bajo pena de muerte, apoderarse de personas, venderlas, secuestrarlas (Éx. 21:16; Dt. 24:7). No hay prueba ninguna de que hubieran existido en Israel mercados de esclavos. La Ley de Moisés era mucho más humana con respecto a la esclavitud que las legislaciones paganas de la antigüedad.
Se observa en el AT una relación cordial entre amo y esclavo (Gn. 24). El esclavo tenía derecho a la protección de la justicia (Jb. 31:13-15); en ocasiones heredaba a su amo (Gn. 15:2, 3), casándose con la hija (1 Cr. 2:34, 35). El cristianismo evitó el brusco cambio de los usos acerca de la esclavitud (1 Co. 7:21). El apóstol Pablo instruye al esclavo a que obedezca a su amo (Ef. 6:5-8; Col. 3:22-25; 1 Ti. 6:1, 2; 1 P. 2:18-21). Demanda del amo cristiano que acepte al esclavo fugitivo (Flm. 10-16). Pero en el cristianismo se enunciaron los principios que iban no sólo a mejorar la condición de los esclavos, sino a llevarlos a su total liberación. La nueva religión proclamaba, en efecto, la igualdad de todos los hombres delante de Dios (1 Co. 7:21-22; Gá. 3:28; Col. 3:11); exhorta a los amos a tratar a sus esclavos con humanidad, recordándoles los derechos que han recibido de Dios (Ef. 6:9; Col. 4:1). Los creyentes esclavos, al igual que los libres, son miembros del cuerpo de Cristo, y por ello son participantes del Espíritu Santo (1 Co. 12:13, 27).
Con respecto a lo que dice la Biblia, es útil recordar hasta qué punto la esclavitud era el mismo fundamento, a la vez que el oprobio, de las sociedades antiguas. Sin hablar de los miles de esclavos empleados en Egipto y Babilonia, se puede mencionar el hecho de que en las civilizadas sociedades de Grecia y de Roma los esclavos eran mucho más numerosos que los hombres libres. Los más grandes filósofos de aquel entonces justificaban la esclavitud como una institución natural y necesaria. Aristóteles afirmaba que todos los bárbaros eran esclavos de nacimiento, solamente buenos para obedecer. En el año 309 a.C. había en la Ática 400.000 esclavos, 10.000 extranjeros, y solamente 21.000 ciudadanos. En Roma, en época de Claudio, había en la capital 2 o 3 esclavos por cada persona libre. Había familias ricas que tenían hasta 10.000 y 20.000 esclavos. No se les reconocía a estos desventurados ningún derecho civil ni matrimonial. Sus dueños podían, a voluntad, venderlos, separarlos, darlos, torturarlos, e incluso matarlos. En el Evangelio, con el reconocimiento de la dignidad del hombre, hecho a imagen y semejanza de Dios, que aunque caído es hecho objeto de la gracia salvadora de Dios liberándolo de la esclavitud al pecado, se halla también la base que ha hecho posible en la cristiandad la eliminación progresiva de la esclavitud.

nom, ESCOL

tip, BIOG VALL HOMB HOAT
sit, a3, 159, 295
vet,
= «racimo de uvas».
(a) Hermano de Aner y de Mamre, uno de los tres amorreos aliados de Abraham en su persecución de los reyes que se habían llevado a Lot cautivo (Gn. 14:13, 24).
(b) Valle que conduce un torrente en la estación lluviosa, cercano a Hebrón, el lugar al que fueron los espías enviados por Josué. Regresaron llevando un enorme racimo de uvas (Nm. 13:23, 24; 32:9; Dt. 1:24).

nom, ESCORPIÓN

tip, TIPO FAUN REGI
vet,
Abunda en Palestina, donde se han encontrado ocho especies.
Una región árida al sur del mar Muerto, Acrabim, significa «escorpiones» (Dt. 8:15). Se menciona tres veces en el Nuevo Testamento.
En Lc. 11:12 se contrasta el huevo, alimento suave y nutritivo, con el escorpión.
La promesa de Lc. 10:19 probablemente alude a las potencias infernales (Sal. 91:18).
En Ap. 9:1-11 el ejército maléfico de seres infernales que salen del pozo para hacer daño a la tierra y sus habitantes, tienen la forma simbólica de «langostas con cola de escorpiones».
En sentido figurado son símbolos de un pueblo rebelde (Ez. 2:6).

nom, ESCRIBAS

tip, FUNC
vet,
En el AT se aplica esta palabra al funcionario que estaba encargado de la correspondencia de un rey, del ejército, etc., lo que hoy recibe el nombre de secretario (2 S. 8:17; 2 Cr. 14:11; Est. 3:12; Is. 36:3, etc.). Se aplicaba también a los que copiaban y explicaban las Escrituras. Así, Esdras era «escriba diligente de la ley», «escriba versado en los mandamientos de Jehová», aunque era también sacerdote (Esd. 7:6, 11; Neh. 8:1-13).
En el NT se usa este término sólo en el sentido en que se aplica a Esdras, y los escribas son clasificados entre los principales sacerdotes y los ancianos. Se dice de ellos que se sientan en la cátedra de Moisés y que lo que ellos enseñan ha de ser observado; sin embargo, no deben imitarse sus obras (Mt. 7:29; 23:2, 13-33).
Se proclaman muchos ayes en contra de ellos. Así, aquellos hombres, que hubieran debido constituir un ejemplo para los demás, fueron públicamente denunciados porque con sus acciones negaban lo que enseñaban con sus palabras. No constituían una secta separada en la época del NT. Un escriba podía ser fariseo o saduceo. Cp. Hch. 23:9.

nom, ESCRITURA

tip, ABEC
ver, AMARNA, ABRAHAM, CREACIÓN, ALFABETO
vet,
La primera mención de escritura en la Biblia aparece con ocasión de la derrota de Amalec (Éx. 17:14). Moisés había sido instruido en toda la sabiduría de los egipcios, y en todos sus antiguos monumentos hallamos escritura.
Otras menciones dan también evidencia de un antiquísimo uso de la escritura.
Los aztecas registraban sus leyes, ritos, y tenían un complejo sistema de cronología.
Los escritos mejicanos parecen una colección de dibujos.
Los chinos, que afirman haber tenido la escritura desde tiempo inmemorial, con genealogías innumerables, guardan sus registros en sus 80.000 caracteres, para los que tienen 214 radicales.
Tanto el relato como el libro de Job son considerados como de suma antigüedad. Allí se habla no sólo de escritura, sino de un libro:
«¡Quién me diese ahora que mis palabras fuesen escritas! ¡Quién me diese que se inscribiesen en un libro; que con cincel de hierro y con plomo fuesen esculpidas en piedra para siempre!» (Jb. 19:23, 24). Esto último se refiere a esculpir sus palabras en una roca, y rellenarlas con plomo.
La escritura sobre piedra se practicaba en el antiguo Egipto. Un ejemplo es el obelisco de Cleopatra, ahora en Londres. Notable fue el descubrimiento de la piedra de Rosetta. El hecho de tener escrito el mismo texto en egipcio, demótico y griego posibilitó el descifrado de los jeroglíficos egipcios.
Los registros escritos más antiguos hasta ahora descubiertos se hallaron en Uruk, al sur de Babilonia. Allí se hallaron unos sellos cilíndricos, y tabletas de arcilla escritas con ideogramas cuneiformes.
Los semitas babilónicos, herederos de la cultura sumeria, adoptaron la escritura cuneiforme (de «cunneus», latín, especie de estilete con el que se hacían marcas sobre tabletas de arcilla húmeda). Las excavaciones efectuadas en Mesopotamia han sacado a la luz innumerables tabletas de arcilla cocida escritas de esta forma. Las tabletas de Tell el-Amarna, en número de trescientas, demuestran que se empleaban también en Egipto para las relaciones diplomáticas (ver AMARNA).
Otros descubrimientos de gran importancia han sido los de Ras Shamra en Ugarit, al norte de Siria (1929-1937) y los de Ebla, en Tell Mardikh (1964-1973). En el de Ebla se han hallado las tabletas escritas con un alfabeto «protohebreo» anterior a Abraham (véanse ABRAHAM, última sección, y CREACIÓN). Por otra parte, F. Petrie descubrió, a principios de siglo, documentos escritos en alfabeto protosemítico que se remontan al siglo XV a.C., en la península del Sinaí, en Serabit el Kadem. Que se hallaran en el mismo país donde Moisés recibió la orden de escribir no deja de ser un dato sumamente significativo.
Los israelitas pudieron haber tenido al principio un sistema de jeroglíficos. Todos los alfabetos han sido relacionados por Gesenio con el fenicio. Se afirma generalmente que el alfabeto fenicio se derivó del hierático egipcio. Del fenicio se derivaron el alfabeto hebreo arcaico, de éste el samaritano, y luego el moderno hebreo cuadrado.
Sin embargo, esta conexión es puesta por otros en tela de juicio. El doctor Poole, escribiendo en anteriores ediciones de la Enciclopedia Británica, decía que si el alfabeto fenicio se hubiera derivado del egipcio, sus nombres describirían los signos originales. En cambio, «alef» significa un buey, no un águila; «bet», una casa, no un pájaro; «guímel», un camello, no un cesto. No se halla ninguna coincidencia entre ambos.
Se puede señalar que el mismo Dios escribió los Diez Mandamientos en las piedras que Él entregó a Moisés. En las «diez palabras» se halla todo el alfabeto hebreo, a excepción de la letra «tet».
La escritura es una actividad tan abstracta que no se ha sabido de ningún pueblo en estado de barbarie que diera inicio a ningún sistema de escritura sin haber visto muestras de este maravilloso arte. Es bien conocido el caso de un misionero que una vez escribió en un trozo de madera el nombre de un utensilio que necesitaba, y se lo dio a un jefe, pidiéndole que lo llevara a su mujer. El hombre le preguntó qué le tenía que decir. No le tenía que decir nada: sólo llevarle la madera. Se la llevó, y quedó asombrado cuando la esposa del misionero tiró el trozo de madera, y le dio la herramienta. Estaba más allá de su capacidad de comprensión que unas marcas en un trozo de madera pudieran ser portadoras de un mensaje. Era para él un profundo misterio: colgó el trozo de madera alrededor de su cuello, y contaba frecuentemente la maravilla que había hecho.
Pero nosotros estamos tan familiarizados con la escritura que no consideramos que se trate de nada misterioso. Sin embargo, hay cosas muy profundas implicadas en ella. Nuestros pensamientos tienen que ser expresados en palabras, nuestras palabras están compuestas de fonemas. Cada uno de estos fonemas, en el sistema alfabético, está representado por una o más letras. Éstas traen a la mente el mismo sonido, la misma palabra al ser encadenadas rápidamente en el proceso de lectura, lo que lleva a la mente del que lee los mismos pensamientos que pasaban por la mente del escritor. ¿No se trata la escritura de un don maravilloso de Dios?
(Véase también ALFABETO.)

nom, ESCRITURAS (Las)

tip, LIBR
ver,
sit,
vet,
Se llaman indistintamente La Escritura y Las Escrituras, refiriéndose a las revelaciones divinas consignadas por escrito en distintas épocas y en conjunto, formando una fuente autorizada de fe para el pueblo de Dios.
Al principio se asocian con la ley (Éx. 34; Dt. 5). Moisés escribió «El libro de Alianza» (Dt. 31: Éx. 24). Desde que la ley o «torá», la primera y más sagrada parte del canon, quedó fijada, se emplea la frase «como está escrito» (2 Cr. 30:5, 18; Neh. 8:15). Jesús y Pablo emplean la misma formula al referirse al Antiguo Testamento (Mt. 4:4; Ro. 1:17).
Los escritores del Nuevo Testamento, siguiendo la costumbre de los rabinos, hablan indistintamente de «La Escritura» y «Las Escrituras» (Mr. 12:10; Jn. 7:28; Lc. 24:27; 1 P. 2:6) Pedro habla de las epístolas de Pablo como «Escrituras». Bernabé y Clemente citan palabras de Jesús como «Escritura». A partir de Ireneo (siglo II) los Padres designan el Antiguo y Nuevo Testamento en su totalidad como las Santas Escrituras.

nom, ESCUCHAR

vet,
Escuchar (oír), en la Biblia, es casi siempre más que el mero escuchar: cuando Dios escucha, significa que Él ha concedido algo (Jos. 10:14). Cuando un hombre escucha, significa que saca las consecuencias de lo que ha oído (Jer. 26:3 ss.; Lc. 6:47).
Escuchar es el camino por el que el hombre llega a la fe (Ro. 10:14).

nom, ESCUDO

tip, UTEN EJER
vet,
Los había de dos clases: el pequeño, redondo o bien ovalado («magen»: Pr. 6:11; 1 S. 17:7, 41; 1 R. 10:16; etc.), y el grande, alargado («sinna»), que al hombre bien armado le servía para la lucha cuerpo a cuerpo. Este escudo grande tenía también aplicaciones de oro, y servía igualmente como pieza de adorno o equipo de parada (1 R. 10:16 s.), y podía ser de madera o tejido de caña, recubierto de cuero, untado con aceite (2 S. 1:21; Is. 21:5), a veces también repujado (Jb. 15:26), protegido durante la marcha por una funda (desenfundar el escudo, Is. 22:6).
Las personas distinguidas tenían su escudero (1 S. 17:7, 41).
En el Antiguo Testamento la imagen del escudo (las más de las veces «magen») se aplica frecuentemente a Dios.
En el Nuevo Testamento se habla del escudo de la fe (Ef. 6:16). El creyente lo debe llevar, como lo lleva también Jehová (Sal. 35:2). Sobre esta fe rebotan las flechas incendiadas del diablo.

nom, ESCUELA

tip, ESCU
ver, MAESTRO, SINAGOGA
vet,
Esta palabra se encuentra en un solo pasaje de la Biblia (Hch. 19:19). Se refiere probablemente a un salón de conferencias de un profesor de retórica y filosofía.
Entre los antiguos israelitas no existían escuelas en el sentido moderno. Mas no faltaban medios de instrucción, la cual empezaba en el hogar (Gn. 18:19; Dt. 6:7). Los levitas hacían recorridos para instruir a los mayores en la ley (Lv. 10:11; 2 Cr. 17:7-10).
La historia nacional se narraba en las grandes fiestas (Dt. 31:10-13; 32:1-43).
La juventud sabía leer y escribir (Jue. 8:14; Is. 10:19).
En el período grecorromano se establecieron escuelas primarias anexas a las sinagogas.
En tiempo de Gamaliel (maestro de S. Pablo), la asistencia era obligatoria desde los seis años de edad.
Los escribas daban conferencias públicas sobre la ley en las salas anexas al Templo y en las sinagogas de cada pueblo.
La enseñanza era gratuita, porque los «pahir» o maestros se ganaban la vida en otros trabajos; así, Gamaliel, el maestro de Pablo, era también tejedor de tiendas.
La enseñanza era oral y, como se comprenderá, la memoria era muy importante. Nada se sabe de las escuelas primarias y secundarias del pueblo de Israel antes de la cautividad de Babilonia. Cuando el pueblo judío cayó en la idolatría y fue sojuzgado por los pueblos vecinos, la instrucción decayó notablemente.
Conforme al Talmud, un muchacho hebreo comenzaba a estudiar las Escrituras en casa a los cinco años (2 Ti. 3:15), era enviado a la escuela a los seis; a los diez empezaba el estudio de la doctrina tradicional, la cual no se escribió hasta después del tiempo de Cristo. Jesús fue visto con desprecio porque no había estudiado en las escuelas rabínicas. (Véanse MAESTRO, SINAGOGA).

nom, ESDRAELÓN. Véase JEZREEL.

nom, ESDRAS

tip, BIOG SACE HOMB HOAT
vet,
= «Dios es ayuda».
Hijo de Seraías y descendiente de Aarón, sacerdote y escriba. Estaba entre los cautivos en Babilonia, y a su petición se le permitió el retorno para visitar Palestina. «Había preparado su corazón para escudriñar la ley de Jehová y para cumplirla, y para enseñar a Israel sus estatutos y decretos» (Esd. 7:10). Por decreto del rey Artajerjes, se dio autoridad a Esdras para reorganizar sobre la base de la ley de Moisés la comunidad judía retornada a Judea y Jerusalén después del exilio babilónico (Esd. 7:11-26). En base al anterior decreto se devolvieron también los utensilios del templo y se le entregó a Esdras plata y oro de los tesoros del rey. Se confió a Dios, no pidiendo escolta para el viaje (Esd. 8:21-23). Reprendió a los retornados al descubrir los numerosos matrimonios de judíos con mujeres paganas, y logrando la anulación de éstos (Esd. 9:1-10:44). Doce años más tarde volvió a visitar Jerusalén, enseñando públicamente la Ley (Neh. 9:1-9), y presidiendo la celebración de la fiesta de los tabernáculos, con un esplendor como no se había conocido desde la época de Josué (Neh. 8:17-18). Después de esto las Escrituras guardan silencio acerca de Esdras. Josefo dice que murió en Jerusalén a una edad avanzada.

nom, ESDRAS (Libro)

tip, LIBR CRIT LIAT
ver, CRÓNICAS, NEHEMÍAS, CANON
vet,
(a) Contenido y plan.
Este libro se divide en dos secciones:
(A) Los judíos de Babilonia retornan a Judea, conducidos por Zorobabel, el año 538 a.C. Restablecen el altar y el servicio divino, reconstruyen el templo, a pesar de la oposición de los samaritanos (Esd. 1-6).
(B) Dejando en silencio un lapso de 58 años, se reanuda el relato con el retomo de una segunda expedición de exiliados, bajo el liderazgo de Esdras, el año 458-457 a.C. El texto relata también las enérgicas acciones que emprendió Esdras para poner punto final a los matrimonios de los israelitas con mujeres extranjeras (Esd. 7-10).
El libro contiene además copias de anales y de documentos oficiales. Los documentos provinciales e históricos están redactados en arameo (Esd. 4:8-6:18; 7:12-26). Éstos son:
las copias de las cartas de los reyes de Persia que recibieron de funcionarios de la provincia «del otro lado del río» (Esd. 4:8-15; 5:8-17; 6:6-12);
las respuestas del rey y los decretos impuestos a estos funcionarios (Esd. 4:17-22; 6:3-5; 7:12-16; cp. 7:21, 24);
el breve relato histórico trata sobre todo de cuestiones provinciales (Esd. 4:23-5:5; 6:1, 2, 13-18).
El arameo había sido ya durante años la lengua comercial y diplomática. El resto del libro, redactado en hebreo, relata la historia interna de Judea, basado en diversos documentos históricos. Esta sección contiene:
el edicto real de Ciro en favor de los judíos (Esd. 1:2-4);
la relación de los utensilios del templo (Esd. 1:7-11);
las copias de archivos judíos (Esd. 2:1-67; 8; 10:18-44), con la historia relacionada con todo ello.
El empleo del pronombre personal y de la primera persona en singular (Esd. 7:27-9:15) permite identificar las memorias personales de Esdras. Las secciones donde aparece el relato en primera persona del plural, «nosotros», procede también de estas memorias. En estos pasajes, Esdras habla tanto en nombre de los exiliados como en nombre propio.

(b) Autor.
No hay ninguna razón de peso para abandonar la tradición de que Esdras mismo fue el autor del libro, a pesar de las teorías propuestas por la crítica moderna. Es posible que un redactor inspirado hubiera utilizado con posterioridad las memorias de Esdras escritas en primera persona (Esd. 7:27-9:15). Sin embargo, es aún más probable que el mismo Esdras reuniera su documentación para el cuadro general del libro, y que redactara en tercera persona las partes que faltaban para hacer un todo unificado. Si, como afirma la tradición, Esdras fue el autor de Crónicas, el libro de Esdras hubiera sido redactado a continuación, en el período entre los años 430 a 400 a.C., o poco después, la actividad de Esdras se desarrolló evidentemente durante el reinado de Artajerjes (465-424 a.C.), pero es posible que los libros de Crónicas y de Esdras fueran escritos más tarde. La crítica moderna pretende que Esdras no fue más que una recopilación posterior de un siglo más tarde, como mínimo, reconociéndole sólo un mínimo valor histórico. El descubrimiento de los papiros de Elefantina (del siglo V a.C.) vinieron sin embargo a disipar estas dudas. Estos textos en arameo no sólo se corresponden exactamente con Esdras en cuanto a su contenido de las fórmulas oficiales, sino que dan también el mismo cuadro que Esdras y Nehemías acerca de las dificultades sobrevenidas entre los judíos de Jerusalén y sus adversarios.

(c) Cronología del cap. 4:6-23.
El orden de sucesión de los reyes de Persia de este período fue como sigue:
Darío (521-486 a.C.),
Jerjes (486-465) y
Artajerjes (465-424).
Es evidente que aquí el autor no sigue el orden cronológico. Algunos acontecimientos del reinado de Jerjes y de Artajerjes son mencionados antes que ciertos hechos del reinado de Darío. La explicación llana y simple es que Esdras acaba un tema (el de los obstáculos puestos a la construcción del templo) antes de pasar al siguiente.

(d) Unidad histórica.
La unidad histórica se hace patente en los libros de Esdras y de Nehemías, que pertenecen al mismo período lingüístico que Crónicas.
En la Biblia hebrea, los libros de Esdras y Nehemías forman un todo, y el Talmud sigue la misma tradición. Al principio, en la LXX estaban los dos libros reunidos, como sucede en el Códice Vaticano, en el Sinaítico y en el Alejandrino. En la LXX, «Esdras A» es un apócrifo, en tanto que «Esdras B» se corresponde con nuestros dos libros de Esdras y de Nehemías. La Vulgata separa ambos libros; en ella Esdras figura bajo la indicación «Primer libro de Esdras», y el libro siguiente se denomina «Segundo libro de Esdras» o «libro de Nehemías». En nuestras Biblias castellanas, Esdras y Nehemías son dos libros separados. Esta división se remonta probablemente a los primeros tiempos de la iglesia cristiana. Primitivamente se consideraban ambos libros como dos tomos de una misma obra, al igual que sucede con 1 y 2 Samuel, 1 y 2 Reyes, 1 y 2 Crónicas. Desde el siglo XVI, las Biblias hebreas distinguen también entre ambos libros, por analogía con el uso cristiano, lo que permite hallar con mayor facilidad las referencias.
Para las relaciones entre Esdras, Nehemías y Crónicas, véanse CRÓNICAS y NEHEMÍAS; para la relación entre la Ley y los otros libros del AT, véase CANON.

nom, ESENIOS

tip, RELI ARQU
ver, JUDAIZANTES, QUMRÁN
vet,
Secta judía acerca de la que existe poca información histórica clara. Josefo habla de ellos (Ant 13:5, 9; 18:1, 5; Guerras 2:8) en la versión griega de sus escritos, pero estos detalles no aparecen ni en su obra judía («Yessipon») ni en la versión latina cristiana. Los tratados del Talmud son también totalmente silenciosos a este respecto, al igual que los evangelios y el NT entero (a pesar de que estos escritos mencionan frecuentemente las otras sectas judías). Filón hace también mención de los esenios. De estos autores podemos determinar lo que sigue:
Esta secta parece haber tenido su inicio en el siglo II a.C., y parece haber desaparecido con la destrucción de Jerusalén. Por la época de Cristo, estaba constituida por hombres que se daban al ascetismo en mayor o menor grado. Con la esperanza de escapar a las impurezas rituales, se constituían en colonias separadas. El desierto de Judá, en las cercanías de En-gadi, era su lugar de residencia favorito, aunque estaban también establecidos en diferentes pueblos de Judá. Cada agrupación tenía su propia sinagoga, un refectorio para la comida en común y para las asambleas, con una instalación para los baños diarios en agua corriente. El que entraba en la comunidad abandonaba todos sus bienes. Leían constantemente la ley de Moisés y se esforzaban en observarla en todos los detalles de su existencia. Vivían, vestían y se alimentaban de forma sencilla. Se dedicaban a la agricultura y a otros trabajos útiles. Los esenios subvenían sus propias necesidades, y prácticamente podían vivir sin utilizar el dinero. Cuando viajaban, eran hospedados y alimentados gratuitamente por los miembros de la comunidad en los otros lugares. No poseían esclavos, pues no reconocían diferencias de condición, excepto en el plano moral, en el que distinguían entre puros e impuros. Los esenios no menospreciaban el matrimonio, pero se abstenían de él, a excepción de algunos entre ellos. Sus normas morales eran de tipo ascético, con muchas exigencias sobre sí mismos. Prometían «honrar a Dios, ser justos hacia el prójimo, no herir a nadie, ni siquiera cuando eran provocados, detestar el mal, alentar el bien, ser leales, especialmente hacia las autoridades, amar la verdad, desenmascarar a los hipócritas, no hurtar nada, abstenerse de toda ganancia ilícita».
ARQUEOLOGÍA.
En el marco de los descubrimientos arqueológicos del desierto de Judá.
Después de la investigación sobre los célebres manuscritos del mar Muerto se iniciaron excavaciones en Khirbet Qumran (Ruinas de Qumrán), sobre una meseta margosa de farallones calcáreos que dominan el mar Muerto al noroeste. Se cree que se pueden identificar los importantes vestigios descubiertos con el hábitat de los esenios. A. González Lamadrid no duda en afirmar que nos hallamos en Qumrán con un verdadero monasterio esenio, lo mismo que G. Vermes y M. Dupont-Sommer, que afirman que entre los mss. descubiertos, el «Manual de Disciplina» y el «Comentario de Habacuc» tienen una relación directa con esta secta (cp. «Aperçus sur les mss. de la mer Morte», 1950; y «Les écrits esséniens découverts près de la mer Morte», 1959). Este último autor pretende que el «Maestro de Justicia» de la comunidad esenia fue el prototipo de Jesucristo y el esenismo fue la fuente de inspiración del cristianismo. De esta manera, el Cristo perdería su carácter único y divino, y el cristianismo dejaría de tener su singularidad como religión revelada. No es de extrañar que M. Dupont-Sommer y el erudito israelita Sukenik propusieran esta hipótesis, pero lo que sí es sorprendente es que carente de fundamento como es esta hipótesis, haya sido aceptada por profesos creyentes católicos y protestantes. Esta postura es rebatida eficazmente por Del Medico («L'Enigme des mss. de la mer Morte», 1957; y «Le mythe des esséniens», 1958) y por A. González Lamadrid («Los descubrimientos del mar Muerto», 1973). En efecto, nada permite pensar que los esenios fueran otra cosa que un movimiento judío extremadamente legalista, hasta el punto que puede calificarse en justicia de «forma superlativa del fariseísmo». El examen atento de los escritos de Qumrán arroja un acusado contraste con todo el conjunto del Nuevo Testamento, salvando los evidentes paralelismos con los puntos de contacto que aparecen en los rollos del mar Muerto con el Antiguo Testamento y todo su trasfondo de esperanza mesiánica. Las divergencias entre Qumrán y el Nuevo Testamento son tales que es imposible la suposición de que éste tenga su inspiración en el primero. Tanto la persona radiante del Señor Jesucristo como sus enseñanzas liberadoras y autorizadas, sobre todo su muerte redentora y su gloriosa resurrección, cierran el paso a la idea de que todo ello hubiera podido surgir del sistema legalista esenio, de una factura tan divergente. (Véanse JUDAIZANTES, QUMRÁN.)

Bibliografía:
González Lamadrid, A.: «Los descubrimientos del mar Muerto» (BAC, Madrid 1973);
Estrada, D. y Willian White, Jr.: «The First New Testament» (Thomas Nelson, Inc., Nashville-New York, 1978);
Vermes, G.: «The Dead Sea Scrolls in English» (Pelikan books, 1968).

nom, ESMERALDA

tip, PIED
vet,
En el AT se corresponde con «nophek», pero no está claro con qué piedra se corresponde. Algunos creen que se trata del carbunclo (Éx. 28:18; 39:11; Ez. 27:16; 28:13).
En el NT es «smeragdos», que significa «carbón encendido», y se supone que se refiere a la esmeralda verde (Ap. 4:3; 21:19).

nom, ESMIRNA

tip, CIUD IGLE
sit, a9, 348, 203
vet,
= «mirra».
Esta ciudad, de gran antigüedad, se elevaba sobre la costa occidental de Asia Menor. Perteneció a la Confederación Jónica. Hacia el año 580 a.C. fue destruida por Aliates, rey de Lidia, y permaneció en ruinas unos 200 años. Alejandro Magno planeó su reconstrucción, que sus sucesores inmediatos llevaron a cabo sobre otro emplazamiento.
La nueva Esmirna vino a ser una gran ciudad comercial, manteniendo su prepotencia en la época romana. La ciudad vino a ser una parte de la provincia de Asia, que los romanos anexionaron en el año 133 a.C., y organizaron entre el 129 y 126.
La iglesia de Esmirna es la segunda de las siete iglesias de Asia Menor, a las que se dirige el apóstol Juan en el Apocalipsis. No le reprocha nada, sino que la exhorta a permanecer firme en la persecución (Ap. 1:11; 2:8-11).
Policarpo, obispo de Esmirna, sufrió allí el martirio, probablemente el año 169 d.C.
En el año 178 d.C. un terremoto destruyó la ciudad, que fue rápidamente reconstruida.
Situada sobre un magnífico puerto natural, y sobre una importante vía de comunicación, Esmirna era una ciudad ideal para el comercio.

nom, ESPADA

tip, EJER UTEN TIPO
vet,
Esta arma, hecha generalmente de hierro, era protegida por una vaina (1 S. 13:19; 17:51) frecuentemente era de dos filos (Sal. 149:6), ceñida al cinto izquierdo (2 S. 20:8; Cnt. 3:8).
Es el símbolo:
de la guerra (2 S. 2:28; 12:10; Jer. 42:16),
de las divisiones (Mt. 10:34),
de las palabras violentas (Sal. 55:22),
de los castigos divinos (Nm. 22:23; Ap. 2:17),
de la palabra penetrante de Dios (Ef. 6:17; He. 4:12).
En sentido figurado la espada significa guerra, y suele ir acompañada de hambre, peste y bestias salvajes (Lv. 26:25).

nom, ESPAÑA

tip, PAIS
sit, a7, 9, 164
vet,
Las minas de oro y de plata de España eran ya famosas entre los antiguos (1 Mac. 8:3).
La Tarsis bíblica se identifica en el antiguo territorio de Tartesos, al sur de España, cerca de Gibraltar (Herodoto, 4:152).
Los fenicios, atraídos por las riquezas minerales de la región, fundaron una colonia.
El término «naves de Tarsis» designaba naves de gran porte para largas travesías, fuera cual fuera su destino (Sal. 48:7; Is. 2:16; 23:1, 14; 60:9; Ez. 27:25). Josafat construyó naves de este tipo para llegar a Ofir, y quedaron destruidas en Ezión-geber (1 R. 22:49).
La expresión hebrea «naves de Tarsis» no significa necesariamente «naves que van a Tarsis», como se ha interpretado erróneamente, sino «el tipo de Tarsis». Por lo tanto, no se puede usar el hecho de que estas naves partieran de Ezión-geber contra la identificación de Tarsis con Tartesos.
En el NT, Pablo expresa su deseo de dirigirse a España (Ro. 15:24, 28). Hay evidencias extrabíblicas del cumplimiento del deseo de Pablo. Clemente de Roma, que escribía «en Italia» hacia el año 96 d.C., dice que Pablo «visitó los límites de occidente». En el fragmento de Muratori, redactado alrededor del año 170 d.C., se afirma igualmente que el apóstol estuvo en España. En este caso, Pablo visitó España después de su primer cautiverio romano registrado en Hechos.

nom, ESPECIAS

tip, LEYE
vet,
Incluyen varias sustancias aromáticas de origen vegetal o animal que se usaban en la confección del incienso, se mezclaban con los sacrificios o servían para el embalsamamiento.
Se emplean siete distintas palabras hebreas y una griega para describirlas. Éstas se traducen de diversos modos; verbigracia,
especias y sahumerio aromático, en Éx. 25:6;
canela aromática, en Éx. 30:23;
gálbano aromático, en Éx. 30:34;
especias aromáticas, en Éx. 35:8;
caña aromática, en Cnt. 4:14;
aromas, en Cnt. 5:1;
materias odoríferas, en 2 Cr. 16:14, y
drogas, en Mr. 16:1.
Josefo hace mención de 500 portaincensarios en los funerales de Herodes el Grande.

nom, ESPEJO

tip, UTEN
vet,
Superficie pulida, destinada a reflejar los objetos y el rostro (Is. 3:23; 2 Co. 3:18; Stg. 1:23).
Los espejos de la antigüedad eran de metal fundido, de bronce y de otras aleaciones de cobre (Éx. 38:8; Jb. 37:18); redondos, ovalados o cuadrados, con un mango. Cuando se oxidaban, se volvían a pulimentar (Eclo. 12:11).
Estos objetos no estaban a la par de los espejos modernos, quedando la imagen un tanto borrosa (1 Co. 13:12).
Más tarde, en occidente se hicieron espejos de estaño.
Se pretende que el inventor del espejo de plata fue Praxíteles (época de Pompeyo).
Se hacían también espejos de oro.

nom, ESPERANZA

vet,
Es descrita como la espera de algo que no se ve, pero que ha sido prometido (Ro. 8:24, 25). Bienaventurado es el hombre que tiene su esperanza puesta en el Señor; aunque surjan tribulaciones no dejará de llevar fruto (Jer. 17:7, 8).
No hay vaguedad alguna en la esperanza del cristiano: se trata de una firme ancla para el alma, porque el Señor mismo es su esperanza, y Cristo en él, es la esperanza de gloria (Col. 1:27; 1 Ti. 1:1; He. 6:18, 19).
La venida del Señor, no la muerte, es la esperanza bienaventurada del cristiano (1 Ts. 4:13-18; 1 Jn. 3:2, 3).

nom, ESPIGAR

tip, LEYE COST
vet,
Se prohibía tanto en la siega como en la vendimia que los propietarios apuraran hasta el máximo la recolección. Se tenían que dejar las esquinas de los campos y no se podía espigar, o rebuscar, la tierra segada, ni las viñas después de la vendimia (Lv. 19:9, 10; 23:22; Rt. 2:2-23, etc.). Debía dejarse para que los pobres lo recogieran libremente para su sustento.
El término «espigar» se aplica a recoger el rebusco de las espigas dejadas por los segadores sobre el campo al atar el trigo en gavillas. (Ver la aplicación de esta ley en el libro de Rut, (Rt. 2:3, 23).

nom, ESPINAS. Véase CARDOS.

nom, ESPÍRITU

tip, DOCT TIPO
ver, REGENERACIÓN, BAUTISMO, SANTIFICACIÓN, LENGUAS, ENFERMEDAD, INSPIRACIÓN, FIESTAS
vet,
El hombre está compuesto por cuerpo y alma, aunque en ciertos pasajes se añade «espíritu». Tanto el alma como el espíritu se ponen en contraste con el cuerpo, significando el componente incorpóreo del hombre; sin embargo, hay una distinción entre alma y espíritu. Con frecuencia, se emplea el término alma para expresar la parte inmortal del ser humano, y en ocasiones se usa para denotar la persona, como en el pasaje de Gn. 46:26: «Todas las personas (heb.: «nephesh»: alma) que vinieron con Jacob a Egipto»; «ocho almas» (gr.: «psuchë») fueron salvadas en el arca (1 P. 3:20); «el alma que pecare, esa morirá» (Éx. 18:4, 20).
Como ya se ha indicado antes, el término hebreo generalmente traducido como «alma» es «nephesh»; en muchos casos se traduce como «vida», como en Jon. 1:14: «No perezcamos por la vida [alma] de este hombre.» En el NT, el término «psuchë», también mencionado antes, se usa tanto de la vida como del alma. Cp. Mt. 16:25, 26.
El alma, cuando es distinguida del espíritu, lo es como el asiento de los apetitos y deseos. El rico dijo: «Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, bebe, regocíjate» (Lc. 12:19). Aquella noche le fue pedida su alma. La salvación del alma no puede ser distinguida de la salvación de la persona.
El espíritu es, característicamente, la parte más elevada del hombre, marca la individualidad consciente, y así distingue al hombre de la creación. Dios sopló en la nariz del hombre el aliento de la vida, y por ello el hombre fue puesto en relación con Dios, y no puede realmente ser feliz separado de Él, ni en su existencia presente ni en la eternidad. Los términos usados son, respectivamente, el heb. «ruach» y el gr. «pneuma», y son los mismos que se usan constantemente para denotar el Espíritu de Dios o Espíritu Santo, y los ángeles como espíritus, así como los espíritus malos.
La palabra de Dios es cortante y penetra hasta partir el alma y el espíritu del hombre (He. 4:12), aunque pueda no ser fácil para el hombre ver esta división. El apóstol oraba por los tesalonicenses para que el espíritu (que probablemente es contemplado como el asiento de la obra de Dios), así como el alma y cuerpo, fueran santificados (1 Ts. 5:23). En la Epístola a los Hebreos leemos de los «espíritus» de los justos hechos perfectos: su puesto es con Dios por medio de la redención. Aquí, es evidente que «espíritus» significa las personas fuera de sus cuerpos.
Al haber sido dado el Espíritu Santo al cristiano, como la energía en él de la vida en Cristo, es exhortado a orar con el espíritu, a cantar con el espíritu, a andar en el espíritu, de forma que en algunos casos es difícil distinguir en estos pasajes entre el Espíritu de Dios y el espíritu del cristiano.

nom, ESPÍRITU SANTO (I)

tip, DOCT TIPO
ver, REGENERACIÓN, BAUTISMO, SANTIFICACIÓN, LENGUAS, ENFERMEDAD, INSPIRACIÓN, FIESTAS
vet,
La tercera persona de la Trinidad.
(A) Nombres.
Principalmente se le llama:
el Espíritu de Jehová,
el Espíritu del Señor,
el Espíritu del Padre,
el Espíritu de Jesús (Gn. 6:3; Is. 11:2; 61:1; Mt. 10:20; Hch. 16:18, etc.).
Es el Espíritu de verdad, de vida, de fe, de amor, de poder, de sabiduría, de gracia, de gloria (Jn. 14:17; Ro. 8:2; 2 Co. 4:13; 2 Ti. 1:7; He. 10:29; 1 P. 4:14), etc.
(B) Personalidad.
El Espíritu no es un mero poder ni una expresión figurada de la energía divina, como lo pretenden, por ejemplo, los antitrinitarios.
La Escritura le atribuye una personalidad distintiva, como también sucede con el Padre y con el Hijo (Mt. 3:16, 17; 28:19; Jn. 14:16, 17; 15:26). Siempre se emplea en relación con el pronombre personal masculino a pesar de que en gr. el término «Espíritu» sea neutro (Jn. 16:13, 14; Hch. 13:2).
El Espíritu piensa, conoce el lenguaje, tiene voluntad (Ro. 8:27; 1 Co. 2:10-13; 12:11). Se le puede tratar como una persona: se le puede mentir, se le puede probar, se le puede resistir, se le puede contristar, se le puede afrentar (Hch. 5:3, 9; 7:51; Ef. 4:30; He. 10:29). Por otra parte también enseña, testifica, convence, conduce, entiende, habla, anuncia (Jn. 14:26; 15:26; 16:8, 13).
(C) Divinidad.
Los textos que hablan de la personalidad del Espíritu afirman también generalmente su divinidad. Posee los atributos divinos: omnisciencia, omnipresencia, omnipotencia, eternidad (1 Co. 2:10, 11; Sal. 139:7; Zac. 4:6; He. 9:14). Es identificado con Dios, con el Señor (Hch. 5:3, 4). Es la blasfemia contra el Espíritu Santo la que no tiene perdón (Mt. 12:31, 32).
(D) El Espíritu Santo en el AT.
Obra en la creación (Gn. 1:2).
Es Él quien da aliento al hombre y a los animales (Gn. 2:7; 6:3; Jb. 33:4; Sal. 104:29, 30).
Esta en medio del pueblo de Dios (Is. 63:11).
Capacita a ciertos hombres de cara a una tarea especial (Éx. 31:3; Jue. 6:34; 11:29; 1 S. 16:13).
Pero no es dado a todos y puede ser retirado (Jue. 13:25; 16:20; 1 S. 10:10; 16:14). Así se explica la oración de David: «No quites de mí tu santo Espíritu» (Sal. 51:11).
Los profetas anuncian claramente cuál va a ser su obra en el Nuevo Pacto: será derramado sobre todo Israel, y sobre toda carne, será dado para siempre, morará en el corazón del hombre, que regenerará y santificará (Is. 44:3; 59:21; JI. 2:28-29; Ez. 36:26-27; Jer. 31:33).
(E) La obra del Espíritu Santo en Jesucristo.
El Señor fue asistido por el Espíritu a lo largo de toda su carrera aquí en la tierra. Por el Espíritu, fue concebido, ungido, sellado, llenado, revestido de poder, conducido, ofrecido en sacrificio, resucitado (Lc. 1:35; 4:18; Jn. 6:27; Lc. 4:1-2,14; He. 9:14; Ro. 8:11). Si el Hijo del Dios viviente no pudo pasar ni un solo día sin la asistencia del Espíritu, ¡cuánto más no lo necesitaremos nosotros!
(F) Convicción de pecado.
Según el Señor Jesús, la primera obra del Espíritu en el hombre es la de convencerle de pecado (Jn. 16:8, 11). Sin esta convicción, nadie puede sentir la necesidad de un Salvador; y el pecado que el Espíritu destaca es precisamente el de no haber creído todavía en Cristo. En efecto, los hombres están perdidos no por ser pecadores, sino porque siendo pecadores no reciben al Salvador (Jn. 3:18, 36).
La blasfemia contra el Espíritu Santo es la atribución de las obras y testimonio del Espíritu Santo a Satanás con contumacia, cuando es innegable y totalmente evidente que la obra de testimonio es de Dios. Es este estado en el que el hombre se cierra ante toda la luz posible, ante la misma manifestación plena del poder de Dios en gracia, la Palabra se manifiesta de un modo inexorable (Mt. 12:31-32; Lc. 12:10; Jn. 12:37-40). Este pecado involucra un corazón lleno de odio hacia la verdad y hacia la luz de Dios, y lleva a la perdición, por cuanto encierra al hombre en una actitud totalmente aberrante en contra de Dios y de su testimonio. Se hace así absolutamente incapaz e indispuesto a creer. Entonces se hace imposible el arrepentimiento y el perdón (Mr. 3:29; He. 10:26-27). Es un estado irreversible, en el que se da un endurecimiento judicial (cp. el caso de Faraón, endurecido por Dios). Por otra parte, el caso de la persona que anhele ir a Jesús, pero que esté atormentada por la idea de que ha cometido el pecado imperdonable, es totalmente distinto. Su angustia y deseo de ir a Jesús para recibir su perdón constituyen evidencia clara de que no lo han cometido. Las personas encerradas en el castillo de la angustia tienen a su disposición la llave de la promesa en Jn. 6:37. El texto recibe su plena fuerza del original en la versión Reina-Valera revisión 1977: «Al que a mí viene, de ningún modo le echaré fuera.»
(G) Regeneración y bautismo del Espíritu Santo. (Ver también REGENERACIÓN Y BAUTISMO).
La regeneración o nuevo nacimiento es la resurrección espiritual que opera el Espíritu en el corazón del pecador en el momento de la conversión (Jn. 3:5-8).
Es el Espíritu el que vivifica (Jn. 6:63) y que nos trae a una nueva vida (Gá. 5:25).
El bautismo del Espíritu, prometido por Juan el Bautista y Jesús (Mt. 3:11; Mr. 1:8; Lc. 3:16; Jn. 1:33; Hch. 1:4-5), es el acto por el que Dios nos hace, a partir de entonces, miembros del cuerpo de Cristo.
El Espíritu toma al pecador arrepentido, y lo inmerge en Cristo; une, a partir de entonces, la cabeza con los otros miembros del cuerpo (1 Co. 12:13). Este bautismo lo reciben todos los creyentes; Pablo afirma que es ya un hecho cumplido para el creyente («por un Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo»). Esto es cierto incluso de aquellos en Corinto que eran aún carnales (1 Co. 3:1-3; cp. 1 Co. 6:19).
En Hechos, la expresión «bautizar con el Espíritu Santo» aparece solamente dos veces: con ocasión de Pentecostés, cuando los 120 discípulos fueron hechos miembros del cuerpo de Cristo, que el Espíritu formó a partir de aquel momento (Hch. 1:5; 2:1-4), y con respecto a la experiencia de los gentiles en casa de Cornelio, que fueron también unidos al cuerpo de Cristo en el momento de su conversión (Hch. 11:15-16).
Otros pasajes presentan el bautismo como siendo la operación por la cual Dios nos inmerge en la muerte de Cristo para resucitarnos con Él, quedando «revestidos de Cristo» (Ro. 6:3-4; Gá. 3:27; Col. 2:12; Tit. 3:5). El bautismo en cuestión es evidentemente el bautismo del Espíritu Santo, del que el bautismo de agua es el símbolo y testimonio.

(H) Don y recepción del Espíritu.
El Espíritu Santo es prometido a todos los creyentes (Hch. 2:38), a los que lo pidan (Lc. 11:13), y que obedezcan a Dios (Hch. 5:32).
Es un «don» (Hch. 2:38; 5:32; 8:20; 10:45; 11:17; 15:8), que se recibe por la fe (Jn. 7:39; Ef. 1:13; 3:16-17; Gá. 3:2, 5, 13-14; 4:4-7).
Antes de Pentecostés, los discípulos tuvieron que esperar el descenso del Espíritu (Hch. 1:4), lo que ahora ya no es necesario (Hch. 2:17-18).
Los samaritanos, que eran medio paganos, tuvieron necesidad de la intervención especial de los apóstoles para recibir el Espíritu (Hch. 8:12, 15-17); sin embargo, Cornelio y sus amigos (que estaban en nuestra misma situación como procedentes de la gentilidad) recibieron el Espíritu Santo por la sola fe, al oír lo que Pedro decía, sin la previa imposición de manos ni un anterior bautismo con agua (Hch. 10:43-48).
Los doce discípulos de Éfeso eran solamente discípulos de Juan, no de Jesús; una vez aceptaron al Salvador, recibieron el Espíritu (Hch. 19:2-6). «Si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él» (Ro. 8:9). Todo el que tenga en claro este punto de capital importancia no carecerá del testimonio interior del Espíritu (Ro. 8:15-16).
(I) Plenitud del Espíritu.
El Espíritu mora en el corazón del creyente (Jn. 14:16-17, 23; 1 Co. 6:19; Ro. 8:9, 11; 2 Ti. 1:14; 1 Jn. 4:4, 13; Stg. 4:5). Su deseo es el comunicarnos la vida y el poder del Señor (Hch. 1:8; Lc. 4:14, etc.). Podemos contristar al Espíritu Santo al resistirle, al entregarnos al pecado (Ef. 4:30; cp. 1 Ts. 5:19; Hch. 7:51).
El Espíritu, que mora en nosotros eternamente, no nos abandona (Jn. 14:16); pero deja de manifestar su poder, y nos comunica su tristeza y nos convence de pecado. ¿Qué se ha de hacer en tal situación?
(I) Siguiendo 1 Jn. 1:7-9, confesar nuestro pecado, creyendo que la sangre de Cristo nos limpia.
(II) Volver a buscar la plenitud del Espíritu ordenada por Ef. 5:18.
Esta debería ser la experiencia normal de todos los creyentes, como lo fue en los primeros cristianos: puntales de la iglesia, diáconos, recién convertidos (Hch. 2:4; 4:4, 31; 6:3; 7:55; 9:17; 13:9, 52). Esta plenitud se obtiene mediante la fe, al «beber» el agua viva del Espíritu (Jn. 7:37-39). No es ésta la experiencia de un instante, sino que tiene que ser renovada cada día, ante cada necesidad, hasta que llegue el momento de nuestra transformación completa a imagen de Dios en su presencia (Ef. 3:16-21).
Muchos creyentes, al abandonar su primer amor (Ap. 2:4), han perdido precisamente esta plenitud que hacía rebosar su corazón en el momento de su conversión. Para volver a hallarla, debe arrepentiste de su desvío, recibiendo el perdón que Dios ofrece y volver a beber de la fuente inagotable de la gracia (Jn. 4:13-14; 10:10), al andar no según la carne sino según el Espíritu para la gloria de Dios (Gá. 5:16-25). (Véase SANTIFICACIÓN).
(J) Unción y dones del Espíritu.
Habiendo venido a ser reyes y sacerdotes con Cristo, los creyentes han recibido, todos ellos, la unción del Espíritu (Ap. 1:6; 2 Co. 1:21; 1 Jn. 2:20, 27).
Un don del Espíritu (o don espiritual) es la calificación sobrenatural acordada a cada creyente, con vistas al servicio que cada uno tiene que llevar a cabo en el seno del cuerpo de Cristo (1 Co. 12:27; cp. 12:11).
Pablo enumera una cantidad de estos dones:
sabiduría,
conocimiento (1 Co. 12:8),
fe,
sanidad (1 Co. 12:9),
milagros,
profecía,
discernimiento de los espíritus,
lenguas,
interpretación (1 Co. 12:10),
don de ser apóstol,
de enseñar,
de ayudas,
de gobiernos (1 Co. 12: 28);
de evangelista,
de pastor (Ef. 4:11);
de ejercer liberalidad (Ro. 12:8).
No se dice que esta enumeración sea exhaustiva. Sea cual sea la tarea, Dios dará la capacidad necesaria. ¿Quién escoge el don que nosotros debemos recibir? Dios mismo, como Él quiere (1 Co. 12:11, 18). Él da a cada uno (1 Co. 12:6-7, 11, 27) un don diferente (1 Co. 12:8-10, 29-30; Ro. 12:4-6). Así, es un error decir que todos deberían hablar en lenguas como señal de su bautismo del Espíritu (cp. 1 Co. 12:10, 13, 30). (Véase LENGUAS [DON DE]).
Se debe señalar que cada uno de los dones enumerados es sobrenatural, y no únicamente los tres dones de milagros, sanidades y lenguas. Dios es también soberano en cuanto a la época en la que otorga ciertos dones. Los otorgó en profusión en la época en que se tenía que acreditar el Evangelio y el Nuevo Pacto (He. 2:4), con señales externas jamás renovadas (Hch. 2:1-3; 4:31). Naturalmente, en la actualidad Dios puede manifestar su poder según su voluntad; de hecho, la mayor parte de los dones (sabiduría, conocimiento, fe, evangelistas, pastores, doctores, gobiernos, ayudas, liberalidad) no han dejado nunca de ser dados. En cambio, si bien Dios sana en la actualidad a ciertos enfermos mediante sus siervos, o de manera directa, no da a nadie que se conozca el poder de sanar a «todos», lo cual era la característica del don de Cristo y de sus apóstoles (Mt. 10:8; Mr. 6:56; Lc. 4:40; 6:19; 9:11; Hch. 9:16). (Véase ENFERMEDAD, SANIDAD).
La iglesia en Corinto había recibido todos los dones, y 1ª Corintios es la única epístola en la que se mencionan estos carismas (1 Co. 1:7; 12:14); todo ello no impidió que los corintios fueran carnales y que tendieran a las contiendas y la división. Así, lo esencial es estar totalmente sometido al Señor y a la totalidad de su Palabra, discernir el don otorgado a cada uno, y dejarse utilizar para el bien de toda la iglesia.
(K) Otros ministerios del Espíritu.
Se evocan diversas actividades del Espíritu mediante los símbolos que le representan:
el soplo o viento (Espíritu significa «viento») (Jb. 32:8; Jn. 3:8):
la paloma (Lc. 3:22),
el aceite (He. 1:9: Lc. 4:18; 1 Jn. 2:20),
el fuego (Hch. 2:3-4),
el agua viva (Jn. 4:14; 7:38, 39),
el sello, la prenda y las arras (Ef. 1:13, 14; 2 Co. 1:21, 22),
El Espíritu recibe el nombre de Consolador (Paracleto Jn. 14:16),
enseña y conduce en la verdad al creyente y a la iglesia da testimonio a Jesucristo (Jn. 14:26; 15:26; 16:13, 14; Hch. 8:29; 13:2).
Inspiró a los autores sagrados (1 P 1:11; 2 P. 1:21; 1 Ti. 3:16),
da origen a la oración eficaz (Ro. 8:26, 27; Ef. 6:18) y
la adoración que agrada a Dios (Jn. 4:23-24).
Será, en los últimos tiempos, derramado de una manera particular sobre Israel (Ez. 37:9-14; Zac 12:10).
Es por Él que nuestros cuerpos mortales serán resucitados (Ro. 8:11). Habiendo recibido, aquí en la tierra, las arras del Espíritu; en el cielo los creyentes serán llenados por Él de toda la plenitud de Dios (Ef. 3:16-21; 2 Co. 3:17, 18). Así Dios será verdaderamente todo en todos (1 Co. 15:28). (Véase DIOS, INSPIRACIÓN, FIESTAS [de pentecostés]).

nom, ESPIRITUAL

vet,
Esta palabra aparece con frecuencia en el NT.
Se halla en contraste con lo terreno (Ro. 15:27), y con lo carnal (1 Co. 3:1).
Se puede afirmar que se relaciona con lo que es del Espíritu Santo en contraste con lo que es del hombre natural.

nom, ESPOSA

tip, TIPO COST
vet,
Una mujer a punto de casarse o recién casada.
En las Escrituras se usa como símbolo de aquellos que están estrechamente asociados con Jehová o con el Señor Jesús.
Casi todo el libro del Cantar de los Cantares está compuesto de un diálogo entre un esposo y su esposa, indudablemente referido a Jehová y al remanente judío (cp. Os. 2:19, 20).
Como una esposa se adorna con joyas (Is. 61:10), así Jerusalén será adornada con la justicia y salvación de Jehová.
Cuando Juan fue llamado a que contemplara a la esposa, la novia del Cordero, ve una hermosa ciudad, la santa Jerusalén, teniendo la gloria de Dios (Ap. 21:2, 9, 10).
La Iglesia es la esposa del Cordero (cp. 2 Co. 11:2).

nom, ESTACIONES

tip, CALE AGRI
vet,
Al crear Dios las lumbreras en la expansión, dijo: «sirvan de señales para las estaciones, para días y años».
Es bien sabido que las diferentes estaciones del año son debidas a la mayor o menor duración de la luz diurna, teniendo así más o menos del calor del sol.
Después del diluvio, Dios reafirma el ordenamiento de las estaciones (Gn. 8:22).
En Palestina sólo se conocían dos, y son descritas mediante unos paralelismos de la siguiente manera:
de octubre a marzo
1. Sementera
3. Frío
5. Invierno
de abril a septiembre
2. Siega
4. Calor
6. Verano

nom, ESTACTE

tip, MDIC FLOR LEYE
vet,
El hebreo «nataph» significa «una gota», y así se traduce en Jb. 36:27. De ahí, estacte es indudablemente un bálsamo que sale goteando de un árbol.
Era un componente del incienso santo (Éx. 30:34).
Es probablemente la goma del estoraque, «Styrax officinalis».

nom, ESTADIO

tip, CONS MEDI
vet,
Medida griega de longitud, equivalente a unos 185 metros (Lc. 24:13; Jn. 6:19; 11:18; Ap. 14:20).
Denotaba también la pista donde se celebraban las carreras (1 Co. 9:24).

nom, ESTANQUE

tip, CONS
vet,
Cavidad para la recogida del agua de la lluvia o de manantiales; en ocasiones se llevaba agua de ellos, mediante canales, hasta la ciudad o los huertos (Ec. 2:6; Eclo. 24:40).
Los estanques de Betesda, Siloé y de Gihón se hallaban en la periferia de Jerusalén.
Gabaón, Hebrón, Samaria y Hesbón poseían también estanques (2 S. 2:13; 4:12; 1 R. 22:38; Cnt. 7:5).
Seguramente que se debe identificar el estanque del Rey (Neh. 2:14; 3:15; 2 R. 3:20) con el de Siloé (Jn. 9:7), en cuyas proximidades se hallaban los huertos del rey (2 R. 25:4; Jer. 39:4; 52:7). Con toda probabilidad, este parque se hallaba justo afuera de las murallas, irrigado por los excedentes del estanque de Siloé.

nom, ESTAÑO

tip, META
vet,
El «stannum» de los antiguos, de donde deriva su símbolo químico (Sn).
Se halla aleado con plomo, del que se separa por fusión. Se usaba en aleaciones con cobre para hacer bronce.
Se usaba en Egipto y Palestina antes del éxodo (Nm. 31:32).
Los tirios lo importaban de Tarsis (Ez. 27:12).

nom, ESTAOL

tip, CIUD
sit, a3, 281, 35
vet,
Ciudad en las tierras bajas de Judá, que tocó a Dan.
Cerca de esta ciudad pasó Sansón sus primeros años, y allí fue enterrado (Jos. 15:33; 19:41; Jue. 13:25; 16:31; 18:2, 8, 11).
Identificada con Eshu'a, 31° 47' N. 35° E.

nom, ESTE

ver, ORIENTE, SOLANO
vet,
Son varias las palabras que se usan para expresar este punto cardinal, que implican «levante», referidas al levantarse del sol (Jos. 11:3; 12:3; Mt. 2:1).
Los judíos se ponían de cara al sol de levante para «orientarse» y para determinar los otros puntos cardinales (cp. Gn. 2:8).
La orientación de la puerta situada en el lado oriental de Jerusalén no dejaba de tener su importancia: Durante los equinoccios de primavera y de otoño, los primeros rayos del sol de levante, heraldos de la gloria de Dios, podían penetrar hasta el lugar santísimo. (Véase ORIENTE, SOLANO).

nom, ESTEBAN

tip, BIOG HOMB HONT
vet,
(gr. «stephanos» = «corona»).
La primera mención de este protomártir de la fe cristiana se halla encabezando la lista de los siete que los cristianos de Jerusalén eligieron bajo sugerencia de los apóstoles, para presidir la distribución de las limosnas en la iglesia (Hch. 6:5).
Los helenistas (judíos de la diáspora, de habla griega) se quejaron de injusticias que se cometían con respecto a sus viudas. La elección de Esteban, que tenía un nombre griego, hace suponer que él mismo era helenista, probablemente procedente de fuera de Palestina. Fue de este mismo medio helenista que se suscitó la persecución (Hch. 6:9).
Esteban era un hombre destacado, lleno de fe y del Espíritu Santo (Hch. 6:5); predicaba el camino, y llevaba a cabo grandes milagros (Hch. 6:8). En vista de su actividad, los judíos de la dispersión, que tenían sinagogas en Jerusalén, empezaron a oponerse a la iglesia. Los primeros perseguidores fueron los de la sinagoga de los Libertos y de los de Cirene, de Alejandría, de Cilicia, y de Asia Menor (Hch. 6:9). Acusaron a Esteban de haber blasfemado contra Moisés y contra Dios, afirmando que Jesús destruiría el Templo y que cambiaría las costumbres que venían de Moisés (Hch. 6:11-14). Lucas declara que se presentaron falsos testimonios contra Esteban, como había sucedido con Cristo. Esteban, presentado ante el sanedrín, pronunció el discurso recogido en Hch. 7:2-53. Para mostrarles con claridad que Dios había dirigido a Israel hacia una meta precisa, Esteban les recordó que Dios había elegido a los patriarcas (Hch. 7:2-22). Después les expuso cómo en la época de Moisés, y posteriormente, los israelitas se opusieron sin cesar a los designios de Dios (Hch. 7:23-43), y cómo no supieron discernir el carácter temporal y simbólico del Tabernáculo ni del Templo (Hch. 7:44-50). Al llegar a este punto del discurso, censuró a sus oyentes, acusándolos de resistir al Espíritu Santo como lo habían hecho sus padres, y de no haber observado la Ley (Hch. 7:51-53). En este momento, los judíos, rechinando los dientes, estaban dispuestos a lanzarse contra él; Esteban vio a Jesús de pie a la diestra de Dios, como listo para recibir a su testigo. Ante esta revelación de Esteban, los judíos se apoderaron de él, lo sacaron a las afueras de la ciudad, y lo apedrearon. La ley romana prohibía la ejecución de quien fuera sin antes haber visto la causa la autoridad romana. La muerte de Esteban fue un linchamiento debido al fanatismo de sus adversarios.
Pedro demuestra que el cristianismo es el cumplimiento de las profecías. Esteban expone que la historia de Israel desembocaba en el nuevo pacto. En su declaración de que el judaísmo no puede limitar al cristianismo, Esteban no revela el aspecto universal del Evangelio. Tampoco da ninguna indicación acerca de la doctrina de la Iglesia. Estas cuestiones serían reveladas por medio de Pablo. La persecución que siguió al martirio de Esteban dispersó a los cristianos. Como consecuencia, se evangelizó a los samaritanos y, posteriormente, a los gentiles.
Las últimas palabras del diácono, cuyo rostro se parecía al de un ángel (Hch. 6:15), fueron una oración en favor de sus perseguidores: «Señor, no les tomes en cuenta este pecado» (Hch. 7:60).
Saulo de Tarso había dado su aprobación a la muerte de Esteban, y guardó las ropas de sus verdugos (Hch. 7:58; 8:1).
En vista de una muerte tan triunfal, se suscita la reflexión de si uno de los «aguijones» que Jesús mencionó a Saulo en el camino de Damasco no había sido este mismo hecho (Hch. 9:5). La muerte de Esteban fue un aparente fracaso. Pero, si su muerte había sido un medio para empezar a tocar la conciencia de Saulo, ¿no fue en realidad una gran victoria?

nom, ESTÉFANAS

tip, BIOG HOMB HONT
vet,
= «corona».
Converso cristiano de Corinto, que fue bautizado por Pablo con su familia: él era «las primicias de Acaya» (1 Co. 1:16; 16:15, 17).

nom, ESTELA

tip, CONS ARQU
fot, dib00178, dib00183, dib00223
vet,
Monumento de piedra, con inscripciones de carácter memorial.
En la Biblia hallamos la mención de la piedra, o «Columna» de Absalón (2 S. 18:18).
Son varias las estelas que se han descubierto en las excavaciones arqueológicas en el Oriente Medio.

nom, ESTER (Libro) [I]

tip, LIBR CRIT BIOG MUJE MUAT REYE LIAT
ver, ASUERO, MARDOQUEO, VASTI
vet,
Ester se deriva probablemente del término «stareh», estrella, que se deriva del acadio «Ishtar».
Es el nombre de una hermosa joven hebrea, llamada originalmente Hadasá (heb.: mirto). Huérfana desde muy joven, fue llevada a Susa, metrópolis persa, por Mardoqueo, su primo, que la adoptó. Asuero, rey de Persia identificado por Jerjes, ordenó, en estado de embriaguez, que la reina Vasti compareciera en la sala de fiestas para mostrar su belleza a los invitados. Enfurecido por su negativa, el rey siguió el consejo de sus cortesanos: ordenó la reclusión de Vasti y, para reemplazarla, hizo que se le buscara por todo el reino una joven de suma belleza.
En el séptimo año de Jerjes, Ester fue elegida e instalada en el palacio en calidad de reina; en aquel entonces, nadie sabía que era de la raza de los judíos. Accedió al trono en una época muy crítica. Amán era entonces el favorito del rey. Cinco años después de la entronización de Ester (Est. 2:16; 3:7), Amán, enfurecido por el desdén de Mardoqueo, quiso vengarse dando muerte no sólo a éste, sino a todos los judíos diseminados por todo el imperio. Prometiendo entregar al Tesoro gran cantidad de oro, y alegando la adhesión peligrosa de los judíos a sus leyes y costumbres peculiares, Amán obtuvo el consentimiento del rey. En preparación de la matanza, trató de asegurar la participación del populacho, incitando su codicia (Est. 2:5-3:15). Mardoqueo exhortó a Ester a que interviniera para salvar a su pueblo. La reina quedó atemorizada pero, después de oír las palabras solemnes de su pariente, se dio al ayuno, y arriesgó su vida presentándose ante el soberano sin haber sido llamada. Con una gran prudencia y tacto, creó una situación favorable, con el fin de revelar al rey la trama de Amán, que afectaba al palacio y a la persona de la reina.
Al no poderse abrogar el edicto de destrucción, Ester obtuvo para los judíos el permiso de defenderse, y aun de tomar la iniciativa contra sus enemigos. El relato acaba sin narrar el resto de la vida de Ester ni su muerte.
(a) Historicidad.
En la actualidad es costumbre entre los críticos negar la historicidad de este libro, del que A. Bentzen afirma que es «una novela histórica». Sin embargo, este mismo autor se ve obligado a admitir que el autor tenía ciertos conocimientos de la administración persa y, de manera particular, del palacio real de Susa. Será así conveniente examinar los puntos en los cuales ha sido atacada y posteriormente comprobada su autenticidad.
(A) Se ha destacado que los nombres de Vasti, Ester y Mardoqueo no aparecen en los anales del reinado de Jerjes I (485 a 465 a.C.), que parece ser el Asuero de la Biblia. La única reina que conoce la historia es Amestris, hija o nieta de Otanes (Herodoto, 9:109; cp. 7:61). Pero es evidente que si Salomón, a la cabeza de un reino pequeño, pudo tener tantas mujeres (1 R. 11:3), el dueño del gran imperio persa podía tener más de una. Además, faltan detalles acerca del reino de Jerjes, y los anales persas mencionados en Ester no han sido hallados. Pero no se puede invocar el silencio como prueba.
(B) El rey, se afirma, no tenía derecho a casarse más que con una doncella de las siete familias más grandes del país. Sin embargo, se sabe que, a pesar de esta ley, Cambises se casó con su propia hermana, y que otros reyes se casaron con mujeres de rango inferior a las que al final se les otorgaron honores reales.
(C) Se ha pretendido que Mardoqueo mismo había sufrido la deportación bajo Joaquín (597 a.C.), y que en este caso, en el 7º año de Jerjes, Ester no hubiera sido joven. Pero, según Ester 2, fue Cis, el bisabuelo de Mardoqueo, quien fue deportado.
(D) Se ha preguntado por qué se abre un intervalo tan grande entre el repudio de Vasti (año 3º del reinado de Jerjes) y la entronización de Ester (año 7º). Según la historia, es allí que se sitúa la malhadada expedición contra Grecia; antes de su partida, en el año 3º, el rey celebró un gran consejo de guerra, volviendo a Susa en la primavera del año 7º, buscando consuelo en su harén (Herodoto, 7:8; 9:108).
(E) La orden de masacrar a todos los judíos se corresponde con los actos de crueldad tan conocidos de aquella época. Poco antes de Jerjes, los persas habían lanzado una horrenda campaña de exterminio contra los escitas.
(F) Una extraña suposición de los críticos había hecho de la fiesta del Purim (Est. 9:17-26) una transposición de la mitología babilónica: ¡Se atribuye a Mardoqueo el puesto del dios Marduk y a Ester el de la diosa Ishtar! Ha demostrado ser una especulación insostenible.
(G) El libro de Ester revela el origen de la fiesta de Purim que, en la época de Josefo, era observada universalmente por los judíos (Ant. 11:6, 13). La relación que tiene este libro con una fiesta judía tan antigua es asimismo un argumento en favor de su autenticidad.
(H) Por último, el punto por el cual el libro de Ester ha reducido a sus adversarios al silencio es su asombrosa exactitud con respecto a las instituciones y costumbres persas, así como de la vida y usos de la corte (Est. 1:5, 10, 14; 2:9, 21, 23; 3:7, 12-13; 4:6, 11; 5:4; 8:8, etc.). El lujo manifiesto, el vino corriendo libremente según Est. 1:7, son hechos históricamente demostrados, al igual que la repetida mención del número 7, tan frecuentemente utilizado en Persia. Los resultados de las excavaciones del palacio real de Susa se corresponden con las descripciones de Ester de una manera detallada. Los historiadores griegos confirman la manera de actuar de Est. 2:14 ss., así como la organización de correos portadores de cartas. Por otra parte, los historiadores profanos dan el mismo conjunto de rasgos para el carácter de Jerjes, egoísta y fácilmente influenciado por sus mujeres y por sus favoritos. El mismo relato bíblico asume el carácter de histórico, y cita anales persas que se relacionan con los mismos sucesos (Est. 2:23; 6:1; 10:2).

(b) Autor y fecha de redacción.
Este libro es anónimo. Su redacción se sitúa frecuentemente alrededor de la época de Artajerjes Longímano (alrededor del año 464-425 a.C.). Se explica de esta manera el hecho de que su lenguaje y estilo sean semejantes al de los libros tardíos como Esdras, Nehemías y Crónicas. Se hallan muchos términos persas. El autor debió de tener acceso al relato dejado por Mardoqueo (Est. 9:20, 32). La redacción del libro parece haber sido hecha algo después de los acontecimientos. La fiesta del Purim ya había sido instituida (Est. 9:23); el rey Asuero es presentado como habiendo reinado en el pasado (Est. 1:1; 10:2); la descripción del imperio persa, de sus costumbres y funcionamiento, lleva a pensar que el autor estaba escribiendo en todo caso antes de su destrucción por Alejandro Magno (alrededor del año 330 a.C.).
(c) Lugar en el canon.
En nuestras Biblias, Ester es el último libro histórico del AT. En el canon hebreo, figura entre los hagiógrafos, con otros 4 rollos leídos durante las 5 fiestas solemnes; la última de estas fiestas era la de Purim. Ésta es la razón de que Ester forme parte de los Cinco Rollos (Megilloth).
(d) Mensaje espiritual.
En este libro no aparece el nombre de Dios ni una sola vez de forma manifiesta. La principal enseñanza es que Dios estaba vigilando y cuidando a su pueblo durante el cautiverio, totalmente aparte de su fidelidad hacia Él, o del deseo de ellos de volver a la tierra prometida, ciertamente dejado a un lado por aquellos que se habían aposentado en el imperio persa, entre gentiles. Había grandes cantidades de judíos esparcidos por todo el reino, y no se revela cómo vivían. Los únicos judíos descritos en este libro son Mardoqueo y Ester. Dios era el Dios de ellos, y ellos eran su pueblo, y, sin que su nombre sea abiertamente mencionado en el libro, Él estaba ciertamente cuidando de ellos en secreto, haciendo que todo coadyuvara en la protección de ellos. Que el rey no pudiera dormir la noche misma en que era necesario que recordara a Mardoqueo (Est. 6:1-10) constituye un signo de su cuidado constante. Puede que Ester y Mardoqueo no actuaran bien al desear un segundo día de venganza. El buen comportamiento de los judíos no entra en este libro: son protegidos, sean buenos o malos. En su gobierno llegará el día en que Dios lo traerá todo a juicio e impondrá toda justicia.
Recapitulando, tenemos aquí una ilustración de cómo Dios se cuidó de una manera providencial de su pueblo terrenal, cuando estaban, como están, bajo la sentencia de Lo-ammi, y no podía, como no puede aún, reconocerlos públicamente en relación consigo mismo.
Acerca de los que reprochan a este relato un estrecho nacionalismo, se debe recordar la mentalidad judía, impregnada de la certeza de la soberanía de Dios y de la elección de Israel. La supervivencia de los judíos tiene una importancia universal, por cuanto de ella depende el cumplimiento de su misión sobrenatural. Por otra parte, la destrucción tan reciente de 6 millones de judíos en Europa por parte del régimen nazi de Alemania, en los años de la segunda guerra mundial (1939-1945) refuta de una manera definitiva la objeción de los que pretendían que era «impensable» una masacre general de judíos. Textos como Gn. 12:3; Est. 6:13 e Is. 54:17 debieran servir como clara advertencia a los antisemitas de todos los tiempos.
(e) El nombre de Dios en Ester.
Se ha señalado ya el hecho de que el nombre de Dios no aparece abiertamente en el libro de Ester. Sin embargo, se hace patente en Est. 4:14 la existencia de la providencia; Est. 4:16 da al ayuno un valor religioso; Est. 9:31 menciona la súplica y oración.
Sin embargo, aunque el nombre de Dios no aparece abiertamente, sí que aparece escondido en una manera notable y digna de señalarse. En efecto, el nombre YHWH se halla en forma acróstica de tal manera que evidencia haber sido puesto así de manera intencionada. La aparición del nombre YHWH tiene lugar de la siguiente manera:
Est. 1:20 «Y todas las mujeres darán» (Hi' Wekhol Hannashim Yitenu),
Est. 5:4 «Vengan hoy el rey y Aman» (Yabo' Hammelekh Wehaman Hayyom),
Est. 5:13 «Pero todo esto de nada me sirve» (wekhol-seH 'eynennW(u) shoH liY),
Est. 7:7 «Que estaba resuelto para el mal» (kiY kalethaH 'ela(y)W hara'aH).
Así vemos en el primer pasaje el nombre YHWH tomando las primeras letras de las palabras correspondientes en orden inverso, en el segundo tomando las primeras letras en orden directo, en el tercero tomando las últimas letras en orden inverso y, finalmente, en el cuarto pasaje tomando las últimas letras en orden directo. Todas las posibles combinaciones. Se ilustra así la presencia divina en los sucesos del libro pero una presencia no manifiesta. (Véanse ASUERO, MARDOQUEO, VASTI)

Bibliografía:
Baldwin, J. G.: «Ester», en Nuevo Comentario Bíblico (Casa Bautista de Publicaciones, El Paso, Texas, 1977);
Kelly, W.: «The Book of Esther» (Bible Truth Publishers, Oak Park, Illinois, reimpresión de la edición de 1873);
Whitcomb, John C.: «Ester: El triunfo de la soberanía de Dios» (Portavoz Evangélico, Col. Comentario Bíblico Portavoz, Barcelona, 1982).

nom, ESTERILIDAD

tip, MDIC COST
vet,
Considerada en la Biblia como un oprobio (1 S. 1:1-10), en tanto que la fecundidad era una bendición de parte de Dios (Sal. 127:3-5; 128:1-4).

nom, ESTIÉRCOL

tip, COST TIPO
vet,
En los pueblos antiguos, así como en Israel, el estiércol animal era usado como combustible y también como abono una vez seco. Se ponía a secar al sol o en las azoteas. Se usaba para encender los hornos y el fogón (Ez. 4:12-16).
Isaías lo menciona como fertilizante (Is. 25:10).
En Jerusalén existían una «Puerta del Estercolero» o «Puerta del Muladar» (Neh. 2:13; 3:13, 14; 12:31), llamada así, seguramente, porque junto a ella se arrojaban las inmundicias de la ciudad.
En sentido figurado, yacer en el estercolero es señal de extrema miseria (Lm. 4:5) y alzarle a uno del estercolero significa sacarlo de su postrada condición (1 S. 2:8; Sal. 113:7).

nom, ESTIRPE. Véase SIMIENTE.

nom, ESTOICOS

tip, RELI
vet,
Una secta de filósofos de Grecia, fundada por Zeno de Citium (Chipre).
El nombre «estoicos» viene de «Stoa», el porche en Atenas donde el filósofo se reunía con sus discípulos. Enseñaba que había un Ser Supremo, pero que había muchos dioses subordinados, y que el hombre tenía facultades similares a los dioses. Debían conducirse por el intelecto, y no se tenía que dar consideración ni a los placeres ni a los sufrimientos corporales.
Las características fundamentales de los estoicos eran el panteísmo, el fatalismo, y el orgullo.
Había algunos de ellos en la audiencia a la que se dirigió Pablo en Atenas (Hch. 17:18).

nom, ESTRADO

tip, TIPO UTEN
vet,
Tarima sobre la que reposaban los pies de un personaje sentado, por ejemplo, en un trono (cp. el trono de Salomón, 2 Cr. 9:18).
Simbólicamente, el arca del pacto se considera como el estrado de Jehová, «sentado sobre los querubines» (1 Cr. 28:2; Sal. 99:1, 5; 132:7-8); la tierra es asimismo el estrado de los pies de Aquel que tiene el cielo como Su trono (Is. 66:1; Mt. 5:34-35).
Los enemigos de Cristo vendrán un día a ser estrado de sus pies (Sal. 110:1; Hch. 2:35; 1 Co. 15:25).
Este signo de victoria recuerda el de los conquistadores de la antigüedad que ponían el pie sobre el cuello de sus adversarios vencidos (Jos. 10:24; Sal. 66:12; Is. 51:23).

nom, ESTRELLA

tip, ESPA TIPO CALE
ver, ZODÍACO, TIEMPO, ASTROLOGÍA, VENIDA (Segunda)
vet,
Ya de antiguo se interesaron los hombres en las estrellas y en las constelaciones (Gn. 22:17). Observaban Orión, las Pléyades, la Osa Mayor, los signos del Zodíaco (Jb. 9:9; 38:31-32; 2 R. 23:5).
Se dieron nombre a ciertos planetas: Saturno, Venus (véase ZODÍACO). Jud. 13 hace posiblemente alusión a meteoros o a cometas.
La posición de ciertos astros permitía fijar las fechas (Ant. 13:8, 2). Los egipcios dividían el año en 36 períodos de 10 días, comenzando cada uno con la aparición de una de las 36 constelaciones sucesivas (véase TIEMPO).
Los israelitas consideraban a las estrellas como dependientes de Dios, el Creador de ellas (Gn. 1:16; Sal. 8:4; Is. 13:10; Jer. 31:35).
Los paganos y los israelitas apóstatas instituyeron un culto a las estrellas (Dt. 4:19; 2 R. 17:16); les erigieron altares, y quemaron perfumes en honor de los astros (2 R. 21:5; 23:5). Creían que las estrellas influenciaban no solamente a la naturaleza (cp. Jb. 38:31), sino también las empresas humanas. Se imaginaban también que indicaban el futuro. Los modernos adictos a los horóscopos conservan la misma superstición pagana. (Véase ASTROLOGÍA.)
En un sentido simbólico, una estrella representa frecuentemente a una gran personalidad:
La estrella que sale de Jacob designa al Mesías (Nm. 24:17);
los doce patriarcas son simbolizados por estrellas (Gn. 37:9);
las estrellas son la imagen de los príncipes y caudillos particularmente importantes (Dn. 8:10; Ap. 1:20).
Jesucristo recibe el nombre de estrella de la mañana (Ap. 2:28; 22:16; cp. 2 P. 1:9), dándose a conocer a los creyentes de la Iglesia en este carácter celestial. Aparecerá como sol de justicia en relación con su pueblo terrenal y con los juicios que han de cerrar esta era de la gracia (Mal. 4:2), en su segunda venida (véase VENIDA [SEGUNDA]).

nom, ESTRELLA DE ORIENTE

tip, ESPA TIPO CALE
ver, ZODÍACO, TIEMPO, ASTROLOGÍA, VENIDA (Segunda)
vet,
La interpretación más ajustada al relato del texto es que se trató de un acontecimiento sobrenatural, análogo a una estrella, que los magos vieron en el cielo. Influenciados posiblemente por la profecía de Balaam (Nm. 24:17) o por otras predicciones, los magos pensaron que el fenómeno anunciaba el nacimiento del rey de los judíos. Cuando estos sabios salieron de Jerusalén, después de su consulta a Herodes, se les apareció nuevamente la estrella, que les condujo, deteniéndose donde se hallaba el divino Niño (Mt. 2:1-2, 9).
Se han propuesto varias interpretaciones naturalistas, en base a las cuales nos hallaríamos frente a un fenómeno natural, mediante el que fueron dirigidos los magos de una manera providencial. En diciembre de 1603, el astrónomo Kepler observó una conjunción de Júpiter y de Saturno. En marzo de 1604 el planeta Marte se aproximó a los anteriores. En octubre de 1604, una nueva estrella, sumamente brillante, se unió a los tres astros; después fue desvaneciéndose lentamente, y desapareció en febrero de 1606. Kepler calculó que se había dado una conjunción de los mismos planetas en los años 7 y 6 a.C. Creía él que si la estrella variable se hubiera unido entonces a los tres planetas, como había sucedido en 1604, ésta debió de ser la estrella de oriente. Sin embargo, una estrella no puede ser asimilada a una conjunción; por otra parte, no coincide con la cronología del nacimiento de Cristo, que ha sido precisada mediante consideraciones independientes. Y el relato bíblico indica que el acontecimiento fue muy distinto a esta racionalización naturalista (Mt. 2:9).

nom, ETAM

tip, CIUD LUGA
sit, a3, 345, 139
vet,
(a) Primer campamento judío en las jornadas del desierto (Éx. 13:20).
(b) Aldea de Simeón (1 Cr. 4:32).
(c) Peña donde se escondió Sansón (Jue. 15:8, 11).
(d) Descendientes de Judá (1 Cr. 4:3).
(e) Aldea de Judá entre Belén y Tecoa (2 Cr. 11:6).

nom, ETÁN

tip, BIOG MUSI HOMB HOAT
vet,
(a) Sabio de los tiempos de Salomón (1 R. 4:31; título del Sal. 89).
(b) Nieto de Judá (1 Cr. 2:6, 8).
(c) Antepasado de Asaf el cantor (1 Cr. 6:42-43).
(d) Cantor levita (1 Cr. 6:44).

nom, ETANIM

tip, CALE
vet,
«el perenne».
Séptimo mes del año litúrgico hebreo, desde la última luna nueva de octubre hasta la primera de noviembre (1 R. 8:2).

nom, ETBAAL

tip, BIOG REYE HOMB HOAT
vet,
= «protegido de Baal».
Rey de Sidón, y padre de Jezabel, esposa de Acab (1 R. 16:31).

nom, ETERNIDAD. Véase TIEMPO.

nom, ETIOPÍA

tip, PAIS
vet,
(gr. «Aithiopia», «quemado por el sol»).
País que los hebreos denominaban Kûsh (Cus), es citado frecuentemente en relación con Egipto (Sal. 68:31, 32; Is. 20:3-5; Ez. 30:4, 5; Dn. 11:43; Nah. 3:9), y en ocasiones con Libia o con los libios (2 Cr. 16:8; Éx. 30:5; 38:5; Dn. 11:43; Nah. 3:9).
Es un país del África oriental, al sur de Asuán, en el extremo meridional de Egipto (Éx. 29:10). Se trataba, así, de la cuenca superior del Nilo, el Sudán, la Nubia con Kordofán, y el norte de Abisinia, país esencialmente desértico, aunque fértil en algunos lugares.
Los ríos de Etiopía (Is. 18:1; Sal. 3:10), eran probablemente el Nilo Blanco y el Nilo Azul, el Atbara y el Takkaze.
Según Jb. 28:19, eran célebres los topacios de Etiopía; sus habitantes, de elevada estatura (Is. 45:14), de color, indudablemente negros (Jer. 13:23), dedicados al comercio, vendiendo los productos de su país a los extranjeros (Is. 45:14), y enriqueciéndose con este tráfico (Is. 43:3).
El rey Asa venció a los etíopes que, bajo las órdenes de Zera, habían invadido Judá (2 Cr. 14:9-14; 16:8).
Una dinastía etíope, la XXV, se estableció en Egipto. Isaías (Is. 20:1-6) y Sofonías (Sof. 2:12) profetizaron contra Etiopía, en tanto que el salmista predijo que «Etiopía se apresurará a extender sus manos a Dios» (Sal. 68:31; cp. 87:4). Esta profecía, que evidentemente se proyecta hacia el Milenio tuvo un primer cumplimiento en la conversión del eunuco etíope (Hch. 8:26-40) y en la temprana evangelización de Etiopía y Abisinia.

nom, EUCLIDÓN

vet,
Voz griega híbrida que describe un viento huracanado que sopla del nordeste o del oriente. Hizo naufragar la nave en que Pablo era conducido a Roma como prisionero (Hch. 27:14).

nom, ÉUFRATES

tip, RIOS
sit, a4, 404, 181
vet,
= «copioso».
Uno de los grandes ríos del Asia occidental y del mundo.
Está formado por la unión de dos afluentes: el Murad, que nace en Armenia, entre el lago Van y el monte Ararat, y el Frat o Kara, que nace cerca de 65 Km. al nordeste de Erzeroum.
Constituye la frontera oeste de Mesopotamia. A los 31 grados de latitud norte y 47 de longitud este el Tigris se une al este para formar lo que ahora se llama el Shat el-Arab, que después de un recorrido de cerca de 145 Km. desemboca en el golfo Pérsico. Fue uno de los ríos del Paraíso (Gn. 2:14).
También fue la frontera nordeste del dominio hebreo cuando éste llegó al máximo de su grandeza (2 S. 8:3; 1 Cr. 18:3; 1 R. 4:21, 24).
Los autores bíblicos lo consideran como el río por excelencia (Dt. 1:7; Jos. 24:2; 1 R. 4:21). Por su confluencia con el Tigris y su serie de canales hizo posibles las brillantes culturas sumeria, babilónica y asiria.
La más grande ciudad levantada en sus riberas fue Babilonia.

nom, EUNICE

tip, BIOG MUJE MUNT
vet,
= «buena victoria».
Madre de Timoteo e hija de Loida. Era judía y casada con un marido griego (Hch. 16:1; 2 Ti. 1:5); supo transmitir a su hijo el amor por las Escrituras, la práctica de la verdad y el temor de Dios que ella misma había aprendido en la sinagoga, en su familia y entre los maestros de Israel.

nom, EUNUCO

tip, LEYE COST FUNC
vet,
(gr.: «guardián de los lechos»).
El sentido propio es de chambelán. En Oriente, los hombres que ejercían esta función habían sido castrados, y ésta es la razón de que el término denote un castrado (Is. 56:3; Mt. 19:12). Según Josefo, la castración no era practicada por los judíos, ni sobre los hombres ni sobre los animales (Ant. 5:8, 40), y la ley se oponía, desde su espíritu, a tal práctica en Israel (Dt. 23:1; Lv. 22:24). De hecho, se trataba de una bárbara costumbre que se tenía en Oriente en el trato de los cautivos (Herodoto 3:49; 6:32), no solamente sobre los aún jóvenes, sino también, según parece, en la época misma de la pubertad. En ocasiones, el término eunuco en hebreo se traduce como «oficial» (Gn. 37:36; 40:2, 7, etc.), lo que es un eufemismo. Puede ser también que la designación de eunuco se usara para señalar un cargo habitualmente ocupado por un hombre mutilado. Por otra parte, queda el hecho de que había eunucos casados, como, por ejemplo, Potifar (Gn. 39:1, 7).
Los eunucos adquirían frecuentemente elevados cargos y una gran autoridad. Como ejemplo tenemos el jefe de la guardia de Faraón, y el copero y el panadero. Los eunucos ejercían ciertas funciones en la corte de Babilonia (Dn. 1:3); servían en presencia del rey de Persia, eran guardianes de las puertas del palacio (Est. 1:10; 2:21); un eunuco era el supervisor del harén real (Est. 2:3, 14); otro estaba al servicio de la reina (Est. 4:5).
En la corte de Acab y en la de Joram su hijo había también eunucos; Jezabel tenía eunucos a su servicio (1 R. 22:9; 2 R. 8:6; 9:32). Aunque los eunucos estaban legalmente excluidos de la congregación de Jehová (Dt. 23:1), también los había en Judá, así como en la corte de David (1 Cr. 28:1). En los días postreros de la monarquía, había también eunucos en la envilecida corte de los sucesores de Josías (2 R. 24:15; 25:19, y Jer. 29:2).
Todos los eunucos en Judá, o la mayor parte de ellos, eran extranjeros (Jer. 38:7).
El copero de Herodes el Grande era eunuco, lo mismo que el funcionario que le servía las comidas y que su chambelán.
Había un eunuco al servicio de Mariamne, la esposa favorita de Herodes el Grande (Ant. 15:7, 4; 16:8, 1).
Candace, la reina de Etiopía, tenía un eunuco como tesorero. Después de su conversión, fue admitido al bautismo (Hch. 8:27, 37; cp. Is. 56:3).

nom, EUTICO

tip, BIOG HOMB HONT
vet,
= «feliz».
Un joven de Troas que se durmió durante un discurso de Pablo, cayendo desde un tercer piso. Fue levantado muerto, pero el apóstol lo volvió milagrosamente a la vida (Hch. 20:9-10).

nom, EVA

tip, BIOG MUJE MUAT TIPO
vet,
Nombre dado por Adán a su esposa después de la caída, y después que Dios hubiera hablado de la simiente de ella y de haberle dicho que con dolor daría a luz a los hijos.
En hebreo, el nombre es «hawwãh», que significa «vida», por cuanto «ella era madre de todos los vivientes» (Gn. 3:20; 4:1).
Había sido creada poco después de Adán, para que fuera su compañera y colaboradora. Dios hizo caer un profundo sueño sobre Adán, y tomó de él una de sus costillas, formando a Eva de ella (Gn. 2:18-24). Para el Creador todo es posible, y debe ser aceptado sin dudas como lo hiciera el apóstol Pablo (1 Co. 11:8-12). No fue más difícil a Dios crear de esta manera a la mujer que crear a Adán del polvo de la tierra (v. 7), o que, cuando andaba entre nosotros en su encarnación, efectuar la multiplicación de los panes y los peces, o resucitar a Lázaro. De este hecho se desprenden varias consecuencias y enseñanzas. Se enseñaba a Adán que su compañera era verdaderamente «hueso de mis huesos y carne de mi carne» (Gn. 2:23).
Si es cierto que todo hombre nace de una mujer, también lo es que la primera mujer salió del hombre. Así, se nos enseña la unidad esencial de la raza humana. Se recalca en el relato que el varón no está al completo sin la mujer. Dios creó al hombre, «varón y hembra», y están llamados a transmitir la vida a sus descendientes (Gn. 1:27-28). No es bueno que el hombre esté solo, por cuanto es un ser social por excelencia; la mujer no es puesta debajo del varón, como esclava de él, sino a su lado, como ayuda semejante a él (v. 18). El hombre dejará a sus padres, y, uniéndose a su mujer, los dos vendrán a ser una sola carne, fundando la familia, que constituye la célula básica de la sociedad (v. 24).
Eva es mencionada dos veces en el NT. Las mujeres deben estar en silencio en la iglesia; no deben ejercer autoridad sobre el hombre, porque Adán fue formado primero; y Adán no fue engañado, pero ella sí lo fue (1 Ti. 2:13). Este engaño recibe adicional explicación en cuanto que Eva fue engañada por la astucia de la serpiente, el mismo enemigo que busca ahora extraviar a los creyentes (2 Co. 11:3).
Tipológicamente, de la formación de Eva de una costilla del costado de Adán, y a la que dio por nombre «isha», se ve la imagen del surgimiento de la Iglesia como fruto de los sufrimientos y de la muerte de Cristo traspasado, que le pertenece y es presentada a Él (cp. Ef. 5:31-32).

nom, EVANGELIO

tip, ESCA DOCT
vet,
(gr. «buenas o gratas nuevas»)
Todo lo digno de este título tiene que provenir de Dios. No siempre tuvo el mismo carácter. La grata nueva para Adán y Eva fue que la Simiente de la mujer heriría la cabeza de la serpiente. Es indudable que creyeron este anuncio, porque Eva dijo al nacer Caín: «Por voluntad de Jehová he adquirido varón» (Gn. 3:15; 4:1).
La grata nueva a Noé fue, cuando se le anunció que iba a destruir toda carne, que él y su familia serían salvados en un arca, y que Dios establecería su pacto con él. Noé creyó a Dios, y. fue preservado (He. 11:7).
La grata nueva para Abraham fue, cuando fue llamado afuera por Dios para que le sirviera, que tendría un hijo en su vejez; que su descendencia poseería la tierra y que en su Simiente serían bendecidas todas las naciones de la tierra (Gá. 3:8). Abraham creyó a Dios y le fue contado por justicia (Gn. 15:6; Ro. 4:3).
Para los israelitas esclavizados por Faraón la grata nueva fue que Dios había descendido para liberarles por mano de Moisés. Creyeron las buenas nuevas «se inclinaron y adoraron» (Éx. 4:31). Pero esto fue solamente una parte de las buenas nuevas para Israel; no sólo iban a ser sacados de Egipto, sino que iban a ser llevados a «una tierra buena y ancha, a tierra que fluye leche y miel». Pero aquí muchos fueron los que fallaron; aunque esta buena nueva, como es llamada en la Epístola a los Hebreos, les fue anunciada, no les aprovechó, porque no estuvo en ellos mezclada con fe: «no entraron por causa de desobediencia» (He. 4:2-6).
«La buena nueva del reino» fue preanunciada en el AT, y fue proclamada por el Señor Jesús en su venida a la tierra (Mt. 4:23; Lc. 4:43, etc.). Volverá a ser proclamada en el futuro (Mt. 24:14). Aunque este evangelio fue rechazado mayoritariamente en Israel, el Señor reunió a su alrededor a «una pequeña manada» de discípulos, que vinieron a ser el núcleo de la iglesia en Pentecostés. Entonces la proclamación fue acerca del Señor Jesús y del perdón de los pecados por su muerte, «el evangelio de la gracia de Dios», y se dirigía a toda la humanidad (Hch. 20:24).
A Pablo le fue revelado «el Evangelio de la Gloria», que Dios ha glorificado a Cristo, y que su gloria resplandece en el rostro de Aquel que ha quitado los pecados de los creyentes (2 Co. 4:4; 1 Ti. 1:11). Esta proclamación fue dada a Pablo de una manera tan peculiar que la llamó «mi evangelio» (2 Ti. 2:8). Abarcaba más que la salvación, por magno que sea este hecho, porque estaba deseoso de dar a conocer «el misterio del evangelio», que separa a los creyentes del primer hombre, el terreno, asociándolos con el Cristo glorificado en el cielo.
En el futuro habrá buenas nuevas para Israel cuando llegue el tiempo para que Dios bendiga esta nación. Los mensajeros publicarán paz y salvación, y dirán a Sión: «Tu Dios reina» (Is. 52:7). Se proclamará también «el Evangelio Eterno» a los gentiles, que ha sido proclamado desde el principio, que la Simiente de la mujer heriría la cabeza de la serpiente. El testimonio dado por el poder angélico será: «Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado», junto con el mandato de adorar al Creador (Ap. 14:6, 7).

nom, EVANGELIOS

tip, LIBR CRIT
vet,
Al principio, y en el mismo NT, el término evangelio no designaba ningún libro, sino el mensaje, la buena nueva. Durante el período postapostólico (hacia el año 150 d.C., Justino Mártir, Apol. 1:66), sin embargo, el término «Euangelion» designaba ya además los escritos en los que los apóstoles daban testimonio de Jesús. Cada uno de estos escritos recibió el nombre de Evangelio; también se dio el nombre de Evangelio al conjunto de los cuatro escritos.
(a) Los cuatro evangelios.
El testimonio de la historia da prueba de que, desde el mismo principio, se atribuyeron los cuatro evangelios, respectivamente, a Mateo, Marcos, Lucas y Juan; ya en el mismo inicio de la era postapostólica la Iglesia consideró a los Evangelios como documentos autorizados, que presentaban el testimonio apostólico sobre la vida y la enseñanza de Cristo. Durante el siglo II se citaban, comentaban y leían los Evangelios: su autenticidad es incontestable. El examen de las epístolas del NT demuestra asimismo que sus alusiones a Jesús y a sus obras concuerdan con los relatos de los Evangelios. Podemos así tenerlos como totalmente dignos de crédito.
Los tres primeros evangelios presentan una gran cantidad de analogías. Presentan en general la vida del Señor bajo el mismo aspecto. Se les denomina Evangelios Sinópticos (del gr. «synopsis», «vista de conjunto»). Son, en cambio, de un carácter totalmente distinto del Evangelio de Juan. El tema principal de los Sinópticos es el ministerio de Cristo en Galilea; el cuarto evangelio, en cambio, destaca su actividad en Judea; sin embargo, la traición, el arresto, juicio, crucifixión, y la resurrección, son de tal importancia que aparecen en los cuatro evangelios. El único episodio anterior que figura en todos cuatro evangelios es la multiplicación de panes para alimentar a los 5.000. Los Sinópticos se refieren relativamente poco a la divinidad de Cristo, en tanto que Juan recalca el testimonio del mismo Jesús a este respecto. Los Sinópticos presentan sobre todo las obras de Jesús, así como sus palabras acerca del reino de Dios, las parábolas, las enseñanzas dadas al pueblo; Juan cita lo que Jesús dijo de Sí mismo, generalmente en discursos bien comprensibles. El cuarto evangelio supone e implica la existencia de los otros tres que, a su vez, se hacen inteligibles gracias a los hechos relatados en el Evangelio de Juan. Por ejemplo, Jn. 1:15 supone el conocimiento de Mt. 3:11, etc.; Jn. 3:24 el de Mt. 4:12; y Jn. 6:1-7:9, el de todos los relatos sinópticos del ministerio en Galilea, etc. Por otra parte, solamente los acontecimientos relatados en los caps. 1 y 2 de Juan explican la acogida que dieron a Jesús en Galilea, y la buena disposición de Pedro, Andrés, Santiago y Juan a dejarlo todo para seguir a Jesús. Asimismo, la repentina controversia acerca del sábado que se presenta en los Sinópticos (cp. Mr. 2:23, etc.) no se comprende sin el relato de Jn. 5.
Todo y teniendo las mismas características generales, cada uno de los tres Evangelios Sinópticos tiene sus propias características, debidas al objetivo del redactor y a la audiencia a la que se dirigía:
Mateo, que escribía para judíos, destaca la condición regia de Jesús, el Mesías. Se apoya constantemente en citas del AT, y expone la enseñanza de Cristo sobre el verdadero reino de Dios, en oposición a las opiniones erróneas que se daban en el seno del judaísmo.
Marcos escribía, en cambio, dirigiéndose primariamente a los gentiles, y recalca el poder de Cristo para salvación, manifestado en sus milagros.
Lucas, que fue durante largo tiempo compañero de Pablo, muestra al Señor en su carácter de Salvador lleno de gracia, ocupándose de una manera especial de los caídos, de los marginados, y de los destituidos.
Juan destaca sobre todo a Jesús como la Palabra divina encarnada, revelando el Padre a aquellos que quisieran aceptarlo.
Ninguno de los evangelistas se propuso presentar una biografía completa de nuestro Señor. Cada uno de los hechos y palabras de Jesús presentado en cada Evangelio tiene un propósito didáctico. Los evangelistas no actuaron con la pretendida frialdad objetiva de los historiadores. Su fin era además muy distinto del de un historiador (Jn. 20:30, 31; cp. 21:25): eran testigos de una Persona (Jn. 15:27; 17:20).
¿De dónde sacaron los evangelistas sus datos? Siendo que Mateo y Juan eran apóstoles, hubieran estado presentes en los sucesos que relatan o hubieron oído las palabras que registran. Marcos acompañó a Pablo y a Pedro; una tradición muy antigua afirma que Marcos resumió en su Evangelio la predicación de Pedro acerca de Jesús. Lucas, por su parte, afirma que recibió información de parte de los que «lo vieron con sus ojos, y fueron ministros de la palabra» y que redactó su Evangelio «después de haber investigado con diligencia todas las cosas desde su origen» (Lc. 1:1-4). Así, los Evangelios nos dan el testimonio de los apóstoles. Los numerosos puntos en común que se hallan en el lenguaje de los Sinópticos confirman este extremo. Un conferenciante itinerante, o un misionero en licencia temporal, cuando van de lugar en lugar contando sus experiencias, acaban recogiéndolo todo en un relato estereotipado, a fin de dar con precisión los mismos hechos, añadiendo de vez en cuando detalles que quizá se han omitido en otras ocasiones anteriores. Es probable que los apóstoles y los primeros evangelistas hayan procedido con frecuencia de la misma manera, de forma que su relato estaba, en cierta medida, estereotipado. Algo más tarde, se consignaron fragmentos de este relato en forma escrita, para provecho de las iglesias de nueva fundación. Es así que se dispersó, según nos lo dice la tradición inmediatamente posterior a los apóstoles, un relato evangélico de variada extensión, pero que ofrecería una gran uniformidad, incluso en la expresión. Las similaridades lingüísticas de los Evangelios Sinópticos indican así que nos transmiten el testimonio dado de Jesús por parte de los apóstoles. El cuarto evangelio, por otra parte, trata de temas que al principio no eran tan precisos. Juan, que conocía personalmente estas cuestiones, las expuso algo más tarde, cuando la Iglesia precisaba de su conocimiento.

(b) Crítica.
No hay ningún dato histórico que permita dudar que los Sinópticos hayan estado redactados entre Pentecostés y la destrucción del templo (entre los años 30 y 70) por los autores cuyo nombre llevan, o que hubieran estado escritos en griego. Sin embargo, la crítica ha intentado asignar una fecha tan tardía como fuera posible a la redacción de los evangelios, de manera que perdieran su valor testifical histórico. Para ello ha edificado toda una cadena de hipótesis de las que se da a continuación un breve resumen y examen.
La crítica literaria se apoya en una cita de Papías (a principios del siglo II) para rechazar la autenticidad del Evangelio griego de Mateo, admitida unánimemente por los Padres de la Iglesia. Papías escribió (Eusebio, «Historia Eclesiástica», III, 39:16): «Mateo ordenó las sentencias en lengua hebrea, pero cada uno las traducía como mejor podía.»
Basándose en esta cita, a pesar de nuestra total ignorancia acerca de estas «sentencias (gr., «logia») en lengua hebrea», se afirma lo que sigue:
(A) Mateo no escribió el Evangelio en griego por cuanto escribió las Logia en hebreo;
(B) el Evangelio de Mateo, escrito mucho tiempo después por algún desconocido, incluye posiblemente extractos de las Logia, pero han quedado entremezcladas con relatos procedentes de otras fuentes. La escuela de Baur se ha destacado por su afán en discernir una falta de unidad en el Evangelio griego que lleva el nombre de Mateo (cp. P. Fargues, «Les origines du N. T.», París, 1928, PP. 56ss.). Este trabajo de zapa es esencialmente subjetivo y marcado de entrada por un dogmatismo apriorístico sistemático y muy tendencioso. No se puede pretender que Mateo escribiera las Logia y no escribiera posteriormente el Evangelio que lleva su nombre. Ireneo (Contra Herejías, 3:1, 1), entre otros, da testimonio de Mateo como autor de este Evangelio. Se trata de un sólido y permanente testimonio histórico frente a unas opiniones personales muy condicionadas por una filosofía en principio hostil a la factualidad de la revelación divina.
Con respecto a Marcos, no habría sido el autor del segundo evangelio. Estaría basado en un documento imaginario que nadie ha visto jamás: el proto-Marcos, y la redacción del Evangelio hubiera implicado fuentes diversas que permitirían postular ciertas «incoherencias». Sin embargo, las evidencias internas del segundo evangelio revelan una estrecha relación con Pedro y su testimonio (cp. J. Caba, «De los Evangelios al Jesús histórico», Madrid 1970, PP. 133-135).
Hay otra clase de evidencia que ha salido recientemente a la luz con respecto al Evangelio de Marcos. La identificación de unos fragmentos de papiro escritos en griego en la llamada Cueva 7 de Qumrán, fechados entre el 50 y el 100 d.C., como pertenecientes al Evangelio de Marcos, hace desvanecer definitivamente las dudas que se habían arrojado sobre la fecha de su redacción. El Padre José O'Callaghan, S.I., que llevó a cabo, tras penosas investigaciones, esta identificación sobre nueve fragmentos, dice: «Creo que me he encontrado con una evidencia innegable de que ciertos libros clave del Nuevo Testamento circulaban ya en vida de aquellos que habían caminado y hablado con Jesús» (cp. J. O'Callaghan, S.I., «Los papiros griegos de la Cueva 7 de Qumrán», Madrid, 1974; D. Estrada y William White, Jr., «The First New Testament», Nashville, 1978).
Del tercer evangelio se afirma que, aunque está marcado por una unidad más real que los anteriores, no puede ya ser atribuido a Lucas, y como única razón se dice que sería del mismo autor que el del libro de los Hechos. Pero ¿qué podría impedir a Lucas ser el autor tanto de Hechos como del Evangelio que lleva su nombre? Si el Evangelio es del mismo autor que Hechos, cuadra perfectamente bien como el «primer tratado» del que hace mención en Hechos 1:1.
Por lo que respecta al cuarto evangelio, la crítica literaria rehúsa asimismo atribuirlo a Juan. El discípulo amado (Jn. 19:26; 20:2) que, modestamente, no quiso poner su nombre, ha sido universalmente reconocido por la tradición de la iglesia desde los primeros siglos como el autor. Jamás se ha dudado en el seno de la iglesia que Juan hubiera sido «aquel discípulo que da testimonio de estas cosas, y escribió estas cosas» (Jn. 21:24). Nunca ha dudado la iglesia que él fuera el más capacitado para completar la obra de los sinoptistas, al relatar, por ejemplo, las comunicaciones del Señor a sus discípulos en la víspera de su muerte (Jn. 15-16). El cuarto evangelio nos hace entrar profundamente en la intimidad de Cristo, e insiste más que los otros en la divinidad del Salvador, el Verbo eternamente existente (Jn. 1:1-2, 18; 8:58), «Creador» y «Luz» (Jn. 1:3-12).
Para la crítica racionalista y modernista, todo el elemento dogmático que caracteriza al cuarto evangelio proviene en línea recta del misticismo griego, hallando su origen en la filosofía alejandrina del siglo I. A esto se podría replicar que estas afirmaciones provienen de un desconocimiento total del pensamiento bíblico, totalmente ajeno al pensar helénico, si no estuvieran dominadas por la postura a priori que las ha motivado: que se busca negar a los Evangelios su valor como documentos históricos fidedignos. Quien lea el cuarto evangelio sin prejuicios previos, junto con la 1ª Epístola de los Corintios, y constate que Juan, al igual que Pablo, usó el vocabulario helénico, reconocerá que lo hizo precisamente para mostrar la sima que separaba a la revelación bíblica del dogma pagano de los griegos.
Con respecto a la redacción del Evangelio de Juan, frente a los muchos intentos de los racionalistas y modernistas para atribuirle una fecha de redacción postapostólica, se levanta el hecho de la existencia, en la Biblioteca John Rylands, de la Universidad de Manchester, de un fragmento de un códice que contiene unos cuantos versículos de Juan 18. Dice el doctor F. F. Bruce: «Naturalmente, este pequeño fragmento no puede dar una gran contribución a la crítica textual; su verdadera importancia reside en el testimonio que aporta en favor de la fecha tradicional de su redacción por parte de Juan (alrededor del año 100 d.C.)» (cp. F. F. Bruce, «The Books and the Parchments», Pickering and Inglis, Ltd., Londres, 1963, p. 181).

(c) Fecha.
Si bien es difícil asignar una fecha precisa a la redacción de los Evangelios Sinópticos, se puede aceptar que fueron escritos alrededor de unos 40 años después de la muerte y resurrección del Señor, entre el 65 y 70 d.C. En esta época, los relatos orales que circulaban en las comunidades palestinas debieron quedar fijados por escrito. La lengua griega estaba entonces muy difundida por todo el mundo mediterráneo.
El cuarto evangelio fue indudablemente escrito bastante más tarde, mucho después de la caída de Jerusalén, al final del siglo I. Es obra del apóstol Juan, autor asimismo de tres cortas epístolas que llevan su nombre, y del libro del Apocalipsis, que recibió del Señor cuando estaba desterrado en la isla de Patmos (Ap. 1:9).
A mediados del siglo XX se propuso un nuevo método de estudio del NT que cuenta en la actualidad con numerosos adeptos. Se trata del método de la crítica formal o crítica de las formas (Formgeschichtliche Schule, o Form Criticism), del que Rudolf Bultmann, profesor de Marburgo, es el principal exponente e impulsor. Entre los representantes más importantes de esta escuela puede citarse a Dibelius, Schmidt, Easton, Grant, Lightfoot. Estos autores suponen que diversas tradiciones sirvieron como base para la elaboración de los Evangelios, pero que primero circularon oralmente durante muchos años. Entre estas tradiciones orales se hallarían paradigmas, historias, leyendas, milagros, parábolas, logias, profecías. Estas tradiciones hubieran sido ordenadas en base a los intereses religiosos de las comunidades primitivas. El cuadro cronológico y los detalles geográficos serían una posterior aportación, añadida a los incidentes separados y a los discursos. Se afirma, así, que el Evangelio no es una narración. Es «kerigma», predicación. La verdad, en este esquema, es extra, o suprahistórica. Hace falta salir del plan histórico para llegar a la verdad. El método de la crítica formal practica lo que se llama la desmitologización, es decir, la retirada de las formas, o mitos, para poder ver a través de la historia evangélica. Entre estos mitos, que sin embargo son declarados objetos de fe, se hallan los relatos de la navidad, del bautismo, de la tentación, de la resurrección, etc. En suma, todo el marco histórico de los Evangelios (cp. las obras de R. Bultmann, y en particular «Theologie des Neuen Testaments», 3 tomos, Tubinga, 1958; «Geschichte und Eschatologie», Tubinga, 1958. Esta última obra reúne seis conferencias dadas en Edimburgo en 1955 bajo el título general de «History and Eschatology»).
La crítica formal constituye una negación total de la historia. Esencialmente existencialista, este método busca un puro subjetivismo. Es el mundo concreto en el que estamos inmersos lo que nos abre al ser, decía Heidegger. Es el mundo lo que nos abre a la verdad y a Cristo, dice Bultmann. Pero el mundo concreto no tiene sentido más que por el hombre; está muerto sin él. Y cuando el hombre ha desmitologizado (o desmitificado) la totalidad de la tradición evangélica, ¿qué queda en los Evangelios? ¿Qué queda de Cristo? Un misterio que se esconde detrás de los Evangelios con una indescriptible imprecisión. Jesús dijo: «Si creyeseis a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero si no creéis a sus escritos, ¿cómo creeréis a mis palabras?» (Jn. 5:46, 47).
Estas hipótesis tan precarias se basan en una distorsión de la historia de la transmisión del texto evangélico y del desarrollo de la iglesia apostólica. Su endeblez más bien sirve para confirmar la convicción de que los Evangelios son lo que pretenden ser: documentos históricos y testificales; si no lo fueran, nuestra fe sería tan sólo una palabra carente de todo contenido.
Para tener una idea clara de la vida de Cristo y de su ministerio, es conveniente tener a mano una Armonía de los Cuatro Evangelios, preparada teniendo en cuenta las indicaciones cronológicas y otras indicaciones históricas que sean de utilidad. Se debe tener en cuenta que en muchos de sus puntos, una tal armonía sólo podrá ser aproximada. Una obra a señalar para el lector hispano es «Una armonía de los Cuatro Evangelios» de A. T. Robertson (Casa Bautista de Publicaciones, El Paso, Texas, 1975).

Bibliografía:
T. D. Bernard: «El desarrollo doctrinal en el Nuevo Testamento» (Pub. de La Fuente, México D. F. 1961),
F. F. Bruce: «The Books and the Parchments» (Pickering and Inglis, Londres, 1950),
J. Caba, S. I.: «De los Evangelios al Jesús histórico» (Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1971),
J. O'Callaghan, S.I.: «Los papiros griegos de la cueva 7 de Qumrán» (Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1974),
H. E. Dana: «El Nuevo Testamento ante la Crítica» (Casa Bautista de Publicaciones. El Paso, Texas, 1965),
H. M. Conn: «Teología contemporánea en el mundo» (Subcomisión literatura Cristiana de la Iglesia Cristiana Reformada, Grand Rapids, Michigan s/f);
D. Estrada y William White Jr.: «The First New Testament» (Thomas Nelson. Pub. Nashville, Tennessee, 1978);
Eusebio de Cesarea: «Historia Eclesiástica» (Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1973);
W. Kelly: «Lectures Introductory to the Gospels» (Bible Truth Publishers, Oak Park, Illinois, 1866/1970);
J. McDowell: «Evidencia que exige un veredicto» (Vida, Miami, 1982),
J. McDowell: «More Evidence that Demands a Verdict (Campus Crusade for Christ International, Arrowhead Springs, San Bernardino, California, 1975);
A. T. Robertson: «Una Armonía de los Cuatro Evangelios» (Casa Bautista de Publicaciones, El Paso, Texas, 1975);
E. Trenchard: «Introducción a los Cuatro Evangelios» (Literatura Bíblica, Madrid, 1974).

nom, EVANGELISTAS

tip, DONE
vet,
(gr. «evangelistës», «mensajero de buenas nuevas»).
Se hallan incluidos entre los dones del Señor ascendido (Ef. 4:11).
En el NT el único que recibe este nombre es Felipe (Hch. 21:8), aunque es indudable que había muchos más que lo eran. Pablo dijo: «¡Ay de mí si no anunciare el evangelio!» Él era el apóstol al que le había sido dada una comisión especial, la de proclamar a Jesús como el Hijo de Dios, entre los gentiles. Timoteo fue exhortado a que hiciera la obra de evangelista, aun cuando tenía otros dones (2 Ti. 4:5). Aunque había y hay un don especial dado a algunos para que proclamen el evangelio, leemos de otros que ayudaban a esparcir las buenas nuevas, como cuando hubo persecución en Jerusalén; «todos» fueron esparcidos excepto los apóstoles, y fueron por todas partes anunciando las buenas nuevas de la palabra (Hch. 8:4).
Los cuatro Evangelistas es un término frecuentemente utilizado para designar a los escritores de los cuatro evangelios. En obras de arte son frecuentemente simbolizados con los cuatro querubines de Apocalipsis (Ap. 4:6 ss, cp. Ez. 1:5 ss.).
Ireneo ya simbolizó los Evangelios, según su carácter, de la siguiente forma:
Mateo como hombre;
Marcos como león;
Lucas como buey;
Juan como águila.

nom, EVIL-MERODAC

tip, BIOG REYE HOMB HOAT
vet,
Hijo y sucesor de Nabucodonosor. Ascendió al trono en el año 562 a.C. y reinó solamente dos años.
Su cuñado Neriglisar encabezó una conspiración contra él acusándole de violar la Ley y de ser intemperante; fue condenado a muerte en el año 560 a.C.; ocupó entonces el trono el jefe de dicha conspiración.

nom, EVODIA

tip, BIOG MUJE MUNT
vet,
= «perfume».
Cristiana de Filipos. Dañó su buena reputación al querellarse con Síntique, y Pablo exhortó a ambas a ser «de un mismo sentir en el Señor» (Fil. 4:2, 3).

nom, EXCOMUNIÓN

tip, DOCT COST
vet,
La excomunión (expulsión temporal o permanente de la comunidad, debida a una falta grave) se practicó tanto entre los judíos como entre las primitivas comunidades cristianas. Es indicación de que algunas faltas son ofensas personales contra Dios, además de causar escándalo, disensión, divisiones en la iglesia, poniendo en ridículo el Nombre de Dios.
La excomunión la hace la Iglesia cristiana con miras a la conversión de los pecadores.
El caso más notorio de excomunión es el que narra el libro de Esdras (Esd. 10:8).
La Biblia enumera las características y las penas en las que incurrían los excomulgados de Israel (Gn. 17:14; Éx. 12:15-19; 30:33-38; 31:14; Lv. 7:20, 21, 25, 27; 18:19; 20:3-18).
Durante la vida de Cristo sus seguidores estaban expuestos a «ser expulsados de las sinagogas» y el Maestro advierte a los suyos que tal peligro les espera (Jn. 9:22; 12:42; 16:2; Lc. 6:22.
Las comunidades primitivas, a su vez, usaron la excomunión como medida preventiva, disciplinaria y salutífera, con la esperanza de que el pecador se arrepintiese antes de caer en las manos del maligno.
Pablo, Juan y los demás apóstoles la mencionan explícitamente en sus escritos y la usaron; y Pablo recomienda a Timoteo que corte sus relaciones con un herético que desoyó sus amonestaciones de regresar al camino de la sana doctrina (1 Co. 5:2-13; 1 Ti. 1:20; 2 Ti. 2:17; Tit. 3:10; 2 Ts. 3:14-15; 3 Jn. 9, 10).

nom, EXÉGESIS

ver, HERMENÉUTICA, TEXTO Y VERSIONES CLÁSICAS DE LA BIBLIA
vet,
(del verbo griego «exomai», «yo narro o explico»).
Es la explicación de la Biblia, y sus reglas están sometidas a los principios de la hermenéutica (véase INTERPRETACIÓN DE LA BÍBLIA); tanto los rabinos como los estudiosos cristianos antiguos de las Sagradas Escrituras usaron diversos métodos para entender los pasajes oscuros.
Ya en tiempos de Filón se formaron dos escuelas principales: la de Alejandría, que daba mayor importancia a la alegoría, en su explicación de la Biblia, y sus representantes más característicos fueron Clemente de Alejandría y Orígenes. La escuela de Antioquía, por el contrario, se caracterizó por una interpretación literal del texto sagrado; entre sus exponentes más destacados se cuentan S. Juan Crisóstomo y Teodoro de Mopsuestia. Con el correr de los siglos ambas escuelas se juntaron, y ya en tiempos de Agustín y Jerónimo, que son los mayores expositores de la Biblia en Occidente, estaban prácticamente unidas, aunque el primero es más alegórico y el segundo más literalista en su exégesis.
La Teología Escolástica usó cuatro sentidos (literal, alegórico, moral y analógico) para interpretar la Escritura, con el resultado de que se olvidaba el verdadero sentido de lo que la Biblia dice, para sacar conclusiones, muchas veces, en abierta contradicción.
La Reforma introdujo un nuevo principio en la exégesis: debe ser la Biblia misma la que nos dé el sentido de los textos oscuros. Antes de Lutero y de los reformadores era el dogma de la Iglesia Católica-Romana lo que debía fijar el sentido de la Sagrada Escritura; a partir de entonces la Biblia es, para las Iglesias Evangélicas, el fundamento y la base para toda interpretación teológica o dogma de fe. (Véanse TEXTO Y VERSIONES CLÁSICAS DE LA BIBLIA.)

nom, EXÉGESIS ALEGÓRICA

ver, HERMENÉUTICA, TEXTO Y VERSIONES CLÁSICAS DE LA BIBLIA
vet,
Arranca de la convicción de que un texto significa propiamente algo distinto, más profundo, de lo que expresa a primera vista, incluso cuando no hay señales de lenguaje figurado.
Pablo usa la exégesis alegórica, por ejemplo, en Gá. 4:21-32; 1 Co. 10:4. Con ello no va formalmente más allá de las reglas válidas de su tiempo. Mas, si se mira el contenido, su exégesis y su predicación son totalmente nuevas. En toda exégesis alegórica es esencial dar un sentido actual a un texto ya fijado, de acuerdo o no con su sentido literal. Esto es causa de enriquecimiento espiritual. Hay veces, también, en las que la fantasía invade el texto y entonces la exégesis no es auténtica y da lugar a fantasías pueriles, de forma que la «interpretación» ya nada tenga que ver con el sentido original del texto.

nom, ÉXODO

tip, HIST CRIT
ver, EGIPTO, PEREGRINACIÓN POR EL DESIERTO
vet,
(gr. «hodos», «camino»; «ex», «fuera de»: salida).
La salida de los israelitas de Egipto, después que Dios los hubiera liberado de su servidumbre en aquel país.

(a) ITINERARIO.
Hay considerables dificultades para determinar el itinerario preciso de este viaje. Los milagros que llevó Moisés a cabo tuvieron lugar en Zoán, o Tanis (Sal. 78:12). Ramesés se hallaba en las cercanías de esta capital. De allí, los israelitas pasaron a Sucot (Éx. 12:37), lugar que o bien se corresponde con Pitón o se hallaba cerca de estos parajes. Esta localidad está ocupada en la actualidad por Tell el-Maskhutah, en el oasis Tumilat, a unos 51 Km. al sursureste de Tanis y a 18 Km. al oeste de Ismailía. Para llegar a Palestina, los israelitas no tomaron la ruta más corta, que atravesaba el país de los filisteos, sino el camino del desierto, hacia el mar Rojo (Éx. 13:17, 18). Después de Sucot, su primer campamento fue Etam. Este lugar no ha sido identificado, pero se sabe que se hallaba en la linde del desierto (Éx. 13:20). De allí, los israelitas retrocedieron y acamparon entre Migdol y el mar hacia Baal-zefón, en Pi-hahirot (Éx. 14:2; Nm. 33:7). No se ha podido determinar la situación de este campamento. Estaba en la orilla occidental del mar Rojo; es por este sitio que atravesaron a pie el mar para llegar al desierto de Shur (Éx. 15:4, 22; Nm. 33:8); después se dirigieron hacia el monte Sinaí siguiendo la costa del mar Rojo (Éx. 16:1; Nm. 33:10, 15).
Según los textos bíblicos, se puede recapitular de la siguiente manera la ruta del éxodo: (Ver gráfico)

(b) FECHA DEL ÉXODO.
Dentro de la cronología comúnmente aceptada de la historia de Egipto se proponen dos posturas principales: el éxodo tuvo lugar hacia el año 1441 a.C. bajo el reinado de Amenofis II de la XVIII dinastía, o bien en el año 1290 a.C. bajo Ramsés II de la XIX dinastía. Por lo que respecta a la cronología absoluta, es evidente que la asunción de una fecha tardía (1290 a.C.) no concuerda con el marco cronológico bíblico. Se dan razones a favor y en contra de cada uno de los anteriores puntos de vista, que no resultan realmente satisfactorios. La revisión crítica del marco cronológico de la historia egipcia hecha por investigadores como Velikovsky y Courville (véanse EGIPTO y Bibliografía, al final de este artículo) en base a la reevaluación de las inscripciones y monumentos, ofrece, sin embargo, un marco que, respetando la cronología bíblica, muestra los puntos de coincidencia dentro de una catástrofe que envolvió a Egipto. Los hicsos quedan en este esquema identificados con los amu o amalecitas, siendo esto apoyado por una gran cantidad de evidencias cumulativas. Así, el establecimiento de la dinastía de los hicsos en Egipto coincide en el tiempo con la salida de los hebreos (1441 a.C.), y con el choque bélico de estos dos pueblos en Refidim (Éx. 17:8). Los hicsos mantuvieron a Egipto en la pobreza como conquistadores depredadores. Este esquema armoniza con el hecho de que durante todo el período de la peregrinación de los israelitas en el desierto, de la conquista, y de los Jueces, no se menciona en absoluto a Egipto; según las cronologías históricas convencionales, hubiera debido ser entonces la potencia dominante. Si los hicsos dominaron Egipto desde el tiempo del éxodo hasta que Saúl acabó con su poderío (¿1040 a.C.?), se explica que Egipto empiece a aparecer en escena de nuevo en los tiempos de David (cp. 1 R. 15:21). Courville señala en su obra «The Exodus Problem and Its Ramifications» que Ramsés I no fue el primer rey egipcio de este nombre, y que el último faraón de la opresión fue Rameses hijo de Uafres, que reinó durante 29 años; su hijo Koncharis fue, en tal caso, el faraón del Éxodo (ver PP. 116-132). Eusebio da su nombre como Cencheres, aunque atribuyéndolo a otra dinastía. Por otra parte, Josefo afirma que los hicsos tomaron Egipto sin tener que luchar (Contra Apión, 1:14). Un hecho así sólo tiene explicación si se ve en el contexto de un Egipto abrumado por una gran catástrofe nacional que le impidió reaccionar.
Entre las objeciones a esta reconstrucción, se aduce que en las ruinas de Pi-Rameses se halla en profusión el nombre de Ramsés II. Sin embargo, G. E. Wright ha señalado que es bien posible que la ciudad que ocupaba este sitio originalmente fuera destruida por Ahmose en la época en que los hicsos fueron expulsados de Egipto. La restauración de la ciudad pudo entonces ser llevada a cabo por Ramsés II, que inscribiría su nombre en los edificios restaurados.
Todo lo anterior, y muchas consideraciones adicionales, dan evidencia de la necesidad de una revisión en profundidad del modelo actualmente aceptado de la historia antigua de Egipto, para llevarla a una armonía con la evidencia interna de los documentos y monumentos. Esta obra ya ha sido claramente trazada en sus líneas maestras por Velikovsky y Courville. No hay base histórica alguna para dudar de la fecha del Éxodo en base a la cronología bíblica (alrededor del año 1440 a.C.); por otra parte, se puede llegar a un esquema de la historia egipcia, en base a los mismos documentos y monumentos egipcios, que muestran su correspondencia con la opresión y el éxodo, además de con el largo silencio y postración bajo los hicsos. (Véase también EGIPTO, (a) Historia; y (f) La estancia de los israelitas en Egipto.)

(c) NÚMERO DE ISRAELITAS QUE ABANDONARON EGIPTO.
El texto de Éx. 12:37 dice: «Partieron los hijos de Israel de Ramesés a Sucot, como seiscientos mil hombres de a pie, sin contar los niños». Frente a esta afirmación bíblica se han levantado objeciones en contra, llegándose al extremo de afirmar que no pudieron salir más de 6.000 a 8.000 israelitas de Egipto (Beer). Sin embargo, esta posición deja sin sentido todo el contexto del relato. Hay varios puntos que sólo son explicables en base a un gran número de israelitas:
(A) El temor que los egipcios habían llegado a tener a los israelitas, lo que los llevó a su criminal intento de mantener su población a raya mediante el infanticidio (Éx. 1); este temor fue también compartido por las naciones de Canaán ante la expectativa de la invasión israelita;
(B) la necesidad de una gran cantidad de israelitas para atemorizar a los egipcios y cananeos concuerda también con las dificultades con que se hallaron en el desierto, que sólo pudieron ser vencidas por una intervención sobrenatural (Éx. 15:22; 16:12, 13,14-18; 17:1-7; Dt. 8:2-4). (Véase también PEREGRINACIÓN POR EL DESIERTO.)
(d) Ruta.
Según los textos bíblicos, se puede recapitular de la siguiente manera la ruta del éxodo:
(Ver gráfico)

nom, ÉXODO (Libro)

tip, LIBR LIAT
ver, TEOCRACIA, TABERNÁCULO, PENTATEUCO
sit,
vet,
El segundo libro del Pentateuco.
En los textos hebreos, el título del libro lo dan las primeras palabras: «Éstos son los nombres.» No es sin razón que la traducción griega da al libro el nombre de Éxodo, porque relata la salida de Egipto, tan decisiva en la historia de Israel.
Éxodo puede dividirse en tres secciones principales:
(a) En Egipto (Éx. 1-12:36).
Pasa mucho tiempo entre la llegada de Jacob a Egipto y los hechos en que se centra el libro, pero solamente se hace una breve alusión acerca del aumento en número de los hebreos después de la muerte de José (Éx. 1:7).
Del versículo 8 en adelante se relatan los sufrimientos de los oprimidos israelitas.
Los capítulos 2 a 4 relatan el nacimiento de Moisés, y su juventud y llamamiento.
Desde el 5 al 12:36 tenemos la lucha contra Faraón, las 10 plagas y, en relación con la última plaga, el relato de la institución de la Pascua.
(b) Peregrinación desde Egipto a Sinaí (Éx. 12:37-19:2).
En Éx. 12:37-42 tenemos a los israelitas abandonando la ciudad de Ramesés;
Éx. 12:43-51: prescripciones sobre la Pascua y condiciones bajo las que los extranjeros podrán tomar parte;
Éx. 13:1-16: orden de consagrar a los primogénitos y celebración futura de la fiesta de los panes sin levadura en relación con la Pascua;
Éx. 14: travesía del mar Muerto;
Éx. 15:1-21: cántico de liberación;
Éx. 15:22-16:36: episodios de las aguas amargas en Mara, del maná, de las codornices;
Éx. 17-18: la detención en Refidim, el agua brotando de la roca de Horeb, la victoria sobre Amalec, la visita de Jetro.
(c) Llegada y estancia prolongada en el Sinaí (Éx. 19 1-40 38);
la partida de Sinaí se menciona en Nm. 10:11.
El establecimiento de la teocracia se basa en el pacto con Jehová y comporta la obediencia a sus órdenes (Éx. 19:3-6);
los ancianos y el pueblo prometieron observar esta condición (Éx. 19:7-8).
Promulgación de los 10 mandamientos y de las leyes secundarias consignadas en el Libro del Pacto (Éx. 20-23; 24:4; para el análisis y el contenido de estas leyes, véase TEOCRACIA).
La ratificación del pacto por parte del pueblo (Éx. 24:1-8),
y comida de confirmación entre las partes pactantes (Éx. 9:11).
Moisés en el monte Sinaí:
prescripciones para la construcción del tabernáculo y de su mobiliario y utensilios,
las dos tablas de piedra (Éx. 24:12-31:18; para los detalles, véase TABERNÁCULO).
El becerro de oro (Éx. 32-33).
Segunda estancia de Moisés en el monte;
se resumen las leyes acerca de la renovación del pacto, y acompañadas de apremiantes exhortaciones (Éx. 34).
Construcción y montaje del tabernáculo (Éx. 35-40).
Para las cuestiones de paternidad, fecha, redacción y autenticidad, véase PENTATEUCO.

MENSAJE ESPIRITUAL.
Según 1 Co. 10:1-6, 11 y Ro. 15:4, las experiencias de Israel son ejemplos escritos ya con el propósito de nuestra instrucción. El Éxodo es por excelencia el libro de la redención. El pueblo de Dios se halla cautivo, caído, esclavizado e impotente. Dios interviene, y suscita a Moisés como liberador; arranca al pueblo de la tiranía de Faraón, salvándolo del destructor mediante el sacrificio del cordero pascual, le revela su ley y le otorga su presencia permanente en el tabernáculo. De la misma manera, nosotros somos seres caídos, cautivos, lejos del paraíso, sometidos a la esclavitud del príncipe de este mundo. Dios nos envía al Salvador, cuya muerte nos libera y nos saca del mundo; nos lleva a Sí, y por su Espíritu pone su ley y presencia en nuestros corazones.
Pocos libros del AT son más cristocéntricos que el Éxodo. Está repleto de tipos y de imágenes que preanuncian la persona y la obra de Cristo.
Moisés prefigura al Hijo que sería puesto sobre toda la casa de Dios (He. 3:1-6). Cristo mismo es «nuestra Pascua», el cordero inmolado por nuestra salvación (1 Co. 5:6-8; Jn. 1:29).
El paso del mar Rojo representa la liberación del cristiano del poder de Satanás mediante la muerte y resurrección del Señor Jesús (He. 2:14).
El maná es el tipo del Pan viviente que bajó del cielo (Éx. 16; Jn. 6:31-34 ss).
La roca golpeada de la que brotó agua «era Cristo» (Éx. 17:1-7; 1 Co. 10:4).
El culto mosaico, los sacrificios y las diversas partes del tabernáculo, todo ello, era «figura y sombra de las cosas celestiales» (He. 8:4-5; 9:23-24, etc.).
Finalmente, Aarón prefigura a nuestro único y perfecto sumo sacerdote (He. 7:11-28), del que Melquisedec parece haber sido una aparición anticipada (He. 7:1-11).
Recapitulando, se pueden citar los temas de extrema importancia que conocemos esencialmente gracias al libro del Éxodo: preparación, intervención e intercesión de Moisés; las 10 plagas; la Pascua; el paso del Mar Rojo; el maná; la roca de Horeb; el Sinaí; las dos primeras tablas de la ley; el becerro de oro; el tabernáculo. Estos temas son retomados una y otra vez y confirmados por el resto de las Escrituras. Constituyen un tema digno de un estudio profundo e inteligente por parte del creyente.

Bibliografía:
Sir R. Anderson: «The Gospel and its Ministry» (Kregel Publications, Grand Rapids, Michigan, 1982),
Sir R. Anderson: «Rendemption Truths» (Kregel Publications, Grand Rapids, Michigan, 1982),
Anónimo: «El significado espiritual del tabernáculo, del sacerdocio levítico y de las ofrendas del pueblo de Israel» (Editorial Las Buenas Nuevas, Montebello, California, s/f);
C. H. Mackintosh: «Éxodo» (Editorial Las Buenas Nuevas, Montebello, California, 1960);
G. Wagner: «Practical Truths from Israel's Wanderings» (Kregel Publications, Grand Rapids, Michigan, 1982).

nom, EXORCISTA

ver, DEMONIOS
vet,
Personas que pretendían echar los malos espíritus y alejar su perniciosa influencia, con ayuda de ciertas fórmulas verbales o conjuros mágicos. Pablo encontró en Éfeso a unos judíos ambulantes que pretendían exorcizar a los poseídos, pero no eran más que impostores (Hch. 19:13-19).
Bien diferente es el caso del Señor Jesús y de sus discípulos, que echaban malos espíritus por la autoridad divina, y sin recurrir en absoluto a los procedimientos del exorcismo. (Véase DEMONIO).

nom, EXPANSIÓN

ver, CIELO, CREACIÓN
vet,
(heb. «rãqîa»).
El término hebreo significa una extensión inconsistente (Gn. 1:6), y se corresponde bien con el término espacio (cp. el término «abierta expansión de los cielos» en Gn. 1:20, RVR). La traducción «firmamento», que aparece en muchas versiones, es un desafortunado desliz de pluma de Jerónimo en la versión Vulgata.
Aristóteles y los clásicos imaginaban que el cielo era una esfera sólida. Sin embargo, no es este el concepto que hallamos en la Biblia, excepto en lenguaje poético figurado (cp. Jb. 26:11; 2 S. 22:8, y contrastar en cambio con Jb. 26:7). (Véanse CIELO, CREACIÓN).

nom, EXPIACIÓN (I)

tip, LEYE
vet,
Este término aparece en el NT, en la RVR, solamente en el libro de Hebreos (He. 1:17; 10:6, 8). En el primer pasaje debe traducirse «propiciación», como correctamente lo hace la RVR77. En los otros dos pasajes, el término «expiaciones» no aparece en el original, sino que es añadido para dar sentido. Sin embargo, si bien el término «expiación» como tal no se halla en el NT, se halla constantemente en su verdadero sentido, aunque no se mencione expresamente. «Redención», «llevó Él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero», «nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros», «fue entregado por nuestras transgresiones», «hecho por nosotros maldición», «apareció para quitar nuestros pecados».
En el Antiguo Testamento se halla continuamente el término expiación, pero nunca propiciación. Pero la misma palabra, «kaphar», aunque se traduce generalmente «expiar», se empIea también como «perdonar» (Sal. 65:3; 79:9); «reconciliar» (Lv. 16:6); «anular» (Is. 28:18). «Kaphar» significa literalmente «cubrir», con varias preposiciones que van con este término; la más normalmente utilizada es «sobre». Así, cuando se dice «expiación por él» o «por su pecado», él o su pecado son cubiertos: se hace expiación por él o por su pecado. La expiación se hacía «sobre» los cuernos del altar: el sentido es «expiación por». Por el altar del incienso, la expiación no se hacia sobre él sino «por» él. Igualmente «por» el santuario, y por o acerca de Aarón y su casa; la preposición utilizada es «al».
Asimismo sucede con los dos machos cabríos de Lv. 16. Los pecados se veían sobre el macho cabrío sin pecado, y se hacia expiación mediante él con respecto a los pecados que se confesaban imponiendo las manos sobre el otro macho cabrío, que era dejado suelto al desierto. No se dice en este capítulo el «cómo» de la expiación, pero se efectúa haciendo de los dos machos cabríos realmente uno, debido a que el objeto de esta ceremonia era mostrar que los pecados eran realmente puestos sobre él (esto es, como sombra de Cristo, sobre quien realmente han sido puestos nuestros pecados), y que los pecados eran llevados lejos, donde no podían ser vistos, ni nunca jamás vueltos a hallar (cp. Mi. 7:19; Sal. 103:12). Si dejamos que nuestros pensamientos, conducidos por Dios, entren en el tren del pensamiento judío, no hay ninguna dificultad en la preposición «al». En cualquier caso, la dificultad surge del hecho de que la preposición «por» en castellano presenta a la mente a la persona interesada; «sobre» es meramente el lugar donde se efectuaba, como sobre un altar; en cambio, «al» se refiere al quitar mediante el «kaphar» aquello que estaba sobre la cosa «a» la cual se efectuaba el rito de expiación. Está claro que no era el macho cabrío la persona interesada, ni se hacía sobre él meramente como lugar. Era aquello sobre lo que se ponían los pecados, y tenían que ser sacados y eliminados. La expiación se refería a ellos puestos así sobre el macho cabrío. Como se ha dicho, el cómo no se explica, pero se afirma el hecho de capital importancia de que eran quitados de Israel y de delante de Dios. La sangre o vida que se precisaba se presentaba a Dios con el otro, y era ello lo que realmente los quitaba; pero hacía mucho más. Lo que se da con el primer macho cabrío es el primer aspecto. Este doble aspecto de la obra de la expiación es de inmensa importancia e interés:
(A) La presentación de la sangre a Dios sobre el propiciatorio (Lv. 16:15), y
(B) el quitar los pecados (Lv. 16:21, 22). «Kaphar», «hacer expiación», aparece en Éx. 29; 30; 32; Lv. 1; 4-10; 12; 14-17; 19; 23; Nm. 5; 6; 8; 15; 16; 25; 28; 29; 31; 2 S. 21:3; 1 Cr. 6:49; 2 Cr. 29:24; Neh. 10:33.
Una corta consideración de otras palabras hebreas podrá ser de utilidad.
«Nasa», «levantar», y por ello perdonar, levantar los pecados sacándolos de la mente de la persona ofendida, o mostrar favor al levantar el rostro de la persona favorecida (Sal. 4:6).
«Kasah», «cubrir», como en el Sal. 32:1, donde el pecado es «cubierto»; en ocasiones se usa con «al», como en Pr. 10:12: «El amor cubrirá todas las faltas», perdona: quedan fuera de la vista y de la mente. La persona es contemplada con amor, en lugar de ser contemplados los pecados con ofensa.
Pero en estas palabras mencionadas no se halla la idea de la expiación, sino que se considera el lado del ofensor, siendo considerado en gracia, sea cual fuere la causa: puede que sea su necesidad de expiación o simplemente, como en Proverbios, de benignidad. Tenemos también «salach», «perdón». Se usa en el sentido de «kaphar», como en Lv. 4:20. Pero «kaphar» tiene siempre una idea distintiva e importante relacionada con ella. Considera el pecado como ante Dios, y es rescate, cuando no se usa literalmente como sumas de dinero; «kapphoret» es el propiciatorio. Y aunque involucra perdón, purificación del pecado, tiene siempre presente a Dios, no meramente el hecho del perdón dado al pecador; tiene el aspecto de expiación y de propiciación. Y esto está implícito en la idea de la purificación del pecado, o de hacer la purificación del pecado; está a la vista de Dios como aquello por lo que Él ha sido ofendido, y que Él rechaza y juzga.
Había un «piaculum», «un sacrificio de expiación», algo que daba satisfacción por la persona que había caído en la culpa, en algo que ofendiera a Dios, y que Él, por su propia naturaleza, no pudiera tolerar. Este concepto, entre los paganos, que atribuían pasiones humanas o venganzas descontroladas a sus dioses, fue naturalmente pervertido para concordar con sus ideas. Intentaban aplacar la ira de un ser encolerizado y vengativo. Pero Dios sí tiene una naturaleza que queda ofendida por el pecado. Una naturaleza santa, no, naturalmente, impulsiva; pero la majestad de la santidad tiene que ser mantenida. El pecado no debe ser tratado con indiferencia, y el amor de Dios da provisión de la redención. Es el Cordero de Dios el que asume la obra y la lleva a su fin. El amor perfecto de Dios y su justicia, el orden moral del universo y de nuestras almas por medio de la fe, todo ello se mantiene mediante la obra de la cruz. Se ha hecho la propiciación, la expiación por el pecado, mediante el amor perfecto no sólo de Dios el Padre, el Dador, sino de Aquel que, mediante el Espíritu eterno, se ofreció a Sí mismo sin tacha a Dios. El aspecto de la expiación es en relación con Dios, en tanto que su efecto se nos aplica en limpieza y justificación, aunque va mucho más allá de ello.

La expiación es más la satisfacción misma que es dada, el «piaculum», lo que quita la ira, y es ofrendado, tomando el lugar del ofensor, de manera que éste queda libre. Y aquí el nombre «kopher» entra para dar mayor claridad. Se traduce «rescate» (Éx. 30:12) y «cohecho» (1 S. 12:3; Am. 5:12). De esta manera, en Éx. 21:30 se impone un «kopher» (traducido «rescate») sobre un hombre para salvar su vida cuando su buey hubiera dado muerte a otra persona; sin embargo, en Nm. 35:31 no se puede tomar ningún «kopher» por la vida de un asesino; ello se debe a que (Nm. 35:33) la tierra no puede ser expiada («kaphar») de la sangre derramada más que por la sangre del que la derramó. Aquí se ve claramente cuál es el sentido de «kopher» y de «kaphar». Se ofrece una satisfacción apropiada a la opinión del que está ofendido y del que juzga; y mediante ello se lava la ofensa, hay purificación, perdón, y favor, según aquel que tiene conocimiento del mal.
Se puede añadir una consideración acerca de la de las dos avecillas (Lv. 14:4-7) en su contraste con los dos machos cabríos (Lv. 16:7-10). El objeto de las dos avecillas era el de la purificación del leproso; era la aplicación al hombre contaminado, no el «kopher», rescate, presentado a Dios. No hubiera sido posible más que sobre la base del derramamiento de sangre y la satisfacción consiguiente, pero la acción inmediata era la purificación: por ello es que además de la sangre entra el agua. Una avecilla era degollada sobre agua corriente en un vaso de barro, y la avecilla viva y los otros objetos debían ser mojados en la sangre de la avecilla muerta con las aguas; el hombre era rociado con aquello, dejándose suelta la avecilla viva, lejos de la muerte con la que sin embargo había quedado asociada, quedando así libre. El Espíritu, con el poder de la palabra, pone a disposición la muerte de Cristo en el poder de su resurrección. No había imposición de las manos sobre la avecilla, como sucedía con el macho cabrío: se identificaba con la avecilla muerta, y se dejaba ir a continuación. El agua corriente, o agua viva, en el vaso de barro, es indudablemente símbolo del poder del Espíritu y de la palabra en la naturaleza humana, caracterizando la forma de la verdad, aunque tengan que introducirse la muerte y la sangre; toda la naturaleza, su pompa y vanidad, quedan allí sumergidas. El leproso queda purificado y puede, en consecuencia, adorar. No se trata aquí de la expiación misma, teniendo que ver con Dios, aunque ciertamente está basado sobre ella, como queda señalado por la muerte de la avecilla. Se trata de la purificación del hombre en la muerte a la carne, pero en el poder de la resurrección conocida en Cristo, que murió una vez al pecado.
De la misma manera, tampoco la vaca alazana (Nm. 19:1-22) indica por sí misma un acto de expiación, sino de purificación. Quedaba puesta la base en el degüello y quemado de la vaca. El pecado había quedado, por así decirlo, consumido en ello, y la sangre era rociada siete veces ante el tabernáculo de la congregación. Cuando Cristo murió, el pecado quedó totalmente consumido para su pueblo en el fuego del juicio, y todo el valor de la sangre quedó ante Dios donde Él se comunicaba con el pueblo. Todo había quedado ya cancelado, pero en su peregrinar por el desierto el creyente queda contaminado, y tiene que ser purificado. El testimonio de que el pecado ha sido ya cancelado hace mucho tiempo por Cristo, al sufrir lo que era el fruto del pecado, es aplicado por el poder viviente del Espíritu Santo y de la palabra, y así queda el peregrino purificado. Pero el acto de la purificación no es, por sí mismo, expiación; para la expiación, la ofrenda es presentada a Dios. Es un «kopher», un rescate, una reparación, para satisfacer la perfección infinita y absoluta de la naturaleza y carácter de Dios, que aquí queda plenamente manifestado. Es por ello que se hace expiación, y el mismo Día de la Expiación recibe el nombre de «kippurim». El sacerdote hacía expiación por los pecados; esta expiación tenía el doble aspecto de presentar la sangre ante Dios en el interior del Santísimo, para darle satisfacción en su ser, y de quitar los pecados de su pueblo, llevándolos lejos a donde no pudieran ser hallados jamás. Tenemos que tener en cuenta la diferencia de un velo entero y de los sacrificios repetidos una y otra vez frente a un velo roto y un sacrificio ofrecido de una vez por todas. Éste es un contraste enseñado en la Epístola a los Hebreos.
Hay todavía un caso a señalar, que es un sencillo principio que confirma el verdadero carácter de «kaphar», de hacer expiación. En Éx. 30:11-16 se ordenaba que cuando se hiciera el censo del pueblo, cada uno de ellos, rico o no, tenía que dar medio siclo como «kopher», rescate, por su alma o vida. Esto no tenía nada que ver con el pecado, sino con el rescate, para que no se desatara ninguna plaga; se trataba de un reconocimiento de que pertenecían todos a Dios, y que no podía haber vanagloria en el número. En relación con esto, David atrajo siglos más tarde una plaga sobre Israel (2 S. 24; 1 Cr. 21). Se trataba de una ofrenda a Dios. como señal de pertenencia, y muestra cuál es el sentido de «kaphar», hacer expiación.
No hay expiación en relación con la oblación, u ofrenda cocida (Lv. 2). Lo que tenemos en ella como tipo es la perfección de la persona de Cristo y todos los elementos que la constituían como hombre, y probado así por el fuego de Dios, hasta la muerte, y muerte de cruz, como ofrenda encendida de olor grato, perfecto en su sacrificio; pero aquí no hallamos el carácter de «kopher», rescate. Para ello ha de estar presente el derramamiento de sangre.
La esencia de la expiación es, en primer lugar, una obra o satisfacción presentada a Dios en base a su naturaleza y carácter acerca del pecado, glorificándole plenamente mediante sacrificio; en segundo lugar, el llevar nuestros pecados; glorificando a Dios incluso donde había pecado y con respecto al pecado (pudiendo así en su amor salir a todos los pecadores); asimismo, da al creyente, al que viene a Dios sobre la base de este derramamiento de sangre, la certidumbre de que sus pecados han sido totalmente quitados, y de que Dios jamás volverá a recordarlos.

Bibliografía:
Sir R. Anderson: «Types in Hebrews» (Kregel Publications, Grand Rapids, Michigan, 1978),
Sir R. Anderson: «The Gospel and its Ministry» (Kregel Publications, Grand Rapids, Michigan, 1982),
Sir R. Anderson: «Redemption Truths» (Kregel Publications, Grand Rapids, Michigan, 1982);
C. H. Mackintosh: «Levítico» (Editorial Las Buenas Nuevas, Montebello, California, 1956);
J. A. Seiss: «Gospel in Leviticus» (Kregel Publications, Gran Rapids, Michigan, 1981).

nom, EXPIACIÓN (Día de la)

tip, CALE
vet,
Se guardaba anualmente, para la humillación del pueblo y expiación de sus pecados. Ese día el sumo sacerdote ofrecía sacrificios como una purificación del santuario, por los sacerdotes y por la nación (Lv. 16; 23:26-32; Nm. 29:7-11).
Se guardaba el décimo día del séptimo mes por la suspensión de los trabajos diarios, por una santa convocación y por ayuno, el único ayuno prescrito por la Ley.
Sólo este día entraba el sumo sacerdote en el lugar «santísimo» (He. 9:7). Para ello se vestía simplemente de lino blanco y quemaba incienso para que el humo cubriera el propiciatorio. En seguida rociaba, sobre el propiciatorio, y por abajo, la sangre del novillo que había ofrecido por sus pecados y los de los sacerdotes. Después volvía a entrar con la víctima ofrecida por los pecados de la nación y con la sangre rociaba el velo. Por medio de ritos semejantes hacía expiación por el lugar santo y el altar de los sacrificios.
La Epístola a los Hebreos indica que la entrada del sumo sacerdote en el lugar santísimo una vez al año, y no sin sangre, prefiguró la entrada de Jesús, el gran Sumo Sacerdote, una vez por todas en los cielos, habiendo adquirido para nosotros la salvación (He. 9:1-12; y 9:24-28), y con ella el perdón de los pecados y la justificación del pecador, haciendo inútiles los sacrificios de expiación.

nom, ÉXTASIS

ver, VISIÓN
vet,
Estado en el que las funciones sensoriales e intelectuales quedan suspendidas, en tanto que el alma, despreocupada del cuerpo, contempla lo sobrenatural.
Éxtasis:
de Pedro (Hch. 11:5);
de Pablo (Hch. 22:17).
Véase VISIÓN.

nom, EXTRANJERO

tip, LEYE COST
ver, PROSÉLITO
vet,
Toda persona que, no siendo israelita, perteneciera «a las naciones» (gentil, que proviene del latín «gentilis», de «gens», nación), estando sometida a otras autoridades y a otra religión que la de Israel.
Reciben de una manera el nombre de extranjeros, p. ej., las siguientes naciones:
los madianitas y los egipcios (Éx. 2:22),
los jebuseos (Jue. 19:12),
los filisteos (2 S. 15:19),
los moabitas, amonitas, sidonios, heteos (1 R. 11:1).
No quedaban contados entre los extranjeros:
(a) los esclavos comprados por dinero, ni los prisioneros de guerra; éstos estaban en poder de sus dueños, y sometidos a las leyes israelitas (Gn. 17:12; Éx. 21:20-21);
(b) los prosélitos, esto es, los extranjeros que hubieran adoptado la religión de los israelitas (Gn. 34:14-17; Is. 56:6-8; Hch. 2:10).
La Ley de Moisés y el AT distinguen entre los extranjeros establecidos en medio de los israelitas, pero sin ser de su raza, y los visitantes temporales, no israelitas (Éx. 20:10; Lv. 16:29; 17:8; 2 S. 1:13; Ez. 14:7).
El extranjero, considerado casi como ciudadano, tenía sus derechos y deberes bien definidos. Dios ordenó a los israelitas que el extranjero fuera tratado con benevolencia (Lv. 19:33, 34; Dt. 10:18, 19). La Ley salvaguardaba sus intereses (Éx. 22:21; 23:9; Dt. 24:19, 20).
Las prohibiciones impuestas a los israelitas afectaban también al extranjero (Éx. 12:19; 20:10; Lv. 16:29; 17:10; 18:26; 20:2; 24:16).
Con respecto a Lv. 17:15, esta ordenanza fue posteriormente modificada por Dt. 14:21. El extranjero no estaba obligado a la totalidad de los deberes religiosos que concernían a los israelitas. Si se trataba de un hombre libre, podía abstenerse de la circuncisión y de la Pascua (Éx. 12:43-46).
La ley exhortaba a Israel a invitar al extranjero a las comidas solemnes de los sacrificios (Dt. 16:11, 14). Tenía derecho a ofrecer sacrificios a Jehová; si caía en un pecado involuntario, se beneficiaba del perdón concedido al individuo o a la colectividad; las ciudades de refugio le protegían contra el vengador de la sangre (Lc. 17:8; Nm. 15:14, 26, 29; 35:15). Cuando quedaba contaminado, tenía que someterse a los ritos de la purificación (Lv. 17:15; Nm. 19:10). Si el extranjero y los varones de su casa estaban circuncidados, podían participar de la Pascua (Éx. 12:48, 49). Pero el año del Jubileo no traía la libertad al extranjero que había caído en la esclavitud. Podía ser vendido y llegar a ser, por herencia, propiedad de los hijos de su dueño (Lv. 25:45, 46).
El extranjero no asimilado se encontraba con algunas prescripciones negativas, porque Israel debía seguir siendo el pueblo santo, separado para Dios (Dt. 14:2). Los matrimonios mixtos estaban prohibidos (Éx. 34:16; Dt. 7:3; Jos. 23:12). No se podía permitir que ningún extranjero subiera al trono (Dt. 17:15), ni que entrara en el santuario (Ez. 44:9; Hch. 21:28; cp. Dt. 23:3, 7-8).
En una época posterior, los judíos de observancia estricta ni comían ni bebían con gentiles (Hch. 11:3; Gá. 2:12). Estos últimos, sin embargo, podían, en todo momento, acceder al judaísmo (Gn. 17:27; 34:14-17; Mt. 23:15).
Israel esperaba el día en que serían integrados al reino. (Véase PROSÉLITO.)
Los amonitas y moabitas estaban sometidos a una cláusula especial: no podían venir a formar parte de la comunidad israelita ni siquiera si se circuncidaban (Dt. 23:3). Pero el hijo de un israelita y de una moabita era admitido (cp. Isaí, Roboam). Cuando los israelitas se apoderaron de Canaán, les fue totalmente prohibido aliarse mediante matrimonio con sus habitantes idólatras (Dt. 7:3). La mayor parte de los cananeos que sobrevivieron a la conquista se hicieron prosélitos. Bajo Salomón, el reino contaba con 153.600 extranjeros (2 Cr. 2:17).
En el NT, el término extranjero no tiene el sentido preciso que exhibe en el AT; puede referirse a:
un desconocido (Jn. 10:5),
un viajero (Lc. 17:16, 18),
un visitante (Lc. 24:18),
un judío perteneciente a la Diáspora (Hch. 2:10; 1 P. 1:1).
Tanto los santos del AT como los del NT eran y son extranjeros sobre la tierra. David dijo: «Forastero soy para ti, y advenedizo, como todos mis padres» (Sal. 39:12). Confesaban «que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra» (He. 11:13). Lo mismo es cierto de los santos en el día de hoy (1 P. 2:11). Su ciudadanía se halla en el cielo, y esta tierra ya no es su hogar ni su reposo (Fil. 3:20).

nom, EZEQUÍAS

tip, BIOG REYE HOMB HOAT
vet,
«Jehová fortalece»
Hijo de Acaz, rey de Judá (719-691 a.C.). Estuvo asociado con su padre en el gobierno desde el año 728 a.C. Era un siervo devoto de Jehová; comenzó su reinado reparando y limpiando el Templo, reorganizando los servicios religiosos con sus funcionarios y celebrando una gran pascua a la cual invitó solamente a las tribus de Judá y Benjamín (2 Cr. 29:1-30:13). Quitó los lugares altos, derribó las imágenes e hizo pedazos la serpiente de metal que Moisés había hecho, pero que se había convertido en objeto de adoración.
En el cuarto año de su reinado (724 a.C.), Salmanasar comenzó, y en el año 722 a.C. Sargón completó, el sitio de Samaria, llevando a las diez tribus en cautividad (2 Cr. 18:9, 10).
En el año 714 a.C. comenzó la serie de invasiones asirias que distinguieron el reino de Ezequías y terminaron desastrosamente para Asiria. Parece que fue inmediatamente después de comenzar estas invasiones, en el año 714, cuando Ezequías estuvo enfermo, casi a la muerte, pero le fueron concedidos 15 años más de vida (2 R. 20:1-11; Is. 38).
Ezequías murió en el año 691 y ascendió al trono su hijo Manasés (2 R. 20:21; 2 Cr. 32:33).

nom, EZEQUIEL

tip, BIOG SACE PROF HOMB HOAT
ver, EZEQUIEL (Libro)
vet,
«Dios fortalecerá».
(a) Descendiente de Aarón. Su familia vino a formar la clase vigésima de sacerdotes (1 Cr. 24:16).
(b) Hijo de Buzi; sacerdote y uno de los cuatro grandes profetas. Fue llevado al exilio con el rey Joaquín el año 597 a.C., once años antes de la destrucción de Jerusalén, y se dedicó a la labor entre los cautivos durante veintidós años. Cumplió fielmente sus deberes, pronunciando en ocasiones duras reprensiones, pero dando aliento con palabras llenas de gracia. Su profecía está llena de simbolismos y de imaginería. A la muerte de su mujer, le fue prohibido, como señal profética, que expresara ningún dolor ni que llevara duelo (Ez. 24:15-18). No solamente proclamó sus profecías, sino que se le ordenó que representara alguna de ellas, a fin de que fueran vistas, además de oídas. Su estilo es vigoroso y rápido. Para más detalles cronológicos de su ministerio, ver el artículo acerca de su libro.

nom, EZEQUIEL (Libro)

tip, LIBR CRIT LIAT
ver, PENTATEUCO
vet,
En nuestras Biblias castellanas, Ezequiel figura entre el libro de Lamentaciones y el de Daniel. En el canon hebreo, estos dos libros se hallaban entre los Hagiógrafos, hallándose Ezequiel justo a continuación de Jeremías. Casi todas las profecías se hallan en orden cronológico y fechadas según los años de cautiverio del rey Joaquín.
(a) SECCIONES DEL LIBRO se divide en tres:
(A) Profecías proclamadas antes de la toma de Jerusalén, anunciando su destrucción como consecuencia de sus transgresiones.
En el año 5º, el sacerdote es llamado a ser profeta, para lo que le prepara una visión (Ez. 1:1-3:21). A continuación, Ezequiel recibe la orden de predecir la destrucción de la ciudad y de interpretar unas actuaciones simbólicas (Ez. 3:22-7:27).
En el 6º año denuncia la idolatría de Judá (Ez. 8) y comunica la visión simbólica de la partida de la gloria de Jehová, que abandona el templo profanado (Ez. 9:1-11:13). Ezequiel alienta a los deportados: siguen siendo el pueblo del Señor, que será para ellos un santuario (Ez. 11:16), los devolverá a la tierra de Israel (Ez. 11:17) y les dará un nuevo corazón a los que rectifiquen sus caminos (Ez. 11:18-21). Jehová abandona su ciudad por cuanto ella se ha entregado a la incredulidad y a los falsos profetas (Ez. 12-24). Se abatirán los juicios sobre la ciudad (Ez. 15-17), pero Dios otorgará su gracia a los que se arrepienten (Ez. 18). El capítulo 19 es una lamentación sobre los príncipes de Israel.
En el 7º año del cautiverio de Joaquín, Ezequiel predice el juicio sobre Israel, que ha profanado el nombre de Jehová ante los gentiles. Hay sin embargo promesas para el futuro; Dios volverá a aceptarlos a causa de Su nombre (Ez. 20:1-44). Sin embargo, se acuerda de sus rebeliones, cuyo castigo se avecina (Ez. 20:44-23:49).
En el 9º año representa la parábola de la olla hirviente simbolizando el cerco de Jerusalén (24).
(B) Profecía sobre el juicio de las naciones.
En el 9º año del exilio, se dan profecías contra Amón, Moab, Edom y el país de los filisteos (Ez. 25);
el año 11º, contra Tiro y Sidón (Ez. 26-28);
los años 10º, 27º. 11º y 12º, profecías contra Egipto (Ez. 29-32).
(C) Profecías acerca de la restauración de Israel y de su glorioso futuro. Son proclamadas después de la toma de Jerusalén y de su destrucción por Nabucodonosor.
El año 12º del cautiverio de Joaquín, la tarde antes de que llegaran las nuevas de la caída de Jerusalén a Ezequiel, recibió un segundo llamamiento de parte de Dios. La mano del Señor vino sobre él; el momento en que supo la caída de la ciudad coincidió con el inicio de una nueva etapa de su misión (Ez. 33:1-22). Se le revela que los israelitas reconocerían, después del juicio, que Jehová es Dios, y que un verdadero profeta había estado en medio de ellos (Ez. 33:23-33). Jehová les dará un buen pastor, prefigurado por David (Ez. 34); sus enemigos serán castigados (Ez. 35); el pueblo será santificado y será restaurado a su tierra (Ez. 36). Será como una resurrección; las doce tribus serán reunificadas (Ez. 37), y sus adversarios serán destruidos (Ez. 38-39).
En el año 25º de la cautividad de Joaquín, Ezequiel tiene una visión de la restauración del pueblo de Dios: el templo será reconstruido, más grande y totalmente santo. El pueblo, purificado, es aceptado por Jehová (Ez. 40-43). El culto será renovado (Ez. 44-46), saliendo el río de la vida del mismo templo, dando feracidad a los lugares desiertos (Ez. 47); finalmente, habrá el reparto del país entre las tribus y la ciudad santa, que recibe el nombre de Jehová-Sama (Jehová está allí). Se establecerá la Teocracia, en la que la realidad se ajustará al ideal divino.

(b) AUTENTICIDAD.
Autenticidad y contribución particular de Ezequiel. Los críticos de la Escuela de Wehausen consideran a este profeta como el padre del judaísmo postexílico. Pretenden ellos que la descripción de la nueva Jerusalén (Ez. 40-48) contiene todo un programa que suscita las prescripciones sacerdotales características de Levítico y de Números. Pero los teólogos que siguen el punto de vista bíblico repudian tal especulación. Bien al contrario, constatan que la legislación levítica es bien anterior a la época de Ezequiel, y que Israel conoció los sacrificios, el culto del santuario, con el ministerio de los sacerdotes y de los levitas, desde la época de Moisés. El punto de vista que hace del Pentateuco una creación postexílica se encuentra con tremendas dificultades, como lo es la existencia del pentateuco samaritano (véase PENTATEUCO). Además, Ezequiel, en su visión profética de los caps. 40 - 48, no tenía ni la intención ni la necesidad de crear un origen falso. La crítica más reciente no se contenta con atribuir estas intenciones al autor. La novedad de su enfoque consiste en poner en duda la autenticidad del libro mismo. Así, para G. Hoelscher solamente 1/10 del libro habría estado escrito por el mismo Ezequiel. W. A. Irwin dejaba totalmente a un lado los capítulos 40-48, y del resto solamente conservaba 250 vers.. C.C. Torrey rechazó el libro como un todo, considerándolo un pseudoepigráfico palestino de alrededor del año 230 a.C. Esta lista, que podría alargarse, es suficiente para mostrar la total incertidumbre sobre la que opera la crítica negativa, basada exclusivamente en la incredulidad en el mundo de lo sobrenatural. No es de sorprender que este ataque lo tenga que sufrir una obra que contiene, lo mismo que Daniel, tantas visiones e imágenes retomadas después por el Apocalipsis. El estudioso de Ezequiel que lo examine a conciencia y con respeto, se ve, al contrario, sorprendido por sus numerosas pruebas de autenticidad, que los mismos críticos primeros admitían (p. ej., Cornill, «Einleitung», p. 76). La disposición y el plan del libro, la cronología precisa, el uso de la primera persona, y el claro mensaje profético, todo ello confirma que Ezequiel es verdaderamente el autor.

(c) APORTE DE EZEQUIEL.
El rico aporte de Ezequiel al pensamiento israelita y bíblico reside en su enseñanza espiritual. Se pueden destacar, entre otros puntos:
(A) Su concepción acerca de Dios, sumamente alejada del antropomorfismo (cp. «la imagen de la gloria de Jehová», Ez. 1:28). En tanto que otros escritores sagrados representan a Jehová como el pastor del pueblo (Gn. 48:15; Sal. 23; 28:9), reuniendo al rebaño disperso de Israel (Jer. 23:3; 31:10), pastoreándolo con ternura (Is. 40:11), Ezequiel muestra, de manera particular, a Dios buscando a sus ovejas extraviadas, librándolas de sus enemigos, restableciéndolas en su país (Ez. 34:11-31; cp. Mt. 18:12-14; Lc. 19:10).
(B) Su visión de la nueva Jerusalén:
el alto monte (Ez. 40:2; Ap. 2:10),
la ciudad santa, tabernáculo de Dios en medio de los hombres (Ez. 37:27; Ap. 21:3),
la gloria de Dios que reside en ella (Ez. 43:2-5; Ap. 21:11);
la ciudad cuadrada (Ez. 48:16, 30; Ap. 21:16),
que tiene doce puertas (Ez. 48:30-34; Ap. 21:12, 13),
el río de la vida (Ez. 47:1; Ap. 22:1),
orillado por árboles cuyas hojas dan sanidad (Ez. 47:7, 12; Ap. 22:2).
(C) Ezequiel contribuye sobre todo a dar una idea de la teocracia que ha de ser establecida en el futuro. Retomando un pensamiento que Jeremías había ya presentado en su enseñanza, Ezequiel insiste en la responsabilidad individual (Ez. 18; 33:1-20), en la regeneración del pueblo y en la santidad del reino, que tendrá su glorioso cumplimiento en tiempos futuros (Ez. 11:19, 20; 36:24-29). La visión de Sión, restablecida y espiritualmente regenerada, queda en adelante de manera perpetua delante de la mirada del pueblo de Dios, como inspiración y poderosa esperanza.

Bibliografía:
R. Alexander: «Ezequiel» (Publicaciones Portavoz Evangélico, Barcelona, 1979);
G. R. Beasley-Murray: «Ezequiel», en Nuevo Comentario Bíblico (Ed. D. Guthrie, Casa Bautista de Publicaciones, El Paso, Texas, 1977);
A. T. Pearson: «Ezequiel», en Wycliffe Bible Commentary (Moody Press, Chicago, 1963).

nom, EZIÓN-GEBER

tip, LUGA
vet,
Uno de los campamentos de los hijos de Israel, cerca de la cabecera del golfo de Ákaba. Allí tenía Salomón una flota de navíos, y allí se rompieron los de Josafat (Nm. 33:35, 36; Dt. 2:8; 1 R. 9:26; 22:48; 2 Cr. 8:17; 20:36).
Muy cercana a Elat, se identifica con esta última desde la época de Uzías. No se halla ningún rastro de Ezión-geber en la línea costera actual. Sin embargo, es probable que en tiempos pasados el mar cubriera una considerable extensión de una llanura formada por sedimentos en el extremo meridional de Wadi el-'Arabah, y que las ruinas de Ezión-geber se hallen cerca de la fuente de Ain el-Ghudyan a unos 22 kilómetros de la actual cabecera del golfo de Ákaba.